24

Los Seleccionados compartían un ameno desayuno en el comedor, complacían a su paladar intentando no pensar en la tensión que se hospedó en sus vidas desde que el ruido de los disparos quedó grabado en su sistema auditivo. Los murmullos de conversaciones que antes se escuchaban alrededor de la mesa ahora se habían transformado en leves sonrisas incómodas, miedosas de que su movimiento sutil y reconfortante haya sido la culpable de desconcentrarlo en no escuchar el inconfundible pisoteo destartalado de los rebeldes.

Aún cuando hubieran reforzado al doble la seguridad del palacio, los jóvenes se sentían inseguros, incluso palpaban su miedo y se intimidaban ante el más mínimo choque de tazas. La tensión también recaía en la reina, que en esas instancias ella estaba al mando en el reino de Seúl, ya que su marido respiraba y descansaba en la inconsciencia debido a los puñetazos sin piedad y sedientos de venganza que llovieron por su cuerpo y rostro; ella cada día portaba su corazón en la mano por las importantes obligaciones que requerían de una inteligente solución.

La reina Eunhye, aunque sus capacidades estratégicas fueron desarrolladas con mayor potencia en la Élite, esta vez no sabía de qué manera comandar o cómo aclarar firmemente sus ideas borrosas. Pero gracias a la amable ayuda de su hijo y que este quisiera relacionarse un poco más con el máximo cargo de ser rey y sentir las responsabilidades de las que luego se encargaría él, la mujer pudo librarse y velar por su marido.

La mayoría de los presentes terminaba su té y, disimuladamente, algunos miraban a Taehyung; el rubio siempre tenía plasmada una sonrisa en su rostro que contagiaba sin importar las circunstancias en las que se hallaban. Jimin y Jungkook adoptaron una pequeña alegría y sonrieron.

—Hey, hace mucho que no veía esa sonrisa —le comentó su amigo, Lord Jeon.

—¿Será porque YoungJae y BaRom me están amargando la vida? —murmuró sarcástico, pero al ver la expresión dura y enojada de Jungkook quiso retractarse y mantener los problemas que circundaban en él, ocultos. Reconocía que se comportaba como un pésimo amigo no siéndole sincero, pero tampoco quería comentárselo, no quería que su propio amigo pensara que buscaba atención o que era una persona falsa, no dejaría que su vida personal acabara con la primera amistad que mantenía con un chico.

—Esos malditos estúpidos, sabía que ellos...

Antes de que finalizara los vulgares insultos que con gusto escucharía y asentiría el castaño, Dara apareció en la entrada con una reverencia saludando educadamente a la familia real y los Seleccionados.

—Disculpen mi interrupción, Sus Majestades, pero traigo una buena noticia para los jóvenes: una llamada de sus seres queridos los espera en su habitación —sonrió.

Se oyeron chillidos de sorpresa y suspiros de melancolía. Sin embargo, Lord Park no hizo ni lo uno ni lo otro, sino que hubo una extrañeza desgarradora en su interior. ¿Una llamada? En las viviendas de los Sietes apenas había un televisor con un aspecto muy maltratado y polvoriento, habían cero posibilidades de que ellos pudieran tener entre sus manos un teléfono en buen estado y nuevo. De seguro Dara había omitido su inexistente llamada para no humillarlo más enfrente de los otros, le agradecía de cierto modo, pero una pregunta surgida en las tinieblas de la esperanza le hizo alzar su voz.

—¿Para mí también?

—¡Claro que sí! —respondió la mujer, mirándole—. Creo que la muchacha se llamaba Kim Dahyun, muy amorosa, por cierto.

—¿Dahyun? —Sus ojos brillaron como nunca antes y su sonrisa desaparecida regresó mucho más pronunciada. Jimin estaba extremadamente feliz.

Miró a la reina, suplicándole si podía retirarse a lo que esta respondió con un asentimiento, invitando a los demás a que atendieran a sus ansiados familiares. El castaño subía rápidamente las escalares sin cuidado, no le importaba tropezar y caer al suelo, él solo tenía en mente el objetivo de contestar el teléfono y, por consiguiente, escuchar la melodiosa voz cantarina de Dahyun. ¡La extrañaba demasiado! ¡Cuántas semanas había estado sin ella, la necesitaba!

