Prioridad (4)
El sonido de las hojas chocando entre sí y el bolígrafo negro que jamás descansaba de escribir desprendía su tinta sobre el papel, y es que todo aquello era manipulado por el joven de rulos dorados y no paraba de hacerlo desde que llegó.
La mayoría del tiempo su cerebro solo se enfocaba en el contenido de todos esos documentos que se ordenaban perfectamente sobre su escritorio y como gerente de puntos de venta de la empresa esa era su labor junto con otras cosas igual de importantes, y ciertamente ha tenido demasiado que revisar desde hace bastantes semanas.
Su mente estaba concentrado y parecía ignorar el dolor físico, o quizá incluso el cansancio visual.
Teniendo un puesto muy importante, cargaba con demasiadas responsabilidades y por lo tanto se le exigía, o más bien, él se exigía a sí mismo y ciertamente no parecía molestarle, pues todo eso tenía un propósito y el más importante para él. Estando ya a pocos meses de casarse, quería darle algo digno a su prometida y muy pronto esposa.
Tenía que trabajar duro para tener una vida tranquila con ella, y lo mejor de todo pensaba el rubio, es que Jolyne era totalmente consciente de eso y comprendía muy bien que a veces él no podía estar tanto tiempo en su departamento como quisieran.
Era tan solo por un tiempo relativamente definido, pensó. Todo ese esfuerzo y agotamiento les será muy bien recompensado.
Su Prioridad era asegurar la felicidad de ambos con estabilidad económica y bienes. Sí, esa era su más grande motivación.
Ensimismado continuaba revisando cada hoja y anotando lo necesario en un pequeño cuaderno para tener una mejor organización. Si bien, una pequeña interrupción resonó dentro de las paredes blancas de su oficina, un par de toques a su puerta percibieron sus sentidos, pero eso no evitó que continuara analizando aquellos documentos.
-Adelante. – Sin perder concentración, permitió la entrada a quien sea que necesitara de él. Pronto la puerta se abrió mostrando a otro rubio de ojos violetas. – Fugo, ¿Qué sucede? – Sabiendo de quién era ahora esa presencia, preguntó sin despegar la vista de su labor.
-Giorno, aquí traigo el informe que pediste. – Levantó el folder azul que tenía en su mano derecha queriendo mostrárselo aunque este un no se molestaba en devolverle la atención.
-Gracias, déjalos ahí por favor. En un momento los reviso. – Señaló Giorno hacia una esquina libre de su escritorio, sin problema Fugo lo depositó ahí con cuidado debido a la cantidad de hojas que tenía. – Tengo que ver las cifras para tener una mejor concordancia, agradezco que me lo hayas traído pronto.
-Sí, lo que pidas, Giorno. – Un poco cansado por tan duro día, Fugo dijo con un poco de desgano. Aunque a veces también ese tono iba a que llegaba a pensar que su amigo y compañero llegaba a exagerar en querer hacer tan perfecto su trabajo.
-Más tarde le diré a Sheila que te los devuelva, te puedes retirar y seguir con tus deberes.
-Sí, por supuesto, pero ¿Mas tarde? – En eso, Fugo revisó su reloj de pulsera y luego miró confundido al otro. – Sería mañana...
-Tengo entendido que lo necesitan para un nuevo plan de negocios, sería en una hora a más tardar. – Comprometido con la responsabilidad de cargar ese informe, le aseguró. Aunque el otro sabía que quizá Giorno se estaba confundiendo.
-No, me refiero a que dijeron que ese asunto lo verán hasta mañana, por eso mismo tuve la posibilidad de traértelo tan pronto.
-¿Qué? – En eso, Giorno por fin se dignó en levantar la vista hacia Fugo, aun fuese con confusión.
-¿Te quedarías a un par de horas más extra? Digo, sé que sueles quedarte unas horas más, pero, ¿Qué no tienes una cena hoy con tu prometida?
– Sí, tengo una cena con Jolyne y mi padre a las 8:00 pm, pero para eso aún faltan bastantes horas. Así que por favor, dile a Sheila E. que si puede comunicarme con Jolyne diez minutos antes de esa hora, eso me ayudaría mucho. – Confiado, volvió su mirada al trabajo, pero entonces el otro rubio no comprendió del todo, y volviendo a mirar su propio reloj creyó por un segundo que había imaginado la hora que había visto hace unos segundos, pero al verificar, supo que no. – ¿Fugo? – Preguntó no obteniendo ninguna respuesta o siquiera algún movimiento por parte que amagara en retirarse.
