25
Lord Jimin poseía un rostro impávido dirigido a las cientos de letras que ahora bailaban para él por todo el libro, aturdiéndolo y desconcentrándolo en demasía, siquiera podía girar su cabeza para encarar a la desagradable e inoportuna compañía, estaba congelado. No aceptaba que había sido pillado, menos por alguien que consideraba peor que YoungJae.
Mantuvo su postura rígida haciendo caso omiso a la presencia y continuó leyendo como si no hubieran descubierto su secreto. Su plan de indiferencia estaba yendo de maravilla, excelente, pero de algún modo sabía que BaRom no se quedaría de brazos cruzados esperando a que él terminara su lectura, no era su estilo ser cortés, más bien, molestar se le daba de muerte.
BaRom le arrebató el libro y comenzó a hojearlo.
Jimin suspiró sintiéndose incomprendido, ¿por qué no simplemente le dejaban solo? El castaño estaba trabajando arduamente en repeler al príncipe, hacía lo posible para que estuviera en su contra y lo echara de una maldita vez. El interés que tenía Jimin por el Uno magníficamente estaba desapareciendo entre los amargos recuerdos. ¿Por qué tanta insistencia en que se alejara de Yoongi? ¡No era necesario! ¡La extraña relación que iba a florecer había perdido todo el encanto, ya no existía! ¿Acaso debía portar una bitácora y enseñarles cada día a los Seleccionados cómo avanzaban sus sentimientos o los del príncipe?
BaRom, YoungJae u otro chico amenazado por la competitividad de Jimin, solo malgastaba su tiempo preocupándose por alguien que no luchaba y tampoco lo iba a hacer.
—¿No me responderás? ¿Ahora eres mudo?
—No es de tu incumbencia. Mejor vete a besar con Yoongi, es lo único que sabes hacer en la competencia —contestó malhumorado.
—Tranquilo. Es normal sentirse como un perdedor —dijo BaRom dándole "confort" mediante leves palmadas en el hombro—. Yo que tú me retiraría de la Selección, digo, para no seguir siendo el hazmerreír.
Lord Park rió para sus adentros. Había pedido dos veces su eliminación y creía que, aun ocasionando el más grande problema o tragedia, no se iba a ir de ahí. No era cuestión suya, era cuestión de las decisiones o gustos del príncipe; aunque Jimin quisiera no podía obligar a un superior a hacer lo que él se le plazca en el momento, apenas dominaba su propia vida, ya que mayormente era dominada por ser súbdito de Seúl. Vivía bajo leyes.
Antes de que el castaño se pusiera de pie, lanzó una sonrisa maliciosa.
—¿Te cuento algo? —pronunció inocentemente, fingiendo olvidar con qué clase de persona se encontraba—. He intentado varias veces irme de este lugar, pero el príncipe, al parecer, me quiere aquí; incluso, ahora me está obligando a permanecer en el palacio. Creo que está encantado conmigo o, tal vez... —se acercó un poco a BaRom creando una atmósfera de complicidad—, le gusto demasiado.
Se alejó y puso en marcha su ida de la Biblioteca. Estaba contento al ver la cara desfigurada, acabada y furiosa del chico ante sus palabras; el castaño sabía que BaRom procesaba lo dicho y su semblante cambiaba a preocupado y desdichado, porque si él, Yu BaRom, el famoso cantante de jazz, el chico más guapo de Corea, le planteaba lo mismo al príncipe, de seguro le abriría la puerta, como todo un caballero, para que se marchara sin darle objeciones. Jimin no pensó que su objetivo tendría tal éxito, estaba en contra de revelar lo que el hijo de los reyes le prohibía, pero quería defenderse.
—Imbécil —musitó BaRom golpeando la mesa.
—No tanto como tú.
Había alzado su voz seguido de cerrar la inmensa puerta. Caminó por los pasillos, a veces los terribles recuerdos se mezclaban con la realidad y el desastre revivía alrededor por segundos; sin embargo, una figura bastante particular se repetía en las cortas alucinaciones dejándolo abandonado en el espeso humo de duda. Parecía un símbolo.
Quiso indagar una vez que llegara a su habitación, pero el descanso le decía que aún no era su hora.
—¡Jimin, amigo! —vociferó Jungkook a un costado, justo en la Sala de los Hombres—. ¡Ven aquí, la reina quiere conocernos mejor! ¡Nos espera! —sonrió emocionado.
El castaño sopesó. ¿Y si ponía una excusa ante la sorpresiva reunión? Pero, ¿por qué se debería su evasión? La reina Eunhye era muy amigable y educada, sonreía para no demostrar su sufrimiento por su marido, era valiente al enfrentar todo el reino de los problemas que le cernían, su mirada serena causaba gran sosiego para la mayoría de las personas. Una mujer así, merecía la admiración de cualquiera, el castaño entre ellas.
No podía negarse, aunque tuviera todo el cansancio acarreando duramente en su espalda.
Entró a la sala y vio a la multitud de Seleccionados hablando y saboreando los deliciosos aperitivos en una mesa del rincón. Miró a la reina, esplendorosa y sofisticada, sentada con su refinado actuar en los largos sillones junto con otros muchachos que trataban de estar a su altura respetando a toda costa el protocolo enseñado ante la realeza; pero Lord Jimin no veía a la mujer entretenida, más bien, aburrida de su compañía tan seria.
El castaño queriendo salvarla llamó su atención y la invitó a que se uniera a su ruidoso grupo. Constaba de Jungkook y Taehyung que juntos eran imparables con la risas, pero si Jimin se integraba eran una bomba de carcajadas. Fácilmente harían llorar de felicidad a la reina. Y no pasó mucho cuando descendió la primera lágrima y una mano se dirigía a su estómago para calmarse. Los tres muchachos estaban igual o peor que ella.
