39
Lord Jimin no se había marchado de la Selección.
Los últimos acontecimientos ocurridos, específicamente en la madrugada, habían provocado un efecto drástico en sus pensadas y programadas decisiones, tan seguras y firmes, aquellas ya no poseían la más mínima importancia o algún atisbo de retomar su validez; habían quedado en la negrura del olvido acompañados de los malos momentos que el castaño sufrió a causa del príncipe. Todo ello quedó atrás, enterrado y borrado en el pasado, sin fuerzas de que se quisiera recordar, lo verdaderamente valioso, en esas circunstancias próximas al final, era la unión de sus labios.
El primer beso de Park Jimin.
Aquel afecto amoroso llegó a sus diecisiete años ni más ni menos que por Min Yoongi, el príncipe de Seúl; un hombre de la realeza, proveniente de los lujos, alguien sumamente respetado, formal e inalcanzable para cualquiera que posara sus ojos en él. Sin embargo, el mismísimo joven Uno fue el privilegiado de besarle, de robarse su primera inocencia y guardarla como un tesoro preciado, único e inigualable, de hacerle tropezar bruscamente con la piedra del amor, caer y ser curado por un suave y apacible gesto de enamoramiento.
Sus sentimientos, los que anteriormente fueron cobardes, ahora resplandecían y luchaban con seguridad, porque tenían conocimiento, eran certeros, de ser correspondidos en su totalidad, se habían convertido en el héroe de sus temores, ahuyentaban las imaginaciones de desdichas u otra posible decepción. Jimin sabía, y confiaba plenamente, que su enamorado no le defraudaría ni ahora ni nunca, solo le brindaría felicidad; esa que tanto merecía desde hace años.
El beso fue una promesa para sus sueños y los sueños que tendrían juntos.
La sonrisa boba estuvo plasmada durante toda la noche, inclusive cuando le contó a las desoladas doncellas la cancelación de su eliminación, ellas le preguntaron qué milagro había sucedido, no obtuvieron más que la tonta sonrisita como respuesta a todo lo que inquirían, sus indagaciones las conducían a un Jimin encantado y de muchos suspiros.
Así se mantenía hasta hoy, en un paseo por el jardín, caminando y reviviendo la escena una y otra vez sin cansarse, nuevamente quería sentir los labios del príncipe sobre los suyos. Era tan refrescante y acogedora la sensación al unirse que necesitaban miles de años, una eternidad, para disfrutar su amor completamente, con todo esplendor.
—¡Jimin! —gritó fuertemente una voz femenina en su oído.
El nombrado saltó del susto encarándose de forma inmediata a la persona que osó interrumpir y arruinar su comodidad entre las nubes. Cuando se dio cuenta quién era, su rostro se tornó en un leve rojo reprimiendo la sonrisa que por nada del mundo iba a desaparecer. De pronto, entrevió a su izquierda la anatomía de un joven, pudo deducir que era su amigo Jeon Jungkook, el cual, ahora que le observaba mejor de reojo, estaba embelesado por la presencia de Dahyun.
«Kook, tú no, por favor», rezaba para que el pelinegro no se derrumbara entre los escombros de la tentación y le sucediera lo mismo que Taehyung.
El castaño pensó que estaba solo, sin la compañía de nadie, solo él y los recuerdos recientes, siquiera supo el momento que se le unió su amigo ni cuando la llegada de la fémina explotó su zona auditiva.
—¿Por qué tienes esa maldita sonrisa en la cara? —preguntó Dahyun, el tono enojado que usaba le indicaba al castaño que estaba ignorándola por bastante tiempo, lo cual ella odiaba extremadamente.
—Soy Jungkook —se entrometió el muchacho sin planearlo—. Eres muy bonita.
Dahyun bajó radicalmente la guardia, impactándose por el piropo desprevenido del Lord, el sonrojo acudió a sus mejillas segundos después seguido de una pequeña sonrisa tímida; aquel halago de por sí había afectado muy profundo en el interior de ella. El Siete podía ver cómo ella luego adoptaba una mirada que contenía extrañeza, y la entendía; se suponía que Jeon Jungkook estaba en la competencia por el príncipe, un hombre. ¿Qué hacía coqueteándole a una mujer?
Las palabras de su queridísimo amigo expandieron el silencio en el ambiente, dejándole degustar su propio bochorno solo.
—Ha-Hablamos otro día —dijo Dahyun en plan de evitar lo ocurrido y huir a la cocina, un poco disgustada, ya que no alcanzó a conciliar una conversación privada con el castaño.
—¡Soy Jungkook! —alzó la voz al verla marcharse del sitio. Jeon había quedado flechado en segundos—. Creo que... Creo que me he enamorado, sin siquiera saber su nombre o... sin la necesidad de conocerla. ¿Viste lo perfecta que es? —Miró a Jimin.
—Es mi amiga —respondió Lord Park a regañadientes y boca fruncida, demostraba la sobreprotección que ejercía en Dahyun.
—¿En serio? Nunca me hablaste de ella. Debiste hacerlo para yo...