-Giorno, son las 11:00pm. – Como si Giorno estuviese ebrio o desorientado, aunque la segunda opción era lo más probable, el rubio de rulos dejó los documentos que sostenía por también liberando el bolígrafo sobre su escritorio.
-¿A qué te refieres? – Preguntó bastante confundido, pero antes de que Fugo pudiese responder, una joven de cabellos negros y ojos amatistas llegó de pronto apareciendo detrás del de ojos violetas.
-Señor Giorno, ya me retiro, necesita algo antes de que yo...
-¡Sheila! ¿Qué hora es? – Un tanto intranquilo, le cuestionó a la joven quien no esperó por eso.
-Las once de la noche...
-¡Imbécil! ¡Estas retrasado! – Exclamó Fugo contagiándose de esa angustia que incrementaba rápidamente en Giorno. – ¡Tuviste que irte desde hace como tres horas!
-¡Mierda! – Ni siquiera gritó, pero al menos el cansancio le permitió maldecir expresando su frustración y rápidamente comenzó a tomar sus cosas y organizar lo necesario lo antes posible. Como si hubiese escuchado mal, aun no asimilaba del todo que estaba retrasado en su cena con Jolyne y su padre Dio. – Esto no puede estar pasándome de nuevo.
-Espera, ¿De nuevo? Esta es como la quinta consecutiva. – Comentó un tanto impresionada la joven de cabellos negros.
-En realidad es la séptima. – Corrigió Fugo, aunque a Giorno no parecía importarle ya lo que estos decían y solo se aseguraba de cerrar su maletín y tomar su abrigo. – Más vale que sepas como compensar esto, llévale unas flores o algo que le guste, no lo sé, tú conoces a tu prometida.
-Eso ya lo hizo. – Ahora fue turno de Sheila E. – La vez pasada le pidió a Narancia que comprara flores para la señorita Cujoh y enviárselas hasta su departamento.
-¡Vaya! Al menos podrías ser un poco más original, Giorno. Y más ahora que seguramente esta ella sola soportando a tu padre.
-¿Con su padre? ¿Te refieres a Dio Brando? – Ligeramente impactada preguntó la joven, Fugo por su parte solo asintió con su cabeza. – ¡Oh no lo creo! No puedo imaginarme tan incómoda situación, de ser ella yo estaría con las piernas temblando.
-¡Disculpen! Lamento que los interrumpa, pero les aseguro que sus comentarios no me ayudan en lo más mínimo. – Bastante molesto y angustiado, el rubio de rulos dorados les encaraba casi listo y con el maletín en mano. – ¿Me harían el gran favor de retirarse? Estoy a punto de cerrar esta oficina.
-No es a propósito, jefe. Pero debes admitir de lo pintoresco que es que hayas perdido la noción del tiempo. – Fugo sin limitar sus palabras le dijo, aunque provocase un más el disgusto y preocupación de Giorno al imaginarse a su pobre y amada prometida sola ante los ariscos comentarios de su padre, y todo gracias a la plática que hace un momento el par tuvieron.
Si bien, Giorno ya no quería seguir soportándolo, no tenía tiempo ni de escucharlos, por lo que listo, prácticamente los fue empujando hasta afuera de la oficina ya apagando la luz de esta.
-Dije, que se retiren, Fugo y Sheila E. Si saben que estoy retrasado, muévanse de una maldita vez. – Con la enorme impaciencia ya carcomiéndolo los echó y como si su vida dependiera de ello, Giorno los dejó atrás corriendo a toda velocidad teniendo en mente solo a Jolyne y llegar a su lado antes de que Dio le fuese a hacer algo que quizá le pueda incomodar.
Aunque ahora que lo pensaba, ¿Cómo es que no había recibido ninguna llamada por parte de Jolyne si desde hace tres horas que debían estar en el restaurante?
...
En el Restaurante
Al paso de las horas, la incómoda incertidumbre que antes le aquejaba se fue olvidando y no pensaba en siquiera sentirse indefensa sin tener a Giorno cerca; pues Dio es un hombre agradable y podría ser cautivamente a veces. Tal vez se adelantó en creer más en las palabras despectivas de los demás y ciertamente eso no estaba bien en base a su propio criterio. Sentía que lo había juzgado mal sin siquiera darle la oportunidad de conocerlo, quizá los demás se intimidaban por su superioridad económica o tal vez por la reputación que llegaba a tener en los medios. Si bien no le gustaba como llegaba a mencionar a su prometido de forma desatenta durante su cena. ¿Así sería la relación entre ellos? Pues su amado llegaba a hacer exactamente lo mismo con él.
