Capítulo 60: Destrucción

—¿En ese lugar se encuentra Ethan?

—... Así es—respondió Aris y lo observó de reojo.

Un niño de unos siete años, sumamente pálido, con facciones lindas, y delicadas, pero tenebrosas y frívolas, con un largo cabello negro liso, con pequeños rizos en las puntas. Sus ojos eran amarillos, llenos de frialdad, que miraban el castillo con indiferencia.
Una larga túnica negra cubría su cuerpo hasta sus pies, y los dedos de sus manos apenas sobresalían de la tela.

— Destruye el castillo si es necesario, no me importa como lo hagas, pero hazme entrar sin ningún obstáculo, pero ten cuidado, podrías lastimar a Ethan, y si lo encuentras házmelo saber.

—¿No importa si alguien muere? —preguntó el niño.

—No me importa—exclamó fríamente—Todas las personas que están dentro son malas, y quieren alejarme de Ethan, es mejor si están muertas.

—Como diga, señor Aris.

—Ve.

En seguida Khilsha avanzó y llegó hasta las altas puertas del castillo.

Los guardias lo vieron acercarse, pero no le prestaron importancia.

Cuando de repente, la piel del niño se tornó negra, y la tela de su ropa comenzó a crecer mientras se movía, como si estuviera viva. De sus brazos salieron dos tentáculos negros, y poco a poco todo su cuerpo se hizo más grande.

Los guardias entraron en pánico y tomaron sus espadas.

—¡Un monstruo! ¡Estamos bajo ataque, llamen a todos! —gritó uno de ellos.

Finalmente se volvió una masa negra y escalofriante, que no paraba de crecer. Comenzó a tomar forma, y una enorme cabeza se visualizó, con dos gigantescos ojos amarillo que se movían por todos lados, analizando su entorno.

Un sin fin de tentáculos comenzaron a aparecer, con ventosas gigantes del diámetro de una persona, llenas de púas, o más bien dientes, que se miraban extremadamente filosos.

Ambos guardias atacaron con valentía, pero en cuanto sus espadas tocaron su cuerpo se sumergieron en su fría piel. Quisieron alejarse, pero el cuerpo negro se los tragó enseguida, y no volvieron a salir.

Los demás guardias observaron todo con terror.

Un inmenso y espantoso pulpo negro, que se hacía más y más grande, trepaba por las murallas, y con sus tentáculos rompió las gruesas puertas del castillo sin mucho esfuerzo. Su poder y fuerza era descomunal y parecía que nada podía detenerlo.

Aris avanzó con paso firme, atravesó las puertas destrozadas y caminó por el ancho puente.

Los guardias vieron entrar a un hombre de piel pálida, descalzo y con una capucha negra, quisieron detenerlo, pero no lo lograron.

—Erizo perforador—cientos de esferas de agua salieron de la nada, en el suelo o flotando en el aire. Y al instante todas explotaron en miles de agujas gruesas, perforando a todos los guardias que estaban a su alcance.

Khilsha ahora era tan alto como el castillo, que medía unos quinientos metros, se abalanzó sobre el y se introdujo por todos los orificios, resbalando su cuerpo con facilidad.

Aris pasó por el ancho puente de piedra que colgaba sobre el río y llegó ante las puertas del castillo. Los guardias que la vigilaban lo atacaron con cierta cautela y miedo.

Con una mirada tan fría como el hielo, Aris ni se inmutó. Levantó la mano e hizo un domo de agua, del que salieron látigos con puntas de hielo.

Pasó tan rápido que nadie pudo contraatacar, y se vieron a ellos mismo, perforados por esas púas. Cuello, estómago, piernas, brazos, y algunos de la cabeza. Aris deshizo el domo y los cuerpos cayeron al suelo, se paró frente a la puerta, y con su puño la derribó de un golpe. La puerta voló hacia el interior y Aris siguió avanzando.

En el interior no habían guardias, todos ya habían sido devorados por Khilsha...