Pero su burbuja de simpatía y humor se detuvo abruptamente cuando la entrada de la sala se abrió de tal manera violenta que causó un extraño silencio.
Un Yoo YoungJae muy cabreado, emanando toda su furia a través de sus poros, ojos azules y puños, estaba parado en la puerta. Y su pelo ya no era el impecable blanco que tanto presumía por resaltar su belleza. Ahora era rojo. Un rojo tan intenso que fácilmente se confundiría con un payaso.
Jimin fue el primero en reír, no aguantaba más la carcajada en su interior.
—¿Se te ha escapado el circo? —se burló Taehyung.
—La fiesta para los niños se canceló, ¿no te dijeron? —le siguió Jungkook.
—No pensé que contratarían a un payaso para hacernos reír —se sumo por último Jimin, que con este comentario terminó por liberar la risa reprimida de la reina, la cual intentó retener por la situación que se veía "seria".
—¡Ja, ja, ja! —imitó YoungJae como si también le pareciera divertido—. De seguro fuiste tú el que hizo esto para vengarse.
Al castaño se le encendió el foco al instante que lo dijo, YoungJae sin darse cuenta estaba siendo manejado por su ira y soltaba la verdad a la vez; se aprovecharía de eso.
—¿Vengarme? ¿Para qué? Si no me has hecho nada, ¿o sí?
—No te hagas. Por esa maldita chaqueta que despedacé quisiste atacar contra mí y no hallaste mejor forma que esto —apuntó su radiante cabello.
Lo dijo. Gritó a los cuatro vientos que había sido el responsable del incidente. Para cuando YoungJae se dio cuenta de la revelación, ya tenía miradas acusatorias, reprobatorias e incrédulas, ¡inclusive la reina Eunhye le miraba con mala cara!
—Gracias por decir la verdad, Lord YoungJae —dijo el castaño satisfecho de su propósito y con un toque de burla en su voz.
El pelirrojo abatido se retiró rápidamente de la Sala de los Hombres, no sin antes de enviarle, exclusivamente, dagas de odio y resentimiento mediante sus ojos. Luego de la incomparable escena, todos los Seleccionados arrepentidos por su grosera y despectiva conducta hacia Jimin, decidieron disculparse, aunque vanamente, ya que al igual que a Dara, sus palabras no servían de nada. De todas maneras, el castaño sabía que solo fingían para quedar bien ante la reina, después de todo continuarían con su típico actuar ignorándolo, pues no olvidaban que trataban con un Siete.
Retomaron el agradable ambiente anterior, olvidando completamente al payaso, y la risas no tardaron en regresar con más intensidad. La reina Eunhye lo estaba pasando de maravilla, los tres Lords tenían el poder de traer de vuelta a esa risueña adolescente que una vez estuvo en esa misma sala como Seleccionada, le trajo nostalgia, pero aún así prosiguió hablando con los demás.
De pronto, la tranquilidad de Lord Jimin se vio amenazada ante la propuesta dicha por la reina. Pidió que escribieran lo que les parecía su vida hasta ahora en la Selección, qué pensaban de sí mismos y qué harían si fueran príncipes. Hubiera estado de acuerdo, claro, cómo no, ¡pero si no fuera un maldito analfabeto! ¡Le encantaría que la reina leyera sus palabras y todo lo que pensaba de esta monarquía! ¡Pero no podía, simplemente no!
Lo aprendido con Dara no alcanzaba el vocabulario que él utilizaría; apenas escribiría "Park Jimin" para que se reconociera de quién era la hoja en blanco. Pero había algo que lo enfurecía en creces, ¡¿por qué a la reina se le ocurría eso cuando minutos antes solo pensaba en detener su risa?!
—¡Gracias por darme la creativa idea, Lord BaRom! —exclamó la reina sonriéndole gustosa.
¡Claro, por supuesto! ¡Cómo no iba a ser ese desgraciado que le quería ver hundido en la humillación de nuevo! Tenía las de perder.
—Su Majestad —llamó el castaño—, ¿puedo hablar con usted, eh..., afuera?
La mujer asintió preocupada, estaba emocionada por leer las redacciones y un poco más con la de Lord Park, pero presentía que esto último no iba a poder cumplirlo. Salieron y esperó a que hablara el muchacho, se le veía muy cansado.
—No creo que pueda escribir lo que pide, alteza, bueno, no ahora —decía nervioso—. Estoy agotado; además, la llamada que recibí me dejó algo sensible. No me podré concentrar. Lo siento, alteza.
En parte, la excusa no era mentira. Tenía suerte de poder mentir con la verdad.
—Tranquilo, querido —relajó la tensión de Jimin—. Ve a descansar... Pero antes que nada —le detuvo antes de que ascendiera la extensas escaleras—, por favor, dale a mi hijo una oportunidad para que le conozcas. Sé que no es fácil en medio de estas circunstancias competitivas y siempre nos llevaremos varias malas pasadas por los demás, lo sé mejor que nadie, pero debes entender que así funciona la Selección. Es una competencia, todos harán lo posible, cualquier cosa, para que mi hijo se fije en ellos.
—No lo sé. Tengo miedo de no ser correspondido... —Meneó la cabeza incapaz de siquiera pensar en estar enamorado.
—Arriésgate —susurró.
—Pero... Pero lo intentaré, Su Majestad.
¿Será este el fin de Yoo YoungJae? 🤔
Nos leemos en el próximo capítulo ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top