De igual forma, Dio parecía querer evitar cada vez más el mencionar a su hijo, puede que era porque de hacerlo la joven se distraería o entristecería, según pensó Jolyne. Y a pesar del tiempo que pasaba junto a su suegro en ese restaurante, el rubio menor seguía sin aparecer, aunque para esas alturas ya no le incomodaba.
Entonces pareciera que era una cena solo para ellos dos y claro que aun extrañaba a Giorno, pero ahora solo quedaba disfrutar el momento con la agradable voz de Dio dedicándole su valioso tiempo solo para ella.
La compañía que tenía en ese momento era en verdad muy amena y ella disfrutaba con una sonrisa lo que este le relataba en general. Jolyne tomaba de su bebida escuchando atentamente al hombre que en su mayoría era el que hablaba de él y de su familia, claro incluyendo a Giorno de manera sutil sin mencionar su nombre.
-Sí, tengo todos esos millones, propiedades por varias partes de Europa, América y un par en Asia. Pero digo, sé que no he sido el mejor padre u hombre para todos, pero te aseguro que me importan más de lo que ellos creen. Sí, me arrepiento de varias cosas, pero como dicen por allá, nunca es tarde para cambiar si se tiene la voluntad. – Terminó de decir tranquilo para luego tomar su copa y llenar su boca de esa bebida color vino.
La joven por su parte le miraba con la mano en su mejilla bastante atenta a lo que el rubio mayor había dicho, en verdad impresionada y luego le imitó tomando de su propia bebida.
-Es interesante, Dio. – Comentó luego de beber de su agua Jolyne, y aunque ella no lo haya notado, ya tomaba bastante familiaridad al referírsele. – A mi forma de ver, todo eso que ha pasado lo convirtió en un hombre sabio, algo así como dirían algunos "un alma vieja" y conociendo ahora lo que ha vivido, si me permite decirle; usted luce como una persona muy joven.
Bastante contenta la jovencita, no se limitó en decirle lo que en verdad pensaba sobre él, mientras que Dio despegó de su boca aquella copa fina y con sus parpados algo abiertos le miró para después sonreírle.
-Oh, Jolyne. Me siento halagado, pero no, no soy tan joven como tú o muchos creerían. Soy un hombre ya muy experimentado y podría decirse que desgastado que ha pasado por muchas situaciones tanto agradables y desagradables, es como si hubiese vivido por demasiadas décadas, pero ¿Qué puedo decir? Es parte de sobrevivir en este espacio terrenal y disfrutar de nuestro tiempo aquí, y es algo que tú tendrás que pasar también. – Como si una pequeña niña fuera, Dio tomó la punta de la nariz de Jolyne y lo apretó levemente ocasionando un ligero sonrojo en ella. – Pero ahora conociéndote un poco mejor y con esa apariencia tan bella que tienes, podrás con cualquier obstáculo que se te atraviese. – Como si fuese un padre más para ella, la menor le sonrió de oreja a oreja abochornada, le inspiraba mucha tranquilidad esas palabras.
-Agradezco mucho su confianza en mí, Dio. – En verdad enternecida por el repentino gesto del rubio mayor, pareciera que los nervios que anteriormente tuvo antes de conocerlo jamás estuvieron presentes en ella. – Y le prometo ser una buena esposa también para Giorno.
De un momento a otro, al escuchar el propio nombre de su prometido en su boca, Jolyne sintió un repentino sentir que la sacó de esa atmosfera tan tranquila que tenía con su suegro. Como si estuviese perdida, miró a todos lados queriendo hallar con la mirada de manera inconsciente otro tipo de cabellos rubios que formaban rulos y un rostro que solía ver casi todas las mañanas desde que se mudó a Italia.
¿Giorno aún no llegaba?
Un poco melancólico el ambiente en esa mesa, Dio guardó silencio descifrando el rostro decepcionado y compungido de la joven y obviamente sabía a qué se debía.
