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Dedicado a: JimGim ; Ferminavimin ; Moonxxhs ; LizzyVBustamante ; AgustDKittyG ; LaAzucarDeMinYoonGi ; kokminie ; lapatroncitadelbardo ; Unicorn_xlovexbts ; krishnat20042706 ; KissahyungKim ; MissCutyMC ; Annii_Soto ; AmeLOli06 ; BlancaP2002 ; TamaraAcosataVega ; MariaRL907 ; Nicole_Calcina ; AeGiLachimolala ; Macaky
Ahora lo haré con los primeros 5 comentarios xd. Para una dedicación el próximo capítulo
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Al siguiente día, el cuerpo del muchacho despertó muy enérgico por unas incontenibles ganas de aprenderlo que tenía por desconocido. La lectura estaba solo un poco desarrollada, gracias a Dahyun, pero no ayudaba lo suficiente para entender las palabras que siempre habían a su alrededor; la escritura ni por asomo la había estudiado ni reconocido, una vez junto sus mayores sus mayores esfuerzos y trató de unir las consonantes y vocales de su nombre. Fue un intento fallido, como era de predecir.
Albergaba en su mente la idea de hablar con Dara para hacer un trato secreto sobre su desventajosa dificultad; no quería que nadie se enterara, claramente, porque ya bastaba el hecho de que se rieran los jóvenes participantes por su origen para que ahora agregaran la burla de su analfabetismo. Sentía que todo el palacio lo rechazaba de una u otra forma o se negaban a aceptarlo.
Pero hoy, era un día de objetivos y necesitaba repeler toda la negatividad que danzaba en sí mismo.
Por lo tanto Jimin, por la vestimenta que había observado ayer en la Sala de Hombres, les comentó a sus doncellas lo incómodo que se sintió al ser el único muchacho vestido informalmente, por lo cual les pidió alguna prenda adecuada para cualquier ocasión en caso de una inminente reunión y, si era posible, que fuera fácil de llevar, algo agradable. Las jóvenes con los ojos brillantes y ansiosas por su trabajo ya tenían en mente lo pedido por el castaño, sus mentes maquinaron el textil sin problemas. El adiós y la sonrisa agradecida de Jimin fueron ignoradas totalmente debido a la carrera de ellas al salir rápidamente por la puerta.
Cuando habían regresado con sus sonrisas imborrables e intachables y un traje en los brazos de HyeRi, estaban conscientes que su trabajo fue completamente logrado, la risa maravillada de Jimin fue la mejor recompensa que habían obtenido dentro del palacio, incluso estuvieron de acuerdo a que era mejor que la paga mensual que recibían.
El castaño vistió la suave tela e, increíblemente, admiró demasiado la manera en que se veía en el espejo. La camisa blanca abrochada hasta el último botón, los pantalones negro casi ajustados y el par de tirantes que fueron los que le fascinaron. Siempre le gustó aquel estilo, pocas veces miraba las vitrinas de ropa y a través de ellas se dejaban ver a chicos vistiéndolos, modelándolos o comprándolos. Cuantas veces quiso arroparse decentemente, pero el presupuesto decía "no" cada vez que el deseo de comprar salía a flote, y ahora los podía usar sin impedimentos.
Felicitó y agradeció vigorosamente a sus doncellas y se empeñó en buscar a Dara, la que, si aceptaba, sería su maestra furtiva.
Descendió la larga escalera alfombrada de un color rojo vino que conectaba con la segunda planta donde todos los Seleccionados habían sido asignados. Desde ahí (para Jimin, ya que su habitación se encontraba justo frente al jardín) la vista era increíblemente hermosa: los árboles se cernían con respeto sobre la tierra, las gruesas ramas con hojas verdes siseaban cada vez que el viento pasaban entremedio de ellas, los pájaros cantaban con miedo y volaban desesperados cuando esto ocurría, intimidados por la naturaleza; además, el sol jugaba a las escondidas cuando veía que la luna salía a buscarlo, ocultándose detrás de los altos árboles. Sí..., era una vista preciosa, se sentía privilegiado de admirarla.
Cuando iba a ingresar a la Sala de Hombres se detuvo pensando con un deje de intuición en que tal vez Dara no estaría ahí, sino que podría hallarse en otro lugar cumpliendo alguna labor cotidiana. Por lo tanto, para que no desperdiciara minutos, se acercó tímidamente a la figura poderosa de un soldado.
