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A Lord Park y Jeon no les dio tiempo de ordenarse con el malentendido cuando ambos ya se encontraban corriendo despavoridos a un refugio cercano, temían por su vida cada vez que una bala se burlaba pasando por encima de ellos, vidrios adornaban el camino que los llevarían a un sitio seguro, brillaban y crujían cuando eran pisados y se quebraban en más pedazos. Cada metro que recorrían sus vistas iban empeorando, cuerpos inertes de soldados y sirvientes en el suelo reposados en un charco de sangre, algunos dando un último aliento o disparo en defensa de la realeza.

Los rebeldes estaban por todos lados, mucho más violentos y menos misericordiosos que nunca, el polvo de las explosiones les ayudaban a camuflarse y aparecer de improvisto, con su rostro vengativo y justiciero, frente a un desesperado servidor del palacio. Las armas de los vándalos eran letales y poderosas, mejoradas para causar más daño en el impacto y una muerte infalible.

De repente, hombres robustos, altos y con una sonrisa jocosa en sus bocas se presentaban delante de los dos amigos asustadizos, sin embargo, el valiente príncipe, protegiéndolos del peligro, preparó el fusil recogido de un soldado muerto y disparó certero, rápido, en las cabezas de los rebeldes. Jimin y Jungkook observaron horrorizados la escena tan fría, sin perturbaciones o titubeos de miedo, los cuerpos se desplomaron en el piso, inútiles, sin vida, ni siquiera pudieron llamar la atención de sus colegas para que atacaran a Yoongi.

Continuaron la desenfrenada búsqueda de un refugio, el Siete comenzaba a tropezarse con la desesperanza y rendición, tal vez ya todos estaban cerrados y lo único que hallarían serían balas perforando su cuerpo. Sonaba desalentador, pero era una realidad muy posible y próxima si es que no se ocultaban en un lugar desapercibido.

El Uno iba en la retaguardia mirando en todas las direcciones posibles por si el enemigo se atreva irrumpir y herir al amor de su vida o su amigo, mientras que el castaño, yendo silencioso y precavido, intentaba recordar las zonas seguras de la inmensa estructura, pero con el alboroto la mayoría de sus pensamientos no lograban reunir una información concreta.

Los tres vigilaban el área, desconfiados, ya sea a la ausencia de rebeldes, aunque de tan solo mencionar mentalmente a esos hombres consiguieron invocar a tres de ellos. Dos de los sujetos embistieron contra Yoongi, el cuerpo del príncipe chocó brutalmente en la pared perdiendo el equilibrio, recibió dos puñetazos en su rostro y uno en su estómago, el arma que poseía se le fue arrebatada, ahora era la personificación de lo indefenso.

El Siete vio a su enamorado siendo tirado al suelo y cómo descendía otro golpe a ese perfecto rostro, presenciaba el fatal desconcierto y la desorientación que florecía en el príncipe.

—¡No! ¡Déjenlo! —gritó queriendo acercarse, pero Jungkook le retuvo inmediatamente por el brazo al notar la total disposición del tercer rebelde.

—¿Tú eres el favorito de este imbécil? —cuestionó el autor de los golpes interesado, miró de arriba a abajo minuciosamente la anatomía de Jimin investigando si era una buena vía para amenazar al pelinegro.

—¡No, no lo es! ¡Solo son sirvientes! —alzó la voz el herido, un miedo abrasador le acechó profesionalmente su pecho, no existía un sentimiento que calmara la desgarradora angustia.

—¡Cállate! —increpó el mismo rebelde atizando el fusil en la cara del Uno.

—¡Corran! —ordenó Min Yoongi sin aliento.

Lord Park se rehusaba a acatar lo pedido por el Uno, en estas circunstancias donde ambos se necesitaban más que nada no quería abandonarlo a la merced de la tortura, pero ¿qué podía hacer? No sabía en listar un arma sin lastimarse primero, su pequeño cuerpo no tenía la valentía o fuerza suficiente para hacerle frente a esos rebeldes, no podía salvar al príncipe de Seúl sin que no saliera herido gravemente.

Con un dolor tan grande en su corazón que jamás había sentido, huyó con Jeon Jungkook, el cual ya tenía planeado un escape, una salida para llegar vivos a un sitio seguro. Se escabulleron por las decenas de pasillos, desconcentrando y mareando al rebelde que poco a poco iba perdiéndolos de vista y desertaba de aumentar el ritmo. Lo que intranquilizó al castaño fue la sonrisa malévola del hombre cuando paró de seguir sus pasos.

Era una buena idea esconderse en la Biblioteca, no obstante aquel camino estaba bloqueado por una barricada de rebeldes atentos y deseosos de matar a cualquier individuo que estuviera a la vista. Se desviaron cautelosamente, sus movimientos fusionándose entre los escombros, deteniéndose abruptamente si grupos de vándalos se apropiaban de un pasillo. Jimin no entendía cómo aquella organización tenía tantos miembros que apoyaban incondicionalmente la violencia con tal de obtener lo que querían, en esas instancias era imposible hacer un pacto de paz.

