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Hogar.

Esa palabra tan cálida, donde abunda en el amor, donde una persona se siente completo, esa singular palabra vivía en la cabeza de Jimin a cada segundo que pasaba en su habitación, dando vueltas sin sentido, aferrándose a los brazos delgados de sus doncellas, que cuando cerraba sus preciosos ojos la ilusión le ayudaba a recrear el aura protectora de su madre, la tranquilizadora de Dahyun y la esperanzadora de sus hermanas. Aquellas sensaciones imaginadas le hacían olvidar su desastrosa vida en el palacio, como si por un tiempo contado tuviera amnesia.

Jihyo traía desde hace tres días el desayuno y cena a petición de Jimin; este último no quería bajar y ser el hazmerreír de los participantes. Sabía que todos creyeron en YoungJae y lo apoyaron incondicionalmente, incluso el príncipe; pues Yoongi nunca estuvo parado al frente de su puerta, golpeando tímidamente, diciéndole que no se tragaba ni una sílaba dicha por el peliblanco, jamás estuvo ahí mirándolo a los ojos susurrando las esperadas disculpas por Lord Park. El chico adquirió una decepción tremenda.

¿Cómo era posible que el príncipe no tuviera aquella intuición especial para descubrir a los verdaderos mentirosos? Iba a convertirse en rey, obteniendo el total comando del reino tendría que emplear la justicia para castigar a los delincuentes. Pero al parecer aún no la había desarrollado perfectamente.

Jimin estaba enojado con Yoongi.

A veces el castaño sufría de unas poderosas fuerzas que conllevaban ir a hablar con el príncipe y disculparse de la gran bofetada que le regaló sin previo aviso; pero otras veces era un desquiciado gruñón, capaz de romper todo lo que esté al alcance de su vista, un idiota siendo manipulado por sus pensamientos negativos, atontado de rabia por lo ciego que podía llegar a ser Yoongi. De esa manera cambiaba a cada instante el temperamento de Lord Jimin, era desesperante oír su voz delgada cargada de arrepentimiento y rabia a la misma vez; sus doncellas no sabían cómo calmarlo o alentarlo, qué responderle cuando este se dirigía a ellas con preguntas bastante simples y tontas, temor era lo que sentían cuando pensaban que dieron un paso en falso. El muchacho era impredecible.

Luego de conocer su bipolar carácter, ahora pasaba por un cambio mucho más caótico. De repente, en medio de sus incesantes vueltas, tocaron la puerta de su habitación, tranquilamente, todo lo contrario a como se hallaba él. Jennie atendió y quedó estática, jamás lo había visto en sus cinco años de su estancia en el palacio, siempre estaba en la cocina y de ahí nunca salía; fue un grandioso milagro que la hayan convertido en doncella. Le habían enseñado el respeto hacia Sus Majestades, pero estaba tan impresionada que casi olvidaba la obligatoria reverencia.

—A-Alteza —dijo torpemente.

—Buenas tardes —saludó cordial—, ¿Lord Jimin está ocupado? Quiero hablar con él —demandó.

—Oh, sí, él está...

Jimin abruptamente se hizo presente entre las dos personas con una cara de fastidio y enojo, miró al príncipe sin preocuparse de su desaliñado aspecto, a través de sus bonitas facciones le expresó su gran descontento y lo indeseable que era su presencia frente a su pequeño cuerpo.

—¿Qué quieres? ¿Vas a echarme de una vez por todas? —preguntó sin rodeos, sin complicaciones de demostrarse rebelde ante un superior—. Quiero irme de aquí.

El rostro sereno de Yoongi se transformó enteramente. Si bien, el príncipe no quería eso, siquiera en sueños se lo había imaginado ante una posible escena como esta; estaba en desacuerdo con aquel deseo infernal. No lo permitiría. A Jimin lo necesitaba en la Selección, sin embargo, a penas de que comenzara la competencia, se impuso no tener en contra de su voluntad a ningún participante; pero aquello era inválido si se trataba del castaño. Todo era diferente con él: la relación tímida y limitada —y ahora muy distanciada— que habían estrechado, esas miradas que a ambos le conmovían algo misterioso en su interior, la contrariedad de sus vidas y de cómo son, la rebeldía que tiene Jimin al enfrentarse ante un Uno.

Esas grandes diferencias le encantaban a Yoongi. Le encantaba Jimin. No iba a dejarlo partir por más que el Seleccionado quisiera. Lo sentía, estaba en contra de su moral infringir lo principal, pero era su decisión.

—No te irás de aquí —dijo. Observó las llamas heladas que desbordaba el castaño a través de su iris azul, enrabiado—. Fuiste el primero en quien me fijé y quiero descubrir por qué. Y te digo que me llevará un buen tiempo en saberlo.

El Lord rió sin gracia.

—¿Quieres más tiempo para conocerme? ¿O más tiempo para que me humillen y termine siendo el malo de la historia?

—Por favor, Jimin —rodó sus ojos grises más brillantes que cualquier otro día—, quiero hablar contigo sobre lo sucedido; arreglar las cosas. Tú estuviste solo en aquella sala...

—¡YoungJae estaba ahí! ¡Él fue quien lo hizo! —vociferó cansado de la ceguera del príncipe—. ¡Yo soy el que dice la verdad!

—Todos dicen que YoungJae y BaRom fueron a los baños y tú te quedaste solo allí. No existe la más remota posibilidad de que lo haya hecho él —se opuso a la verídica narración.

