Capítulo 7. Perdición.

El mugriento pelaje de Aly se estaba secando por el sol de la mañana. La escapada no había durado ni 24 horas completas. Sintiendo una miseria nunca antes conocida, Aly gimoteo el resto del viaje al castillo, siendo cargada por un rey igual de agotado por la búsqueda. Aly se bañó y limpió su cuerpo en los baños reales, luego desayunó en la cocina real. Una vez llegaron a la alcoba de Arthur, él la encerró en una jaula de hierro. Pero no sin antes maquillar su rostro. Los ojos de la Sylveon empezaron a lagrimar.

─ Su majestad... ¿Por qué quiere hacer esto?

─ No sabría responderte. Solo sé que aprendí lo que quiero ─contestó con un tono neutro Arthur.

Arthur bostezó y se fué a su cama, para echarse una pequeña siesta. Aly supuso que sería Elizabeth quién reinaba cuando Arthur no estaba presente. Lo cúal era la mayor parte del tiempo.

Pasaron 15 minutos y Aly se rindió. Sus lazos no alcanzaban la llave de la jaula y no era capaz de salir sin esta. La mascota se acostó en el frío suelo y lloró hasta dormirse.

El rey despertó unas horas más tarde. Levantó la cabeza y miró la jaula. Sonríe al ver que Aly seguía en su pequeña prisión. Levantandose con sigilo, Arthur salió de su cama y gateó hasta Aly. Con el pulso de un ladrón de burgueses, el monarca abrió la jaula y tomó a la dormida Aly sin emitir un solo sonido. Pero lo que Arthur no sabía era que Aly si estaba despierta. Y tomaría el momento perfecto para "arreglar" al rey.

La fornicación empezó sin muchas complicaciones. El hombre abrió su cajón de noche y extrajo lubricante de una botella que allí guardaba. La distribuyó por la entrada de Aly y miro el rostro de ella. Aly se aguantaba para no quejarse de lo frío que estaba. Con las orejas rojas y un sonrojo prominente, Arthur empezó a la acción.

Quitándose sus ropas inferiores y reposando a Aly, el humano metió la punta de su miembro en la entrada de su mascota, dejando atras cualquier posibilidad de arrepentirse.

Arthur inspiró hondo y aguantó el aire, soltandolo poco a poco con cada embestida, que reducía a mínimos el ruído que emitían sus jadeos. Lo que si sonaba con más fuerza eran las palmadas que se producían al chocar ambos órganos reproductores.

La habitación empezaba a transmitir un olor más fuerte según las horas pasaban. Aly no sabía como es que estaba durando tanto, pero tenía demasiado miedo de gemir del dolor o de abrir los ojos.

Cuando la mascota pudo contar la tercera eyaculación de su majestad, su plan entró en acción.

Rápidamente se levantó y se enfrentó a Arthur a empujones usando sus lazos. El rey estaba tan distraído con sus sensaciones primarias como para poder superarla en fuerza física. Sus piernas temblaban y jadeaba con rápidez por la falta de aliento.

─ ¿¡Que haces!? ─Vociferó Arthur, sorprendido.

─ ¡Lo que debía hacer! ─Dijo Aly para luego lanzar al desnudo rey por las escaleras.

Al igual que en la primera vez, la mitad superior del castillo pudieron escuchar al rey golpearse contra las escaleras una y otra vez. Y así Aly volvió a suspirar con alivio.

Fín del capítulo 7

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