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Muchos empleados del palacio real atestaban la pequeña casa arreglando cada imperfecto que se le cruzaba en sus minuciosas vistas. Personas desconocidas tomaban y anotaban las medidas de su cuerpo para los trajes formales que usaría al interior de la realeza, las mujeres que se encontraban al frente de él susurraban lo bello que eran sus facciones y que el príncipe, en la primera noche que lo viera, fijaría sus ojos en el castaño. Aquello le hizo sonrojarse lo cual las mujeres se percataron y sonrieron para sus adentros.
Lo que había ocurrido desde aquel sábado era una total locura, su hogar apenas aguantaba otro cuerpo más, sus hermanas miraban absortas la situación, de vez en cuando atinaban a ayudar pero todo el trabajo lo hacían los enviados del palacio. Jimin quería echar a toda esa muchedumbre afuera y regresar a la tranquilidad de antes con su familia, a los encuentros furtivos con Dahyun.
Definitivamente ya nada iba a ser lo mismo, su vida cambió radicalmente cuando HimChan mencionó con sorpresa el número de su casta y nombre. En ese momento todo le dio vueltas, el mareo se había intensificado y los gritos de las pequeñas y los cantos de victoria de SoDam y Dahyun no ayudaba a que bajara su mal; ellas viviendo en la felicidad mientras que él trataba de asimilar el hecho de separarse de sus seres queridos.
Cuando fueron a celebrar la gran suerte del muchacho en el banquete del Centro, los Sietes habían sido los primeros en felicitarlo y asegurarle una estancia como los dioses en el palacio real; él aceptó las buenas vibras de la gente a pesar de no conocerlos a todos. Pocos de las castas superiores se le acercaron para congratularlo de la oportunidad que se le presentó y el apoyo que ahora tendría su familia gracias a los beneficios que era pertenecer a la realeza.
Jimin prefirió retirarse de la fiesta ya que su ánimo no concordaba con el que todos tenían en el sitio. Dahyun lo acompañó sin temores de ser vistos juntos, debido a que los Guardias prestaban más atención al tumulto de gente que podía convertirse en un tornado de problemas a que un par de chiquillos abandonando el lugar. Ambos amigos hablaron de -aquella instancia- lo recién ocurrido, la inexistente sensación de vivir en el lujoso palacio, la vestimenta que usaría, lo hermoso que se vería cada día, cómo sería la conducta del príncipe.
Solo transcurrió una noche cuando ya, al siguiente día, casi una fila de personas vestidas formalmente se hallaban listas para maniobrar su trabajo sobre el joven y la vivienda. El ruido se encargaba de no dejar ningún espacio en silencio y crear bastantes conversaciones en el aire. Las mujeres simpáticas que aún permanecían al frente de él, le murmuraban cómo debía ser su postura y algunos consejos de protocolo, antes de que Dara le gritara en su cara cuáles eran los principales e imprescindibles modales para un Lord.
- ¿Quién es Dara? -se atrevió a preguntar Jimin a las mujeres.
Ellas dejaron de cuchichear y dedicaron absolutamente toda su atención en él.
- Dara es la que ayudará a todos los muchachos en sus modales y comportamiento; muchos no lo tienen o están poco efectuados en su vida normal, de manera que ella es la encargada de poner mano dura a todos los que osen comportarse irrespetuosos con ella y, por supuesto, con sus Majestades -explicó una joven de ojos avellanos, una trenza de cintillo cruzaba por su pelo corto.
El castaño asintió, entendiendo; él deberá prestar mucha atención para aprender e integrarse sin complicaciones al mundo de la realeza.
-¿Cómo se llaman? -preguntó nuevamente deseando relajar sus nervios por el increíble acecho de riqueza a su alrededor.
-Mi nombre es Jihyo -dijo la joven de ojos avellanos-, ella es HyeRi -apuntó a una muchacha de baja estatura, una trenza larga caía por su hombro y sus brillantes ojos cafés - y ella es Jennie -finalizó apuntando a la otra chica que le miraba con su cabello castaño y ojos grises desbordando alegría y entusiasmo.
-Somos sus doncellas, joven -dijo Jennie enérgica de poder hablar con el muchacho.
-¿Mis doncellas?
-¡Por supuesto! -exclamó demasiado alto HyeRi, todos los empleados le dirigieron una mirada de advertencia para que descendiera el tono de su voz-. Haremos lo que usted nos pida, estamos aquí ayudándolo porque le servimos exclusivamente a usted y, desde luego, a la familia real... Nosotras seremos las que estarán al pendiente de ti y tus peticiones.
Jihyo la empujó retándola por la falta de respeto al tutearlo de aquella manera tan descarada.
