Capítulo 61: Oscuridad (Final)
«Año 946, Era Slorrance, Castillo de la familia real»
Envuelto en sombras, salió de la oscuridad. Caminó entre los cadáveres y se acercó a Aris.
—Buenos días, damas y caballeros—saludó el hombre de ojos oscuros. Respiró profundo y sonrió—Adoro el olor de la sangre y las tripas... exquisito.
Vestía una larga toga negra, como la de un mago, con finos detalles dorados, que brillaban como estrellas. Su largo cabello negro se confundía con su hermosa capa negra, sus botas negras...todo lo que usaba era de color negro. Y sus ojos, tan oscuros como dos profundos lagos en una noche sin luna, con una belleza siniestra y encantadora. Sin dudas era alguien sumamente guapo y pálido, pero tenebroso a la vez.
Aris supo de inmediato que era alguien fuerte, podía sentirlo.
El hombre de negro sintió su hostilidad y exclamó rápidamente:
—No vengo aquí para pelear contigo amigo mío. Antes de que sigas, quiero que mires a alguien—señaló a Ethan y lo miró—¿Ves la tristeza en sus ojos? ¿ves cómo te mira tú querido Ethan? Pobre de él...
Al verlo a los ojos Aris supo que estaba diciendo la verdad, y al escuchar sus preguntas se giró hacia Ethan y notó la mirada en sus ojos, y se sintió culpable. La ira en él se apaciguó un poco y se lamentó en su interior.
—...Lo siento—bajó la mirada y miró sus ropas llenas de sangre.
—Está bien Aris. Ya no necesitas seguir con esto...—respondió en voz baja y lo observó con alivio—Ven, acércate...
El rey quiso evitarlo, pero el hombre de negro lo miró con una expresión amenazante.
Aris caminó hacia Ethan, observó las heridas y la sangre en sus ropas, y las esposas ensangrentadas que colgaba de sus muñecas. Se sintió muy mal y arrepentido de sus acciones, lo abrazó con miedo y se disculpó con él, una y otra vez. Ethan lo consoló y trató de calmar su aturdido corazón...Su magia desapareció y el hielo se derritió, sin dejar rastro. Khilsha se retiró de las paredes y la oscuridad abandono el salón.
El hombre encapuchado caminó hacia el hombre de negro y no dijo nada.
—Bien, siguiendo con el asunto—el hombre de negro acomodó sus elegante ropas y dijo—Es un gusto presentarme ante todos, mi nombre es Edward Tenebris, hechicero, Elegido del Dios de la Oscuridad Myrkur, es un placer—y se inclinó ligeramente en saludo.
Cuando Ethan escuchó la palabra "Elegido" no pudo evitar mirarlo con asombro. Al igual que "Hechicero".
"Pero los hechiceros dejaron de existir hace muchos años, entonces ¿de dónde salió él?"
—Y esta encantadora, hermosa, fuerte y elegante persona a mi lado se llama William Fair, mi guardián asignado. Y el amor de mi vida—y dijo esto último con voz muy bajita.
—Sé un poco más formal, ¿quieres? —dijo William, un tanto avergonzado.
—Pero me gusta alardear de ti, nunca tengo la oportunidad—se acercó a él y lo abrazó por la cintura.
—Recuerda por qué estamos aquí...
El rey se sintió aún más mareado al escuchar el apellido de William.
"¿El clan F-Fair?"
—Hey, rey de mierda—exclamó William, mientras aún era abrazado por Edward—Ni pienses que te he salvado el pellejo, yo más que nadie quisiera ver tu cabeza rodar por todo el maldito continente—y sacando una espada corta de debajo de su capa lo apuntó de manera amenazante.
Aprovechando todo está situación Harrison se coló entre la multitud y caminó con cautela hasta Lowis y los demás.
—¿Por qué corriste tan de repente? Eso fue demasiado peligroso—susurró al encontrarse con su hijo.
—Lo siento, no pude evitarlo—respondió Lowis.
