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Capitulo sorpresa kaksjdjdj
Dedicado a: NormaRosasReyes ; valeriveva ; delfinix05 ; nexkoyotl29
¿Qué podría decir para desviar la atención del príncipe cuando la verdad estaba más clara que el agua? ¿Serviría defenderse y excluir a Dara del asunto, así ella no tenía problemas? ¿Podría ser posible que la intuición de Yoongi al descubrir la verdad aún no haya evolucionado al máximo y tendría la ventaja de engañarle y zafarse? ¿Qué diría? Lord Park miraba el libro estrellado en el piso con algunas hojas dobladas, era tanto el temor que la gravedad le hizo caer con mucha fuerza, casi destrozándolo. Iba a recogerlo, pero la insistencia del príncipe debido a la carencia de respuestas le privaba de cualquier movimiento. Dara estaba peor que él, hecha piedra, tímida y con una postura lista para recibir un regaño por Su Majestad; Jimin jamás pensó verla tan encogida por el miedo, de seguro por su mente pasaba la atroz idea de ser destituida de su cargo por efectuar más de un trabajo establecido y único, años sirviendo al palacio para que después sea echada por ayudar a un Siete.
Él se sintió culpable, pero haría lo que fuera para que no sucediera.
—Yo solo trataba de hacer reír a Dara, pero como ya ve su rostro permanece serio. ¡Es una mujer que necesita una sonrisa! —decía intentando volcar todas las preguntas, realmente no sabía cómo avergonzarse más.
—¿De verdad quiere hacer reír a alguien con una caligrafía de niños y una lectura más parecida al hablar de un tartamudo? —preguntó duramente.
Algo en Jimin se ofendió, en vez de defenderse, calló dolido, porque era verdad. Las palabras tan frías que despotricó el príncipe no podían describir mejor todo el esfuerzo que había utilizado para aprender y conocer lo que para él era desconocido, nuevo e interesante. Así que sus estudios eran una porquería y él era un tonto. Una opresión caló en su pecho, un deseo de liberar la verdadera historia, pero ¿para qué? Prefería el término "tonto" que "estúpido".
—No crea eso, Su Majestad —se involucró Dara. Ella notó el dolor de Jimin aún con la cabeza gacha, al parecer el príncipe no—. Él de verdad trataba de alegrarme, yo hacía mis cosas y se puso a leer de esa manera para hacerme reír, por poco lo logra.
El castaño quería alzar su mirada y agradecerle infinitamente, aunque esa ayuda no sirviera de nada.
—¿Y la libreta? ¿De quién es la letra? No creo que en el palacio hayan niños pensando que es una escuela —comentó sarcástico. A veces Yoongi cruzaba los límites de sus interrogaciones para ir declarando crueldades.
—Soy analfabeto, ¿eso quería escuchar, alteza? —explotó luego de unos segundos donde cargaba de odio a sí mismo por ser un imbécil sin educación—. Soy un estúpido que no sabe nada, un inculto que no tiene la menor idea de escribir, leer, sumar o restar, soy alguien que no sabe la historia de su propio país, alguien que no sabe en qué parte del mundo se encuentra Corea del Sur, alguien que ni siquiera sabe en qué parte de Seúl se encuentra, alguien que sacrificó sus estudios para trabajar y darle un futuro seguro a sus hermanas. ¡Soy un maldito analfabeto que quería aprender, pero gracias a usted y su verdad mejor me quedo en la porquería de la ignorancia donde siempre he crecido y vivido!
Dio media vuelta enojado, furioso, todo adjetivo que contuviera ira lo aceptaba gustoso en su cuerpo. La negatividad predominaba en su sistema circulatorio y mental, lo único que quería era desahogarse mediante fuertes e incontrolables puñetazos contra alguien insensible al dolor.
¿Cómo podía soportar la burla de Yoongi? Era tan cruel y sangre fría que por un momento pensó que lo manipulaban para hablarle de tal manera, que BaRom consiguió cambiar la opinión del príncipe sobre el Siete, le enseñó a despreciarlo y tratarle como verdaderamente es: una basura hábil que había sabido mezclarse con los brillos del palacio.
No iba a llorar, ni de pena ni de rabia, ni por la frustración de sus patéticos avances. Él solo anhelaba recuperar todo lo que se vio obligado a abandonar en el pasado, quería resguardar conocimientos en su mente y luego compartirlos con sus hermanas, quería conocer países, sus paisajes, para después viajar y dibujar. ¡Qué tontería! ¡Semejante utopía en la que se estaba adentrando!
Sus enrabiados pasos se detuvieron por un intenso jalón en el brazo, Jimin sabía de quién se trataba e iba a hacer lo mismo que semana antes, la única diferencia es que su mano no estaría extendida y firme, sino que sería un valiente puño, sus dedos acurrucados en la palma temerosos del poder de los nudillos. Giró bruscamente con su brazo en el aire decidido a impactarlo contra el príncipe, pero este último consciente de los acciones del castaño y la ayuda de su agilidad, agarró la extremidad y el cuerpo del Siete fue empotrado en uno de los estantes, inmovilizándolo.
Lord Jimin se removía de cualquier manera posible, intentaba dar patadas, ¡le daba igual todo!, pero solo conseguía la anatomía de Yoongi mucho más cerca, tanto que respiraba el embriagador perfume, tan varonil, tan exquisito. El olor engatusador era como una invitación a olvidarlo todo, a desistir de la oposición, a dejarse llevar. Miró con atención los labios rosados del príncipe, creaban una recta línea que demostraba la fuerza que ejercía sobre su cuerpo para detenerlo, se preguntaba si podía experimentar el sabor de ellos; recordaba las caras satisfactorias de YoungJae y BaRom... Debían ser tiernos y suaves para causar tal sensación.