Dio sacó un suspiro algo molesto y sacó su teléfono celular un segundo buscando el número de su hijo mayor, y aunque miraba las llamadas que este le había rechazado, le volvió a marcar para esperar ser atendido, no obstante no resultó, por lo que mejor optó por volver a guardar el aparato. Le fastidiaba esa forma que tenía Giorno de ignorarlo, pero ¿A propia prometida? No sabía si Jolyne se atrevería en llamarlo, pues no la veía con esas intenciones.
-Jolyne. – Llamó el hombre a la menor que de inmediato le volteó a ver sin quitar ese rostro angustiado.
-¿Sí?
-¿Qué te parece si nos vamos? Ya es algo tarde. –Sugirió Dio, aunque parece que eso no le gustó a la otra pues su rostro se descomponía luciendo confundida y descontenta.
-¿Qué? ¿Por qué? Tenemos que esperar a Giorno y...
-Querida, han pasado tres horas desde que llegamos a este restaurante, Giorno no vendrá.
-Tal vez algo lo está atrasando. – En eso, Jolyne pronto sacó su propio teléfono para llamar a su amado, pero Dio rápido puso una mano sobre su aparato y lo bajó ganándose una mirada frustrada por parte de ella.
-Será mejor que lo esperes en tu departamento. – Queriendo sonar lo más tranquilo y convincente posible. Jolyne solo le siguió mirando, pero ahora más triste que nada.
Jolyne solo asintió y tomando su bolso le daba a entender a Dio que esta aceptaba salir de ahí. El rubio lo lamentaba, y aunque no fuese realmente un hombre al que se le etiquete como un caballero, quería tratarla bien hasta que tuviesen que separarse.
-¡Mesero! – Llamó a uno de los empleados muy bien vestidos que estaba cerca de su mesa. – La cuenta por favor.
Él se encargaría de pagar todo, aun si Jolyne se rehusase así lo haría.
Giorno no sabe lo que está desperdiciando, pensó Dio al ver como la joven se preparaba para irse viendo solo al fondo del restaurante quizá con la esperanza de verlo al menos hasta el último momento.
...
-¡Maldición! – Maldijo sonoramente y para sí en la transitada calle viendo que su teléfono estaba completamente descargado, ¿Cómo es que no se dio cuenta? Estaba tan ensimismado en el trabajo que incluso olvidó cargarlo el día anterior. Y es que ahora tenía sentido quizá que no recibiera llamadas de absolutamente nadie.
Sí que fue muy descuidado y en un día tan importante.
Algo desarreglado debido al contraviento que hacia al correr, cargando de su abrigo y maleta, llamó un taxi que pronto se estacionó en frente de él para luego subirse de inmediato.
-Al restaurante de Nápoles y por favor vaya lo más rápido posible, estoy atrasado. – Pidió agitado el rubio y el auto arrancó sin ningún problema como este lo pidió.
Al menos podría tomar aire un poco, pero sus ansias aun lo cansaban y se sobaba el rostro desesperado.
Realmente no sabía qué pensarían Jolyne y su padre, pero más que nada su prometida le preocupaba. Pasó tal vez más de tres horas con él a solas, no se imaginaba qué tipo de conversación tendrían entre los dos, podría ser que hablaran de él o de ellos mismos para conocerse, pero sabía cómo podía ser Dio. Su padre siempre fue una persona bastante ególatra que puede no medir sus palabras, siendo tan sincero que podría incomodar a su amada.
Él quería que ella conociera a Dio pues es su padre a fin de cuentas, además de que él insistió en conocerla antes de que fuese la boda. Si bien, le seguía preocupando.
Jolyne podría entender que él estaba consumido en trabajo como en muchas otras ocasiones, pero definitivamente no quería que ella se enfrentara a Dio sola.
...
Afuera del Restaurante
-De verdad, no es necesario que me lleve, puedo llamar un taxi sin problema. – Justo en la entrada del lugar ya un poco más vacía de gente y autos, Jolyne quiso convencer a su suegro de tan amable oferta.
-Jolyne, me ofende que no aceptes que te dejemos en la puerta de tu hogar. Es demasiado tarde para que una hermosa jovencita como tú ande sola a estas horas. – Bastante insistente, Dio le ofrecía a la menor llevarla a su departamento frente al auto negro que con el chofer adentro, miraba al par escuchando lo que estos decían.
-El edificio no esta tan lejos de aquí, Dio.
-Y con más razón, si no esta tan lejos, podemos llevarte sin problema. Vamos, somos familia ahora y me niego que vayas tu sola caminando por esas calles llenas de drogadictos. – Cruzándose de brazos, la miró bastante autoritario como si le pidiera a una chiquilla que limpiara su habitación.