Sus pies resonaban en el castillo con cada paso que daba. Se detuvo y miró los altos techo y los infinitos pasillos.

—Khilsha, reduce el castillo a escombros, Ethan debe aparecer.

—Entendido.

Aris formó un pequeño cuchillo de hielo, y mientras recitaba un hechizo en voz baja cortó sus tobillos, muñecas y cuello. Su camisa blanca se tiñó de rojo, sus pantalones negros dejaron al descubierto sus tobillos ensangrentados, de sus pies descalzo escurrió la sangre, que manchaba el piso al caminar.

Por último, se apuñaló el corazón, y comenzó a tallar en sus brazos una serio de patrones extraños y retorcidos, que se congelaban al instante. El agua comenzó a brotar de debajo de sus pies, y se unía con la sangre, el líquido se deslizó por el suelo y comenzó a crecer en un bulto que se retorcía y tomaba forma.

Un gigante de hielo, de unos doce metros, con su largo cabello atado en una coleta alta, sujetado con un broche. Una tela fina colgaba de su cintura, y su cuello, muñecas y pies estaban encadenados con gruesos grilletes de hielo, en los cuales se podía ver cómo se movía un líquido rojo en su interior, y en su pecho brillaba un sello de color rojo. El gigante extendió las manos y dos látigos se formaron.

Con su pie pisó con fuerza y abrió un agujero en el suelo, y con ambos látigos comenzó a cavar en el piso.

Aris pensó que Ethan podría estar encerrado bajó tierra.

Los escombros eran arrojados a un lado, y el agujero se congelaba con cada azote. Lo hacía despacio y con cuidado para no lastimar a Ethan.

Aris siguió caminando y dejó al gigante ahí. Volvió a recitar el mismo hechizo e hizo otro clon, y luego otro, y otro...Un sin fin de gigantes se dispersaron por el castillo, destrozando todo a su paso, mientras buscaban a Ethan.

Las paredes estaban envueltas en una masa negra, Khilsha buscaba en cada rincón, y poco a poco se iba acercando al centro del castillo. Dónde estaba el salón del trono.

De repente vio salir a dos personas de una habitación no muy lejos de él. Aris extendió ambas manos y dos lanzas salieron de sus palmas, que volaron a gran velocidad, listo para matar a esas dos personas.

Pero al notar de quién se trataba se detuvo a escasos centímetros de sus rostros.

"Ese es...un amigo de Ethan"

Logró reconocer a Lowis en su locura...

—¿A-Aris? —exclamó Lowis asustado y confundido. Su rostro y ropa estaban llenos de sangre, y su padre, el Conde Kernovich, apretaba su hombro, deteniendo el sangrado de su herida.

—... Lowis—dijo sin ninguna emoción.

Ambos vieron la apariencia sangrienta de Aris, su frívola mirada y las intenciones asesinas que emanaban de su cuerpo con mucha intensidad.

—E-Ethan y Tristan fueron capturados, y el castillo está siendo atacado. Mi padre y yo pudimos escapar por la conmoción, pero tú... ¿estás bien? —con esas heridas...era claro que no estaba bien.

—Estoy bien, busco a Ethan—dijo a secas y siguió caminando.

—Yo también, a Tristan y a los reyes—dijo Lowis con decisión y ambos caminaron a su lado.

—¿...A los reyes? —Aris pensó en la posibilidad de que el rey estuviera con Ethan.

—Mataré a esos hijos de perra, aunque sea lo último que haga en este mundo—exclamó con los dientes apretados, lleno de ira.

Aris notó que no traía ningún arma, así que levantó la mano y formó una espada de hielo.

—Ellos definitivamente morían. Sus muertes deben ser las más dolorosas—y sin más que decir le dio la espada.

Lowis vio todo aquello con los ojos bien abiertos por el asombro. Tomó la espada con las manos temblando y miró a Aris, sin poder creerlo.

—Váyanse, pueden morir aquí—y siguió caminando.

Lowis y Harrison vieron que el techo se caía a pedazos, las paredes se volvían negras y todo parecía temblar, no dijeron nada más y salieron corriendo.