—Mira, si dices o insinúas otra vez que yo lo hice, te cerraré la puerta en la cara —advirtió firmemente el castaño causándole cierta sorpresa a Yoongi—. Es raro que yo sea el que te dé una oportunidad en este momento para solucionar las cosas, pero ya no aguanto la estupidez que hablas.

—¡Jimin! —exclamó el pelinegro harto de la insolencia del Seleccionado, era un situación inaudita. Intolerable—. ¡Solo acéptalo y ya! ¡Tú...!

—Te lo advertí —murmuró rápidamente y cerró la puerta, tal y como lo había prevenido segundos antes.

Se recargó en la pared y suspiró pesadamente. Increíble: pensaba que el príncipe se disculparía con él, porque, al fin, había caído en las redes de la verdad y se situaba al frente de su habitación por lo arrepentido que debería estar. Pero no. Solo se presentaba ahí para recordarle la gran razón que tenía Yoo YoungJae, el chico más perfecto para ser el marido del próximo rey.

—Lord Jimin —mencionó Jihyo angustiada—, pero ¿por qué le habló así? Él es un...

—No... —levantó su dedo índice ordenando que callara—. No digas nada, por favor.

Las tres doncellas entendieron el momento y reanudaron su trabajo con el cuidado de no hacer el más mínimo ruido que altere cualquier nervio sensible del castaño.

El muchacho físicamente estaba en las mejores condiciones, un ser guapo a envidiar, pero interiormente sentía la dolorosa manera en que se desmoronaba y no hallaba formas para reconstruirse o unir esos genuinos pedazos rotos. ¿Cómo debería actuar ahora cuando esa persona por la cual está recién sintiendo las dichosas mariposas erráticas en su estómago le falla magníficamente? ¿Por qué la persona que le atrae tenía que ser justamente el príncipe de Seúl? ¿Por qué su vida era tan dura e injusta? ¿Acaso los Sietes solo están destinados a pudrirse en la pobreza y jamás salir de ahí?

Negó con la cabeza. Todos merecen una oportunidad en la vida, no importan los altos y bajos que contenga el transcurso para cumplirlo, hay que sacrificarse o arriesgarse, de otra manera nunca llegarán a conocer el éxito.

El castaño quiso saciar su frustración y no encontró mejor manera que agarrar un adorno pequeño de vidrio y aventarlo violentamente contra la pared, el objeto cayó en docenas de pedazos asustando a sus doncellas, pero, a pesar de causar terror y peligro en las jóvenes, se sintió aliviado como si su sistema se hubiera apagado.

Alguien tocó preocupadamente la puerta.

—¿Se encuentra bien, Lord Jimin? —preguntó desde fuera aquella voz familiar que comenzaba a apreciarla y agradecerle por aparecer en los instantes precisos.

HyeRi abrió y temblorosamente le respondió que todo estaba en perfecto estado.

—Si desea algo, Lord —habló nuevamente el soldado Jung cuando el muchacho estuvo a la vista—, no dude en pedírmelo —sonrió amablemente.

—Necesito ir al jardín —ordenó velozmente, esperando que el soldado aceptara y lo llevara lo más pronto posible al aire fresco y áreas verdes de los alrededores.

El hombre de uniforme dudosamente asintió: a esas horas era demasiado inseguro dar un paseo normal, luego de que la mañana anterior le advirtieran de las amenazas que se estaban haciendo visible de a poco en sectores concretos del palacio a causa de los rebeldes, a cada soldado le enviaron a cerciorar la seguridad implantada y proteger el palacio de cualquier discrepancia que se presentara; por ningún motivo debían permitir lo que pedía Jimin, pero siempre habían excepciones con él.

¿Qué poseía aquel singular joven hermoso?

Llegaron al sitio establecido, pero el soldado Jung, en vez de retirarse, se quedó a su lado cuidándolo de una inminente aparición de los rebeldes; tampoco tenía la intención de separarse de él.

De repente, Jimin embargado de soledad y temeroso de aquella sensación abrazó a su fuerte acompañante sin preguntarle si podía, buscó entre aquellos cómodos brazos la comprensión que él tanto quería y necesitaba, la cual, por más que trataba, no hallaba en sus doncellas..., ni en Yoongi. Se aferró mucho más a él y sollozó ante el fatídico recuerdo.

«Sus abrazos son como los de mi padre...», pensó, trayendo al presente la imagen de un niño pequeño despidiéndose felizmente de su progenitor acurrucándose entre aquellos agradables brazos; la última vez que sintió a su padre cerca después de que no regresara nunca del trabajo.

Sollozó con más intensidad.

—No sé por qué le diré esto —habló el soldado Jung—, pero siento que tengo que protegerlo, de todos, del peligro, inclusive del príncipe si le llegara a dañar. —Se soltó y acercó más al pequeño a su cuerpo.

A ambos no les importaba si alguien estuviera mirando la escena y malinterpretando las cosas, de todas maneras si preguntaban ellos dirían la verdad. Como siempre.

Amo el HopeMin 😔✊

Les dije que no me demoraría en actualizar xd

Estoy pensando en regalarles otro capítulo por hoy, el capítulo anterior recibió mucho apoyo, gracias por eso ❤️

Príncipes llegó a los 17k de leídas y 3k de votos 🥺, muchas gracias personitas hermosas ❤️

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