Capítulo 49: Sería un honor perder
El día del Torneo llegó, y las personas entraban al castillo, con invitaciones en mano, y vestidos con elegancia.
Conversaban bulliciosamente entre ellos y adivinaban el motivo de tan repentina y extravagante convocatoria.
De todos los invitados que asistirían al baile, que eran alrededor de seiscientos, casi todos llegaron ese mismo día.
La curiosidad y el hospedaje en el castillo era demasiado tentador para ser ignorado. Y a los reyes no les molestó, ya que tenían más de mil habitaciones disponibles.
Los Reyes los recibían en el salón del trono, y Kirk, asistente y consejero real los anunciaba con fuerte voz.
—Vizconde Rodrish, su esposa e hijos.
El Vizconde se inclinó ante los reyes junto con su familia y saludó.
Al lado derecho de los reyes habían dos pequeños tronos, en uno estaba Tristan, con un elegante traje verde oscuro y detalles color crema, un pañuelo blanco en el cuello y altas botas cafés.
Miraba con intensidad a Rodrish, sin pestañear o mostrar algún indicio de duda.
Él se estremeció al sentirla y le sonrió con una expresión incómoda.
Pero al ver a la persona a su lado se quedó perplejo.
Jamás había visto a ese joven antes, de cabello y ojos dorado, tan claros y brillantes como el oro, delgado, pero también fornido, se podía ver lo fuerte que era a través de su ropa. Un conjunto azul oscuro con hilos dorados, botas negras y botones de oro.
Ethan lo vio y entrecerró los ojos.
"A este lo he visto antes"
Y luego de pensarlo por unos segundos lo recordó.
"Él fue uno de los que más me acosó en el burdel, y me dijo que me follaría hasta la muerte¹"
El Vizconde también sentía que lo había visto antes.
Pero no sé quedó mucho tiempo y se fue para dejar pasar al siguiente...
Cuatrocientas personas se presentaron ante los reyes, pero algunos lo hicieron en grupos, ya que habían llegado con sus familias...
—Bien, al parecer casi todos los invitados están aquí. Y es por eso que les diré el motivo de su presencia—habló el rey, y su voz resonó en el inmenso salón—Todos estarán pensando en quién es el joven que está junto al príncipe Tristan, y la respuesta es algo que me entusiasma anunciar.
Hace mucho, nuestro primer hijo, el príncipe y heredero Louis Slorrance, desapareció del castillo, y jamás se volvió a saber de él. No dijimos a nadie sobre el incidente ya que nos apenaba mucho su pérdida, y decidimos hacer que, su hermano gemelo, Tristan Slorrance fuera el nuevo heredero.
Pero me alegra decir que hace nueve días, nuestro hijo, Louis Slorrance regresó milagrosamente, sano y salvo, y ahora vuelve a tomar su papel como futuro rey.
Todo el salón guardó silencio unos segundos y observó a Ethan con asombro.
Pero enseguida comenzaron a aplaudir animados, sonriendo y llenos de felicidad por los reyes.
—Fue una gran sorpresa para todos, y más para mí y mi amada reina. Pero estamos muy felices por su retorno.
Festejaremos por tres días empezando hoy, y luego se hará un magnífico baile en su honor.
Las personas volvieron a aplaudir, algunos con sonrisas falsas o miradas extrañas.
Luego de esas palabras todos fueron llevados a un lugar a campo abierto, que estaba aún ubicado dentro del castillo. Una enorme plaza, con piso de piedra blanca, escaleras que rodeaban toda el área, y en una parte elevando, en la segunda planta, estaban los reyes y ambos príncipes.
Ethan había sido separado de Aris hace tiempo, estaba molesto y preocupado. No quería que estuviera solo entre todas esas personas.
—Quiero que traigan a Aris, ahora—dijo Ethan con una expresión seria. Se quedó parado y no tomó asiento.
—...Está bien—dijo el rey luego de pensarlo. Hizo señas a un guardia y se fue.
Pero Ethan no se sentó, hasta que lo viera llegar.
Luego de unos minutos el guardia regreso junto a Aris. Con una expresión tensa y malhumorada. Iba vestido con un traje celeste con detalles y botones de plata, un chaleco blanco y botas negras.
Le pusieron una silla al lado de Ethan y ambos se sentaron.
Y Tristan, quién estaba junto a Ethan no pudo evitar reírse entre dientes.
—Adoro verlos molestos—musitó con deleite refiriéndose a los reyes.
Ethan sólo le sonrió un poco avergonzado y miró hacia la plataforma de combate.