—Pero todos están bien ¿verdad? —dijo preocupado, al ver el estado de Ethan, Tristan y Aris.
—Sí, todos están bien—Lowis calmó a su padre y lo acercó a su lado....
—Estoy tan emocionado de estar aquí que no sé por dónde empezar—exclamó Edward soltando por fin a William—Pero, primero que nada, me alegra verte de nuevo Ethan, te ves bien.
—Y-Yo.... pero nunca lo he visto en mi vida—se excusó Ethan confundido.
—¡Sabía que estabas con este sucio bastardo! —exclamó el rey enojado.
—No seas tan estúpido—respondió Edward rodando los ojos—No estamos confabulados, para nada.
—¿Entonces? —dijo Ethan.
—Nosotros fuimos quienes te robamos, cuando eras un bebé—contestó riendo—Lo siento por eso, fue por mero impulso.
—Maldito—musitó el rey con los dientes apretados, al recordar ese día.
—Pasaron muchas cosas, yo quería quedarme contigo, pero a William no le gustan los niños.
—No es que no me gusten, ellos me odian—se defendió y se cruzó de brazos.
—La cosa es que al final decidimos buscar a una pareja de esposos que no pudieran tener hijo, y te dejamos ahí. Con los Dayholt—su mirada se tornó sombría, y miró al rey con una sonrisa helada—Entonces me pregunto, ¿qué está pasando aquí? ¿por qué los padres de Ethan están muertos? ¿Mm?
He vendido aquí el día de hoy para hablar con el elegido del agua, pero me encuentro con todo esto...
El rey guardó silencio y lo miró con cierto temor.
—Robamos a Ethan porque William ya no soportaba ver a tantos reyes malvados, que sólo buscan poder. Ver qué un niño tan lindo y tierno iba a convertirse en algo tan asqueroso...yo tampoco pude soportarlo.
Quién iba a pensar que al final terminaría aquí, bajo este mugroso castillo.
—Es tú culpa, si tú no nos hubieras...—pero rey no pudo terminar de hablar y se tragó sus palabras.
—Estoy confundido—interrumpió Ethan—No sé muy bien de qué hablan.
—¿Esa basura no te ha contado la verdad?—exclamó Edward con asombro y señaló al rey—Bien, déjame explicarte todo desde el principio...
Hace muchos años, cuando estaba aburrido, decidí arrojar una maldición a la familia real: «Si el primogénito no es coronado rey, su dinastía caerá y se arrastraran en el lodo»
Por eso este estúpido rey está tan desesperado por coronarte, porque la familia real está maldita—y diciendo esto último con diversión rio en voz alta.
—Luego quise cambiar las cosas un poco—dijo William—Por eso decidimos secuestrarte cuando era un recién nacido. De esa manera este horrendo reinado llegaría a su fin.
Miró al rey lleno de ira y exclamó:
—Mi odio hacia los Slorrance no ha cesado desde ese día. Juro por mi nombre y mi honor que ustedes caerán...sucias ratas.
—Entonces contesta, Rey Slorrance—dijo Edward—¿Qué sucedió con los padres adoptivos de Ethan?
—¿Por qué me preguntas eso? Yo no tengo nada que ver con...
Edward ahora estaba frente a él, su cuerpo se había transformado en oscuridad, apareciendo entre un espeso humo negro.
—Tu lengua será tan larga como serpiente, se deslizará por tu interior y masticará tu cerebro, mientras te retuerces en agonía...Habla ahora o mis palabras malditas caerán sobre ti—amenazó Edward con ojos malévolos.
—Y-Yo...los maté—dijo al sentir su intensa mirada.
Ethan sintió algo frío subir desde su abdomen, su corazón se aceleró y su piel se erizó, tornándose muy pálida.
—¿Q-Qué? —exclamó alterado.
—Explícalo—ordenó Edward, sin dejar de mirarlo.
—Hice que unos magos volvieran loco a Liam Dayholt. Lo expuse a muchos medicamentos desde muy joven, lo volvieron inestable y malvado. Lo incité a matar a su familia...lo convencí de que la odiaba, y que quería el título de Marqués—contestó molesto y nervioso.
