Capítulo 41: Mugrienta escoria

Al final encontraron un restaurante que también era un bar, ambos entraron y los trabajadores de la entrada los saludaron muy sonrientes, con mucha educación y amabilidad, pero más que todo a Ethan.

—Yo debería ser el celoso—musitó Aris tomándolo del brazo al entrar.

—¿Por qué lo dices? —preguntó confundido.

—¿No viste como te miraron en la entrada? —y acercándose a su oído continuó—no seas modesto, eres demasiado guapo y sexy.

Ethan se sonrojó ante tales palabras y simuló toser un poco para cubrir su pequeña sonrisa.

—C-Creo que exageras con lo último—se excusó avergonzado.

—¿Por qué? —y diciendo esto deslizó su mano por su cuello, tocando la piel debajo de su camisa—eres alto, fornido, de piel hermosa, rasgos elegante y encantadores, con una mirada dulce y una sonrisa deslumbrante.

—Eso...

—Y no me hagas dar más detalles de...otras cosas—añadió con una risa malvada.

Ethan en verdad se sentía avergonzado cada vez que Aris decía cosas como esas, y su corazón latía con locura y deseo al sentir sus frías manos.

—Mira esa mesa de allá, está bastante apartada de las otras ¿por qué no nos sentamos ahí? —sugirió con naturalidad y se apartó de él, ignorando lo anterior, como si nunca hubiera dicho aquellas palabras tan tentadoras.

—...Me parece bien—dijo suspirando y lo tomó de la mano.

Se sentaron, uno frente al otro y enseguida los atendieron.

—Buenas noches, ¿que desean esta noche? —exclamó el camarero al llegar a su mesa.

Y después de saber lo que había disponible ambos hicieron su pedido y el camarero se fue.

—Bien—susurró Aris, y quitándose la capucha añadió—ahora ya podemos estar más tranquilos.

La luz amarilla del lugar y el ambiente cálido hacía de Aris una belleza exótica, con sus ropas que le daban cierto encanto, y su cabello suelto, que tenía algunas pequeñas trenzas en el largo.

Ethan se quedó mirándolo un buen rato hasta que Aris dijo:

—Si sólo me comerás con la mirada no lo hagas—musitó con una sonrisa coqueta—me ilusionas.

—Es inevitable—Ethan acercó su mano y acarició su mejilla—cada parte de ti es hermosa, adoro todo de ti, incluso tus defectos.

—¿Cómo cuáles? —preguntó cautivado y puso su mano sobre la de él.

—Tu impaciencia.

—Oh, creo que con eso tienes razón—y acercando el pulgar de Ethan a sus labios añadió—pero no puedo evitarlo.

—No importa, porque como dije antes, también adoro tus defectos, y más ese. ¿Y qué hay de mí?

—Mm, que seas distraído, es tierno.

Luego de esas palabras ambos se quedaron idos, viendo los ojos del otro, con una expresión atontada y un sentimiento cálido en el corazón.

Y cuando vieron venir a lo lejos al camarero dejaron de mirarse y Ethan apartó su mano.

—Aquí está su pedido—dijo un poco distraído al ver a Aris, quién lo miraba con una expresión neutra.

—Gracias—dijo Ethan con firmeza y una sonrisa.

—P-Para servirle, y si necesitan algo sólo llámenme—exclamó rápidamente, se inclinó hacia ellos y se fue.

—Ves—dijo Ethan.

—Es porque tengo características extrañas—se defendió Aris—pero tú eres más guapo.

Ethan rio ante ese comentario.

A veces los dos discutían sobre quién era el más lindo, pero nunca nadie ganaba. Así que dejando eso de lado los dos miraron sus platos y se pusieron a comer.

—Mm, esto está muy rico—exclamó Aris saboreando la jugosa carne.

—¿Enserio?

—Si—y tomando un trozo en su tenedor dijo—ten, prueba.

Ethan abrió la boca y comió.

—Es verdad—comentó sonriendo con la boca llena—prueba también del mío.

Ethan le dio de sus verduras con carne y salsa, Aris abrió sus labios y también lo saboreó.

—Mm, también está rico.

