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Hace algunas horas, había sentido un dulce y amoroso toque en su rostro, apreciándolo maravillado, como si él solo fue una hermosa ilusión del íntimo momento pasado, no pudo suplicar más por esa caricia, ya que el sueño y cansancio aún rondaban en su cuerpo sin indicios de abandonarlo luego. La acogedora sensación de plenitud le cubría de la misma manera que las sábanas vino tinto sobre su cuerpo, percibía el débil calor que produjo en la madrugada, aquel poco a poco se iba y sigilosamente comenzaba a calar el molestoso frío estorbándole su grata comodidad y temperatura.
Dormía y soñaba con júbilo, después de esa íntima unión con el príncipe de Seúl sentía el amor inquebrantable que ambos establecieron, era inexplicable cómo su corazón, hecho de sentimientos puros, fue fusionado con el del otro de una forma mágica y eterna; podía tocar la abstracta felicidad que le embargaba con cada respiración y los suspiros podía atraparlos entre sus manos y ver de qué trataba la placentera ilusión, observarlas encantado por lo factibles que eran y que se realizarían con prontitud.
Acababan de ser las dos de la tarde cuando él recién optó por despegarse de aquellos majestuosos sueños y levantarse con actitud decidida y alegre para enfrentar el nuevo día; sin embargo, los fatídicos recuerdos le causaban gigantescos escalofríos, ganas de permanecer en la cama pensando en sus seres queridos hasta que todo se oscureciera y las pesadillas le obligaran a rememorar los terribles hechos anteriores. Todo sería horroroso, atroz, si Min Yoongi no conformara parte de su vida, estaría incompleto y, quizás, nunca habría hallado el verdadero amor; algo triste para un muchacho que siempre había anhelado ser feliz.
Pero Jimin, ese Siete que no le tenían fe —siquiera él mismo—, que el mismísimo destino muchas veces le obstruyó difícilmente el camino, tuvo el privilegio de ser amado por una grandiosa persona, amarla sin límites a la vez que el futuro les concedía con todo esplendor, y honor del mundo, una familia que, a pesar de plantearlo tempranamente, ya estaba definida para su hermosa juventud.
Al mirar el otro lado de la cama se sintió decepcionado, estaba vacío y solitario, la tela arrugada sin cuidado, tan solo quedaban vestigios del potente aroma del príncipe, el sitio se veía el triple de grande sin la presencia de Yoongi alrededor, protegiéndolo como bien hacía en los últimos días o cariñosamente dándole mimos para que le sonriera. Le habría encantado despertarse y en medio de estabilizar su borrosa visión estuviera él a su lado diciéndole con su ronca voz los buenos días o, simplemente, regalándole un magistral beso. El castaño tenía altas expectativas para cuando abriera sus alegres ojos ese día, sin embargo, cabía la posibilidad de que obtendría algo superior a lo pensado.
En el preciso momento que puso un pie fuera de la tibieza de las frazadas, tres doncellas ingresaron a la suite con la cabeza gacha en forma de respeto, no obstante una de ellas le observó poniéndose inmediatamente colorada: era HyeRi. Jimin, por su parte, le imitó y escondió sus partes íntimas velozmente, su desnudez aún era visible y aquello solo era apto para el Uno, además de exclusivo. Tocó su rostro percibiendo la caliente temperatura que le subió de repente mientras que escuchaba las risitas de las muchachas, aquel divertido sonido solo empeoró su semblante y mucho más cuando ellas cuchichearon, igual que unas viejas chismosas, el porqué de la carencia de ropas.
No había que ser inteligente para saber lo maravilloso que ocurrió.
De reojo se percató de la cercanía de una doncella, se acurrucó otra vez sintiendo cómo infringían su intimidad, alzó la mirada para ordenarle seriamente, con el bochorno impregnado en sus facciones, que volviera al puesto anterior, pero una vez que la reconoció quiso saltar de felicidad y abrazarla con vigor, lastimosamente la inapropiada desnudez se lo impedía. Dahyun le miraba con una ceja enarcada, intentando confirmar tácitamente lo que creía, cruzó los brazos en su pecho con una media sonrisa que deseaba suprimir para aparentar seriedad en la situación. Soltó una carcajada que a Jimin le alivió, aún así no reaccionó como le hubiera gustado y solo demostró una tímida sonrisa avergonzada.
—Alguien tuvo una noche bien movida —mencionó con sorna—. Me alegro que estés bien, estuve a punto de pensar lo peor. ¿Sabes cómo estaba de preocupada? —susurró con cierto sosiego.
Lord Jimin le miró y se fijó directamente en aquellos bonitos ojos avellanos, a pesar de estar feliz por él, por el recién encuentro y cerciorarse de que su mejor amigo aún vivía, existía una poderosa pena en su mirada batallando duramente con su enérgico temperamento. Ella acarició su cara como si fuera un recuerdo, un bonito y doloroso recuerdo, se alejó hacia las otras dos doncellas no sin antes de ordenarle que se diera una rápida ducha.
