Prioridad (2)
Horas más tarde
El sol mañanero se desemperezaba y apenas iluminaba el ambiente fresco de un nuevo día que haría tiritar a cualquiera. El peculiar y repentino sonido de unas llaves se escuchaba desde el exterior de entre el silencio, y la puerta se abría con sumo cuidado temiendo despertar a cierta jovencita.
Con cierto sigilo y pesadez a la vez, el joven rubio de risos desordenados; con el rostro ojeroso y bastante cansado, entraba bastante adolorido mientras que cerraba con su espalda recargándose en ella, se quedó así unos instantes, pues necesitaba un momento de quietud. Cargando con su saco en su brazo derecho, su camisa blanca desordenada y con la corbata aflojada, se fue relajando, incluso su mente llegaba a ponerse en blanco por necesidad, mientras que dejaba salir un suspiro y relajar sus músculos cerrando sus agotados parpados.
Si bien, un olor en particular besó sus fosas nasales y le hizo gruñir su interior; comida. Más, ni su vista ni mente estaban preparados para lo que se iba a encontrar, puesto que solo sus pasos fueron guiados más hacia el interior motivado por aquel aroma.
Igual fue hacia la cocina guiado por ese olor y con el hambre pidiéndole a gritos algo para deglutir, yendo despacio creyendo que así no despertaría a la mujer de su vida durmiendo en la habitación, o, así como pensaba. Pues, en ningún momento y en cuanto puso un pie a donde se encontraba el comedor, ver a cierta figura con el rostro sobre la mesa y con los brazos acunando su cabeza, mientras dejaba salir un ligero ronquido.
Jolyne se había quedado dormida encima del comedor.
Con esa imagen, varias interrogantes invadieron su mente y de ver su expresión y la curvatura de su ceja demostraba claramente su confusión, aunque después y casi al segundo un grande hueco en su interior se dejó ser asustándolo.
No puede ser, pensó con desmotivación.
- ¿Amor? – Olvidándose completamente de su objetivo principal, se acercó inmediatamente y pudo escuchar más de cerca la respiración acompasada, además del perfume que hace poco le había regalado se percibía. Sabiendo eso, temió. – Jolyne, despierta. – La movió un poco y la joven gruñó con molestia al interrumpir su incomodo descanso.
Un poco mas llevaba a la realidad a la fuerza, sus muecas y sus párpados se abrían con dificultad, sacando su rostro de entre sus brazos y levantarlo hacia quien osaba en despertarla.
-Giorno... - Sin moverse mucho, fue lo único que logró articular de manera adormilada. Ver al rubio de cerca y borroda llegó a pensar que seguía soñando, pues en sus sueños lo veía a él.
-Ya llegué, amor. – Con más suavidad y casi en susurro se anunció. Creyendo que tenía la completa atención de la joven, tuvo la intención de levantarla o cargarla de ser necesario. Si bien, antes apartaba algunos cabellos de su rostro queriendo que le viese. – Vayamos a la habitación.
Incitando a que esta moviera su cuerpo y se levantara antes por su cuenta, en ese momento sintió resistencia de manera pasiva, pues realmente seguía ida de la realidad. Así, Jolyne abrió y cerró los ojos tallándose un poco, y se encontró con el rostro de su prometido apenas pudiendo dilucidar, pero en vez de alegrarse, sus orbes amenazaron con aguarse y su ceño se frunció.
- ¿Apenas llegaste? – Fue lo primero que pudo formular, pues decepción e incredulidad era lo que le invadía en esos momentos.
Giorno solo atinó en mirarla con tristeza y enredo. Sin embargo, por ahora se preocupaba más que se resfriara, pues solo tenía encima un vestido y hacia algo de frio.
-Antes que nada, vayamos adentro. No quiero que te enfermes, por favor. – Quiso levantarla, pero la joven se resistió y de apartó de él. Cosa que le frustró. – Jolyne...
-Tú ve, debes estar cansado. Yo tengo cosas que hacer hoy, así que, discúlpame. – Sin mirarlo, se restregó las manos al rostro queriendo despabilarse mejor y se reincorporó. Luego, discretamente se limpió las pocas lágrimas volteándose, mientras que se ocultaba en sus propios brazos desnudos que a su vez estos se erizaban debido a la frescura del ambiente, más ese era la menor preocupación para ella.