"¿Quién es Aris exactamente?"

Pensó Lowis con curiosidad.

Aris hizo unos cuantos gigantes más y se dispuso a buscar a Ethan él mismo.

De vez en cuando cerraba los ojos y miraba lo que sus clones observaban.
Algunos nobles se habían quedado en el castillo, Aris no sabía el porqué, pero no le interesaba....A la mayoría los recordaba, y más por la maldad de sus ojos. Jamás olvidaría eso.

Los que lastimaron a Ethan, los que lo acosaron en el burdel, los que sólo tenían intención malvadas hacia él, los que querían aprovecharse de su estatus...Cada vez que Aris los miraba con la ayuda de sus clones...los mataba.

En las amplias y elegantes habitaciones se escucharon gritos y lamentos, la sangre y las tripas escurrían de sus destrozados cuerpos, y se embarraban en el suelo. Suplicaban y lloraban, pero eran asesinados con crueldad. Partidos en trozos, apuñaladas, decapitados, desmembrados, aplastados...de la manera más cruel posible.

"Todos morirán"

Uno de los clones había llegado a los calabozos subterráneos, se encogió de tamaño y buscó, pero no tuvo éxito.

El castillo era demasiado extenso, se estaba impacientando cada vez más. Aunque apenas llevaba unos cuantos minutos dentro.

—Lo encontré—dijo Khilsha.

—¿Dónde? —preguntó con voz firme, lleno de éxtasis y furia.

—En el salón del trono.

Apenas escuchó eso se puso en marcha. Cerró los ojos, y con ayuda de Khilsha evaluó la mejor ruta.

Un sin fin de ojos amarillos se abrieron de repente, sobre aquella masa negra que envolvía las paredes y el techo. Aris miró a través de ellos y formó un camino en su mente. Formó un tornado de agua y se subió en el, yendo a gran velocidad.

"Lamentarán el día en que nacieron..."

Ya iba a medio camino cuando un grupo de personas lo enfrentaron. Magos de todos los elementos lo atacaron, lo que hizo enfurecer a Aris.

—¡Fuera de mi camino! —agitó su mano con ira y más tornados aparecieron, avanzando a gran velocidad. Cuchillas de hielo se formaron en ellos, y con el movimiento giratorio partieron en pedazos los cuerpos de los magos. Sus defensas y ataques no pudieron contra ellos.

Aris se cubrió con un escudo, y los encantamientos que los magos arrojaban rebotaron en el. Llamó a dos gigantes y al instante aparecieron tras romper una pared, hizo que enfrentaran a los magos y los dejó atrás. Llamó a otros dos y estos lo acompañaron, uno a cada lado. Nadie podía retrasarlo.

Nadie.

—¡Nos están atacando! —rugió el rey—¡Manden a todos, guardias y magos, defiendan el castillo!

Los presentes obedecieron sus órdenes con agilidad y ambos grupos se pusieron en camino.

—Ese maldito—musitó el rey con ira, luego miró a un guardia que estaba cerca de él y exclamó—Traigan a los mejores guardias y magos al gran salón, deben proteger al rey a toda costa.

—Aris...—dijo Ethan con voz tenue y bajó la mirada.

—Refuercen las entradas, nadie pasará esas puertas—gritó señalando la entrada del salón—¡Nadie!

En un instante el salón estaba repleto de guardias de élite, con armas en mano, y con los mejores magos del Continente, quienes estaban al servicio de la corona.

El rey caminó enfurecido hacia Ethan y lo tomó de las mejillas con una mano.

—Maldito niño, no dejaré que se salgan con la suya.... tú y ese bastardo... ¿Por qué tenías que causar tantos problemas? ¿...Por qué tenías que ser un príncipe tan rebelde? —su mirada era fría y lo observaba con molestia.

—Por favor, sólo déjeme ir, soy el único que puede calmar su ira. Si no hago algo rápido será demasiado tarde...todos morirán—sus cejas estaban tensas, y su voz sonaba angustiada.

