41
Jimin estaba muy nervioso, sin saber cómo llegó esa sensación a su cuerpo, la había adoptado sin objeciones o réplicas de disgusto. Desde altas horas de la madrugada aquello se había instalado en su interior y de ahí jamás se retiró, inclusive un leve temor se presentaba cada ciertos tiempos cuando él trataba de profundizar, de hallar el porqué, en la intranquilidad.
Horas antes había visto a Yoongi ir acompañado de Yu BaRom al segundo piso, esa desagradable escena causó un problemático y escandaloso estrago en su fuero interno. No sabía cómo reaccionar: si permanecer quieto, callado y tragándose las palabras tan anheladas de salir llenas de odio o encaminarse directo a ellos y gritarle al ambicioso Dos que a pesar de todos los burlescos obstáculos él pudo ganarse el corazón del príncipe y enamorarlo precipitadamente sin opciones que requerían a faltarle el respeto al hijo legítimo ni a la propia reina regalándose para el repugnante hombre que le daría la corona, la cual, por cierto, iba a pertenecer a Park Jimin. El orgulloso Siete.
No obstante, tuvo que elegir obligatoriamente la primera actitud a regañadientes gracias a la intromisión de Jeon Jungkook al retenerle por el brazo. Estaba acongojado, el semblante le transmitía a su mejor amigo lo que pensaba y cómo se atormentaba con imaginaciones que dañaban su mente, su mundo feliz, su futuro. Le sumían en pensamientos horribles y desesperanzados, visualizaba cosas que nunca ocurrirían, Min Yoongi se lo prometió. Lo juró.
La sonrisa de medio lado que le obsequió antes de subir las escaleras ya la estaba malinterpretando, desviaba el verdadero significado de aquel gesto cariñoso a uno de completa maldad y superioridad, y, aún más, los minutos hacían crecer el fuego de la inexistente traición en su cabeza.
¿Y si Min Yoongi nuevamente le rompía el maltratado corazón? ¿Lord Park aceptaría una disculpa, estaría dispuesto a ser desilusionado mil veces más con tal de estar con el hombre que ama? ¿Ya no sería necesario para BaRom acostarse con el rey, porque él ya residía cómodamente y acurrucado en la cama del príncipe? ¿Aún tenía cara para mentirle otra vez? ¿Acaso la incesante sensación de mal augurio se debía a esa circunstancia abarcada de locura?
Tal vez.
«¿Por qué me mortifico con estas estúpidas preguntas? Yoongi no sería capaz de engañarme», pensó, reconfortándose a sí mismo en plan de olvidar los tormentos manipuladores, aparte la mano serena de Jungkook acariciando su espalda mientras él despotricaba sinfines de tonterías le ayudaba a relajarse..., un poco. Para Lord Jeon quedó claro que la imaginación del castaño no tenía límites y poseía varias posibilidades de lo que sucedería, la mayoría o, más bien, todas negativas.
Según lo dicho por Jimin, el príncipe le había elegido, le dijo que le amaba, él sería el ocupante de ser el segundo rey de Seúl, marido de Min Yoongi y padre de los hijos que tendrían.
Y, según lo dicho por Jungkook, el Uno tan solo estaba notificándoles a los tres competidores perdedores que la Selección había acabado, tal como se lo dijo a él; pero, al parecer, a Park no le entraba en su cabeza ese hecho.
Su pierna derecha temblaba, ya no dominaba aquella extremidad, actuaba por sí sola, y sabía que no faltaba mucho para que la otra también empezara con los leves movimientos.
—¡Deja de mover la maldita pierna, por Dios! ¡Detente! ¡Que no pasa nada! —Jungkook lo zarandeó brutalmente—. ¡Nada!
—¡Lleven muchas horas ahí, Kook! ¡¿Cómo quieres que esté?! ¿Tomando una taza de té como si ese imbécil no estuviera con Yoongi? —bramó el castaño descontrolado. La fuerza del mal augurio se potenció en creces. ¿Tan posibles eran sus desagradables imaginaciones?
—¡Besé a Dahyun!
—¿Qué? —Miró al pelinegro desconcertado y ofuscado.
En esas instancias tan nubladas de desespero, no le sorprendía que Jungkook besara a algún integrante del palacio, ya sea a su eliminación de la Selección, pero la incredulidad estaba a flote y tomaba posesión territorial si se trataba de su amiga. Ella jamás se arriesgaría o se condenaría nuevamente a ser castigada, sabía que los latigazos recibidos eran suficientes en su vida, cubrían el dolor de muchos siglos.
—Creo que ahora estoy imaginando inmensas estupideces de un amigo. Dios mío, sálvame —murmuró tocándose la sien.
—¡Hey! A mí me gustaría que pasara —siseó—. Además, cuando YoungJae habló con ella, pensé que había perdido —hizo una mueca—, pero como se fue, ahora tengo el camino libre.
—¿YoungJae se fue?
—El mismo día del incidente entre el rey y tú. Incluso, antes de irse me dijo: "Espero que gane Jimin. BaRom sería una pesadilla para el reino y MinHyuk está lejos de ser mi favorito".