Los dos comieron hasta acabar con todos los platos, y luego tomaron sus dos jarras gigantes de vino y se las empinaron.

—Ojalá pudiéramos hacer una competencia de tragos—se quejó Aris con un suspiro.

—Sí, pero los dos sabemos quién ganaría—dijo Ethan orgulloso.

—Oh, lo dices porque ya no puedes probarlo—justo en ese momento tuvo una idea y dijo—mañana vamos a la zona baja para jugar un poco a las vencidas.

—Vaya—exclamó asombrado—acepto el reto—Ethan bebió lo último del vino y dejó caer la jarra con decisión.

—Pero eso será mañana, por ahora tenemos que divertirnos—Aris levantó su mano y llamó al mesero.

Pidió la cuenta y pagó.

—La próxima pago yo.

—Descuida, da igual quién pague, el dinero es de los dos.

—Pero tú haces el hielo.

—Y tú lo partes en trozos, eso también es trabajo pesado—consoló con dulzura.

Los dos se levantaron y caminaron por el restaurante para irse, pero había un pequeño problema.

—Disculpa—dijo alguien tomando a Aris del brazo.

Aris se giró y miró a la persona que hablaba.

Un señor de unos cuarenta años, de ropa elegante y pulcra, bien peinado, pero con una expresión altanera y arrogante.

—No pude evitar ver tu belleza y caer cautivado, y quisiera saber si estás interesado en pasar un rato conmigo, yo invito las copas—exclamó con confianza.

Aris lo miró en silencio y sin ninguna duda respondió:

—No.

Todos los presentes se quedaron cayados y observaron la escena con cautela.

—Perdón por mis modales, me he olvidado presentarme. Soy el Vizconde Brutilab.

A Aris le desagradaba tanto la expresión de eso tipo que sólo quería irse de inmediato.

—Ahora sé tu nombre, pero la respuesta sigue siendo no.

—Cometes un gran error al rechazarme, no sé porque estás con esa persona—dijo con asco al ver a Ethan—pero yo puedo darte el doble de lo que te da él, más y mucho mejor—y estiró su delicado traje con orgullo.

Los nobles a veces visitaban la zona media para ser alabados y venerados por los plebeyos, ser vistos con admiración y conseguir a quienes quisieran, porque, aunque eran pobres algunos eran de su gusto. Y ellos harían cualquier cosa por dinero.

—Lo dudo, yo estoy con él porque lo amo, no porque me dé cosas materiales, además estoy casado con él desde hace algunos años, y lo conozco de toda la vida—jaló del brazo de Ethan, quién ya se miraba furioso y caminaron hasta la puerta—así que ya no insista.

El Vizconde tensó su expresión, estaba furioso y con voz fuerte exclamó:

—¡Lo pagarás caro mugrienta escoria! Te buscaré y suplicarás por mi piedad.

Pero ambos lo ignoraron y salieron del lugar.

—Ahora vamos dos a uno—comentó Ethan aun molesto, contando las veces en las que ellos habían sido "deseados". Quería tanto romperle la cara a ese maldito noble, pero era mejor evitar problemas y mantener la calma, pero si volvía a verlo no lo dejaría ir tan fácil.

—No me lo recuerdes—musitó de mal humor y se metieron a un callejón por si acaso.

—Y ahora ¿a dónde quieres ir? —interrogó Ethan, quién caminaba detrás suyo en ese estrecho callejón oscuro.

—Mm...

Fueron por todos lados, viendo tiendas de todo tipo y comprando todo lo que quisieran. Aris se miraba muy feliz estando de paseo al lado de Ethan, y entre más pasaba el tiempo más dichoso se sentía.

—Mira eso—dijo Ethan señalando un puesto de joyas a la orilla de la calle.

Los dos caminaron hacia él y el vendedor, al verlos se volvió sonriente y amable.

—Bienvenidos sean, pueden ver sin compromiso, pregunten lo que quieran, les daré los mejores precios—exclamó un hombre delgado, de unos sesenta, canoso y con una gran barba.

—Muéstreme las joyas más costosas que tenga—ordenó Ethan sin rodeos.

—Bien, bien, como guste buen cliente—respondió con gran placer—Tengo esto.