Ambos muchachos todavía corrían sin parar, tal vez progresaban en círculos, pero de alguna manera los gritos y disparos de la batalla campal se oían más lejanos y menos dolorosos, podrían ser sus imaginaciones que le jugaban una mala ilusión justo en esos momentos, aunque, de ser así, agradecían alejarse de las brutales muertes inocentes.

Lord Jimin se detuvo repentinamente al escuchar una voz, más bien, un lloriqueo familiar proviniendo de los escombros. De inmediato pensó que era Dahyun malherida, renunciando a pedir ayuda, entregándose al gigantesco dolor que embargaba su anatomía hasta ser insoportable. Apartó las cortinas sucias y rasgadas que ocultaban perfectamente el cuerpo temeroso y descubrió a la muchacha.

—¿HyeRi? —dijo extrañado y alarmado. La doncella estaba atrapada, específicamente su pie, bajo los pesados muros de cemento.

—¿Milord? ¡Milord! —exclamó intentando quitar las lágrimas y actuar como alguien valiente—. ¿Qué hace aquí? Debería estar en un refugio.

El castaño omitió su respuesta y con un movimiento de cabeza le indicó a Jungkook levantar el pesado escombro; quizá la bondadosa acción les cobraría parte del valioso tiempo para esconderse y, también, la posibilidad de ser encontrados acrecentaría con cada fuerza que iban a utilizar a continuación. Como sus músculos le permitían, ambos sostuvieron el pedazo los centímetros precisos para que ella rápidamente arrastrara su pie casi destrozado, soltó un quejido en voz baja junto con un amago de llorar.

Lord Jeon, con la caballerosidad y delicadeza que lo caracterizaba, cargó a la doncella en sus trabajados brazos, ya que previó la lentitud en la que se sumirían si ella se apoyaba en una sola extremidad, ahora no había tiempo que perder, más bien, recuperar cada minuto.

Por más que andaban en pasillos y revisaban los contados refugios, todos estaban cerrados, ocupados, bramándoles en sus desesperados semblantes la desgracia que rondaba en derredor y que no faltaba la ocasión de impactar de lleno con ella. La inútil búsqueda paró, su amigo acomodó a HyeRi en el suelo, descansando.

—¿C-Crees que Dahyun esté bien? —Jeon inquirió tímidamente.

—Debe estar con Jihyo... No te preocupes, Kook —consoló el castaño. Hasta que habló no se dio cuenta de su voz temblorosa y desasosegada.

—Sé que no es el momento, pero ¿tú crees que ella y yo...?

Dos disparos resonaron en el extenso pasillo asustando de sobremanera a los tres jóvenes, el grito de HyeRi no pudo ser reprimido por lo que llamó la atención del inminente rebelde. De repente, Jimin sintió un abrazo acurrucándole protectoramente y más sonidos de disparos que no tenían impacto en el concreto; sin embargo, aquello no le importó en absoluto, sino el cuerpo de su amigo desplomándose en el piso.

Jimin observó impasible el cuerpo inerte de Jungkook, empezó a temblar al reconocer la importante pérdida, el valeroso muchacho le había protegido de la horripilante muerte sacrificando su propia vida en vez de permitir la verdadera víctima del destino.

—¿Ju-Jungkook? —se arrodilló incrédulo—. ¿Kook? ¡Jungkook! ¡Kook, por favor! —lloriqueaba, su voz aguda ya no se oía, apenas era perceptible—. ¡Ponte de pie, vamos! ¡Jungkook!

Miró a sus espaldas cuando pisadas firmes causaron eco en la audición del Siete, aunque esta vez hubiera enfrentado a la persona más detestable, sin escrúpulos y cobarde del mundo, las palabras llenas de odio que iba a despotricar se las tragó amargamente junto con un vaso de sorpresa y silencio.

—Jennie —susurró.

—Milord, si me concede un poco de su tiempo —mencionó con jocosidad—, me encantaría invitarlo a un encantador paseo con los honorables rebeldes.

—¿Honorables? —repitió Jimin después de unos segundos, estaba inmerso en la desolación—. Pensé que eran una organización más civilizada, yo también quiero lo mismo que ustedes, pero no lo solucionaría de esta manera. Solo son una gran organización cobarde que decide resolver los problemas con la violencia.

Jennie, enfurecida y orgullosa, velozmente sacó el arma y disparó en el brazo de HyeRi, esta última gritó provocándole miles de escalofríos a su Lord.

—¿Acepta o no acepta? —Jennie demandó seria. Esa joven amorosa y tierna que se emocionaba con cada gesto de él había desaparecido, todo fue una máscara—. Seremos delicados con usted, si es eso lo que le preocupa —se aproximó a él y golpeó rudamente con la culata del arma la nuca del Siete—, milord.

La temible y solitaria oscuridad de la inconsciencia abarcó su vista y de un instante a otro ya no poseía fuerzas en su cuerpo.

Me voy a llorar, con permiso 🥺

Hasta mañana :c

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