—No existe alguien más estúpido que tú...casi matas a tu propio hijo—comentó Edward—¿Por qué los mataste?
—P-Por qué eran demasiado queridos por la gente, temía que su poder creciera... y que algún día derrocaran a la corona.
—Maldito—dijo Ethan con ira, apretó sus puños y tembló—¡¿Cómo pudiste hacerlo?! ¿Por qué tenías que usar a Liam? Él era alguien amable, tímido y dulce... siempre pensé que el que hiciera todas esas cosas horribles no era normal, no era algo que él hiciera...Fue porque tú lo volviste loco, ¡Tú hiciste que los matará! Me las pagarás, voy a matarte hijo de perra, ¡lo juro!
Aris compartió su ira y la maldad comenzó a nacer de nuevo en su corazón.
El rey evitó su mirada y suspiró con fatiga.
—Insisto, no hay nadie más estúpido—y rodó los ojos con fastidio—¿Hiciste esto con alguien más?
—...Si—dijo tratando de ignorar el insulto.
—¿Con quién?
—Con...los Kernovich, y muchos otros nobles.
El corazón de Lowis y Harrison dieron un vuelco al escuchar sus palabras. No podían creerlo.
—Continúa.
—Los Kernovich se estaban volviendo más cercanos a los Dayholt, y también son queridos por su gente. Pensé que lo mejor sería matarlos también...así que envenené a su esposa embarazada, para que ambos murieran, y así el apellido Kernovich se extinguiría, al igual que los Dayholt.
—No....—musitó Harrison, y su voz tembló—¿Por qué? Mi esposa...y mi hijo, ellos eran inocentes, no hicieron nada...Oh, mi querida Luzbel.
Su mirada decayó, su corazón dolió, y lloró amargamente en silencio, se cubrió el rostro con una mano y su cuerpo se sintió débil.
Lowis se llenó de rabia y tristeza al ver a Ethan así, y ahora su padre... Todas las personas que le importaban habían sufrido en las manos de los reyes. Abominable... imperdonable.
—Te maldigo hijo de puta—gritó Lowis enojado y caminó unos pasos hacia adelante—Lastimaste a todas las personas que amo...a mi padre, él sufrió mucho por la muerte de su familia, se volvió alguien frívolo, y casi se desvía por el camino incorrecto. Ethan...y también Tristan, ¡¿cómo pudiste hacerle eso a tu hijo?! Él era sólo un niño, nunca hizo nada malo—y con sus dientes apretados por la ira dejó caer dos amargas lágrimas.
Edward miró a Tristan y observó el estado en el que se encontraba. La tristeza y la ira de Ethan, y lo devastado que estaba Harrison.
Luego miró el rostro indiferente del rey, y la oscuridad brotó en su corazón. Con ansias de maldecir a alguien, y llevarlo a la desesperación...
—Sé que la venganza y la ira no harán que las cosas vuelvan a la normalidad, ni traerá a los muertos a la vida, pero no está demás que los responsables sufran un destino...aún peor.
Todo el salón cayó bajo una atmósfera pesada, y una extraña oscuridad ascendía desde el suelo.
Edward tenía un talismán colgando del cuello, de un rojo intenso, como el color de la sangre. Un ojo se abrió en el interior de la gema y tembló con malicia.
—¡Dijiste que no podías matarme! ¡Lo dijiste! —exclamó el rey asustado.
Hace mucho, Edward le dijo que no podía matar a nadie de l familia real, por eso se sentía confiado y no temía a muerte.
—Es correcto, los dioses dictan que tu hora aún no ha llegado. Y que no debes morir por la mano de ningún Elegido, pero eso no quiere decir que no pueda maldecirte—exclamó con una sonrisa retorcida y se rio con gran placer. Su voz resonó en el ya oscuro salón, y un escalofrío recorrió el cuerpo de todos los presentes.
La oscuridad brotaba de su piel y ropa, y sus ojos brillaron con un rojo intenso. Sus dientes blancos relucieron con maldad y su amuleto flotó ligeramente.