El hombre uniformado al ver que un cuerpo pequeño se instalaba frente suyo, hizo una reverencia.
- Buenas tardes, Lord Jimin.
- Buenas tardes... -saludó y reconoció en un segundo el rostro del individuo -, soldado Jung.
- ¿Se le ofrece algo?
- Sí... -titubeó un poco-. ¿Sabe dónde se encuentra Dara?
-Me parece que está en la biblioteca. ¿Quiere que lo lleve? -propuso.
-Por favor, si es tan amable... -enroscó su mano en el brazo ofrecido por el soldado.
Ambos callaron, pero Jimin ya veía venir la incomodidad que se iba a sumar en el sitio.
Esperaba que la biblioteca no estuviera demasiado lejos, luego no sabría cómo volver después de que terminara de hablar con Dara. Aquel palacio es totalmente un lío si se trata de pasillos, el castaño estaba segurísimo que en la inmensa estructura habría pasajes secretos, oscuros y tenebrosos. La singular sensación de protección ya no la sentía a su lado cuando el soldado lo dejó en el lugar pedido, el gran espacio donde comandaban cientos de libros amenazaban la pequeñez de Jimin.
El área de la biblioteca era ocupada por tres filas con diez hileras cada una por unos eminentes estantes de caoba. Los libros estaban ordenados por categorías sin dejar ningún espacio libre en las repisas, diversos colores oscuros pintaban cada mueble. En medio de su observación, algo escalofriante y tétrico, escuchó el bajo y suave sonido de los tacos de Dara; así que sin ganas de querer estar más tiempo solo y haciéndose amigo del miedo, se encaminó hacia el cuerpo elegante de la mujer.
-¿Dara? -la llamó sin levantar su delgada voz.
Ella volteó, mirándolo de arriba hacia abajo recordando el nombre del muchacho.
-Lord Jimin -saludó con una sonrisa calculada-. ¡Qué sorpresa! ¿Buscas algún libro?
El joven se quedó en silencio, cohibido por un momento al recordar su analfabetismo. Miró hacia los estantes y deseó poder agarrar uno y leerlo tan rápido como le fuera posible, ¡leerlos todos! Pero ahí estaba vigilando su defecto, procurando que el joven no intentara avanzar y solamente quedara como un lerdo.
- ¿Me ayudaría en... una cosa? -preguntó tímido-. O sea, primero le cuento mi situación y decidirá usted si me presta su ayuda.
La mujer reposó su libreta en la mesa que estaba junto a ella y cruzó sus brazos para atenderlo completamente. Dara asintió y lo reconfortó con una sonrisa.
-Mire..., ahm..., pues... -Sus palabras fallaban cada dos por tres haciéndole ver como un tonto sin seguridad-. Yo... Yo no sé leer ni escribir y...
-¿Qué? ¿Cómo que no sabes? -inquirió sorprendida y desilusionada-. ¡Eso es lo primordial en la vida! ¿Cómo pudiste vivir sin ello?
-Bueno, cuando eres casi un esclavo, no se necesita leer, mucho menos escribir, solo se necesita escuchar -susurró con pena-. Las castas inferiores no tienen educación, ¿sabe? Pero por suerte mis hermanas van a la escuela gracias a los ahorros reunidos por mi madre y yo, al menos ellas no serán un inútil como yo.
Dara comprendió el esfuerzo y sacrificio con el que ha actuado Jimin por todos los anteriores años, admiró el futuro seguro que le daba a sus hermanas más que por él mismo, lo importante que tuvo que ser en su familia, por lo que su lado piadoso y solidario salió a encarar al joven indefenso.
-De acuerdo -aceptó-. Pero este trato no lo tiene que saber nadie, ¿está bien? Ni siquiera que sufres analfabetismo -agarró su libreta negra y comenzó a anotar-. Todos los días a las seis de la tarde vendrás a la biblioteca -daba las órdenes mientras se centraba en su escritura-, te enseñaré todas las asignaturas; escogerás un libro y leerás cada día, así progresas en tu tiempo libre. Y, por favor e insisto, que nadie se dé cuenta de esto, yo solo estoy enseñando la conducta y protocolo que debe tener un príncipe.