—Es mi amiga —replicó de la misma forma.
—Ya lo sé, pero...
—Que no. ¿Aparte no que entraste por Yoongi? ¿Un hombre?
—Juego en ambos equipos, amigo mío, pero por ella... Uf, me arriesgaría a todo, haría lo que sea —sonrió igual que un idiota siendo dominado por corazones y la flama encendida del amor.
El castaño al observarlo detenidamente, apreciando la notable sencillez y rapidez de la reciente escena, por primera vez sintió envidia hacia una persona. Envidia, porque él tuvo que esperar muchos días —meses— para que su enamorado le correspondiera sin titubeos, para que notaran la obviedad de sus sentimientos tan puros, aguantar dolor por el sufrimiento; en cambio, Jungkook y Dahyun de sopetón cayendo por el otro, sin mucho qué pensar ni terceras personas que destruyeran cada intento de unión, para ellos fue tan fácil que al Siete por poco le daba rabia.
Resguardó la sincera mueca que quería mostrar. Aunque una vez que lo pensaba con más calma y claridad, no era malo proyectar a sus dos amigos juntos en un futuro cercano, ambos se enamoraron a primera vista, ¿qué amor más puro que ese? Además, ¿quién era él para entrometerse o impedir algo tan maravilloso e inocente? Lo mejor sería dejar fluir los hechos, así se consumarían tal y como siempre habían estado destinados.
Luego de la confesión de Lord Jeon, este le informó sobre la partida de cinco Seleccionados, los cuales se habían ido hace algunas horas, dos de ellos por decisión del príncipe y los otros tres por el agresivo comportamiento del rey, todos se enteraron del brutal incidente, por lo que muchos temieron a Min DoJin y se plantearon si era seguro tenerlo como suegro. Por supuesto que la mayoría se rehusaba a transformarse en familiar del autor, pero los cuatro restantes arriesgaban a serlo, entre ellos Jimin, claro está.
Estaba recordando el día pasado cuando obtuvo un remezón en su hombro, vio la sonrisa pícara de su amigo y olía la estela del perfume al retirarse del sitio. Miró al origen de un particular movimiento a lo lejos donde se topó con el atractivo príncipe encaminado en su dirección, él también tenía la misma sonrisa en su cara hasta los ojos rellenos del poderoso amor.
Esperó a que se posicionara delante de sí mientras que él sostenía su mirada azul con el grises, ansioso de tener sus brazos rodeándole, transmitiéndole todas las ganas retenidas, porque no hallaba la hora de estar junto a él, tenerlo cerca, a su lado. Como marido.
Yoongi enrolló sus trabajadas y duras extremidades en la cintura del castaño, obligándolo a ponerse en lo máximo de sus puntillas, juntaron sus frentes y se dieron un dulce beso esquimal. Aquel afecto que solo anhelaba enviar amor y mariposas a ambos protagonistas junto con consecuencias de las infaltables sonrisitas bobas. El pelinegro entrelazó sus manos guiándolo al palacio que, para muy sorpresa de Lord Jimin, le condujo al tercer piso.
Aquella planta era nueva para el Siete. No habían tantas puertas como en la segunda, el pasillo de la izquierda daba a la oficina del rey y otras más, mientras que en el pasillo derecho comandaban las habitaciones de la familia real, una de ellas, la Suite del Elegido.
—Nunca he permitido que una persona entre a mi dormitorio, siquiera mi madre. Tú eres el primero, amor —comentó a la vez que abría y resplandecía de un color gris.
La habitación era gigantesca, pocos adornos colgaban en las paredes, la cama de matrimonio envuelta en frazadas negras, al frente una televisión de última generación, en un rincón estaba bien acomodado un escritorio con varias carpetas y papeles sueltos, y en el otro, dos estantes de libros y, para terminar, el balcón, el cual era mucho más espacioso y poseía una vista espectacular.
—¡Vaya, tienes muy buen gusto! —reconoció Lord Park.
—Claro que sí —aceptó arrogante—. Estás tú de ejemplo.
Jimin sonrojado se dirigió a los estantes y escogió un libro al azar, leía a medias o solamente escrutaba las interesantes imágenes hasta que ya no existía más el contenido, y no porque finalizó de hojearlo, sino que habían arrancado del centro una gran parte páginas con el fin de esconder algún objeto. Más bien, un pañuelo. Él no quería ser un intruso, menos cuando era la primera persona en el cuarto de Min Yoongi, pero la curiosidad mandaba a gritos que investigara.
Desplegó el pañuelo de su perfecto doblez y observó lo que ocultaba, Abrió los ojos incrédulo, ¿era posible? Los acompasados latidos de su corazón frenaron de golpe para marcar un bombeo alterado, miedoso y desasosegado.
—¿E-Estás aliado con los rebeldes? —inquirió temblando de temor alzando el pañuelo con el símbolo.
Baia baia
Descubriremos por qué Yoongi tenía ese pañuelo, en el capítulo de mañana Nsndndndb
Adiosito
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