Jolyne por su parte solo hacia una mueca con la boca pensando en si aceptar o no. Le daba algo de vergüenza, pues además de que pagara la cena en ese restaurante tan lujoso, ahora le pedía llevarla en ese auto tan elegante con un chofer adentro.
No quería ser imprudente con su suegro, aunque si el cielo ya era muy oscuro y a pesar de aun haber gente alrededor, la ciudad puede tornarse muy diferente a como es en el día.
Y ciertamente, aún tenía a Giorno en mente provocándole un sentimiento del que ya se quería olvidar.
-Bueno, tal vez por esta ocasión pueda abusar de su amabilidad.
-¡Bien dicho! – Bastante complacido, Dio tomó la delicada mano de Jolyne para guiarla caballerosamente hacia una de las puertas del auto negro. – Sube con confianza, querida. – Abriéndole donde uno de los asientos traseros, él de inmediato cerró y fue hacia el otro lado sentándose junto a Jolyne.
-Podemos irnos, Charles. – Con un tono muy diferente al que escuchó esa noche Jolyne, Dio ordenó al joven de mano enguantadas posicionadas sobre el volante.
-Sí, señor. – Pronto sintió el auto encenderse y un aroma agradable la invadió, era seguro el aromatizante para auto y pensaba que quizá era fino. – Y mi nombre es N'Doul.
-Y sea lo más pronto posible, Jolyne debe llegar a descansar, ¿Entendido? – Sin importarle lo que el otro dijo, el chofer solo afirmó y finalmente se retiraron rumbo al edificio donde se encontraba el apartamento de Jolyne y su prometido.
La joven un tanto extrañada por cómo el rubio mayor se dirigía y cerraba los ojos con las manos juntas sobre sus piernas, Jolyne tan solo se dedicaba en ver a través del cristal de su asiento. Mirando hacia afuera por alguna razón buscaba la esbelta figura de su amado Giorno, y aunque sabía que eso no sucedería, quería verlo para afirmar que al menos cumpliría apenas algo de su promesa llegando alguna parte cerca del restaurante.
Quería llamarlo, pero era muy probable que no le contestase como en varias ocasiones anteriores.
No tenía ganas de llorar, pero un desagradable sentimiento la invadía y quedaba solo agradecer que haya conocido a Dio, a pesar de la ausencia de Giorno, él había sido muy bueno con ella.
Aunque eso claro no lo compensaba.
...
-¡Por fin! – Exclamó Giorno bastante enojado, pues el tráfico de la ciudad era demasiada y el taxista no pudo ir tan rápido como se le pidió.
Bajándose del auto amarillo y pagando casi aventando el billete al hombre, el rubio fue hacia la entrada del restaurante donde había prometido aparecer.
-Buenas noches, joven, ¿En qué le puedo ayudar? – Un hombre de vestidura negra y muy bien acomodado le preguntó servicial a Giorno, aunque por dentro poco le agradaba como se le veía al joven un tanto desarreglado y pareciera que un poco sudado.
-Buenas noches, se reservó una mesa en nombre de Dio Brando. – Un tanto impaciente por entrar y encontrar ahí a su prometida y a su padre, el otro hombre le miró extrañado y con calma le respondió.
-Si así es, pero tal vez llegó algo tarde, ¿No cree, señor? – Seguro el hombre, Giorno al escuchar eso temió.
-¿A qué se refiere?
-El señor Dio Brando y su joven esposa ya partieron del restaurante hace un par de minutos. – Respondió muy seguro, pues él fue quien presencio verlos salir de ahí tomándola de la mano e irse en el mismo auto de lujo negro.
Con eso dicho, Giorno arqueó una ceja confundido, ¿Dio y su joven esposa?
-Son mi padre y mi prometida, él vino a conocerla. Hubo una reservación para tres personas, ellos deben seguir ahí adentro. – Queriendo dar un par de pasos hacia adelante queriendo buscarlos por sí mismo, el otro hombre solo se paró más a su frente dándole a entender que aquellos a quienes busca ya no se encuentran ahí.