Entró a su habitación tan abruptamente que le dio un susto de muerte a las tres doncellas que limpiaban y arreglaban con esmero el lugar, todos los objetos brillando sin ninguna pelusa o polvo, Jimin las hubiera premiado con sus tiernas palabras si no estuviera tan concentrado en agarrar aquel aparato tecnológico.

Estaba nervioso, ¡cómo no! Se enteraría de su madre, sus alborotadas hermanas, de qué manera Dahyun había sobrellevado el tema, la situación en la casta Siete luego de su entrada en la Selección, si tendría apoyo de la gente, en resumidas cuentas, cómo marchaba todo.

—¡Dahyun! —gritó cuando hubo levantado violentamente el teléfono. Sonrió como nunca antes y sus doncellas rieron cabizbajas por lo infantil que sonaba su delgada voz.

—¿Jimin? ¡Jimin, oh, Dios mío! —reaccionó la muchacha luego de haber esperado varios infernales y crueles minutos en silencio, la voz de su mejor amigo confirmó la amistad inquebrantable que alguna pensaron que se olvidaría con el tiempo—. ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? ¡Ay, no, ni me digas, no quiero ni pensarlo! ¡Qué desastre! ¡Todos están preocupados!

El ceño fruncido de Jimin demostraba el desconcierto en su máximo esplendor.

—¿De qué hablas?

—¡De los rebeldes, de qué otra cosa podría hablarte!

—Estoy bien, Dahyun, eso pasó hace una semana. ¿Por qué habrán dado las noticias tan tardes? —resopló extrañado el castaño recorriéndole un escalofrío al recordar pequeñas escenas del caos producido. Negó rehusándose a pensarlo y desechó aquellos malos momentos de terror de su cabeza. Oyó un suspiro de alivio y la respiración tranquila de su amiga, esa que tanto lo calmaba en ocasiones de estrés, imaginó la maraña de pelo que tendría ella en estos momentos debido a la exagerada preocupación y rió para sus adentros.

—Pero, ¿estás bien? ¿No quedaste manco, cierto?

Jimin carcajeó tan fuerte que estaba seguro que su risa juguetona traspasó al tercer piso.

—¡Estoy entero! — rió por última vez manteniendo el rastro de una sonrisa—. Y, dime, ¿cómo estás, cómo está mi familia, cómo va todo por allá?

—¡Oh! Estoy bien..., preocupada —agregó riendo nerviosa—. Las gemelas están muy felices, te vieron en el Report y no paraban de decir lo guapo que estabas, JeongHwa y SoDam estaban de piedra, ¡no podían creerlo!, y tu madre, pues ella lloraba del orgullo que sentía al verte ahí; ellas están perfecta y orgullosamente bien... Jimin... —mencionó traviesa, el castaño conocía ese tono, le parecía gracioso, pero a la vez le desagradaba—, ¿sabes algo? Tú y el príncipe se ven muy lindos mirándose a los ojos y sonriéndose, oh sí, te ves tan pequeño al lado de él, son tan adorables. Oh, mi corazón no resiste esto. El amor está en el aire... —suspiraba dramática.

Lord Park aún no captaba a lo que se refería Dahyun cuando el recuerdo de mirarlo tímidamente a los ojos por segunda vez le vino a su olvidadiza cabeza, la noche de bienvenida, la cena, la sorpresiva aparición del camarógrafo, la mano de Yoongi en su cintura, esos ojos grises tan bellos e hipnóticos, todos esos detalles le vinieron de sopetón que percibió el calor emanar de su rostro. Se había sonrojado. Agradecía eternamente a que Dahyun no hubiera estado ahí para observarlo, de seguro le habría molestado por el resto de su vida.

Pero el sonrojo aumentó en el instante que cayó en la cuenta de cómo lo habrá visto su querida amiga. Pensó y de inmediato quería esconderse en un rincón oscuro. Las revistas. Eso significaba que todo Seúl — Y Corea— las había visto por lo menos una vez.

—¡Qué vergüenza! —exclamó el pobre Jimin—. ¿¡Por qué la viste!? ¿¡Por qué mejor no la ignoraste!?