El señor les mostró una caja, en la que había diferentes joyas.

—Si tiene algo que pueda llevar una pareja, como un juego de collares o algo así sería lo mejor—comentó Ethan al ver las brillantes y hermosas piezas.

Aris lo miró, pero su encantadora mirada se ocultó bajo su capucha.

—Oh, tengo lo que busca—y sacando de debajo de su mesa sacó un estuche.

Que al abrirlo mostró un juego de dos collares, dos piedras pulidas en forma de gota, una de color blanco traslúcida y la otra de color ámbar, brillaban con intensidad y ambas estaban un poco manchadas con el color de la otra, haciendo que las joyas combinen juntas.

—Estas dos piedras se formaron juntas, y fueron talladas de esta forma para realzar su belleza, la piedra traslúcida se llama "lágrima de dragón" nace en los volcanes del bosque de las bestias, y la de color ámbar se llama "Rocío dorado" y se forma en los lagos del Bosque muerto, pero estás joyas se formaron en una extraña cueva que está entre ambos bosques. Son una de las joyas más raras e invaluables que tengo.

—Bien, ya no necesita hablar más, me ha convencido—exclamó Ethan complacido—y dime Aris ¿qué tal? ¿te gusta?

Aris afirmó con la cabeza y dijo con una dulce y melódica voz:

—Me encanta Ethan—su sonrisa era deslumbrante y abrazó su brazo con gran cariño.

—Entonces lo llevaré.

—Bien...—pero el vendedor se miraba dudoso—como dije está joya es muy rara, así que el precio...

—Dígalo.

—Cuatrocientas monedas de oro.

En el Continente GreatWish las cosas rondaban entre una o dos monedas de oro, siendo la de más valor, descendiendo en cobre y plata. Y el precio que decía el señor era demasiado para cualquier, incluso un Vizconde dudaría en compararla.

—Está bien—y sacando una bolsa dijo—cuéntelas si quiere—y las puso sobre el mostrador.

—E-Esto—los ojos del vendedor casi se salían de sus órbitas—¡disfrute su compra joven!

El vendedor tomó la bolsa y las contaba con cautela y euforia, mientras Ethan cogió los dos collares y los observó.

Sentía la magia dentro de las joyas, ya que estaba en el nivel nueve y podía sentir y hacer cosas que no todos los peleadores podían. En el nivel siete comenzó a notar los cambios, podía lanzar cuchillas con la fuerza de su espada, manipulando un poco de la magia que había en el aire, y ahora podía sentirla claramente. Ciertamente los peleadores eran un tipo de mago, pero ellos se enfocaban en la fuerza física, y sólo podían manifestar su "magia" mediante su cuerpo, y Ethan, al ser de naturaleza viento era muy veloz.

Los elementos de las joyas eran una mezcla extraña, la traslúcida era una mezcla de viento y agua, y la de color ámbar era una fusión de fuego y tierra.

Ethan levantó la vista y miró a Aris de frente, quién estaba con una bella sonrisa, mirándolo con cariño.

—¿Te parece que el ámbar sea para mí?—dijo Ethan.

—Mm, te queda bien.

Aris se acercó a él y levantó su rostro, Ethan tomó el collar y lo puso en su cuello, poniendo el broche con delicadeza.

—Te queda precioso—exclamó en voz baja.

—Ahora tú—dijo tomando el otro collar, y lo puso en su cuello.

La piedra estaba pulida con elegancia y delicadeza, tanto que al ver los dos collares sabías que debían estar juntos, ya que una estaba mancha con el color de la otra.

—Quisiera ver en ti todas las cosas hermosas de este mundo, que vistas con las mejores ropas, y que lleves las más finas joyas—susurró Ethan al tocar su mentón—Todo, sólo para ti.

—Yo también quiero ver en ti todo eso, aunque tu belleza se vería superada por cualquier joya en este mundo.

—Aris...—musitó con vergüenza y se acercó a él.

Y mirando los labios del otro se dieron un suave beso, que acariciaba la piel con amor, tan despacio que se podía sentir cada parte, cálida y húmeda.

A ellos no les importó mucho la presencia del señor, ya que él estaba ocupado, contando sus monedas...