-Lo siento, señor. Pero jamás confundiría a Dio Brando, la bella joven de vestido blanco con flores fue quien llegó primero y el señor Brando en cuanto llegó se sentó a cenar junto a ella. Si usted vino también a comer en esa mesa, lamento decirle que llegó muy tarde. Ellos estuvieron bastantes horas aquí. – Como si lo regañase por su gran tardanza, Giorno lo sintió como si fuera personal, pues no solo el hecho de que confundiera a Jolyne como la mujer de Dio, sino como si el otro hombre supiera que no era la primera vez que él llegaba tarde a algo que tenía que ver con su prometida. – Si me disculpa, está obstaculizando la entrada, le sugiero que se vaya y se cambie, se ve algo cansado. – No fue despectivo, pero al rubio no le hizo gracia ese comentario.
Si bien, su problema no era él.
...
En la entrada del edificio.
-No sabe cuánto agradezco toda su amabilidad, Dio. – Olvidando la vergüenza de hace rato, Jolyne en verdad se conmovía por el gesto servicial del rubio mayor.
-No agradezcas, para eso somos la familia, querida. – Tomándole de las manos antes de que la joven se baje del auto, Dio le habló con cariño. – Fue un enorme placer conocerte, Jolyne. Debo decir que no esperaba conocer una mujer tan dulce, madura y hermosa como tú.
Jolyne sonrió sumamente feliz.
-No, el placer fue mío. Y admito que tampoco esperaba conocer a un hombre tan sabio como es usted. – Puede que solo haya sido una noche, pero le inspiraba mucha confianza.
-Puede que haya habido un par de inconvenientes. – Dio se refirió a la ausencia de Giorno. – Pero créeme que disfruté mucho pasar tiempo contigo, espero que pueda repetirse.
-Es un hecho, Dio. A mí también me gustaría seguir platicando con usted.
Y antes de que Jolyne se bajara del vehículo, Dio le besó la mano y pronto el chofer quien ya estaba afuera, le abrió la puerta de su lado del asiento y se despidió del rubio con una enorme curvatura en sus labios.
-Buenas noches. – Despidió antes de subir el primer escalón que daba a la entrada del edificio.
-Buenas noches, Jolyne. – Ya el joven de guantes blancos cerrando, Jolyne dejó de ver a Dio y pronto se adentró a lo que la guaría a su departamento.
-¡Jolyne! – De pronto, se escuchó la voz sorprendida de Ermes que ya veía a su amiga cruzando por la puerta de cristal.
-Hola, Ermes. – Por fin sintiendo la calidez de adentro y recibida por su querida amiga de tez morena, la saludó animada.
-Sí que te tomaste tu tiempo, eso quiere decir que tuviste una buena cena, ¿No? – Asumía la morena que ya iba hacia Jolyne queriendo tomarla en brazos feliz, la otra por supuesto que la aceptó rodeándola de la misma manera. – Con ese abrazo, puedo pensar que estas agotada.
-Sí, pero puedo decirte que fue una cena bastante agradable. – Sin quitar su sonrisa le dijo, cosa que alegró a Ermes, pues eso significaba una cosa para ella.
-¡No sabes cuánto me alegra eso! Eso quiere decir que por fin tuviste una cena con Giorno, puede que con el magnate Dio Brando, pero con Giorno al final. – Comentó alzando la voz creyendo que Jolyne celebraría con ella, pero al ver el rostro de la joven de ojos verdes evolucionando a una triste, eso descolocó a la morena. – Giorno si cenó contigo, ¿Verdad?
Justo cuando Ermes pensó en que por fin el rubio sería más responsable con ella, Jolyne solo se encogió de un hombro con una mueca resignada.
-Sólo cené con Dio, Giorno no apareció. – Lo dijo con simpleza, más que nada porque quizá ya estaba un poco acostumbrada a eso, pero eso no quitaba que estaba lastimada.
Su amiga quien ya abría la boca queriendo maldecir, prefirió por callar y cerrar los ojos suspirando para encontrar calma, sabía que eso la molestaría tal y como la última vez. Y de alguna forma, Jolyne agradeció eso.
-Muy bien, esto ya fue demasiado lejos. – Más no se limitó en expresar su corta opinión. – ¿En serio te dejó sola con ese hombre?
-Sí, pero déjame decirte que lo juzgaron mal, Dio es un hombre muy amable e interesante. – Jolyne fue hacia donde está la mesa de recepción, Ermes le siguió.
-Digo, no lo conozco, sólo a base de historias de los amigos de tu novio puedo suponer algunas cosas sobre Dio Brando.