Percibió la serenidad recorrerle de pies a cabeza, la ira huía horrorizada. ¿Por qué ya no se movía? ¿Por qué había ignorado su ardua tarea de zafarse? ¿Por qué se estaba poniendo nervioso? ¿Y por qué Yoongi no se alejaba?
—¿Ya terminaste? —susurró el pelinegro.
Al instante que pronunció esas palabras vio una mueca en el precioso rostro de Jimin y sintió el minúsculo movimiento de sus brazos, delatándolo de lo que haría. ¡Este chico no se rendía! Otro intento de Lord Park falló y fue en ese momento cuando abortó sus inútiles actos, lo único que ganaba eran quejidos por su parte.
Se dejó arrastrar por el príncipe hasta llegar donde Dara, se mostraba muy arrepentida por lo sucedido. Él había tomado su mano gentilmente, lo cual le molestó bastante y repelió el tacto todo lo que pudo, no era un niño que fuera a perderse en la gigantesca Biblioteca; realmente no necesitaba que ahora le tomara por idiota.
—Gracias por enseñarle, Dara —felicitó el príncipe. La mujer y el castaño le miraron extrañados, y, claro, ¿quién no haría la misma expresión confusa si esperaban una gran regañina?—. Desde ahora yo seré el tutor de Lord Jimin, le enseñaré lo que le resta por aprender.
—¿Qué? —ambos soltaron la idéntica interrogación—. ¿Está seguro, alteza? —continuó Dara.
—Tuve una excelente profesora —le guiñó el ojo, cómplice—, por supuesto que estoy seguro.
Ella sin más que agregar se retiró de la Biblioteca, recuperando por montones el aire perdido de sus pulmones ya sea al terrible miedo que la acechó.
Los dos muchachos se quedaron solos, el silencio incómodo podía oírse, incluso verse, era increíble el ambiente. Fue el Uno que se atrevió a cortar todo obstáculo de molestia cuando buscaba algunos libros necesarios para el estudio. Una vez que hizo rechinar su silla, Jimin de inmediato fue a sentarse junto a él, había comenzado a explicar detalladamente la historia de Corea del Sur sin cuidado de esperar la presencia de su alumno.
El castaño captaba la información como si fuera un disco duro de gran almacenamiento, la voz grave del príncipe quedó grabada en su cabeza, los importantes hitos ocurridos a lo largo de la historia le dejaban seco, impresionado y con muchas preguntas rondando por su mente. No quería interrumpirle su fluida narración, se le apreciaba tan concentrado observando las imágenes del libro y, de vez en cuando, mirándole profundamente para saber si entendió el hecho.
Lord Park miró hacia otro lado llevándose su atención directamente a un libro, del título solo conoció el adjetivo "griego".
—¿Me puedes decir que fue lo último que dije? —inquirió el príncipe, molesto de ser ignorado en sus narices—. ¿Qué ves?
—¿Qué dios griego te gustaría ser descendiente? —interrogó sin replicarle lo anterior—. A mí gustaría ser de Poseidón o Afrodita.
El Uno le dedicó una mirada extrañada y cansina, estaba comentando sobre la época bélica que sufrió Corea del Sur hace cuatro siglos y, a continuación, el por qué la división de los reinos. Pero, aunque se estaba irritando, le contestó:
—Atenea o Ares. Ambos eran fuertes y respetados guerreros; además, la pasión que liberaban en las batallas eran inigualables.
El muchacho asintió, estaba tranquilo, la concentración por leer las historias de la mitología griega lo mantenían callado. Pero saltó de su silla cuando un tibio beso se estampó en su mejilla.
—¡¿Qué crees que haces?! —gritó el castaño encolerizado poniéndose de pie.
—¡Solo te felicito, has aprendido mucho este día; es un milagro que no te hayas quedado dormido! —por inercia, también gritó y se levantó.
—¡Pues, para eso no es necesario un maldito beso, perfectamente lo puedes decir con palabras!
—¡Yo quise felicitarte de esa manera! ¡¿Acaso está mal?! ¡No es que te vayas a deshacer por un beso, más encima en la mejilla!
—¡Conmigo si está mal, no voy aceptar que te acerques a mí después de todo lo que has hecho! ¡Te has burlado de mí!
—¡Pero quiero recompensarte!
—¡Oh, claro! ¡Yo te digo cómo: miénteme y luego vete a besar a un chico, enamórate y me echas de esta competencia! ¡Sería lo mejor!
El príncipe deseaba ganar la exaltada conversación, pero la actitud de Jimin no daba tregua. ¡Al diablo con su plan!
—¡¿Aceptarías tener una cita conmigo?! —lanzó la propuesta.
Un balde de agua fría cayó directo en la cabeza del Siete, empapándolo de sorpresa. Recordó la plática de la reina, la de su madre, imaginó una con Dahyun o SoDam y lo qué posiblemente dirían, inclusive en una charla con su padre. Todas finalizaban en la misma conclusión: una oportunidad.
—¡Está bien, solo porque me lo han pedido ciertas personas! ¡De otra manera te rechazaría sin pensármelo dos veces! ¡Adiós! —dijo por último y empujó intencionalmente el hombro del rizado que sonreía.
Al salir de la Biblioteca se topó con varios sirvientes y soldados intentando actuar normales ante el griterío recién escuchado cómodamente tras la puerta, pero difícilmente se dispersaban por el pasillo. Eran muchos.
El castaño se sonrojó mientras los atravesaba.
¿El príncipe Min Yoongi y Lord Jimin habían sido un espectáculo?
Bueno, ahora sí, hasta mañana ksjdjdjd ❤️
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