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Jimin no iba a trabajar desde lo ocurrido en las inscripciones, una vergüenza terrible lo acechaba impidiéndole salir de casa, a pesar de que solo lo sabía su hermana SoDam y Dahyun, él pensaba que sería el hazmerreír de todo el pueblo. La mayoría del tiempo estaba acostado en la inmunda cama, dormía a medias y de vez en cuando su madre y las pequeñas se acercaban a él para saber por qué esa cara tan triste: él no respondía o solamente les sonreía.

Los días pasaban lentos, eran tediosos, se burlaban de la impotencia del muchacho cada vez que pasaba un minuto. El castaño quería explotar por la manera tonta en la que se estaba comportando, debería olvidarlo, volver al trabajo así podría dejar de pensar en ello; le estaba afectando mucho a su vida cotidiana y laboral. De seguro le descontarían de su paga los días faltados, incluso no le pagarían nada. ¡Cómo odiaba a esa gente que los trataban en menos!

Cada vez que intentaba enojarse o cuando la furia tenía protagonismo en su cuerpo, llegaba alguien con la tranquilidad e inocencia que derrumbaba todo lo malo que habitaba alrededor. Su hermana, JeongHwa, contenía en sus manos un pocillo con comida para el hambriento del mayor, recién salido de la cocina hecha por su esforzada madre.

JeongHwa se acercó con su sonrisa tímida esperando que el joven le correspondiera de la misma forma y dejó silenciosamente el alimento encima del mueble deteriorado.

- ¿Cómo te encuentras? -preguntó apoyando su cabeza en el hombro de Jimin-. Has estado tres días aquí encerrado, tú no eres así; me estás preocupando. ¿No estarás enfermo? -dijo poniendo una mano en la frente de él.

El muchacho cariñosamente la quitó y besó en la palma. Admiraba la preocupación de su hermana y aquello le causaba una felicidad surgida de los lugares más recónditos de su corazón.

-Tranquila, no tengo nada. Solo... estoy recuperando energías para después volver a trabajar -le acariciaba el pelo mientras hablaba.

-No quiero que trabajes.

-¿Y eso por qué? -la miró extrañado.

-Siento que algún día ya no volverás a entrar a esta casa.

La respuesta sorpresiva de JeongHwa le hubiera sido imposible procesarla si aquello no lo sintiera él también; cada vez más su vivienda la estaba encontrando lejos, ya sea por lo inconsciente y maltratado que quedaba de esos lugares o la sensación del final donde veía a la muerte saludándolo e invitándolo unirse a aquel mundo eterno. Veía el terror en los ojos azules de su hermana, el miedo de perderlo, de no saber nunca más de él, de no tener a alguien a su lado y que la apoyara, de quedar sola.

En ese momento ambos oyeron el grito de su madre avisando que alguien tocaba la puerta. JeongHwa le dio un beso en la mejilla y se retiró para atender el inesperado visitante. Mientras, el castaño se quedó mirando la pulsera que le obsequió Dahyun hace un año cuando él estuvo de cumpleaños en octubre. Fue el mejor día de su vida, por primera vez recibía un regalo por una persona especial; su familia no podía darse el lujo de comprar, debido que el dinero era limitado. Quería proteger a Dahyun, pero en la manera que lo estaba haciendo no servía de nada. ¿Podrían estar fuera de peligro?

Soy un inútil, pensó.

De repente, la figura exaltada de su hermana se detuvo en el umbrel de la puerta con los ojos abiertos de miedo. El muchacho de inmediato se preocupó y el temor fue la primera emoción negativa en formar parte de su cuerpo. ¿Qué tal si eran los Guardias y ya sabían absolutamente toda la verdad? Jimin sin perder tiempo se dirigió a ella con el intento de tranquilizarla, aunque sabía de antemano que no lo lograría.

-¿Qué ocurre?

-La chica de la que siempre nos has hablado, está afuera. ¿¡Qué hace aquí, Jimin!? -exclamaba hecha un total manojo de nervios.

-¿Dahyun? -JeongHwa asintió-. ¡Dile que no quiero ver nadie, que se vaya! -ordenó pasándose las manos por el pelo perdiendo completamente la cordura, estabilidad y serenidad mental.

-¿Jimin? -la voz delicada de Dahyun irrumpió en la desesperación del momento.

La madre del muchacho había invitado a pasar a la joven de casta mayor en el hogar, maravillada por el hermoso vestido que poseía, limpio y sin orificios. La presencia de Dahyun iluminaba la vivienda convirtiéndola decente y lleno de vida, algo muy inusual en la casa; ella buscaba a su amigo queriendo explicaciones de su comportamiento días atrás Ya no podía aguantar la desaparición que creó el castaño, no se podía esconder de ella sin más.