-Pero no es como dicen que es, en serio. Es caballeroso, interesante, tiene un porte bastante impactante, pero además de eso, es amable y te inspira mucha confianza cuando te habla. Incluso insistió en traerme aquí, si lo conocieras hasta podría decirte que te enamorarías de él, metafóricamente hablando. – Sintiendo que exageraba en su descripción, se le escapó de su boca ese impacto que le había causado en ella, eso por supuesto desconcertó a la morena.
-¡Wow, wow! ¿Te enamorarías? – Cuestionó Ermes citando a su amiga, eso la descolocó e incluso la emocionó. – Entonces me estás diciendo que es todo un príncipe, o más bien un rey que te trajo con su hermoso y celestial caballo blanco, ¿No es cierto? Y dime, ¿No te despertó con un mágico beso en los labios y de rescató del horrible ogro, princesa?– Burlándose y entre carcajadas, solo se ganó una fuerte palmada por parte de Jolyne. – ¡Hey! Solo estoy bromeando.
-No mal interpretes lo que te estoy diciendo, Ermes. Yo amo a Giorno, solo quiero enfatizar que deberían conocer a las personas antes de juzgarlas. Dio fue alguien muy agradable para mí, pero nada más.
-Tranquila, eso yo lo sé muy bien. Pero no podemos ignorar el hecho de que tu prometido es alguien muy irresponsable, él debió estar contigo presentándote a su padre. – Tomando un tono muy serio, Ermes quiso ser muy sincera con su amiga, quien no refutaba esa verdad.
-Es algo que tengo que arreglar con él, por ahora, lo que me alivia que es por fin conocí a mi suegro y todo salió muy muy bien.
-No como esperabas, pero bien al menos. – Ermes quería hacerle entender entre líneas a Jolyne que eso la dañaba, aun fuera fuerte, Giorno estaba hiriendo a Jolyne y eso no debía seguir pasando, pero eso es algo que debe determinar Jolyne por sí misma.
En eso, la morena abrazó una vez más y por última vez en esa noche a su amiga. Puede que haya salido bien esa cena, pero conocía a su querida Jolyne, estaba cansada de eso y quería que ella supiera que era apoyada. Y eso la joven de ojos verdes lo sabía y ese calor lo agradecía mucho, Ermes es una persona especial y aunque la hiciera enojar, sabía que decía todo eso con las mejores intenciones. Apoyando su mejilla en el hombro de Ermes, solo pensaba en hace mucho que no tenía abrazos así de profundos con Giorno y sin angustias.
Giorno ya comenzaba a encerrarse a un mundo del que Jolyne ya no sabía si algún día podría sacarlo de ahí.
...
Varios minutos pasaron y Jolyne ya se postraba en cama en total oscuridad. Sin poder dormir del todo, miraba su teléfono celular sobre el mueble revisándolo cada tanto, esperando algo por Giorno. Y al ver que no había nada nuevo, le dejó en su lugar de nuevo y volteó su cuerpo dándole la espalda dando al lado donde su prometido suele dormir.
Le preocupaba que quizá le haya pasado algo, pero sabiendo las horas en que suele salir del trabajo, era ya un horario normal para ella no tenerlo ahí.
Y como si el cielo por fin se hubiese apiadado por ella, escuchó la puerta de su departamento abrirse con las llaves que sabe son de Giorno.
Jolyne pronto sintió su añoranza calmarse, pero otro sentimiento la invadió y entonces fingió estar profundamente dormida. Los pasos del rubio pronto dieron hasta su propia habitación, y sin encender la luz, el joven se acercó a la chica que con los ojos cerrados tenía una respiración muy tranquila, aunque por dentro en realidad estaba sumamente enojada.
Giorno pronto acercó su boca al rostro de Jolyne, pero ella pronto se movió como si solo se estuviese acomodando sobre el lecho así evitando el beso que este le quería dar.
El joven al verse obstaculizado, optó solo por dejar las flores encima del mueble donde está el teléfono de Jolyne y se quitó la desordena corbata que le adornaba.
¿Cómo es que ya antes de apagar la luz ya ni siquiera se hablaban?
Al menos Giorno esperaba poder abrazarla por esa noche mientras ella duerma.
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Hola! Muchas gracias por llegar hasta aquí. La verdad tiene muchísimo que no actualizo esta historia, que de por sí tendrá pocos caps.
Espero les haya gustado, pronto subiré ma continuación de este fic y otros mas que tengo. Y si hay algún error pueden decirme.
Un beso y un abrazo xd 💖
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