23
Una semana había pasado desde el terrible ataque de los rebeldes y seis días desde aquel desagradable beso entre el príncipe y Yu BaRom. Por supuesto que el castaño estaba celoso del hecho, pero existía algo más fuerte a ese innecesario sentimiento: la desconfianza. Jimin ya no quería ver a Yoongi, no quería hablar con él u oír cualquier palabra que saliera de su mentirosa boca. Había pensado que su actitud era honesta, que sus conversaciones y acercamientos eran sinceros, pero solo fue una inteligente táctica del coqueto príncipe.
Cuando Jimin iba a la Biblioteca para sus lecciones de estudio con Dara, este, de paso, lo veía caminar junto con un Seleccionado, a veces muy cariñosos y otras simplemente hablando sin ánimos. Los ojos del Siete lo decían todo, Yoongi lo notaba, pero no entendía. El príncipe necesitaba preguntarle qué le ocurría, por qué actuaba tan distante si hace un par de días habían estado tan cerca, hasta cuándo le negaría su armoniosa presencia. Estaba desesperado, las respuestas que lo ayudarían a desprenderse de su incertidumbre se escabullían por las rendijas de la preocupación que lo despistaba. Pero eso iba a terminar en la tarde. Hablaría con él, aún cuando el castaño le dijera con ímpetu "no", lo obligaría.
Yoongi observó el acompasado caminar del incomprensible muchacho entrar a la Biblioteca con una libreta en sus manos, muy concentrado. Sonrió, ¿cómo se sentiría Jimin al respecto?
Lord Park al ingresar temeroso en el sitio donde habitaban los libros, rememoraba todos los movimientos aprendidos al escribir su nombre y otras palabras que le dictaría Dara luego. Ese día la mujer le evaluaba su escritura y lectura, ella no esperaba el rendimiento que tendría un chico de su edad, pero a lo menos deseaba ver el empeño con el que trabajaba el castaño. Eso le gratificaría muchísimo, sabría que sus métodos de enseñanza aún perduran.
Una vez que Jimin tomó asiento en una de largas mesas de caoba, Dara comenzó a pronunciar en voz alta las palabras dadas días anteriores para su importante estudio y prueba. Ella le arrebató su libreta en el momento que finalizó de escribir. El castaño estaba, de cierta manera, tranquilo, pero igual el nerviosismo y la incomodidad predominaban en los minutos siguientes.
—Muy bien, tu nombre ya lo puedes escribir legiblemente —Dara observó la perfecta caligrafía—. En el dictado has tenido algunas fallas ortográficas, pero con el estudio y tu inteligencia podrás dominarlo. ¿Cómo vas con la lectura? —preguntó entregándole la libreta y viendo de reojo seis mujeres hermosas en la portada.
—Bien, supongo. En media hora puedo leer una página —sonrió casi con orgullo.
Dara asintió acomodándose los lentes.
—Leerás dos páginas en media hora —estableció, dicho el desafío su rostro se tornó mucho más serio que alguna vez Jimin vio en toda la Selección.
No sabía si se hallaba en problemas, si le daría una mala noticia, si su familia tendría que ver en el asunto, realmente era difícil deducir una situación con las facciones inexpresivas de la mujer. Lo miraba fijamente como si quisiera saber una cosa que la ha estado mortificando aquellas semanas transcurridas, como si quisiera convencerse de lo que piensa. Jimin incómodo se removió de su asiento y se puso en pie. La mirada era escalofriante y el silencio complementaba la escena junto con la soledad de la Biblioteca.
El Siete se retiraba después de agradecerle con una sonrisa tímida la paciencia y dedicación con que le enseñaba cada tarde.
—Discúlpeme por no creerle, Lord Jimin —dijo sorprendiendo al nombrado. No le entendió de inmediato, pero tampoco fue mucho tiempo cuando comprendió a lo que se refería.
—Eso está en el pasado, Dara —mencionó sin importancia, se dio la vuelta para encararla—. Yo ya quedé como el chico que miente solo para atraer la atención del príncipe. No quiero sonar grosero o despectivo, pero sus disculpas ya no sirven en esta instancia. —Empezó a caminar a la salida—. De todas maneras..., gracias por creerme, Dara —suspiró.
Abandonó la Biblioteca dejando perpleja a la mujer, aunque al estar fuera quiso regresar y hacerle compañía por horas sin importarle que esta le diera explicaciones de sus disculpas. Lanzó un bufido y se concentró al máximo en llegar a la escalera, subirla y entrar a su habitación tan rápido como pudiera. Se encaminó por los largos pasillos, llenos de nuevas y frescas pinturas, la iluminación intensa de las lámparas de araña se mezclaba con la tenue luz que proporcionaba la luna por las ventanas. Sería una vista serena de admirar si alguien no estuviera siguiéndolo para hablarle.
No iba a detenerse a pesar de los incesantes llamados que daba el príncipe, y, quién sabe, le daba un excusa para que lo echara de la competencia. No podría volver completamente con su familia como anhelaría él, pero podría visitarla de vez en cuando mientras asegura su futuro como dibujante. Su sueño.
—¡Lord Jimin! —llamaba el príncipe siendo ignorado olímpicamente—. ¡Por favor, deténgase!
El castaño aparte de no hacerle caso a Yoongi, lo cual se le estaba dando de muerte, también iba ensimismado pensando en el reto de leer dos páginas en media hora. ¿Era posible leer tanto en poco tiempo? Tendría que averiguarlo una vez que arribara en su habitación la que ya no estaba demasiado lejos. Vio la escalera, su salvación, subía los dos primeros peldaños alegre de haber esquivado al mentiroso, pero esa ronca voz cargada de enojo le hizo esperar y encontrar mucho más lejos su destino.