—Como si tuviera que obedecerte—se burló, lo soltó con brusquedad y chasqueó la lengua con una mueca de desagrado—Vas a ser coronado rey el día de hoy, pase lo que pase. Te encerraré por el resto de tu vida en el calabozo más profundo, continuaré con mi reinado y educaré a tu hijo como es debido.

—¿Por qué quieres que sea rey, si no voy a gobernar? —interrogó Ethan con molestia.

El rey lo miró con frialdad, y no respondió de inmediato. Abrió la boca para hablar, pero se detuvo al ver el cuello de Ethan.

Cerró los ojos al sentir un repentino dolor, y un largo corte apareció en su cuello, sus muñecas comenzaron a sangrar y sintió algo húmedo en el interior de sus zapatos. Y su camisa se manchó de sangre.

—...No—musitó Ethan con preocupación y contrajo su expresión con pesar.

—¿Qué está pasando? —exclamó el rey.

—No quería que todo terminara así, no quería que él recurriera a la violencia. Sus tiernas manos están manchadas de sangre ahora...de sucia y repugnante sangre—miró al rey a los ojos y su expresión cambió a una llena de lástima—Ustedes realmente no entienden, yo nunca estuve preocupado por lo que pudieras hacerme, porque sabía con certeza que él vendría por mí. Es imposible que yo permanezca aquí...

El techo tembló, y los sonidos de destrucción se hicieron más fuertes y notorios. Cada vez más cerca...

Los nobles y demás presentes comenzaron a asustarse, dejaron a Tristan a un lado y entraron en pánico.

—Aunque no lo merezcan, yo trataba de salvarlos, no quiero que Aris cargue con sus muertes...Pero son tan estúpidos por no escuchar mi advertencia. Tal vez lo hubiera convencido de no hacer nada, pero ahora ya no hay nada que pueda hacer...todos ustedes morirán—dijo Ethan, y suspiró con pesar.

El rey era incrédulo, no quería creer en sus palabras.

—¡¿Qué están haciendo esos inútiles?! Acaben con lo que sea que esté atacando mi preciado castillo—gritó ya desesperado.

"¿Cómo alguien como él puede atacar el castillo, él solo?"

Se preguntaba sin entender.

—No te preocupes Tristan, él no te hará nada...creo—dijo Ethan con un tono suave—Sólo ponte detrás de mí y estarás bien.

Tristan lo miró en estado de shock y asintió, un tanto ido.

Los nobles quisieron irse, pero el rey los fulminó con la mirada y exclamó:

—¿A dónde creen que van? ¿Son estúpidos o qué? Este es el lugar más seguro de todo el castillo, sólo miren a todos los guardias y magos que hay aquí. Además, nadie entra o sale de...

De repente un fuerte golpe cayó sobre las grandes puertas del salón. El polvo y algunos escombros cayeron de la pared al aflojarse. Un segundo ataque impactó con más fuerza y ambas cayeron al piso, haciendo un gran estruendo.

Dos gigantes de hielo aparecieron, con los puños en alto, y una mirada perversa y frívola.

Todos en el salón los observaron con asombro y terror. Y más al ver sus cuerpos traslúcidos llenos de sangre.

Un hombre salió de entre el polvo, caminó sobre las enormes puertas y miró hacia delante con indiferencia.
Notó a todas las personas que estaban dentro del salón, al rey y la reina. Una sensación helada brotó en su negro corazón y se llenó de ira. Su sed de sangre surgió con violencia y recorrió todo su cuerpo al instante...ansiaba con tener a todos bajo sus manos y estrangularlos hasta la muerte. Hasta que...

Dos pares de ojos, azules y dorados, se encontraron en aquél profundo silencio. Uno miraba con aliviado, y otro con pesar.

—Aris...cariño, estoy bien, no te preocupes por mí. Sólo vámonos de aquí...—dijo Ethan con un tono suave y sonrió con dificultad.

