3. Ellos ❂
En algún lugar de la capital.
—Elio, mira... según el mapa, el zoológico está a tres kilómetros de aquí —comentó, Roy, el del polo blanco.
—No me parece mala idea, podemos comer ahí —le respondió.
—¡Hey! ¡Par de mensos! —Exclamó el de la pulsera roja, Ricky, sentándose apresurado en la mesa—. Me he enterado de algo.
—¡¿Qué?!
—Este fin de semana, habrá un rally... ¡En una isla!
Rápidamente, Ricky extendió el tríptico que trajo mientras les indicaba todos los pormenores del acontecimiento automovilístico.
—Oye, ¿Como que estamos un poco lejos no? —cuestionó, el del cabello rubio, Elio.
—Hay varios vuelos en el día y no están tan caros —respondió Ricky.
—Veo que has averiguado bien —habló Roy.
—¿Qué dicen? El lugar es estupendo y de seguro habrá muchas chicas —comentó con libido, Ricky. Los otros dos le siguieron el juego.
—Aún no puedo creer que nos hayamos dañado los ojos con esa estúpida luz.
—¡Hombre! Mirar directamente a un led de ese tamaño es una salvajada. Se los dije, pero como siempre no me escuchan —se quejó Ricky.
—Debe haber sido muy fuerte para que nos dieran estos lentes por tres días.
—No lo sé. También debimos de estar muy mareados porque no recuerdo cómo es que llegamos a ese lugar. ¿Cómo rayos se encendió esa cosa? —Añadió Elio, mientras tomaba su jugo.
—Ni idea. Ya regreso, voy al baño —comunicó Roy.
Estando en los servicios, Roy intentaba verse en el espejo con los lentes oscuros, tuvo curiosidad de cómo se veían sus ojos después de lo que ocurrió. La parte blanca que bordeaban sus ojos azules aún seguía muy roja.
—¡Rayos! Se ve terrible —terminó diciendo para volver a colocarse los lentes.
Un hombre de extraña apariencia entró al lugar colocándose frente a un urinario. Roy lo vio y comenzó a lavarse las manos. El tiempo avanzaba y tenía que ir junto con sus amigos al zoológico. Cuando se dispuso a salir, la mano de aquel hombre detuvo la puerta. Roy se sobresaltó.
—¡Qué haces! —exclamó.
Rápidamente el hombre fornido lo empujó hacia la pared, ambos forcejearon. En cuestión de segundos giró su cabeza al lado izquierdo y le quitó los lentes.
—¿No eres tú? —susurró aquel hombre, soltando de manera violenta a Roy. Movió la cabeza en negación y salió disparado de ahí.
—¡Agarren a ese tipo! —gritó con nervios y con la respiración agitada.
Sus amigos, que se encontraban cerca, llegaron hasta él e intentaron calmarlo, pero no lo lograban, estaba muy ofuscado. Llegó el administrador de la cafetería en la que estaban y comenzó a oír lo que le había ocurrido en los servicios. Sin perder el tiempo, fueron al cuarto de vigilancia para identificar aquel hombre que decía él lo había agredido. Al revisarlo no vieron a nadie entrar a parte de él.
Roy no podía creer lo que estaba viendo. El susto se apoderó de él.
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