—Bueno, es difícil ignorar las fotos cuando están pegadas por todo Seúl y la comentan cada tarde en los programas, compañero.

El castaño quiso gritarle una sarta de maldiciones o solamente lanzar un griterío que conllevara a eliminar el descontento, la insatisfacción y el bochorno que sentía, pero se abstuvo. Respiró hondo y siguió conversando amenamente, controlándose en momentos y emocionándose en otros. Habían varias noticias que dejaron sordo a Jimin, ya que la felicidad de Dahyun era gigantesca y no alcanzaba a manejarla, pero no reclamaba debido a su gran grito de incredulidad cuando le informó sobre que recibía apoyo de todos los Seises, Sietes y Ochos, y, también, la mayoría de los Cuatros y algunos Doses.

¡Vaya que le subió el ánimo, estaba muy agradecido!

—Jimin... —llamó Dahyun con un tono de voz que preocupó al Lord, él podía visualizar el ceño apenado y desamparado de la chica. Su corazón se contrajo de temor—. Hay rumores que... que dicen que hay dos personas de castas diferentes en una amistad o relación. Creo... Creo que hablan de nosotros.

—¿Pero qué...? ¡No hay manera! —protestó Jimin, comenzando a sentir el miedo abrasador—. Es imposible que seamos nosotros, Dahyun, quizás son otros.

—¿Crees alguien más quiera arriesgarse a ser azotado y convertirse en un Ocho? Desde que esa pareja fue malherida, nadie, absolutamente nadie, se atrevió a romper esa ley, Jimin.

—Ellos se amaban. Por amor te arriesgas a cualquier cosa, una ley no es nada, siquiera la muerte —defendió el castaño.

—Lo sé. Además... —se quedó callada. Le era difícil pronunciar la información que conocía, era tan exacta que muchos ya la apuntaban con el dedo en las calles—. Además alguien dio características de esas dos personas y encajan desgraciadamente con nosotros —sollozó intentando reprimirlo—. No sé qué esperan para venir por mí, no sé qué... —se derrumbó. La chica optimista que tanto amaba Jimin, estaba dejando de existir, poco a poco aquellas sonrisas genuinas ya no tendrían color. Él no lo iba a permitir—. Tengo miedo, Jimin, mucho miedo. Estoy asustada.

—No pasará nada, estarás bien, estaremos bien. No irán por ti, ni por nadie —prometió—. Confía en mí, Dahyun... Te quiero.

—Yo también.

Ambos permitieron que el silencio prosiguiera su despedida, los dos estaban destrozados y colgaron. Ninguno de los dos pensaba terminar de esa manera, llorando o sollozando, se suponía que reirían como en aquellos momentos divertidos e idiotas que antes pasaban juntos.

Se retiró de la habitación dejándoles una gran incógnita a sus doncellas al secarse unas lágrimas y salir apenado. Ya eran pasados de las seis, así que el castaño se dirigió a la Biblioteca donde debería estar esperándolo Dara, estaba seguro que con una buena reprimenda de saludo. Pero una vez que llegó desanimado a sus estudios obligatorios, no escuchó ni una palabra que proviniera de la mujer. Estaba ido. Y pensaba mantenerse así hasta que Dara lo dejara solo.

Quería despejarse. Olvidar lo sucedido, aunque sea por un tiempo efímero.

Comenzó a leer en voz baja, ya estaba solo en la Biblioteca, nada estorbaba su masiva tranquilidad y concentración. Esperaba no acordarse del problema que tenía presente hasta el otro día, al menos mentalizarse a lo que se enfrentaría antes de que cerrara sus ojos y durmiera. Bastante ensimismado en la lectura se hallaba que no oyó el ruido agudo de la silla a su lado.

Una vez que levantó la vista, ya era muy tarde para negar lo que su acompañante sabía. Lo iba a utilizar en su contra, no cabía duda.

—Aparte de que el Siete sea un mentiroso y venga exclusivamente desde la basura, no sabe leer. ¿Qué más, Siete? ¿No sabes escribir, eh, analfabeto? — BaRom le envió una sonrisa burlona y de suficiencia.

Problemas y más problemas para Jimin, ¿llegará el día que todos estos se vayan? Lo veremos pronto.

Nos leemos en el próximo capítulo ❤️

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