—Lamento que hayas tenido que estar solo tanto tiempo—dijo Ethan en voz baja.
—Descuida...—respondió también en voz baja—Pero un minuto más y le hubiera roto la cara a ese maldito.
—¿A quién? —interrogó afligido.
—A ese noble, un Vizconde o Conde, o lo que sea Indirectamente me dijo que nos viéramos esta noche, que me "convenía"—sonrió con maldad y resopló—Su esposa andaba por ahí, incluso tenía dos hijos. Un maldito sinvergüenza...
—¿Y qué le dijiste? —preguntó curioso.
—Que no me interesaba, que ya estaba casado—respondió mostrando la mano en donde estaba su anillo—Y también le dije que fuera a comer mierda. Luego caminé hacia su esposa, que no estaba muy lejos y le dije que su esposo trató de seducirme. En ese momento él se acercó a mí furioso, pero llegó el guardia y aquí estoy.
—Vaya...—exclamó Ethan riendo—menos mal llegó el guardia.
—Sí, justo iba a darle un buen golpe en la cara. Lástima, me quedé con las ganas.
—Tal vez te lo encuentres en un pasillo. Ahí podrías aprovechar—comentó Ethan casualmente—Yo lo sostengo y tú lo golpeas.
—Ethan—dijo Aris riendo—Se supone que tienes que calmarme, no incitarme a la violencia.
Ethan también se rio y se encogió de hombros.
Los Reyes los vieron de reojo y sus rostros de ensombrecieron.
—Los participantes en este torneo provienen de familias nobles o del ejército, cualquiera que crea ser lo suficientemente fuerte para ganar e impresionar a los reyes y príncipes puede participar.
Y el ganador podrá obtener una petición para el rey, y pedir lo que sea.
Y tras esas palabras el público aplaudió muy animado.
—Capitán de la tercera división de la guardia real. Frankie Whittle.
Dicha persona subió a la plataforma. Vestido con un uniforme negro, una armadura color bronce, y una espada.
—Hijo del Barón Cherok, Stephen Cherok de la Región Este.
Un joven de cabello negro y ojos grises subió, llevaba una ligera armadura plateada y una espada.
Ambos se saludaron y el combate comenzó.
Tristan se había perdido en sus pensamientos y observa con una mirada ida hacia la esquina de la arena del combate, donde habían armas de todo tipo.
Ethan miraba el combate medio interesado medio distraído, hablaba con Aris de vez en cuando y sin darse cuenta perdió el hilo de los enfrentamientos.
Personas que no conocía, peleando, cayendo y perdiendo, una tras otra. Algunos movimientos le resultaban interesante, y los memorizó para intentarlos.
Hasta que, cierto nombre le llamó la atención.
—Owen Rosse, Conde de la Región Sur.
Y en cuanto fue llamado este subió.
Un hombre canoso, de unos cincuenta años, de piel blanca, cabello castaño y ojos ámbar. Su mirada era fría como el hielo, y su espada era delgada y nada llamativa. Se miraba bastante común. La armadura era simple cuero, encima de su holgada camisa blanca, sus pantalones cafés eran de tela, y sus botas también parecían ser comunes.
—Velatrix Balkes, Baronesa de la Región Oeste.
Aunque algunos ya conocían esa información, el anunciador no decía el nivel en el que estaba cada peleador. De esta manera era más emocionante.
Ambos se saludaron y comenzaron la pelea.
Owen se acercó a ella sin temor, y Velatrix también lo hizo. Su largo cabello negro estaba trenzado, y su espada era tan grande como dos brazos, tan larga como la mitad de su cuerpo.
Ella dio el primer golpe, y Owen lo recibió sin esfuerzo y dejó que la gran espada se deslizara por la suya, se movió a un lado y atacó su costado.
Velatrix la detuvo con una expresión tensa y retrocedió. Pero Owen no atacó, y esperó.
Ethan quería pararse y ver la pelea más de cerca. Ese hombre no se presentó ante el rey en el gran salón. Seguramente acabas de llegar.
"Rosse..."
Ese era el apellido de su madre, Giselle Rosse de Dayholt.
Ella era la única hija del enfermo Vizconde, Richard Rosse de la Región Sur. Y un día, cuando Charles aún no era Marqués visitó dicha Región. Su padre lo mando a hablar con Richard sobre una alianza, ya que los Rosse eran una poderosa familia, al contar con un apellido tan antiguo como el reinado de los Slorrance.
Y también al poseer una extraña técnica de combate, secreta e indescifrable.