Estaba dolida y molesta, y así mismo no quería que este la viera.
-Huh, Jolyne ... – Queriendo ser directo y con cierta ansia de que su prometida le evitara sin que él estuviese seguro de la situación, aun fuera evidente, vio su figura moverse con cierta prisa y le dio la espalda. Sin perder ni un segundo quiso tomarla rápido, pero un movimiento delicado a uno de sus brazos y luego rodearla. Aunque la joven fue más rápida y se alejó yendo a otra esquina. Así, uno siguiendo a la otra con el deseo de alcanzarla. – Amor, perdóname. – Si no, al menos la tomaría con sus palabras arrepentidas.
- ¿Y no tuviste la decencia de decirme por teléfono al menos? – Reprochó de repente con su característico ceño fruncido ya decidida en verlo. – Esperé toda la noche. – Esperé como estúpida, pensó.
Ya sin pena se retiró pocas lagrimas que no llegaba a retener. No era una mujer que le gustase llorar por cosas como esa, pero de igual manera se sentía.
-Jolyne, ¿Recibiste mis flores? – Queriendo ir al grano y arreglar el mal entendido, preguntó tomándola de las manos. De esta manera la menor solo miró su agarre y luego su rostro ojeroso. – Eran una compensación de mi ausencia, lo escribí en la tarjeta. Perdona si no te llamé, pero quería también sorprenderte con un detalle. – La joven no entendió al momento, y solo siguió viéndolo queriendo asimilar y recordar.
Claro recordaba la tarjeta y lo que decía, pero...
-No entiendo... - Expresando con sinceridad que no hallaba nada de lo que el otro decía. Se soltó suavemente y tuvo el impulso de verificar la tarjeta que venían con las flores. ¡Y ahí estaba! Ya algo empapada y con la tinta regada por la humedad que desprendía las plantas, veía aquel mensaje de amor que muchas horas antes había leído. Más donde al dar la vuelta, afirmaba que ese presente era un regalo de disculpa y escrito con la misma letra de Giorno. Jolyne estaba tan entusiasmada, que no reparó en ver el reverso.
Se sentía como una tonta.
Soltando su frustración cerrando sus parpados y sus hombros caídos, soltó la tarjeta a la mesa y después quiso voltear al joven que reparaba en su mal entendido con sus cejas curveadas hacia abajo. Más no lo hizo al tener vergüenza invadiéndola.
-No sé qué decir. – Admitió, aunque lo más acertado seria disculparse por enojarse de manera injustificada con el amor de su vida, aun cuando no quitaba su dolido corazón al sentirse plantada. No obstante, el rubio le llegó por detrás tomándola por sus extremidades y así el calor del más alto se percibió de gran manera en Jolyne, aunque de igual manera, el rubio seguía sintiéndose culpable y no quería ocasionarle tristezas.
-No es tu culpa, fue un descuido mío. – Un gran e imperdonable descuido suyo, pensó. – La chica sin rodeos, se volteó y lo rodeó correspondiendo el abrazo. Podía estar molesta, pero extrañaba a horrores a su novio, como también Giorno la extrañaba a ella. – El trabajo me está matando, pero lo hago por nosotros, porque te amo. No me mal entiendas.
-Tranquilo, amor. Lo entiendo y te pido me perdones, por favor. – Dijo rendida y molesta consigo misma envolviéndose con el aroma de su novio, que, aunque estaba totalmente desarreglado, le parecía lo más atractivo del mundo. – Estaba tan emocionada, que creo que no me llego a percatar de que hay cosas mas importantes que atender una cena. – Diciéndolo casi para sí, lo manifestaba de manera general, ella amaba tanto a su novio, que solo quería comprenderlo y ser paciente, pues sabia que tarde o temprano tendrían tiempo para ellos, y aquel sacrificio que hacia el rubio y también ella de alguna forma, era para los dos.
Comenzándose a vivir una vez más, llenándose de amor como tiempo atrás, teniendo tanto tiempo para los y estando uno junto al otro. Ese era el anhelo de ambos para futuro.
Así, el rubio entendía ese mensaje y se alegraba que ella pensara de la misma manera. Una cena de aniversario podría ser en cualquier otro día que él pudiese estar libre, era un proceso largo, pero era necesario para tener una vida plena juntos. Entonces, sin decir más respecto al mal entendido, pasó sus palmas por el cuerpo de su amada y después la abrazó profundizando su afecto.