Extendió su mirada y alcanzó a apreciar el reconfortante abrazo de Jihyo hacia su hermana, al parecer se habían reconciliado sin dejar algún rencor o rabia guardada, también HyeRi le veía con mucho cariño, quizás más del que debía ser hacia una persona. No le tomó demasiada importancia, pero sí una fugaz cuestión recorrió su mente: ¿HyeRi podría estar interesada en Dahyun?
Entró al resplandeciente baño —cubierto por una sábana—, los azulejos blancos brillaban casi creando luz propia, se miró en el espejo limpio y libre de roturas, hasta ese entonces recordó aquel día donde se valoró en el sucio espejo de su hogar, cuando alabó el precioso color de sus ojos y al instante se rechazó, sin embargo, con el pasar de los meses y con la ayuda de Yoongi, aprendió que habían muchos y diferentes tipos de hermosura, y maravillosas personas que amarían aquellas perfectas distinciones.
Tan rápido hizo contacto con el agua, él abandonó el baño para ser minuciosamente atendido por sus queridas doncellas, entabló una animada conversación donde se integraron las risas y buenas vibras e incentivaron a Jimin para que narrara, aunque fuera una nimiedad, los hechos que habían sucedido. No podía ocultarlo o callarlo, a veces las voces de sus doncellas se hacían insoportables, incluso parecía que se coludieron para sacarle información a regañadientes; de todas maneras, contó un pedacito de aquel momento, algo con lo que ellas milagrosamente se conformaron.
Finalizaron de echarle cremas y perfume por todo su cuerpo, le vistieron con pantalones negros, una camisa burdeos con puntos blancos y los tirantes que por nada del mundo faltarían en su vestimenta. Esta vez, HyeRi fue quien preparó su cabello, la tensión que sintió Jimin cuando ella comenzó a peinarle de inmediato le rememoró a Jennie, penetró un genuino odio en su fuero interno, pero también un cariño que en alguna circunstancia fue correspondida sinceramente, la lealtad y actitud de la rebelde cuando empezó la Selección le hizo confiar y sentirse cómodo, lo cual imaginó que tardaría bastante tiempo en adaptarse y poder compartir sin restricciones. Debía ser compasivo y humilde, así que olvidó los feos recuerdos y conservó los buenos momentos que pasaron: Jennie había sido una gran doncella, al fin y al cabo.
El castaño estaba completamente preparado, no obstante no sabía para qué tanto arreglo si era un día cualquiera dentro del reconstruido y embellecido palacio. Se veía precioso, la belleza no alcanzaba a describirlo enteramente, su piel brillaba y era la mismísima tentación tocarlo y saborear su suavidad, sus bellos ojos azules resaltaban más que nunca en su delicado rostro y la sonrisa que le acompañaba virtuosamente.
Segundos después, aquel bonito gesto del Lord se vio obligado a desaparecer cuando vio a Dahyun quebrarse y llorar en silencio, las lágrimas de la joven caían tan lento por sus coloradas mejillas que mostraban el cristalino sufrimiento sin censura. Jimin la atrajo a sus brazos y antes de que hiciera algún comentario, ella habló entre hipos y respiraciones cortadas.
—Yo... Un día preparé a Jungkook, él había pedido a sus doncellas que me llamaran para que yo fuera quien le ayudara —decía apenada, el iris avellano refulgía del amor que aún resguardaba por él, incluso relucía contenta—. Cuando estuve en su habitación no sabía qué hacer, dudaba en hablarle o solo estar en silencio, no sabes lo nerviosa que me puse, era tan incómoda la situación que él nuevamente me repitió que era bonita... —ella sonrió—. Aunque no lo creas, después de que me dijo eso, me sentí más segura, más tranquila..., amada. Al terminar, estaba por irme cuando él me agarró del brazo y me dijo que estaba enamorado de mí —lloró con fuerza sintiendo una opresión en su pecho que caló profundamente—. No le creí, era imposible, sin embargo, yo también sentía lo mismo... y lo besé. Yo, Kim Dahyun, besé a Jeon Jungkook. Luego, me dijo que se casaría conmigo, por mi parte le creí sin chistar. Era irónico creerle eso, pero no en que estaba enamorado de mí —negó y quitó las lágrimas tratando de ser inmune al dolor—. Lo extraño demasiado, Jimin... Lo extraño mucho. Lo amo y él nunca lo sabrá. ¡Nunca! —volvió a lloriquear consumida por las lindas e imposibles promesas.
Lord Jimin frunció el ceño y se mordió el labio rehusándose a despojar el descomunal sollozo, aumentar la tristeza de su destrozada amiga aniquilaría la poca fuerza de voluntad que ella poseía para frenar la espantosa aflicción.
El castaño también le extrañaba, ¡cómo no! Jungkook había sido una persona que no se regía por la superioridad o el menosprecio hacia los pobres, era optimista y fue el nexo entre Yoongi y él para que llegaran a estar juntos algún día, le hizo reír en varias ocasiones, también le socorrió cuando estaba en un dilema por el príncipe, se vengó por él —junto con Taehyung— tiñéndole el pelo a YoungJae, Jeon Jungkook merecía toda una vida y más, merecía ser feliz, merecía estar con Dahyun y cumplir todo aquello que prometió.