Todos querían tenerlos cerca, pero eran muy celosos y egoístas al no querer compartir sus habilidades con nadie.
«El estilo de pelea "Rosse" sólo es digno de un Rosse»
E incluso Charles falló en tratar de formar una alianza.
Y cuando se iba, derrotado y decaído escuchó unos ruidos.
Se asomó aún dentro de la enorme mansión. Un enorme patio, con tablas de roca en el suelo, formando una plataforma de combate.
Un hombre canoso, de ojos ámbar pateó con fuerza y mandó a volar contra el suelo a una joven de unos diecinueve años, con el cabello atado en una colega alta. Su rostro era pálido y sudaba con fatiga.
—Eres débil, ataca sin compasión. La compasión es para débiles.
Enseguida la joven se levantó, hizo girar sus pies de forma extraña y rápida, levantó la pierna y trató de golpearlo. Pero él logró hacerlo primero y con un fuerte puñetazo al rostro la derribó.
—Sigue practicando—dijo a secas y se fue.
Ella se quedó ahí, en el suelo y limpió la sangre de sus labios.
Charles no pudo soportarlo y se acercó a ella por detrás.
—Mi lady, ¿se encuentra bien? —dijo caminando hacia ella y le ofreció su pañuelo.
Ella lo miró y frunció las cejas.
Un niño de unos dieciséis años, de cabello negro y ojos oscuros, con ropa sumamente elegante y fina, con una expresión suave y agradable.
—...Si—dijo bajando la mirada y tomó el pañuelo.
—Mi nombre es Charles, y estoy aquí para hablar con su padre.
—Y supongo que ya ibas de camino—limpió su boca y se puso de pie—Mi padre no hará tratos con nadie. Ningún Rosse los hace.
—Sí, es una lástima. Mi padre me mandó para que aprenda más sobre mi futuro trabajo. Pero he fallado.
—Que patético—dijo ella sin ninguna expresión.
Charles se sintió avergonzado e intimidado por su mirada.
—¿Por qué te rindes tan fácil? Sigue insistiendo, tal vez algún Rosse te haga caso. Nosotros admiramos la perseverancia. "Levántate y sigue, aunque estés a punto de morir, y vive con dignidad hasta tu último aliento", es lo que me dice mi abuelo Owen todo el tiempo.
—De acuerdo—dijo con una extraña fascinación.
—Bien—le devolvió el pañuelo y se dio la vuelta—Ojalá te animes a seguir intentando, niño.
Caminó y desapareció entre las columnas...
Y así fue.
Charles no se rindió y siguió intentando.
Pero sus logros eran escasos. Y lo único que consiguió fue ser invitado a un baile pequeño que se realizaría en la mansión.
—Vaya, pero si es el niño perseverante—exclamó Gissele al verlo en el baile—Han pasado varios meses.
—Si—dijo un poco embobado.
Gissele traía un hermoso vestido rojo, con hilos dorados que combinaban con el delgado collar en su cuello. Y ahora que no traía su ropa de combate se apreciaba con más detalle su bella figura.
Charles apenas la vio un par de veces luego de su primer encuentro. La observaba a lo lejos, mientras peleaba con su abuelo, Owen Rosse. Siempre estaba entrenando....
—No sabía que eras el hijo del Marqués del Este cuando te vi aquel día—dijo casualmente—Y ni así consigues nada.
—Si...—dijo riendo tímidamente.
Hablaron de algunas cosas sin importancia, y cuando el vals comenzó a sonar todos se dirigieron al centro del salón.
—¿Quieres bailar? —preguntó Charles con una sonrisa.
—Claro—respondió con naturalidad.
Y mientras bailaban continuaron su conversación:
—Para ser bastante joven eres muy maduro—comentó Gissele con asombro.
—P-Pero si no nos llevamos mucho. Eres casi de mi edad—dijo en su defensa.
—Soy un peleador de nivel cuatro, y en realidad tengo cuarenta años.
Charles palideció y la miró perplejo.
A lo que Gissele rio.
—Sólo bromeaba, hace poco cumplí veinte. Pero decidí mantener mi apariencia en los diecinueve.
—O-Oh, ya veo.
—¿Y tú?
—Dentro de poco cumpliré diecisiete, pero no soy un peleador.
—Mm, interesante...
—¿Qué es interesante?
—Nada, sólo pensé que como tu madre era un peleador tú también lo serías. Pero esas cosas a veces pasan. Mi padre no es un peleador, pero yo sí...por eso tiene más probabilidades de morir por su enfermedad.