Pasearon hasta las cuatro de la mañana, y luego, cansados y con sueño buscaron un hotel y se hospedaron. Tomaron un baño y cayeron profundamente dormidos.

—Vamos, despierta bello durmiente—musitó Aris cerca de su oído.

Pero él no se movió en lo absoluto.

—Ethan—Aris reía mientras le daba pequeños besos en su rostro y lo llamaba muy despacio.

Ethan frunció sus cejas, se acostó boca arriba y se echó más la sábana.

—Vamos...tu puedes despertar...

Aris le quitó la sábana y se acostó sobre él, haciendo que su fría piel tocara su tibio y cálido cuerpo. Su cabeza quedó sobre su pecho y acariciaba su rostro mientras escuchaba los latidos de su corazón.

Poco a poco Ethan fue despertando, y al sentir algo frío y pesado sobre él abrió un poco los ojos. Su largo cabello plateado estaba despeinado y muy alborotado, olía a esencia floral, y su helada mano tocaba con delicadeza su rostro.

—Ya...casi estoy despierto—dijo Ethan con voz ronca volviendo a cerrar los ojos.

—Que bien—festejó levantando su rostro y mirándolo a los ojos, y ahí se dio cuenta que se estaba durmiendo de nuevo.

Aris tocó con su dedo su mejilla, y luego de tocarlo por un rato logró que Ethan volviera a abrir los ojos.

Su expresión era dormilona y suave, apenas podía mantener sus ojos abiertos y su cabello estaba todo revuelto.

—Te ves tan hermoso hoy—exclamó Aris fascinado.

Ethan sonrió con timidez y trató de levantarse, Aris se apartó y lo abrazó por la cintura.

—Buenos días—saludó pegando su cabeza a su hombro.

—Buenos días—respondió con dulzura y acarició su cabello mientras bostezaba.

—Hoy será un día genial—exclamó saliendo de la cama. Llevando sólo un pantalón de algodón blanco y holgado, dejando ver su torso desnudo.

—Si...—musitó Ethan enjugándose un ojo.

—Pero no te quedes ahí, tomemos un baño y salgamos a pasear.

Y diciendo esto tomó su mano y lo guío hasta el baño con dificultad.

—Mm...

—¿Puedo afeitarte el rostro?

—Mm—respondió somnoliento.

—Si—exclamó victorioso...

Aris lo llevó hasta el lavamanos y lo afeitó con cuidado, observando como Ethan se despertaba por completo. Luego ambos se bañaron, Aris ató su cabello para no mojarlo y luego de unos minutos salieron de la tina sintiéndose frescos y bien despiertos. Se vistieron con ropa similar a la de ayer.

—¿Puedo peinar tu cabello?

—Claro, me encantaría—respondió Aris dándole un peine y se sentó frente a un tocador que había en la habitación.

Ethan se colocó detrás de él y comenzó a peinarlo. El largo le llegaba hasta los glúteos, era sedoso y brillante, y no era de admirarse ya que Aris lo cuidaba con esmero, porque sabía lo mucho que a Ethan le gustaba.

Y al observarlo se dio cuenta.

Lo miró a través del espejo y notó que su expresión era dulce y cálida, deslizaban el cepillo esponjoso en las bellas hebras platinadas, con tanta delicadeza que Aris no podía sentir su tacto.

—Está listo, ahora podemos irnos—comentó Ethan luego de recoger la mitad de su cabello en una coleta.

—Vamos entonces.

Tomaron sus cosas y salieron a toda prisa de ahí.

Las calles eran iluminadas por el brillante sol, las personas caminaban tranquilamente y el reloj marcaba las once cuarenta de la mañana.

Vieron tiendas de ropa, armas, libros, medicina natural, joyas, objetos raros extraídos del bosque de las bestias, partes de seres mágicos, entre otras cosas.

La zona de la clase media se enfocaba en vender cualquier tipo de cosas, para o por peleadores, armas y equipamiento, o productos de bestias mágicas...

Pararon en un restaurante que tenía mesas en la acera y comieron algo rápidamente antes de seguir su camino.

—Si quieres puedes quitarte la capucha—dijo Ethan—las personas ven raro a todo aquel que lleva una en el día, piensan que son gente peligrosa o que trama algo.

