2. Encierro ♒

Bajo la oscura noche acompañada de tinieblas que envuelven a ambos lagos, a lo lejos, desde las praderas; desciende Ener, la guardiana de la maravillosa isla. Sus súbditos: los duendes, la acompañan. Las aguas dulces del lago más pequeño se iluminan de acuerdo a su color, bellas doncellas emergen para llevarse a su presa: un humano.

—Ídon, aún estamos a la espera de los príncipes que nos prometiste. Cada vez es más difícil traer un humano a sus aguas —indicó la guardiana, al Rey del Lago Verde.

—Lo sé, Ener —respondió con congoja—. La princesa Aria insiste en que el tritón de tiempo atrás era igual que ella, pero la Reina Isa nos dice que no tiene a nadie así. Estamos buscándolo.

—Cinco días Ídon, tienes cinco días para traer a los futuros príncipes ante mí, de lo contrario, Aria deberá ser sacrificada en compensación por los humanos que les hemos traído.

El rey del lago verde agachó la mirada y suspiró, ya había perdido a sus dos primeras hijas y podía perder a la tercera. Miró a Ener, ambos se despidieron con una reverencia e inmediatamente descendió por sus aguas.

En la profundidad de aquel lago pasando por una muralla de frágiles plantas cubiertas con flores extrañas, se encontraba un reino formado por piedras blancas. Sirenas y tritones de agua dulce la habitaban. A pocos metros del reino, se hallaba una celda hecha de los más fuertes tallos tomados de la superficie, dentro se encontraba prisionera Aria, la última y única princesa dual de dicho lago. Sus cabellos eran lisos y negros, su piel era muy blanca, su cola de escamas podía destellar los más bellos colores. La razón por la cual es una princesa dual, es porque sus ojos son de diferente color: uno verde y el otro azul.

Hace muchos años cuando era más joven, conoció a un tritón del lago azul llamado Ki. Inmediatamente se hicieron muy cercanos. Él era corpulento y dueño de una amplia cola, su piel blanca y cabello largo del color de la noche era lo que le gustaba a Aria, pero nada le atraía tanto como sus ojos.

Aunque estaba prohibido, ellos salían a encontrarse bajo los rayos del sol en su forma humana. Juntos recorrían las grandes praderas de la isla disfrutando de la magnánima naturaleza que los rodeaba, nada los hacía más felices que estar unidos, confundidos entre tanta gente. Los camachuelos, que eran las aves que invadían la isla, eran testigos de aquel dulce amor.

Un día, Ki, decidió plasmar la silueta de aquella ave detrás de su oreja derecha con una tinta proveniente de una rara flor, aquella tinta se impregnaba en la piel. Con ello recordaría siempre a su amada.

Luego de mil días y mil noches juntos, Aria y Ki decidieron reunirse en el puente que dividía a sus lagos bajo una hermosa luna llena. De pronto, el color de las aguas de ambos lagos se iluminaron fuertemente. Un gran grupo de sirenas y tritones liderados por sus reyes irrumpieron.

—Ki, tritón del lago azul, has osado seducir a una de las princesas del lago verde sin ningún permiso —pronunció Ídon, con disgusto.

¡¿Princesa?! ¡¿Aria es una princesa?! Se preguntó Ki con asombro mientras su amada lo sostenía mirándolo con culpabilidad.

—Un simple tritón no puede estar con una princesa sirena de ninguno de los lagos. ¡Captúrenlo! —exclamó Isa, reina del lago azul.

Las más bellas sirenas y los más apuestos tritones de ambos lagos, saltaron al puente para separarlos. Aria agarró a Ki enérgicamente, preparándose para luchar contra todos, mientras tanto, Ki, estaba pasmado ante la noticia que recibió. Estar con alguien de la realeza, siendo tan solo un vasallo, se castiga con la muerte. La princesa comenzó a defenderse sin soltarlo en ningún momento, pero éste le fue arrebatado por los tritones. Ki, podía ver que la distancia que los separaba se alargaba cada vez más. Su corazón le empezó a gritar. Cobró sus sentidos. Luchó y luchó para no ser separado de ella. Sin embargo, ninguno tuvo éxito. Entre gritos y sollozos, la separación fue inminente. El dolor y llanto de la princesa fue tanto, que desató una lluvia intensa sobre la isla. Aria fue arrastrada a lo más profundo de su lago. Su padre, en compañía de sus dos hermanas, la encerró.

Desde ese día han pasado otros mil días y mil noches deseando saber qué fue de su amado. Desde ese día su corazón llora al sentir el alba dando paso a la luz del día haciendo más clara su agua. Desde ese día espera fervientemente que él descienda para rescatarla, porque sólo una sirena o tritón dual puede sumergirse en ambos lagos sin lastimarse.

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