—Lo lamento...
—Descuida—hizo una pausa y dijo—Apenas veo a mi padre, nunca conviví mucho con él. Creo que por eso no me siento tan triste. En cambio, sólo paso tiempo con mi abuelo, entrenando sin descanso.
—Yo tampoco veo mucho a mi padre, pasa muy ocupado.
—Si alguna vez llego a tener hijos no seré así. Pasaré mucho tiempo con ellos y les daré mucho amor...—dijo con voz melancólica—No seré fría ni distante, seré lo que ellos nunca fueron conmigo—y sus ojos brillaron con determinación.
—Mm, yo igual—respondió un poco tímido.
Gissele lo miró y sintió una extraña calidez en su corazón.
—Me agradas Charles, ven más seguido a visitarme. Tal vez yo sea el Rosse al que termines de convencer...
Los años pasaron y ambos se enamoraron irremediablemente. Pero nunca se dijeron nada.
Charles siguió insistiendo, y con esa excusa iba a visitarla bastante seguido. Muchas veces la encontró entrenando, llena de golpes y lesiones, con ropa pesada y sucia.
Pero Gissele le dijo que no se preocupara, que eso era normal. El entrenamiento debía ser así de intenso, sino no podría aprender adecuadamente, y su cuerpo no sería adecuado para dicha técnica.
Y un día como cualquier otro, el padre de Gissele finalmente murió.
Ella no pudo llorar, pero aun así estaba triste. Poco después fue nombrada Condesa, cabeza del apellido Rosse.
Ya habían pasado algunos meses, y todo volvió a la normalidad.
Ahora siendo Gissele, la persona que Charles debía convencer para hacer una alianza.
—Claro, no hay problema—dijo ella tomando de su taza—Me encantaría formar una alianza con los Dayholt.
—¿Enserio? —dijo sin poder creerlo.
—Si me lo hubieras preguntado cuando recién fue nombrada Condesa, la respuesta sería la misma—bajó su taza y sonrió.
—Gissele...—dijo mirándola seriamente.
Charles, ahora con veinte años se veía más encantador, guapo y maduro. Y junto con esa expresión, dejó a Gissele un poco aturdida.
—Formemos una alianza entre nuestras familias. Nos apoyaremos los unos a los otros sin importar nada, y prometo que jamás los traicionaremos, aunque el mundo entero esté en su contra. Los Dayholt seremos sus fieles aliados hasta el final de los tiempos. Pero...—su fuerte voz decayó un poco y su corazón latió nervios.
—¿Pero? —exclamó con una mirada suave.
—D-Deseo que nuestra alianza sea por medio del....matrimonio.
Gissele se sonrojó ligeramente y enterneció la mirada.
—Ya te habías tardado mucho...—fue lo único que dijo, y sonrió encantada mirándolo a los ojos.
Al casarse con Charles cedió su título de Condesa a su abuelo, Owen Rosse. Quien, aunque un poco molesto, terminó aceptando.
Charles heredó el título a los veintiséis años, cuando su padre fue demasiado viejo, y las enfermedades le impedían ejercer su título adecuadamente.
Ambos eran felices, pero, cuando llegó el momento de querer tener hijos. Eso resultó imposible.
Lo intentaron muchas veces, pero todos morían antes de nacer.
«Recibió mucho daño interno por tantos años, que ahora le es imposible...»
Dijo el doctor que la atendió.
Al parecer, su abuelo fue demasiado duro con ella, y recibir un entrenamiento tan severo desde los cuatro años resultó dañino para ella...
Su abuelo la visitó un par de veces, y lo único que dijo fue:
"Levántate y sigue, aunque estés a punto de morir, y vive con dignidad hasta tu último aliento, no te rindas. Algún día podrás tener el hijo que tanto quieres..."
Owen era una persona dura y fría, pero en el fondo amaba a su nieta con todo el corazón. Y cuando supo que falleció junto con su familia, lloró amargamente en silencio...
Ethan escuchó de él gracias a su madre, que a pesar de todo lo recordaba con cariño. Llegó un par de veces cuando era pequeño, pero apenas pudo verlo.
Y ahora estaba aquí, pelando en el torneo que se hacía en su honor.
"Necesito hablar con él"
Se dijo Ethan con determinación.
Su madre sólo pudo enseñarle una parte del estilo de pelea Rosse, aún le faltaba mucho, y la única persona que podía ayudarlo ahora era Owen Rosse. Su... bisabuelo.