- ¡Perdón! ¡Lo siento, joven, no quería hablarle así! -se disculpaba a cada segundo provocándole una sonrisa sincera a Jimin.
Ellas continuaron ejecutando su deber y quedaron completamente mudas cuando notaron una presencia de hombre mayor, alguien respetado por todos los empleados ya que con solo un pie en la casa expandió el silencio por toda el área, dominante. El susodicho con su cabello algo canoso y un grueso libro en mano, se hizo paso a través de la amontonada multitud amenazando con su semblante a cualquiera que no volviera a hacer sus deberes cuando él se sentara.
Tomó asiento y el sonido de cosas siendo arregladas retornaron su ritmo.
-¿Park Jimin? -El nombrado giró hacia él en espera de alguna otra orden-. Por favor, acérquese. Le diré las normas básicas e importantes de la Selección, serán solo unos minutos de su valioso tiempo.
Jimin obedeció y su cuerpo ya estaba sentado junto al hombre mayor para el momento de la desconocida interrogación que se avecinaba, el castaño comenzó a jugar con sus dedos dejando en claro que estaba nervioso y probablemente se trabaría con sus propias palabras cuando respondiera. El joven no sabía el por qué de aquel sentimiento que oprimía su pecho su pecho súbitamente, percibía el asco del hombre ocultada en la sonrisa hipócrita que le dedicaba, sentía el odio repentino nacido en el momento que ingresó a el hogar, el deseo del señor de que Jimin nunca hubiera entrado en la Selección era demasiado palpable en el ambiente.
-Joven Park, desde ahora usted es propiedad de Seúl -comenzó-. Se le pedirá que cuide su cuerpo de todo daño. A continuación le informaré sobre los requisitos y si alguno de ellos es infringido se le eliminará inmediatamente de la Selección -extrajo unos papeles bien estirados y, aprovechando el ruido de estos, susurró-: De seguro los incumple todos.
Jimin alcanzó a oírlo y su sangre hirvió de la furia incontrolable que amenazaba con huir, pero el autocontrol que aún no se desvanecía lo convirtió a ser tolerante.
-Bien, primero: las vitaminas. Usted es un Siete, por lo tanto obligadamente debe tomarlas para recuperar la estabilidad y salud de su cuerpo, debe ingerirlas desde hoy, luego una de sus doncellas se encargará de dárselas cuando esté en el palacio. ¿De acuerdo? -lo miró de reojo incapaz de mantener la mirada por mucho tiempo en él.
-De acuerdo -respondió anhelando escaparse y desahogarse con su mejor amiga.
-Necesito que me confirme si usted es virgen.
Jimin abrió sus ojos impresionado. Veía los ojos del hombre llenos de malicia; el castaño negó internamente el pensamiento que debía tener el canoso: pensaba que vendía su cuerpo.
-¡Claro que soy virgen! -refunfuñó indignado.
-Joven Park, si se llegara a descubrir que aquello es falso, la ley caerá sobre usted -dijo seriamente.
-Conozco las leyes de Seúl, señor.
-Bien. Segundo: usted no puede abandonar el palacio por su voluntad, solo el príncipe tiene permitido decidir quién se queda y quién se va. Tercero: tiene que respetar a los demás chicos que participan en la Selección, cualquier sabotaje (ya sea en alguna relación que tenga el príncipe), robo o pelea que produzca, será la decisión del querido príncipe si lo echa. Cuarto: solo puede mantener una relación con el príncipe Min Yoongi, si tiene algún amorío fuera o dentro del palacio, se le considerará un acto de traición lo cual es castigado con la muerte - el hombre acarició el puente su nariz, ya tedioso de estar en la inmunda casa-. Quinto: por cada semana que permanezca en el palacio, a su familia se le dará una compensación (recibirá dinero hoy mismo). Sexto: si quedara entre los diez finalistas, será parte de la élite; en el cual tendrá que aprender las decisiones de un verdadero príncipe. Séptimo y último: desde ahora usted es un Tres -terminó, arreglando los papeles y estirándolos hacia Jimin-. Por favor, si es tan amable, firme aquí.
El castaño no sabía que firma poner debido que no tenía conocimiento de la escritura. Así que solo hizo una carita feliz en el sitio indicado. El hombre rodó los ojos, harto de la multitud que lo rodeaba y del muchacho. Se puso de pie y comenzó su retirada.
-En dos días usted viajará al palacio, esté preparado, Lord Jimin.
Uy, ¿les gustó?, ahora si comienza lo chido jsjkjsa
5/7
Las bellísimas doncellas de nuestro Jiminie uwu
JIHYO
JENNIE
HYERI
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