—Justo iba a sugerir eso—comentó con una sonrisa y bajó la capa, dejando ver su rostro por completo.

—Así está mejor—y Ethan también se quitó el suyo.

Se tomaron de la mano y siguieron de excursión, mirándose de reojo de vez en cuando.

Las personas los observaban, con admiración, envidia, deseo, maldad o por deleite para la vista. Pero más porque iban tomados de la mano, demostrando su amor sincero, sin importarles todo lo demás...

—Dentro de un rato ¿podemos volver a la zona baja? quiero cumplir con nuestro duelo—comentó Aris con emocionado.

—Oh—exclamó Ethan encantado—de acuerdo, pero ¿por qué, ahí?

—Será más emocionante, y más si es de noche...

Un sujeto encapuchado entró a una taberna y se acercó a una mesa rodeada de hombres corpulentos, sucios y bulliciosos, esperó a que los dos que hacían vencidas terminaran y se acercó al ganador.

—Tenemos otro retador—exclamó el hombre en la mesa, de cabello puntiagudo, castaño, de ojos oscuros y cuerpo fornido. Su expresión era rígida y ruda, con facciones toscas y fuertes.

El encapuchado se acercó a la silla y se sentó delante del hombre.

—Cincuenta monedas a qué puedo vencerte.

—Acepto el reto, yo apuesto ochenta monedas de oro.

—...Bien.

—¿Por qué no muestras la cara? ¿acaso eres muy feo? —preguntó con burla el hombre, quién apenas podía verle la boca.

—A veces las apariencias puedes nublar el juicio.

—Ja' como quieras.

El encapuchado también puso su codo sobre la mesa y tomó su mano.

—¡Hagan sus apuestas! —gritó uno del público.

En seguida todos gritaban y apostaban, animando al invicto hombre, que tenía una expresión de orgullo.

—Diez monedas de oro.

—Cinco a que Garrett gana.

—¡Ocho por Garrett!

El bullicio era cada vez más fuerte, y Garrett miraba al encapuchado con seriedad.

—Listos... ¡Comiencen! —ordenó un hombre de entre el público.

De inmediato ambos hombres pusieron todas sus fuerzas en el brazo, tratando de derivar al otro. Garrett se miraba relajado al principio, pero en cuanto el hombre misterioso comenzó a poner más fuerza se puso tenso, su rostro cambió y su semblante se volvió más rígido.

—Si no das todo de ti no lograrás vencerme—dijo el encapuchado—y te haces llamar un peleador.

Garrett cayó ante las provocaciones y puso toda su fuerza, presionando aún más al desconocido, quién poco a poco iba perdiendo. Al ver esto Garrett sonrió, pero luego observó qué el encapuchado también sonreía. Su sangre se heló y sintió un escalofrío.

Y como si la sacara de la nada la fuerza del hombre aumentó sin esfuerzo, el brazo se Garrett iba cada vez más abajo, y sin poder soportarlo más tocó la mesa.

El público guardó silencio abruptamente, todo pasó tan rápido, y cuando pensaron que Garrett ganaría de nuevo este extraño lo venció así nada más.

—Ahora paga—le dijo a Garrett, quién estaba furioso.

Y de muy mala gana sacó una bolsa con monedas y la arrojó sobre la mesa.

—Cometiste un gran error...

Se levantó y se fue lleno ira.

Todos estaban ocupados con la apuesta, y todos habían perdido ya que todos habían apostado a Garrett.

—¿Alguien más quiere retarme? —preguntó el encapuchado con picardía.

—Yo—dijo alguien entre el público luego de un silencio incómodo.

Un joven apuesto, rubio y de ojos dorados se cercó y se sentó frente al hombre misterioso.

—¿Cuánto apuestas?

—Doscientas—respondió el rubio con seguridad y puso la bolsa de monedas sobre la mesa.

—Quinientas.

Todos se quedaron pasmados al escuchar esos números, y con gran algarabío hicieron sus apuestas.

—Voy a derrotarte Aris—susurró el rubio.

—Lo dudo.

Ambos se tomaron de las manos y se miraron a los ojos con convicción.