Unió sus dedos índices, anulares y pulgares, los demás los encogió y recitó con un tono suave y frívolo:
—Aquel que ha hecho el mal con placer, que ha disfrutado y causado dolor, no se librará. Las lágrimas que han nacido por su codicia, la sangre que se ha derramado por su maldad...todos aquellos que han hecho sufrir a los seres queridos de Lowis, Ethan y Tristan, perecerán bajo mi maldición. Los condeno a una vida sin alegría, dejarán de sentir el gozo, y su más grande placer caerá o se cerrará, permaneciendo así hasta su último aliento. Y al final, cuando su piel y huesos se pudran... robaré sus almas, y las haré sufrir, por toda la eternidad.
El aire se sacudió, y el color de la sangre y la oscuridad se mezcló en el gran salón.
Su risa malvada hizo eco y unos espeluznantes gritos se escucharon desde el suelo. El ojo dentro de su amuleto se sacudió con más violencia, y parecía estar en la cúspide del éxtasis.
De pronto todo bajó y despareció al tocar el suelo, los gritos cesaron y los ojos se Edward volviendo a ser negros.
Sonrió con placer y se alejó del rey con lentitud. Se giró rápido y observó su reacción.
El rey sintió algo extraño que se deslizaba por su pantalón. Observó sus piernas y palideció.
Todos siguieron su mirada y también observaron su pantalón. Notaron que algo se deslizaban y caía, pero no tocó el suelo, ya que el ruedo del pantalón estaba dentro de sus latas botas. Y el objeto se quedó ahí, atrapado en su ropa.
Edward se cubría la boca mientras reía entre dientes con locura, su expresión se tornaba cada vez más macabra, y su respiración se volvió irregular. Parecía un verdadero demente.
William caminó hacia él y tocó su mejilla. De inmediato el color volvió a su piel, dejó de reír y su expresión se suavizó.
—Gracias Will—dijo aliviado y respiró un poco más tranquilo. William despegó los dedos de su piel y esta volvió a ser pálida.
El rey se quedó inmóvil, con la mirada perdida, sus ojos parecían que iban a salirse de sus órbitas, y se volvió tan pálido que parecía que habían drenado cada gota de su sangre.
—Veamos cómo son las reacciones de los demás—dijo Edward.
Se cubrió ambos ojos con las palmas de sus manos y luego las extendió. En ese instante un ojo apareció en cada palma, parpadeó un par de veces y salió de su mano, mientras flotaba en el aire.
Uno tras otro, los ojos salían de sus manos y flotaban por todo el salón.
Luego, al chasquear los dedos cada ojo proyecto una luz roja, y creando pantallas flotantes se visualizaron varias imágenes.
—¡Noooooo!
—¡Aaaaaahh! ¡¿Por qué?!
—¡Ayúdenmeeee!
—¡No puede ser!
—¡¿Por qué a mí?!
Cada pantalla proyectaba un escenario diferente. Personas, la mayoría de la nobleza, en distintos lugares, gritando y retorciéndose, pálidas o en estado de shock.
Nadie entendía muy bien qué tipo de maldición había hecho Edward, hasta que vieron algo.
Un hombre iba caminando, con ropas holgadas, acaba de salir del baño. Cuando sintió que algo se deslizó por su pantalón, miró asustado su ropa y vio el objeto avanzar entre la tela. Cayó y vio un pene tirado en el piso.
—¡¿E-Ese es m-mi...?!—tartamudeó petrificado, y se desmayó.
«Los condeno a una vida sin alegría, dejarán de sentir el gozo, y su más grande placer caerá o se cerrará, permaneciendo así hasta su último aliento»
En palabras más exactas:
A los hombres se les caería el pene, y a las mujeres se les cerraría la vagina, por completo, hasta el final de sus días.
Más imágenes se proyectaban, y más gritos se escuchaban. El salón entero parecía un lugar de tortura. El rey se quedó ahí, sin poder creerlo. La reina gritó, y cayó desmayada.