La pelea terminó y Owen ganó con una amplia diferente, era demasiado notorio quien era el más fuerte.
Los combates avanzaron y Owen ganaba cada enfrentamiento. Pero poco a poco todo se iba tornando más intenso, haciendo relucir sus verdaderas habilidades.
Hasta qué, sólo quedaban dos.
El hijo del Barón Cherok Stephen Cherok.
Y Owen.
La ronda final.
Al parecer Cherok se creía superior, y con mucha confianza lo atacó. Su espada iba tan rápido que el público apenas lo vio, pero Owen lo esquivó y el golpe cayó en el suelo, rompiendo la dura roca.
Uno tras otro, los golpes caían, pero todos eran esquivados o bloqueados con rapidez, al igual que los de Owen. Los dos parecían bastante igualados.
Hasta que, luego de unos minutos, Stephen dejó una abertura pequeña en su defensa, y fue ahí donde Owen tomó el brazo que sujetaba su espada y pateó su pierna.
Stephen retrocedió adolorido, su andar fue irregular, y su rostro de tensó. Pero Owen no esperó a que se recuperara, ahora estaba cansado de tanto atacar y bloquear... entonces lo atacó, corriendo hacia él.
Sus pies parecían ser livianos y sus pisadas eran totalmente insonoras, iba sin ningún tipo de duda, y veloz como un rayo giró, Deslizándose repentinamente a su derecha, levantó su pierna y lo pateó.
Stephen quiso pararlo con su espada, pero la patada fue tan fuerte que esta se rompió, y con gran fuerza fue lanzado por los aires. Se estrelló contra una pared y la atravesó.
Owen lo miró con molestia y bajó su pierna.
Y su contrincante, lleno de furia se levantó y corrió hacia él. Y con el puño en alto le apuntó al rostro.
Rosse no se asustó, en cambio soltó su espada, se agachó hasta tocar el piso con su mano, y con su pierna derecha pateó su abdomen. Totalmente extendida, y con un impulso rápido su pie se hundió en sus costillas, dejándolo sin aliento.
Stephen iba a salir volando de nuevo, pero Owen fue más rápido, y tomándolo del pie lo estrelló contra el suelo.
Se enderezó y se paró frente a él, totalmente derrotado.
—El Conde Rosse es el ganador.
Todos aplaudieron por la increíble victoria. Se llevaron a Stephen de la plataforma, el anunciador caminó hacia Owen y exclamó:
—Usted es el ganador, por lo cual puede pedir un favor a su majestad, el rey.
Owen levantó la vista, y miró hacia arriba con ojos helados, sin ninguna expresión.
—No deseo nada. Sólo gané porque yo era el más fuerte—dijo con voz fuerte y claro.
El rey sólo sonrió y dijo:
—Al menos déjame darte un regalo por tu victoria. Puedo darte alguna clase de arma o equipo si lo requieres.
Owen vio su propio espada tirada a un lado y dijo:
—Las armas sólo son un medio necesario, en algunas ocasiones, pero la verdadera arma que utilizo es mi propio cuerpo.
—...Bien, como prefieras entonces—dijo el rey, suspirando con una suave sonrisa. Y justo cuando iba a decir algo fue interrumpido.
—Conde Rosse—llamó Ethan sin poder contenerse.
Rosse lo miró un poco extrañado.
Él llegó un poco tarde y no se presentó ante los reyes para mostrar sus respetos. Pero escuchó que el príncipe Louis, hermano gemelo de Tristan. Había aparecido, y que nadie sabía de su existencia, hasta ahora.
—Por favor, le ruego que pelee conmigo—exclamó Ethan seriamente—Deseo enfrentarme a usted.
Los reyes se tensaron y vieron a Ethan de reojo.
"Si pierde será una vergüenza..."
Pensaban con indignación, ya que cualquier muestra de inferioridad de parte de los Slorrance era inaudito.
—Su alteza, yo no....—Owen iba a rechazarlo, pero Ethan lo interrumpió.
—Sé que perderé, pero no me importa. Sería un honor perder contra usted, sin embargo, daré lo mejor de mí para hacerlo con dignidad, seguiré hasta que ya no pueda más. No pienso rendirme.
Owen suavizó su expresión y en ella se reflejó un poco de asombro, y lleno de una extraña curiosidad contestó:
—Si es su alteza el príncipe heredero quien lo pide, ¿cómo podría yo negarme?
Y se inclinó ligeramente con una sonrisa.
Ethan estaba emocionado, y levantándose del asiento exclamó:
—Muchas gracias Conde Rosse.
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