Esas dulces palabras chocaron con los sentimientos de ira en su corazón. Se frotó la frente y su respiración se volvió irregular.

—Devuélvanme a Ethan...y tal vez no los mate—dijo Aris con voz fuerte, y los miró con frialdad, sin dejar de caminar.

"Ethan no quiero esto..."

"Pero no importa, su seguridad es primero"

"Él no quiere que mate personas"

"Si no lo hago no podré salvarlo, es la única manera"

"Sólo me lo llevaré rápido y me iré"

"Tengo que matarlos a todos, es mejor así"

"Si hago algo malo Ethan se pondrá triste, y yo también lo estaré..."

—Jamás—dijo el rey con un tono molesto y levantó una ceja—Él es muy importan...

Aris se congeló junto con sus pensamientos y miró a la nada, sin ningún tipo de expresión.

—Ethan era feliz después de tanto...Y ahora ustedes...—apretó los dientes y sus ojos azules brillaron con maldad—Se lo llevaron, y lo hacen sufrir...Imperdonable...

Las paredes comenzaron a tornarse negras, y todos los presentes se asustaron.

—La maldad persigue a Ethan...pero si la maldad deja de existir nada podrá hacerle daño—miró al rey con intensidad y dijo, mientras avanzaba hacia él—Si ustedes dejan de existir nada podrá hacer sufrir a Ethan. Entonces sólo debo matar a todos los humanos...Si, todos deben morir, por Ethan.

Los gigantes de hielo se transformaron, sus pies se derritieron y se volvieron tentáculos, las puntas estaban congeladas y formaban una púa de hielo.

—¿Por qué no nos dejan en paz? —musitó con un tono desesperado. Su rostro se tornó aún más malvado y exclamó, con un tono frívolo:

—¡Los mataré a todos! ¡Mataré a todos en este maldito mundo!

El rey dio la orden de atacar, y todos se abalanzaron sobre él.

—Ustedes, sucios humanos, han buscado la muerte...al llevarse a Ethan...mi querido Ethan.

Los dos gigantes no se movieron, y esperaron. Cuándo ya tenían cerca a varias personas ambos levantaron sus manos y formaron dos látigos, apretaron el agarré y dieron un poderoso azote.

Los magos hicieron domos con sus respectivos elementos, y se prepararon para el impacto. Los guardias lo esquivaron y otros se cubrieron con los escudos.

Algunos murieron de inmediato por el poderoso ataque, otros lograron sobrevivir y los que no estaban en el rango de alcance sólo observaron la escena con terror.

—Esos gigantes en verdad están hechos de hielo—musitó un joven mago de fuego—E-Eso es imposible...

—No existe mago en el mundo que pueda hacer hielo—dijo uno con terror.

—Mira su cuello, él... ¡ha sido degollado!

—¡¿Quién es ese tipo?!

Aris dejó a los dos gigantes atrás y siguió avanzando. El salón era amplio hacia los lados, y había tantas personas que le impedían el paso.

—¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¡¿por qué no nos dejan en paz?!—exclamó con ira y también formó dos látigos en sus brazos—Dejen a Ethan.

Magos y guardias fueron contra él, levantó sus manos y azotó contra el piso. Cinco murieron aplastados y Aris recibió el ataque de los magos. Un tornado de aire, una ráfaga de fuego y una roca gigante, yendo a toda velocidad.
Aris dibujó una línea frente a él con el látigo, y un muro de agua se alzó al instante, se congeló y lo cubrió de los ataques. No hubo ningún rasguño en el muro, y al ver esto los magos quedaron atónitos.

Aris bajó el muro, y con un movimiento veloz convirtió ambos látigos en cuchillas, las batió de forma horizontal y partió a todos por la mitad. Pasando sus defensas con facilidad.

Y así avanzó, con hechizos de agua y hielo, matando a todo aquel se le cruzara, sin ningún esfuerzo...

Ethan miraba ese baño de sangre con pesar, el rey estaba furioso y gritaba órdenes con histeria. Cuando de repente, observó a alguien correr hacia ellos, con una espada en mano.