—Tienes que ser fuerte. Estoy seguro que a Jungkook no le gustaría verte llorar y que arruinaras esa belleza de la que se enamoró —dijo Lord Park.
Ella sopesó un instante en el cual recapacitó como si su mismísimo enamorado estuviera enfrente suyo admirando el dolor y la falta de compostura en su semblante, quitó las eternas lágrimas y respiró hondo. Le sonrió al castaño siempre teniendo en cuenta que Jungkook le observaba y vigilaba cualquier pena que se adhiriera a su rostro sin permiso de él; Dahyun, a pesar de saber que solo era una ilusión, permitió liberar su apresada felicidad y demostrarla ante todos como si fuera un inmenso orgullo.
De soslayo, Jimin captó la mirada enternecida y dolida de HyeRi, quizás las palabras de amor le dañaron hasta el punto de provocar una grieta en su corazón, Jihyo le dirigía una leve sonrisa, era más parecida a una mueca al ver a su hermana sufrir por un noble y carismático muchacho.
Tocaron educadamente la puerta ingresando un soldado el cual traía la orden del príncipe de Seúl: llamaba a Lord Jimin para que se presentara en la entrada del palacio y que fuera escoltado por su amiga. Luego de aquel recado, para el Siete le fue inevitable no formar una interrogación sobre su cabeza, estaba encantado, entristecido y a la vez confundido, eran emociones ladronas que le robaron mucho tiempo de su realidad despertando justo en el momento en que era tironeado por Dahyun al principio de las escaleras. Había estado cortamente hundido en la incertidumbre, aún la desconfianza ganaba terreno en su interior.
Antes de dar un paso fuera del palacio, su amiga le arregló su pelo y estiró rápidamente su camisa, pellizcó sus mejillas que se tornaron de un rojo adorable al mismo tiempo que nacía un molestoso ardor en la zona apretada. Sin embargo, no pudo reclamar la brutalidad, ya que se hallaba descendiendo las escaleras, lentamente, con sutileza y la cabeza en alto, igual que un Uno.
Igual que un príncipe.
De pronto, visualizó a Yoongi al pie de los escalones, la débil brisa del reino corría por su cabello pelinegro, él alzó la mirada fijándose completamente en el castaño, en cada fino movimiento, las curvas de su cuerpo y la más hermosa de ellas: su sonrisa. El príncipe estaba nervioso, es lo que pudo notar el Lord al estar junto a él, era tan intenso el sentimiento que de la nada un burlón escalofrío le delineó la espalda adentrándose en las entrañas del temor. Yoongi sostuvo su mano, quizás con el intento de serenarlo, inhaló el oxígeno inflando el pecho de firmeza y seguridad transformando su apariencia en la de un aclamado rey.
Por algún motivo el sosegado corazón del Siete incrementó de sobremanera su ritmo al apreciar cómo se arrodillaba el príncipe de Seúl ante él, miles de pensamientos impactaron en su mente causando explosiones de palabras, sintió miedo, aunque no lo suficiente para marearlo y perderse el semejante y preciado momento.
— Park Jimin, la razón de que todas mis mañanas amanezca cada vez más enamorado de ti, el único chico que me conquistó profundamente con tan solo una bella mirada, que me hizo amarte con solo nuestro primer beso y que me dio a conocer que tú eres el hombre de mi vida cuando te hice el amor; eres tú a quien deseo a mi lado, ahora y por siempre. Realmente quiero ser tu marido, tu amado, con quien algún día podrás crear una hermosa familia... Y sé, tengo la certeza, que jamás me arrepentiré de esto, de haberme fijado en ti, en tu audacia y valentía, de entregar ciegamente mi amor y mis sueños a ti... Nunca me arrepentiré y te haré feliz, como siempre has destinado a serlo.
Elevó su mano poseyendo una rosa azul entre sus dedos donde perfectamente en el centro estaba ubicado un anillo de oro blanco.
—¿Tú, mi precioso Elegido, aceptarías casarte conmigo?
El castaño entreabrió la boca impresionado, nada salía de ella, siquiera una palabra, estaba estupefacto ante la importante propuesta. Sembraba la gigantesca emoción a la espera de que los frutos le otorgaran el vigor para su respuesta.
—¡Sí! ¡Sí, claro que sí! ¡Por supuesto que sí! —exclamó maravillado.
El gris en los ojos del Uno brillaron tanto que era imposible dudar que aquello era felicidad pura, ambos sonrieron ostentosamente mientras el pelinegro se encargaba de colocar el anillo en el respectivo dedo. Se puso de pie yendo directo a los delgados y sabrosos labios de su —ahora— prometido, tan ansiados le esperaron que el beso se convirtió en soñador suspiro al finalizar.
—Lo amo demasiado, príncipe Park Jimin —murmuró Yoongi juntando sus frentes con los ojos cerrados.
—Yo también lo amo..., mi rey.
2...
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