-Vayamos a la habitación, Jolyne. Esta helando y no me puedo permitir que te enfermes. – Con su voz calmada pidió, y como respuesta, la joven solo asintió aun con el rostro tendido a su pecho y con los ojos cerrados. Así sin que ella lo hubiese pedido, el joven de un momento a otro la tomó por la cintura y luego cargó sus piernas.
Ambos estaban agotados, y no le importaba cargar con el cuerpo levemente fornido de la joven, pues él lo era más y sin problemas podría acostarla a la vez que él lo haría junto a ella.
Llegando, la calidez del cuarto ya los cubría y sin dejar de abrazarse, ambos se posaron sobre las sabanas y casi cayendo al contacto de estas, el sueño los fue cubriendo a los pocos segundos. Sintiendo la respiración del otro sin siquiera tocarse con los labios.
De igual manera, una posición similar se vio hasta más tarde, la pareja estaba en su lecho. Giorno dormía profundamente sin haberse la ropa con la que había llegado. Y Jolyne por su parte, hacia rato que había despertado y poco lograba conciliar el sueño de nuevo, pues varias lagrimas resbalaban de su desalineado rostro.
Giorno trabajaba duro para ellos, Jolyne también lo hacía además de querer ser buena novia y futura esposa. Pero el tiempo que el rubio pasaba con ella era nulo desde los últimos dos años.
Lo entendía, de verdad que entendía al de ojos esmeraldas, pero por alguna razón, se sentía desconsolada y el rubio realmente no daba cuenta de ello, solo eran disculpas tras disculpas. Sintiéndose a veces dejada de lado.
Ni siquiera, dijo algo de su vestido.
...
-Cariño. – Llamó Giorno a su prometida estando ambos en el comedor almorzando lo que antes había preparado Jolyne. Antes cuando en silencio comían, la joven atendió con la mirada dándole a entender que lo escuchaba. – Recibí una llamada de mi padre.
- ¿Del Señor Brando? – Preguntó un tanto sorprendida, pues era raro cuando este llamaba a su hijo y menos había tenido el placer de conocerlo, a pesar del bastante tiempo de novios. – Eso es nuevo.
-Lo sé y no creerás lo que me dijo. – Jolyne no estaba del todo contenta, quizá seguía molesta pero no con él, sino consigo misma y por lo que le hizo pasar, pero igual escuchó queriendo olvidar el asunto. Giorno demás parecía como emocionado o nervioso, o más que nada sorprendido. – Vendrá de Gran Bretaña solo para conocer a mi prometida. – Dijo casi citando a lo que su padre le había comentado, y ante eso, Jolyne casi se atraganta, pero mantuvo la cordura y solo tosió una vez. – Amor, ¿Estas bien? – Se preocupó al instante al ver como tosía y abría los ojos. Más la chica se tranquilizo con una mano en la garganta.
-Este... sí, estoy bien, lo siento. – Carraspeando un poco, calmó al joven y así la chica le dio el ademan de que pudiese seguir.
-Toma un poco de agua. – Y así lo hizo, Giorno después prosiguió. – Bueno, mi padre me decía que pronto vendrá y por una razón especial. – Y aun cuando ya lo haya dicho, la joven seguía sin esperar a lo que diría o mas bien esperaba que no. – ¿Sabes lo que eso significa?
-Espero equivocarme... - Dijo sincera sin querer invadida por los nervios.
-Vendrá a conocerte, tenemos que organizar algo para cuando llegue Dio. – Comentó con algo de presión y tal vez entusiasmo, pues casi no mencionaba nada de su propio progenitor, no estaba segura. De igual manera Jolyne no tuvo tiempo de pensar en que a Giorno le emocionaba la idea de hacer una cena para su padre, sino el hecho de que conocerá al grandioso y rico Dio Brando; su suegro.
-Gio, créeme que no pudiste darme mejor sorpresa que el que yo planeaba darte anoche. – Dijo un tanto sarcástica, pero Giorno no la captó. – ¿Cuándo vendrá? – Debía prepararse.