—Vaya, me he perdido unas cuantas cosas —dijo el castaño absorto a la confesión del que antes era su fastidioso enemigo.
El Siete quedó pensativo. ¿Cómo podían ocurrir tantas hitos en un par de días? ¿Él era muy despistado o solamente fue raptado por el indiscutible amor que complementó con el príncipe? ¿Cuánta información se le había pasado por alto?
De repente, se sintió indefenso y torpe, enfadado consigo mismo por no prestar la debida atención a lo que sucedía en el palacio, estaba tan fuera de lugar que difícilmente le era encajar entre los susurros que recorrían los pasillos. Hasta se impresionó de cómo el Uno le causaba perderse completamente de la realidad, confundirlo si estaba viviendo en el pasado o presente, o si era un pedazo del espléndido futuro. Era difícil ordenar y entender su vida si giraba en torno al hijo de los reyes.
Permaneció con la boca cerrada por unos minutos, los cuales convencieron a Lord Jeon de que su plan de distraerle había funcionado a la perfección, pero después la reacción de Park fue desprevenida para el pelinegro y no existía más opción que seguir el desenfrenado correr hacia las escaleras. El Siete debía controlar más sus celos y darle un alto a su maligna imaginación.
Jimin se detuvo rápidamente en el segundo piso, al no oír el más bajo decibel de cualquier voz continuó con el veloz recorrido hasta la tercera planta. En ese instante, él se asustó, algo inquietante se removió arduamente en su pecho, aquel miedo tan acostumbrado a ahuyentar la paz del castaño estaba acompañándole fielmente. Recordaba las palabras de Min Yoongi diciéndole que nunca había llevado una persona a su dormitorio, además, participantes como eran ellos se les era prohibido ir más allá.
Tres metros de distancia era la diferencia que había entre Lord Jimin y la habitación del príncipe, tres metros fueron bastos para escuchar con suma claridad los ruidos chillones y asquerosos del otro lado, el placer que consumaban ambos individuos deliberadamente y sin vergüenza, expandían sus sensaciones mediante roncos gemidos y bajas súplicas.
Al Siete se le revolvió el estómago, un dolor familiar en el corazón quiso consolarlo inmediatamente, aquella emoción ya entrenada a estas situaciones sabía cómo controlarlo sin problemas, dominaba sus lágrimas y la velocidad del terrible derrumbe interior. Lo único que el dolor no podía mandar era el amor que sentía por Yoongi, era imposible disminuirlo o quebrantarlo para que se debilite, destruir sus sentimientos.
Jungkook presenció la desgracia del castaño, quería suprimir la pena hacia él, pero sin duda era inevitable sentir o mirarle de aquella manera. Aunque Jeon no se dio al instante por vencido, averiguó las voces de esos infelices esperando equivocarse, pero no. Lastimosamente, eran esos dos inmorales. Abrazó a Jimin murmurándole palabras de aliento o ánimos, sin embargo, sabía que todo era basura y viles mentiras.
Park estaba fatal. ¿Cuán grande era el por ciento de estar bien, contento, enamorado, luego de una traición? ¿El verbo creer podría volver a utilizarlo? ¿Tan poco era para un hombre? ¿Cómo el príncipe le despreciaba de esa forma tan humillante?
A la mitad del descenso oyó la voz del innombrable llamarlo, ahí fue cuando el castaño se precipitó en el llanto, no pudo ocultarlo ni disimularlo, solo demostraba lo destrozado que estaba. Observó a Jungkook, él poseía una mirada gélida hacia el Uno, quería gruñirle por el daño provocado recientemente, pero algo le impedía.
—¿Amor? ¿Por qué lloras? —inquirió Yoongi con voz grave, cansina y somnolienta, la misma de la habitación—. ¿Qué ocurre?
El castaño alzó sus rojizos y brillantes ojos hacia Yoongi, capas y capas de sufrimiento coloreaban el iris azul oscuro. Admiró al príncipe el cual apoyaba la nuca en su mano, ya sea a un fuerte dolor en esa específica zona, botaba quejidos o arrugaba su rostro con muecas de incesante molestia.
—¿Estás bien? —preguntó el Siete dejando a un lado su tristeza.
—No... Yo... M-Me golpearon en la cabeza —decía tratando de recordar— y después aparecí en la azotea. Iba a hablar con BaRom, pero no sé qué pasó —miró a su enamorado como si sus lágrimas le fueran a dar explicaciones.
—Entonces... —interrumpió Lord Jungkook— si tú estás aquí, ¿quién está en...?
—El rey —respondió el castaño de inmediato.
Antes de que a los tres se les concediera la oportunidad de enlazar los cabos sueltos y entender la conclusión, una gigantesca explosión, seguidas de otras más, retumbaron en cada pared del palacio, las lámparas se balancearon bruscamente y los adornos cayeron al piso; gritos de sirvientes, doncellas y soldados lanzando órdenes con su fusil en alto y disparando al enemigo.
Los ruidos estremecedores eran una orquesta de pánico y los únicos que lograban esa loca melodía eran los descontrolados rebeldes.
Aquí vamos de nuevo kskddkjd
¿Creyeron que era Yoongi el que estaba con BaRom?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top