-Sí, está bien, no le diré a nadie -respondió eufórico, estaba feliz, al fin iba a salir de la línea de partida para llegar a la meta ansiada por años.
Imprevistamente, el abrazo veloz de Jimin rodeó el cuerpo de Dara, esta reaccionó sorpresiva ante la acción pero recuperó su estabilidad cuando el muchacho repetía innumerables veces la palabra "gracias" sin respirar y de repente aplicando fuerza en su emotivo movimiento.
-Ya, ya -lo separó de sí-. Lord Jimin, para llegar a ser un príncipe debe siempre mantener la compostura ante cualquier situación.
-Lo siento, lo siento; claro, un príncipe -se disculpó y sonrió con efusividad-. Gracias por ayudarme, Dara, de verdad lo aprecio demasiado.
Ella asintió y volvió su vista a la libreta continuando con lo que había sido interrumpida momentos antes. Jimin se retiró, pero cuando puso un pie fuera de la biblioteca sintió el impacto de un cuerpo contra el suyo, fue muy brutal, casi provocó una fuerte caída. El castaño fijó su par de ojos en el sujeto y no era más que uno de los Seleccionados. El joven era mucho más alto que él, parecido a la estatura del príncipe, pelo castaño oscuro y detrás de sus párpados sobresalía el color café mezclado con el verde. Muy geniales y atractivos, siendo honestos.
-Disculpa, no te... ¡Hey, tú eres el Siete! -gritó impresionado y alegre.
-Sí, soy yo. Pero tengo nombre y es Jimin. Y si vienes a molestarme, te digo que no tengo tiempo para tipos inmaduros -agregó.
-Uh, bájale a tu carácter, compañero, solo quiero ser tu amigo -dijo con franqueza-. Es más, te estaba buscando, una de tus doncellas me dijo que habías salido, pero no sabía dónde. Así que salí en tu busca -alzó sus pulgares dando por finalizada su explicación.
Jimin le dirigió una mirada de recelo. ¿Sería verdad que aquel chico dijera la verdad? ¿Es posible que solo a uno le importe que, en su pasado, fue un Siete? ¿Amigo de la basura Park?
-Soy Jeon Jungkook -le tendió su mano, amistoso. Era bastante sincero su comportamiento-. Anda, tómala, no soy YoungJae.
El castaño sonrió agradándole la conducta espontánea, despreocupada y simpática del muchacho, pero por sobre todo veraz e inteligente. Dedujo, por las últimas palabras, que YoungJae también había hecho algo en contra suya advirtiéndole la distancia mínima que debía tener de Yoongi. Quizás no con la misma intensidad, odio y asco que fue con él, pero similar. Eso significaba que Jungkook también odiaba al muchacho de cabello blanco.
Los dos comenzaron a caminar todavía sin saber muy bien a dónde se dirigían, ya que ambos aún no tenían un conocimiento concreto de los lugares del palacio, aunque ir agradablemente acompañado no tenía relevancia el destino. Poco tiempo tardaron en llevarse bien, incluso bromeaban como si fueran camaradas de toda la vida y reían escandalosamente por los elegantes pasillos amarillentos.
Daban la impresión de ser los mejores amigos del mundo... y lo iban a ser. Se sentaron junto a la ventana observando el paisaje verdoso, pero de repente un movimiento brusco atrapó del todo su atención, el par de miradas se proyectó directamente a las dos personas que estaban hablando en el jardín del palacio.
Era el príncipe y YoungJae.
"Están demasiado cerca...", especificaba en su mente, atento a la pareja. "¿Pero qué...? ¿Cómo tan...? ¿Pueden hacer eso? "
Se había dicho interiormente impactado por lo que estaban presenciando; YoungJae besaba a Yoongi en los labios con ímpetu, este último no se quejaba en absoluto, es más, aceptaba gustosamente el atrevimiento apegándolo más a su fuerte cuerpo.
Jimin observó a Jungkook preocupado y ambos concluyeron en la misma sensación desagradable: YoungJae iba por encima de todos los jóvenes y aquello era absolutamente nada bueno.
Se retira lentamente...
Si hay errores ortográficos, lo siento, ando media dormida escribiendo esto xd.
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