-Admito que a mí también me tomó de sorpresa. – Quizá él también se encontraba nervioso. – No fue muy claro, pero estaría aquí en dos días. – Esta vez, Jolyne si se ahogó con su vaso de agua.
- ¿¡Do-Dos días!? – Ahora sentía sus piernas temblar, a pesar de que seguía sentada. – ¿No es muy pronto?
-Eso mismo dije, pero con Dio Brando es imposible razonar. – Se encogió de hombros, pero ahora veía la falta de color de su novia. Se encontraba en verdad nerviosa para que este lo note. – ¿Amor, te encuentras bien?
-Solo necesito pensar. – Se paró de la silla yendo hacia la ventada necesitando de aire fresco. Giorno la siguió sin más.
-Amor, estará bien. Le encantarás a mi padre. – La abrazó por la cintura. – Es un poco quisquilloso y arrogante, pero presentándote como a mi futura esposa estará más que complacido.
-No lo sé, es demasiada presión para una ciudadana promedio americana comparada con un hombre como tu padre. – Tomándose la frente y el agarre en su cintura de su prometido, encontraba algo de apoyo moral. – ¡Diablos! ¿Qué me pondré ese día? ¿Cómo debo hablar? – Tomándose un poco por la cabeza, Giorno se le bajó las extremidades.
-No seas tonta. Eres tan sofisticada y tan radiante como el mar. – La giró para darle un suave beso. – Solo se quedaría unos días para conocerte y pasar tiempo en Italia. ¿Qué dices?
- ¿Tengo opción? – Se acomodó un mechón detrás de su oreja resignándose. De todas formas, ese día tenía que pasar. – Y no es que me sienta obligada, es tu familia y también quiero sentirla como tal. – Y lo decía en verdad, solo que con un hombre como lo era Dio Brando lo encontraba algo fuera de lugar, y más para una mujer que pronto contraería matrimonio con su hijo y de una posición muy inferior a como se consideraba.
-Gracias, sabía que podía contar contigo. Te amo. – Besándola una vez más por el cuello se acomodó y la abrazó, ella también correspondió, solo que su mente se encontraba todavía más en aquella noticia.
-Y yo a ti, amor.
...
Un día después y con las energías nuevamente renovadas, Giorno se fue temprano como de costumbre y Jolyne limpiaba su departamento. Mientras el joven se encontraba en la oficina, un poco antes del mediodía la novia recibe una llamada directo a su departamento.
Mirando hacia el aparato que sonaba, bastante extrañada dejó la escoba y se acerca para atender, pues nadie llama a esa hora y menos directamente a su hogar.
¿Quién sería?
- ¿Hola? – En ese momento nadie respondió de inmediato y al ser un poco desesperada preguntó de nuevo y un poco más alto. – ¿¡Hola!? – Preguntó una vez más y con cierta incertidumbre por la respiración del otro lado.
-Good morning, signorina Jolyne. – Esa combinación de inglés e italiano la descolocó bastante, además del notable acento que tenía aquella voz gruesa. – Habla Dio Brando, padre de Giorno.
La joven al momento no entendió del todo al inicio por tan extraña forma de saludar, no obstante, un momento después empalideció. Tanto que tardó más en responder ella al igual que el hombre al primer momento de la llamada.
-S-Señor Brando. Que sorpresa. – Trató de calmar su voz. – ¿A qué se debe tan agradable placer?
- ¿La interrumpí en algo? Suena agitada. – Preguntó educado. Jolyne tapó el teléfono e hizo una respiración profunda antes de contestar.
-Para nada, señor. ¿En qué le puedo ayudar?
-Seré breve. – Carraspeó antes de continuar. – Reservé una cena en el restaurante más fino de Nápoles para mañana a las ocho treinta, treinta minutos después del turno de mi hijo. – Rápido como dijo, que tardó en procesar la otra. – ¿Tiene algún problema con eso?
-No, no. En lo absoluto señor. – De ser otra persona habría insistido en que ella cocinaría, pero tratándose del mismísimo Dio, aceptó sin más. Aunque algo de ansiedad le cubría.
-Bien, espero estén presentables. Buen día. – Colgó antes de que la chica fuera a decir algo más. Jolyne miró el teléfono no muy convencida de lo que acababa de pasar. Aunque le parecía un poco mal educado, ya que se trata de su suegro, tal vez se encontraba ocupado.