—¡Detente!
Jimin se dio la vuelta, sus ojos azules sin entusiasmo de verlo, siquiera una pizca de alegría porque el gran príncipe ha querido hablar con él. Atrás del pelinegro se encontraba el soldado Jung, en la puerta del comedor, indispuesto a estar al margen de la situación, observó a su amigo y de soslayo le pidió ayuda
—Su Majestad, la reina me ha encargado decirle que solicita urgentemente su presencia en la oficina —intervino Hoseok.
El príncipe le miró extrañado, hace unas horas había estado con ella, su madre le dijo que todo estaba en orden y no hablarían hasta mañana para ver si continuaban las cosas igual de estables como habían sido últimamente. Pero al instante se arrepintió por pensarlo por varios segundos, escuchó los rápidos pasos de Lord Park subiendo la escalera y huyendo a su cuarto. No desperdició más tiempo y fue a la siga de él, esto se estaba transformando en una persecución bastante difícil.
Jimin cerraba la puerta cuando el prominente cuerpo de Yoongi se interpuso y empujó fuertemente, desorientándolo un poco. ¿Cómo había llegado tan rápido? Él estaba con la respiración desbocada y el príncipe sin ningún atisbo de cansancio o alteración. Yoongi completó la acción de cerrar la puerta y lo miró amenazante, agradeció mentalmente la ausencia de las doncellas, no era un escena simpática de ver y, por otro lado, no quería que después ellas cuchichearan con los otros sirvientes del palacio sobre lo sucedido.
—¡¿Por qué me evitas?! ¡¿Por qué actúas tan indiferente conmigo?! ¡¿Por qué ni siquiera me dejas pedirte una cita?! ¡¿Qué te ocurre?! —explotó mirándolo y sintiéndose mal al ver la aflicción en esos preciosos ojos azules.
—¡Si quieres hablar conmigo, primero deja de ser tan cínico! —exclamó enfrentándole sin miedos—. ¡No puedes llegar aquí con tus bonitas palabras y actuar como si yo no hubiera visto nada!
—¿Ver? —decía el príncipe confundido. Él era cuidadoso con quien estaba y que hacía, en todos los aspectos, muy pocas cosas se le pasan por alto, pero siempre terminaban siendo insignificantes, de manera que no se preocupaba en absoluto.
—¡Deberías poner más atención en los lugares que estás y a la hora con quien te besas! —escupió rabioso.
—Eras tú... —recordó Yoongi cuando estaba en el Hospital y escuchó el estruendoso sonido de metales caerse—. Eras tú... Yo no sabía...
—¡Por supuesto que era yo! —le interrumpió queriendo despachar toda esa furia contenida por días, no aguantaba el cinismo del príncipe y menos iba a aguantar las palabras que salieran de su boca, llenas de mentira—. ¡Un día antes estuviste a punto de besarme y al otro día ya te besabas con otro, al menos espera un poco más, ¿no crees?! ¡Me dijiste cosas lindas, yo te creí, pero ¿sabes qué?, ya no te creo nada, no confío en ti! ¡Eres un estúpido! —golpeó el pecho del rizado—. ¡Un maldito estúpido! ¡Ya no aguanto esto!
Jimin golpeó más veces, pero cada vez sus puños se iban debilitando y no lograba su objetivo de dañar al príncipe tanto como lo estaba él, estaba fracasando. Y eso le enfureció, quería llorar de rabia, saciar todo en lágrimas. ¿Cómo alguien que casi no conocía —tampoco le importaba hacerlo— podía calar tan hondo en su corazón? ¿Por qué le afectaba tanto su presencia o lo qué hacía si no era de su incumbencia? ¿Si él hablaba caería nuevamente en sus palabras? El castaño se rehusó en estar de acuerdo con un pensamiento, no quería enamorarse de él, no. El miedo que sintió en el ataque de los rebeldes no se comparaba con el que sentía ahora, mucho más amenazante y abrasador. Mucho más peligroso.
Sintió su cuerpo inmóvil y dos fuertes brazos rodeándole para que se calmara. Jimin ya conocía ese movimiento, era sumamente agradable estar entre ellos, pero no se dejaría, no le daría esa reacción a la cual el príncipe estaba acostumbrado.
—¡Suéltame! —gritó y se zafó.
Brillaron los ojos de Yoongi, viéndose tan hermoso, pero tan triste al mismo tiempo.
—¿Recuerdas cuando dije que te conquistaría? Quiero que sepas que no me voy a rendir ante eso —se dirigió a la puerta, dando por finalizada la conversación.
—¿Y para qué lo vas a hacer, eh? — Yoongi se detuvo y lo miró—. ¿Para que me enamores y me rompas el corazón cuando vea que te vas a casar con otro chico? ¿Para que yo te ame, pero luego tú ames a otra persona?
El príncipe lo pensó, él tenía razón, aún así no le respondió y se retiró de la habitación, dejándolo solo y dolido.
Jimin fue a esa competencia para ayudar a su familia, poco a poco eso había ido cambiando para poder ser príncipe, donde tenía que conquistar y ser conquistado, pero solo estaba consiguiendo dolor y sufrimiento. ¿Era fuerte para seguir en la Selección?
He tomado la decisión de subir dos capítulos por día, ¿Les gusta la idea?
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