Jimin, como último recurso de estar solo, cerró la puerta del amontonado cuarto y se quedó solo, deslizándose en la madera hasta sentarse en la mugre del suelo. Se preguntó cuál era la diferencia de la suciedad y él, pero no le halló respuesta, será porque eran iguales. Escuchó los golpeteos que producía su amiga en la puerta, con la esperanza de que este abriera y conversaran, aunque conociendo al muchacho sabía que no lo haría.

-¿Hasta cuándo tendrás ese mutismo hacia mí? -cuestionó desilusionada.

-Hasta siempre -mintió. Dahyun y él tenían en cuenta que no lo cumpliría-. Debes irte, falta poco para el toque de queda y los Guardias pasarán inspeccionando las casas. Estás en peligro. Vete.

-¿Sabes? Me parezco mucho a un mejor amigo que tengo -lo ignoró completamente sintiendo como también ella se deslizaba y se sentaba en el suelo-, es muy terco, y yo igual. Con esa información deberías suponer que no me moveré de aquí.

El joven sonrió: él era muy terco. En ese instante tan peligroso le causaba gracia que se conocieran tan bien, se rindió tempranamente ante la actitud de su amiga y no le quedó de otra que entablar alguna conversación. Le era divertido hablar de esa manera, se imaginaba las muecas que debería estar haciendo Dahyun o el danzante movimiento de sus manos explicando una situación. Al cabo de unos minutos, a los dos le importaban poco las leyes que regían, estaban dispuestos a imponerse ante cualquier cosa; daba lo mismo qué, solo necesitaban estar juntos.

Luego, Jimin cayó en la cuenta de la intención por la que Dahyun se encontraba allí, acompañándolo en la pobreza. Ella aún quería conocer los motivos por el cual su amigo le dirigió esa mirada aquel día en las inscripciones y , también, por qué no se había presentado en el Centro. Lo extrañaba demasiado. El muchacho sabía que ya no tenía salida, quedaba solamente la verdad, la cuestión era si tardaría en confesárselo o si sería alguien valiente y lo enfrentaría.

-¿Por qué me miraste de aquella manera, Jimin? -preguntó después de un par de minutos, acabando con el silencio-. ¿Sabes todo lo que se me pasó por la cabeza?

Él se sintió culpable.

-Cuando fue mi turno, estaba nervioso por lo que me acababas de contar, tú me viste, intentaste relajarme pero ya no podías -decía cabizbajo, entrelazando sus callosas manos-. Ya sabes que soy un pésimo mentiroso y me descubren a los minutos después... Y eso es lo que pasó en la entrevista. Dije que tenía una amiga de la casta Cuatro..., te traicioné, y no me perdonaré por ello. La mujer había llamado a un soldado pero no más le pidió un vaso de agua por mi "nerviosismo". Esa mujer está al tanto de nuestro secreto, ¿sabes?, y tengo miedo de que nos suceda algo, de que nos maten. No sé que esperan para que nos hagan caer en las estrictas leyes del reino de Seúl. -Quiso desaparecer el temor pero el anómalo silencio de su amiga le hizo inquietarse-. Estoy asustado, Dahyun.

-No pasará nada, ya verás -comentó la muchacha con el intento de aniquilar el temblor en su voz-. Estaremos bien, nadie vendrá; confía en mí.

La mudez continuó el diálogo, ambos oían sus respiraciones al otro lado de la puerta con el anhelo de disipar las malas vibras. Pero al cabo de un rato el deslizamiento de una hoja de papel en el suelo le confirmó que todavía seguía acompañado. El papel tenía escrito varias letras que eran muy confusas para Jimin, no las entendía, solo reconocía algunas que ya se le estaban olvidando; sabía que era una frase pequeña pero no recordaba cómo juntar las sílabas.

-Dahyun -llamó, observando extraño el delgado objeto-. tú sabes que no sé leer y menos escribir. ¿Por qué me pasas esto?

-Ya conoces las palabras. Léelo.

Por alguna costumbre, él achicaba sus ojos como si aquello fuera un empujón a leer más rápido.

-Te... Qui...e...ro... -pronunciaba lentamente- mu...cho...,Jim...in-él recostó la cabeza en la madera y susurró-: Yo también te quiero mucho, Dahyun.

¿Alguien más quiere una amistad como la de Dahyun y Jimin? :')

3/7

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