¿Por qué le temía tanto conocer a su suegro? Quizá en que desaprobara su relación con Giorno al no ser una dama multimillonaria.
Tendría que llamar a su novio, aunque tal vez ya sepa de la inesperada cita que había hecho Brando.
De todas formas, era algo que consideraba que no podía hacerse esperar, así que con sus dedos temblorosos tecleó en los botones de su propio teléfono celular el numero predeterminado de su pareja, sería breve, así como dijo su suegro hace unos segundos. No quería interrumpir a Giorno.
...
-No, estaba ocupado en una junta. – Respondió Giorno por teléfono desde su oficina. Jolyne como se había dicho, le comentó de la manera más concisa – ¿Solo te dijo eso?
-Sí, ¿De verdad no te consultó nada antes del restaurante? Fue directo y muy rápido.
-No amor, apenas pude recibir su llamada de ayer. – Al rubio se le notaba ocupado, por lo que era algo cortante. – Perdón, Jolyne, pero tengo que colgar. Te llamo más tarde, te amo. – El rubio colgó dejando con las palabras en la boca a la joven.
-Bueno, al menos puedo decir que en eso si se parecen. – Dijo refiriéndose en la forma que tienen de cortar padre e hijo. Después de todo, conocía el ajetreo de su novio y jamás se lo reprocharía.
Dejó el aparato y se dirigió a su sencillo ropero buscando lo mejor que tenía, y eso era el vestido que hace poco usó y regalo de su madre. Verificó en qué condiciones se encontraba y no tan mal en realidad. Solo una pequeña mancha de salsa de tomate de la cena que había hecho y quedándose dormida casi encima de su plato.
-Tiene arreglo. – Mencionó más animada. Tal vez una cena con Giorno y su padre no sería tan malo. De igual forma seria una cena, al fin y al cabo, estando solos o no, hace tiempo que no compartían tiempo fuera de la rutina diaria y laboral.
Con esa mente positiva, retiró la prenda del ropero y sus manos de a poco quiso rascar a esa mancha. De alguna manera, enfrentar todo eso representaba de que tenia que apoyar en todo a su amado, eran cosas de las que tenían que sacar adelante como pareja y el recibir a Dio era una de ellas.
Ese cambio de opinión, lograba sacar entusiasmo en ella y daría lo mejor de sí siempre.
...
Mas tarde en la noche
Jolyne acomodó la ropa que usaría el día de mañana en su cena. Miró el reloj como acostumbraba y ya seria hora para que Giorno llegará. Realmente no quería pensar en sí llegaría a tiempo o no para platicar sobre la reservación, se guardaría esos pensamientos y decidió dejar la comida para el rubio preparada cuando llegara y la joven se dispondría en dormir. Quería tener energías suficientes para recibir al duro Dio Brando como todos se le referían.
Luego de varias horas, Giorno llegó antes del amanecer, eso era un avance para él. Con el saco en su brazo derecho y aflojándose la incómoda corbata, prendió la luz viendo la cena que su novia había preparado para él. Se alegraba, pues moría de hambre y eso significaba que su amada ya no se encontraba molesta con él o eso creía.
Primero se pondría cómodo y revisó el teléfono que apenas se dignaba en verlo, luego de la llamada de Jolyne y en la pantalla se veían muchos registros por parte de su padre que por mucho intentó comunicarse. Al menos ya sabía lo que quería y todo gracias a su atenta novia. Quien sólo le marcaba cuando era algo urgente y tratándose de su progenitor, lo era. Jolyne entendía que la visita de su padre era importante.
Era una de las tantas cosas que amaba de ella, sabía entenderlo.
Con ese lindo sentir y pensamiento de fortuna, entró a la habitación y encontró a su novia profundamente dormida, a un lado se veía colgado el lindo vestido blanco con flores al pie de la falda. Se acercó y le besó los labios tratando de no despertarla.
-Te amo, Jolyne.
Se sentía en verdad dichoso de tenerla.
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Aquí el segundo cap, banda <3 espero les este gustando. Ya me ando riendo un poco de lo que sucederá despues xd espero les haga pasar un buen rato jej. Bueno, eso es todo por hoy, a ver si publico en Primer Amor hoy, o si no, mañana.
Los quiero uwu besuuu.
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