Todos estaban tan concentrados en Aris y su magia, que no le notaron, incluyendo el rey.

Lowis corría hacia Tristan con todas sus fuerzas, a toda velocidad. Él estaba a un lado del trono, lejos de rey, observó su ropa desordenada y su rostro golpeado, luego miró a los cinco nobles que estaban cerca de él y su mirada se tornó fría.

—Malditos hijos de perra—musitó con ira y atacó.

Los nobles lo vieron acercarse y entraron en pánico.

Llegó ante el primero y lo apuñaló, directo al corazón, se cubrió el pecho y cayó. Uno intentó correr, pero con un movimiento rápido lo atravesó por la espalda, se retorció del dolor y se quejó amargamente, el otro lo atacó con determinación, pero fue demasiado lento, y Lowis clavó el arma en su cuello. Se llevó la mano a la garganta mientras se ahogaba con su propia sangre...En tan sólo unos segundos quedaban dos.

—Si me matas lo lam...—exclamó uno de ellos, pero Lowis lo observó con indiferencia, y sin esperarlo colocó la espada en su boca, y lo apuñaló con todas sus fuerzas. La espada salió por detrás de su cabeza, y sus ojos se abrieron como platos, llenos de asombro y pánico.

El último que quedaba tembló, se encogió y suplicó:

—N-No lo hagas, no me mates, por favor...

—Cuando Tristan rogó, ¿lo escuchaste? —su tono era tan helado y lleno de ira que la piel del noble se erizó, y la angustia se apoderó de él.

Lowis levantó su espada y la acercó a su abdomen.

—No mereces estar vivo, alguien que hace sufrir a los demás...sólo merece la muerte—clavó su espada sin prisa, y se hundió de manera inclinada, de modo que la punta salió cerca de su cuello.

El noble gritó en agonía y se encogió al sentir la espada salir de su cuerpo, Lowis lo pateó a un lado y este cayó, mientras se quejaba con su último aliento.

Ethan y Tristan miraron la escena con asombro.

Lowis no sabía si estaba bien sentirse así, pero en verdad disfrutó matar a esas personas. Las personas que tanto habían hecho sufrir a Tristan...

—Tristan—llamó con un tono suave y angustiado mientras caminaba, se agachó frente a él y dijo—Estaba tan preocupado por ti, ¿estás bien? ¿te duele mucho? —y observó su mejilla colorada.

Tristan lo miró a los ojos, esos tiernos ojos que lo observaba con dulzura, y no pudo evitar llorar.

—No....no estoy bien, Lowis—sollozó, y su expresión se volvió suave y dolida. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas y su cuerpo tembló ligeramente.

Lowis lo miró con tristeza, sus ojos se humedecieron y dudó un momento antes de tocar su hombro.

—T-Todo estará bien, ya pasó todo—le sonrió con suavidad y acarició su hombro con cuidado.

Tristan cerró los ojos y apoyó la frente en su hombro, mientras lloraba.

Lowis también lloró en silencio, y lo abrazó.

—Ya estoy aquí...No dejaré que alguien vuelva a hacerte daño—y acarició su espalda con consuelo.

Ethan los observó con tristeza y suspiró con pesadez. Miró el salón y notó que más de la mitad de las defensas del rey yacían en el suelo, el piso era un mar de sangre, y los gritos de valor y miedo hacían eco. Aris estaba cerca.

—Lamento interrumpir, pero será mejor que se pongan detrás de mí. Aris...ha perdido la cabeza—dijo Ethan mirando a Aris, quién mataba a diestra y siniestra, con una mirada llena de maldad. Verdaderamente oscuro.

Ambos miraron el salón y asintieron, Lowis limpió el rostro de Tristan con cuidado y los tres se acercaron entre sí.

La atención del rey estaba totalmente en Aris, gritaba exaltado y se sentía cada vez más preocupado.

—¡Ethan! ¿estás bien? —preguntó Lowis al ver toda esa sangre en su cuerpo, y su cuello degollado, al igual...que Aris.