—¡Adelante!

La fuerza de Aris era bestial, como si Ethan estuviera luchando contra una montaña.

Aris era único en su clase ya que al ser elegido por la diosa Amanzi poseía un poder inmenso, tanto de magia como de fuerza, porque al parecer esas dos cosas iba de la mano, y entre más fuerte era con su magia más poderoso se volvía físicamente.

No era como los magos comunes, que eran débiles como un humano normal y que sólo podían hacer crecer su magia.

En estos momentos Ethan estaba en el nivel nueve, pero al sentir la fuerza de Aris él debía estar en un nivel once.

—Si gano no quiero el dinero, quiero algo más—musitó Aris mirándolo con una sonrisa.

—¿C-Como...qué? —preguntó apenas.

—Te lo diré luego...

Aris presionó más y el brazo de Ethan estaba a medio camino de tocar la mesa. Que a pesar de ser de un material especial parecía que no iba a soportar tanta fuerza.

Y con su último esfuerzo Ethan trató de superarlo, pero le fue inútil. Con gran fuerza su brazo entero golpeó la mesa de piedra, que en seguida se partió en pedazos por el poder del choque.

—Lo siento, me pasé—se disculpó Aris con vergüenza en voz baja y se sonrojó, soltó su mano y bajó la mirada.

Todos los presentes en el bar guardaron silencio y vieron la escena. Jamás se había roto una mesa de piedra "Rebish" a menos que el peleador superara el nivel once, que era algo casi imposible.

Porque entre más alto era el nivel más escasos eran los peleadores. Por lo tanto, esos peculiares personajes eran contados.

«¿Quién es este tipo?»

Se preguntaban todos con asombro.

—Bien, me has derrotado—dijo Ethan y se levantó de la silla—ahí está la paga.

Señaló la bolsa entre los pedazos de piedra y se dio la vuelta con una expresión de derrota.

Todos gritaron, exigiendo a quienes habían perdido que pagaran.

Y en medio de todo ese bullicio Aris tomó las bolsas de dinero, se coló entre la multitud y utilizando un hechizo para confundir a todos se escabulló.

Se acercó a un callejón no muy lejos del bar y se escondió.

—Lo siento, me emocioné demasiado y me pasé—se disculpó con una reverencia ante Ethan, quién estaba escondido en la oscuridad.

—Descuida, eso fue genial—exclamó Ethan riendo.

—Ethan...

—Aris, no olvides que mientras tú estés bien todo estará bien—acarició su cabello y lo tomó el mentón—además no soy tan debilucho, sólo me ganaste por un pelo.

—Mm...

—Y dime ¿cuál es el pago por perder?—preguntó alegre para animar a Aris, quién no dejaba de sentirse mal.

Y en cuanto escuchó su pregunta sus ojos se iluminaron y respondió más animado.

—Lo estuve pensando y no me decido entre, que hagas todo lo que diga o que uses...algo lindo.

Ambas cosas sonaban...Ethan no sabía cómo reaccionar a eso.

—Oh... pues...

—Ni modo, las dos cosas serán.

—...

—Harás lo que diga y usarás algo lindo cuando...tu sabes—y le guiñó un ojo.

—Está bien—respondió con un suspiro y se sonrojó un poco.

—No puedo esperar—susurró para sí mismo.

Ethan siguió a Aris y avanzaron por las estrechas calles, ahora que Aris había ganado de forma llamativa tenían que borrar todo rastro de ellos, por si alguien quería buscarlos.

Pero fue inútil, porque no había pasado mucho tiempo cuándo sintieron que eran perseguidos por varias personas.

—Supuse que esto pasaría—comentó Ethan y se detuvo.

—Si—y alzando la voz gritó—Salgan de ahí.

No esperaron mucho hasta que una persona salió de una esquina.

—No saldrás vivo de esta—exclamó Garrett con ira.

Y un gran número de hombres salieron de todos lados.

—Eso lo veremos—exclamó Ethan sacando su espada.

Aris levantó un poco el rostro, y en ese momento la nube que cubría la luna se alejó con el viento e iluminó la calle, haciendo que la expresión de Aris se volviera fría e intimidante.

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