—¿Quieres que también te quite las pelotas? Digo. De todas maneras, de que te sirven ahora—se burló Edward y volvió a reír a carcajadas—¿Cómo debería llamarte ahora? ¿El rey desvergado?
Su risa se volvió más malévola, y la piel se erizaba de sólo escucharlo. Sus ojos desprendían una oscuridad sin fin y el ambiente se estaba tornando más pesado.
William volvió a tocar su mejilla, y se tranquilizó de nuevo.
—Ah, lo siento—dijo aclarando su garganta.
El rey movió su mano, pero no sé atrevió a tocar...el objeto.
Lowis observó al rey con una sonrisa, se sintió tan bien al verlo sufrir. Las personas que habían lastimado a Tristan estaban sufriendo también, estaban teniendo su merecido.
Para un hombre esto es lo peor que podría haberle pasado, y por la naturaleza de sus crímenes, ese castigo le quedaba como anillo al dedo.
Ethan aún estaba triste, pero al ver el tipo de maldición que Edward le había arrojado se sintió un poco más a gusto. Eso no arreglaba nada, ni devolvería a su familia, pero al menos no quedaría libre de todo el mal que había hecho.
Tristan se quedó en shock al principio, pero cuando asimiló la situación no pudo evitar reír. Le pareció irónico y exacto ese tipo de maldición. Observó las pantallas y reconoció a la mayoría de los nobles. Ver sus rostros llenos de pánico y lamentos, sus miembros caerse...la cosa por la que tanto sufrió, tirada en el suelo, inservible...esta era la más encantadora y dulce venganza.
Harrison miró al rey con ira, la muerte de su familia había sido el dolor más grande por el que pudo haber pasado, y ahora el culpable estaba pagando el precio. Disfrutó ver cómo obtenía lo que se merecía, pero aún había tristeza en su corazón.
Esto no haría volver todo a cómo era antes, pero al menos ya habían pagado por sus pecados. La tristeza y la ira se apaciguaron un poco, y ellos sabían que no podían hacer algo más al respecto.
Todas las personas en el salón también observaron las pantallas, en silencio. Y el terror, junto con un escalofrío, les erizó la piel...
—Hay peores destinos que la muerte—comentó Edward, y sonrió con los ojos entrecerrados—La mejor venganza no es matar a tu enemigo, sino hacerlo sufrir el tiempo que le queda de vida...hasta que él mismo desee la muerte.
Exhaló profundo y disfrutó del sufrimiento, las expresiones de dolor, sus gritos de angustia... demasiado deleitante al oído.
—He descargado un poco de la oscuridad que tenía acumulado, me siento más ligero—dijo Edward palmando su hombro.
—Espero que recuerdes la última vez que dormiste con alguien, porque ahora sólo quedará en tus memorias—dijo William con un tono de desprecio.
—Bien, ya es el momento de irnos—Edward levantó ambas manos y las cerró en un fuerte puño.
La sangre brotó del suelo y se llevó a todos los cadáveres, sin dejar rastro alguno.
—¿Está bien si me los llevo? —preguntó a Aris.
—...No me importa—respondió inexpresivo.
—Gracias—sonrió felizmente.
Notó que Ethan y Tristan aún estaban esposados. Así que caminó hacia ellos, recitó un hechizo en voz baja, tocó los grilletes y estos se derritieron.
—Hay algo que debo hablar con ustedes, pero primero salgamos de aquí.
Aris no sabía de qué quería hablar este hombre, pero pensó que no sería mala idea escucharlo, aunque sea un poco.
Edward se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, los guardias y magos que quedaban vivos se hicieron a un lado, bajaron las cabezas y guardaron silencio.
Ethan, Aris, Tristan y los demás los siguieron, detrás de ellos.
Harrison y Lowis le echaron un último vistazo y siguieron su camino.