—Estoy bien, no te preocupes...

Lowis aún estaba preocupado, pero había otra cosa que lo tenía más intrigado.

—¿Quién es Aris? —dijo Lowis, quién estaba junto a Tristan y lo sostenía del hombro. Ambos miraban todo detrás de Ethan.

—Él...es un tritón, un mago y un peleador. Su fuerza está a un nivel inimaginable...pero justo ahora se está conteniendo.

Los dos guardaron silencio y procesaron la respuesta, observaron a Aris y no dudaron de sus palabras.

—¿Por qué dices que se está conteniendo? —preguntó Tristan sin entender.

—Cuando ataca, siempre duda. Su mente y su corazón están en un conflicto. Él desea matar a todos de la forma más cruel y dolorosa posible, pero también quiere hacerlo rápido y sólo llevarme lejos de aquí. El odio, la razón, mis deseos, el amor que sienten por mí...todo eso es un desastre justo ahora. Su mente es inestable desde hace mucho... debía cuidar de él, pero he fallado—respondió con tristeza.

—¿No hay una forma de pararlo? —dijo Lowis.

—Tal vez, pero lo dudo. Todos tendrían que parar de atacarlo, y entonces trataría de hablar con él.

—Es imposible que dejen de atacarlo, él...los está aniquilando por completo...

En el aire se formaron cientos de esferas de agua, tan grandes como una persona. Aris levantó ambas manos, y con un ademán las hizo caer. Las esferas se tragaron a quienes estaban debajo de ellas y las encerraron dentro del agua. El contorno comenzó a congelarse, y redujo el espacio de adentro.

Las personas dentro de las esferas quisieron romperlas, pero fue inútil. El agua se volvía cada vez más helada y comenzaron a ahogarse.

Más esferas aparecieron en el aire, y los demás las observaron con terror, al ver cómo los demás morían dentro de ellas.

Unos se acobardaron y dejaron de pelear, no obstruyeron el camino de Aris y se hicieron a un lado.

Los métodos tan despidos y dolorosos de matanza los hicieron perecer ante el miedo, más esos ojos azules, que observaban todo con ira y calma...era demasiado.

—¡¿Qué están haciendo?! ¡Mátenlo! —exclamó el rey furioso.

Aris caminó sobre los cuerpos destrozados, miró al rey y dijo:

—No importa lo que hagan, todos morirán, todos en este maldito mundo lo harán...—miró sus manos llenas de sangre y meditó—Tal vez este es mi propósito, exterminar a los humanos... Ustedes son la razón del sufrimiento, del dolor, de la maldad...Quizás por eso fui creado...

—No lo dejen avanzar más—miró a Aris con rabia y gritó—No dejaré que te lleves a Louis, él debe ser el rey. Sólo él puede ser el rey.

—Déjalo ir—amenazó y levantó su mano.

—¡Rápido, ataquen! —pero nadie se movió.

Una larga aguja apareció en su palma, haciéndose cada vez más grande y gruesa, lista para atacar al rey.

—Morirás...al igual que todos—la aguja se congeló y salió disparada hacia el rey. Quién la miró lleno de pánico.

Iba demasiado rápido, tanto que era imposible esquivarla.

Y sólo pudo quedarse ahí, parado, mientras esperaba su inminente destino.

De pronto, un hombre encapuchado se paró entre la aguja y el rey, levantó la mano y detuvo el ataque de Aris como si nada.

El hielo se derritió al entrar en contacto con su palma, levantó la vista y dijo:

—Espera un momento...Elegido de Amanzi.

Aris lo observó con una expresión tensa y dudó.

Cuándo, una profunda y encantadora voz masculina resonó en aquel silencio.

—Nos vemos de nuevo, querido rey Slorrance—sus negros y malévolos ojos miraron al rey con diversión, y con una blanca y siniestra sonrisa exclamó—¿Me recuerdas?

—Tú...—el rey palideció y sintió un escalofrío—Maldito bastardo...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top