—Ethan, tú eres su guardián ¿no es así? Lo haz cuidado muy bien, pero aún te falta mucho. Para que algo como esto no vuelva a suceder, debes ser aún más fuerte—dijo William con seriedad. Todo el tiempo su rostro permaneció oculto, pero con sólo escuchar su voz se podía decir que era una persona correcta y amable.
—¿Guardián?—interrogó Ethan,
—Si, la persona que el destino le asigna a cada Elegido, nos cuidan y velan por nuestro crecimiento y bienestar. También vigilan que no nos pasemos de la raya—explicó riendo—Pero es normal que Aris haya actuado así, su corazón está manchado. Hay oscuridad en el.
—¿Qué? —exclamó Ethan.
—Sí, al parecer ya se había manchado con la locura antes, y alguien trató de limpiarlo, pero es algo muy difícil de conseguir. No es algo que se quité por completo de la noche a la mañana.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó Aris, decaído.
—No te dejes dominar por la maldad, piensa en la persona que amas y limpia tu corazón con magia de agua, ese tipo de magia es muy buena en la curación. Sé que lo lograrás, no te preocupes—Edward miró el castillo en ruinas y dijo—Pero el que tú corazón se haya vuelto oscuro no es del todo tu culpa—hizo una pausa y reflexionó—¿No te parece extraño la cantidad de cosas malas que pasan en el mundo? Toda esa maldad en el corazón de los humanos. Hay una razón. No todo era así principio.
—¿Cuál es esa razón?
—...No puedo decirlo. Si los dioses no se los dicen es por alguno en especial. Pero lo que sí les puedo decir es que, la razón del porque hay tanta maldad en el mundo tiene que ver con tu destino como elegido, Aris.
Todos los elegidos tenemos un rol que cumplir, y cuando llegué el momento lo sabrás.
—¿Cuándo será eso? —preguntó Aris.
—Mm....no estoy seguro, pero sí sé que será en menos de diez años.
—¿Por qué sabes todo eso, y Aris no? —interrogó Ethan.
—Soy el elegido de la oscuridad, el primero de todos los elegidos en aparecer. La oscuridad está ligada a la maldad, tengo mucho que ver con el problema que atormenta a los dioses. Es normal que sepa más cosas.
—¿El primero elegido? ¿cuántos hay en este momento? —Ethan supuso que habrían más elegidos, pero escucharlo directamente le parecía algo increíble de creer.
—Sólo somos tres. Yo fue primero, hace unos mil años, creo, luego apareció el elegido de la tierra, y ahora tú, el del agua. No sé quién sigue después, pero sólo faltan el del fuego y viento. Cada vez uno aparece es mi deber ir y hablar con él, o intervenir de alguna manera, depende de lo que los dioses digan.
La masa negra que envolvía el castillo se había desvanecido por completo, y a los lejos, con paso lento, caminaba un niño, yendo directamente hacia ellos. Todos se detuvieron y lo observaron.
—Khilsha—llamó Ethan. El mencionado se acercó y lo observó con sus singulares ojos amarillos.
—Ethan—pellizco su ropa y dijo con una voz plana—Rescatado.
—Ah, qué cosita más linda—dijo Edward y acarició su cabello—Está hecho con magia de oscuridad y agua, una obra maestra de los dioses—exclamó emocionado.
—No toques a las personas de repente Edward—dijo William.
—E-Está bien—dijo Ethan, con una pequeña sonrisa.
—Yo también quiero uno ¿por qué Myrkur no me ha dado algo así?
—Pero tú ya tienes a...
—Quiero algo genial, que vuele por los aires, gigante y que use magia oscura...
Tristan y los demás escuchaban sus charlas sin entender, los siguieron hasta la salida y pasaron a través de la puerta que había sido derribada.
—Bien, aquí nos despedimos. Pronto nos volveremos a ver, cuando sea el momento de cumplir nuestro papel en el mundo—dijo Edward.
—¿Cómo sabremos que ha llegado ese momento? —preguntó Aris.
—Los dioses te lo dirán.
Siguieron caminando, Edward se despidió cuando ya estaba bastante lejos y salieron por las puertas, perdiéndose de vista.
—Esto fue extraño—dijo Tristan suspirando—Pero me alegra que ya haya pasado.
—Mm...
Ethan y Aris se despidieron también, dejado a Tristan y Lowis tristes. Pero no podían quedarse más tiempo.
—Prometo que nos volveremos a encontrar—consoló Ethan.
—Más te vale—dijo Tristan con un puchero.
—Ustedes... ¿estarán bien? —Ethan se sentía un poco preocupado al dejarlos aquí, solos.
—Si lo que dijo ese tipo es cierto, el reinado de los Slorrance ha caído. No planeo volver aquí, y me tomaré mi tiempo para destruirlos por completo. La rebelión querrá obtener su venganza por sus propias manos.
—Y yo ayudaré a Tristan—dijo Lowis—Jamás lo dejaré solo de nuevo.
—Pero será peligroso sí...—dijo Tristan preocupado.
Pero Lowis lo miró con seriedad, y Tristan ya no dijo nada. Suspiró y le sonrió.
—Entonces les deseo suerte—dijo Ethan sonriendo.
—Tengan un buen viaje—les desearon los tres.
Ethan, Aris y Khilsha se fueron y llegaron a la entrada del castillo, echaron un último vistazo hacia atrás y caminaron por las solitarias calles.
—¿A dónde quieres ir? —preguntó Ethan con suavidad.
—...Donde sea, sólo quiero estar lejos de todo. Necesito ser una mejor persona, necesito pensar—respondió decaído.
—Está bien Aris, lo que sea mejor para ambos.
—También quiero hablar contigo, hay mucho de qué hablar.
—...Si, me parece bien—y sonrió ligeramente.
—...Somos un desastre—musitó Aris.
—Un poco, pero no me importa. Aun así, me gusta estar contigo.
—A mí también.... gracias por estar siempre conmigo.
—Te amo, nunca lo olvides.
—Mm.... jamás lo olvidaría.
Fin del Cuarto y último arco: El fugitivo.
—¿No te parece extraño que hasta ahora, todos los elegidos tienen un guardián hombre?
—Mm....tal vez un poco—respondió William.
Ambos caminaban en silencio, entre los estrechos y oscuros callejones.
—¡Rayos! Se me olvidó darles mi autógrafo—dijo Edward de repente, con un tono lamentable.
—¿Crees que alguien de ellos conozca tus libros? Además, no era el momento adecuado.
—Oh vamos, estoy casi seguro de que Ethan ha leído algún libro de Edam Fabris.
—...Aún me avergüenza que lo digas en voz alta.
—Edam Fabris—volvió a decir, con una encantadora sonrisa.
Su pseudónimo como escritor era sus nombres combinados, Edward Tenebris y William Fair....
Así es, Edward era el famoso escritor que sólo escribía sobre el "amor entre hombres". Era una larga historia, pero al final las cosas se dieron así.
—Soy el cursi más grande que hay. Todos mis libros son por ti y para ti, mi querido "W". Cada palabra y cada sentimiento...
—Aún me pregunto ¿cuándo te volviste tan cursi? —y debajo de esa capucha, sus labios se curvaron en una sonrisa.
—¿Quién sabe? —hizo una pausa y miró hacia atrás—Aunque tú tal vez podrías averiguarlo, sí, tú, el que está leyendo esto.
Edward se detuvo y te miró a los ojos.
—Sólo porque Aris y Ethan no saldrán no quiere decir que mi historia sea aburrida. Vamos, anímate a leerla.
Si no te maldeciré por el resto de tu vida, haré que tú piel se caiga con un dolor inimaginable, tu carne se...
—Edward—regañó William—Sin amenazas.
—...Lo siento—se aclaró la garganta y continuó—Como sea, ve y dale una oportunidad mi historia con William, te prometo que te gustará, algunas cosas te darán asco, pero no te preocupes, yo te pagaré el psicólogo.
—No exageres.
—En fin, nos vemos en mi libro.
Adiós~
Ambos siguieron su camino y se perdieron en la oscuridad del silencioso callejón.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top