Capítulo 9
Contraté a un estilista, recomendado por David, que me vistió y me maquilló; 2 en 1, vaya talento, me decidió vestir con una camisa a cuadros de color rojo; pero no era cualquier rojo, parecía el rojo de un ladrillo (bastante extraño); con unos pantalones de vaquero color caqui, alas de ángel de color blanco, un sombrero de vaquero color negro y unos converse color blanco, junto a un collar de plata: me veía fabuloso. Pero fabulosamente ridículo.
—Necesito un trono —se lo pedí, amablemente, a mi estilista, quien ya me tenía fastidiado por la ropa ridícula que me había hecho ponerme—. ¿Tienes o puedes conseguirme alguno, amigo?
—Sí —esbozó una hermosa sonrisa de oreja a oreja; me recordaba a la maldita sonrisa de Katherine Dankworth cuando aceptamos ver It en el cine de Itaville hacía ya un par de años atrás—. Pero mejor no, solo con las alas de ángel blancas está perfecto y te verías divino, Marcus, tampoco usaremos esto porque no va con el diseño —se refería al collar de plata, pero me aferré a él con mi vida y no se lo di, ese collar era mío; por lo menos no terminé muerto por él. Ya expliqué por qué me morí.
Me harté y me salí, dando un traspié, de mi camerino, fui directo a ver a mi primo David para decirle lo inconforme que me encontraba con mi estilista. David se empezó a reír en cuanto me vio.
—¿Qué te pasó, Marcus? —sí, se reía demasiado y eso me parecía horroroso; además de nefasto—. ¿Por qué te ves como un tarado?
—Mi estilista es un idiota —comencé a desabrocharme la camisa y a quitarme todo—. Quiero clavarle un hacha en la cabeza.
—¿En Llamas? —David tenía una voz irritada—. ¿Johanna Mason? ¿Esa es la referencia?
—¿El segundo libro de Los Juegos del Hambre? —de repente lo entendí y lo recordé todo—. Sí, sí hablo de eso, David; pero lo importante es que mi estilista es un idiota.
—Concuerdo —David empezaba a simpatizarme un poquito más—. Pero ¿qué harás al respecto con tu vestuario?
—No necesito ningún torpe que me vista cuando yo puedo hacerlo por mi cuenta. Puedo vestirme aún mejor —me crucé de brazos, aún con mi atuendo ridículo—. Voy a cantar enfrente de Lezley, Richard y Louis, ¿verdad que sí, David? —David asintió—. Escogeré lo que me voy a poner, y el maquillaje también lo haré yo; ¡cielos! ¿No pudiste conseguir a un estilista con un poco más de experiencia y sentido de la moda, David? ¿O alguien que sea menos inútil?
—Escuché eso y no creo que tengas que desprestigiar mi trabajo si no te gusta, jovencito —esa era la aguda voz de el imbécil de mi estilista.
—Lo siento, tienes razón y creo que yo estoy mal —tuve que reconocerlo—. Pero no me gusta tu trabajo, creo que es un asco.
—Así está mejor, gracias, joven Miller —y se fue de L'Olympia; esperaba que se hubiera ido para siempre.
—Oh, gosh! —David estaba bastante sorprendido—. En serio eres una bruja mala, primo.
—Ahora si me disculpas, tengo que ir a buscar mi atuendo para cantar y hacer mi gran entrada —y fui tras bambalinas, vi de lejos a Lezley Anderson dando órdenes e indicaciones a todos sobre cómo sería el concierto de Louis Gerald; pero había algo que ni ella ni Louis o Richard sabían; no se esperaban que yo fuera el telonero de Louis Gerald.
Al entrar a mi camerino, las luces tintineantes de la lámpara alumbraban todo el lugar, pasé directo a mi armario y tomé lo que necesitaba. Solo necesité una camiseta abotonada negra, un pantalón negro bastante ajustado, unos zapatos negros y me quité las estúpidas alas de ángel blancas, porque eran muy imbéciles y aburridas, así que encontré unas alas negras y me las puse, tomé el hermoso collar de plata pura; me lo puse y tomé mi antifaz. Incluso parecía que planeé todo muy bien, como hacer que David despidiera al imbécil de mi estilista, pero antes de esto, guardé mi outfit completo en mi camerino un día antes, porque sabía que David me fallaría (como siempre lo había hecho) y eso hice; guarde mi vestuario (una camiseta abotonada negra, unos jeans ajustados de color negro, unos zapatos negros y cambié las ridículas alas color blanco por unas fabulosas alas colos negro; fui como un ángel caído; algo así como Lucifer). Todo esto lo hice solo en caso de que no me gustara lo que mi estilista había escogido para mí, y fue un idiota, pero al menos me dio un collar de plata hermoso. Entonces el plan había funcionado bien y a la perfección.
Pedí mi trono; de nuevo me comporté como una diva, no tardaron mucho en conseguirlo; me senté y solo esperé y esperé hasta que llegó el momento, solo vi la cara de Richard Vallaj de estupefacción y sorpresa al ver qué el muerto realmente estaba vivo.
Hubiera pagado lo que fuera necesario para poder ver las caras de Louis Gerald y Lezley; lo juro, hubiera sido tan genial. Solo de imaginar sus caras de estúpidos sorprendidos, me daba una risa básicamente descomunal (como la mirada de Richard: a pesar de que se veía como un estúpido sorprendido, se veía muy lindo; pero eso me daba igual porque él ya no me gustaba y más tarde me enteraría de algo que ya me habían comentado, pero que verdad me dejó con la sangre helada, porque lo vi con mis propios ojos). Al terminar de cantar, busqué a Lezley Anderson en L'Olympia; sí, fui a hacer toda la mierda de disculparme y eso.
—Lezley —la llamé al mismo tiempo que la tomé por su brazo para que ya no caminara más; parecía que me evitaba.
—Marcus —por fin Lezley y yo estábamos hablando—. Dime qué puedo hacer por ti.
—Realmente solo busco que me perdones por lo que hice —ella iba a hablar, pero no la dejé continuar—. Lamento tanto, en serio no tienes idea de lo mucho que lo siento, haber hecho de tus últimos dos años de preparatoria un infierno.
—¿Por qué? —Lezley estaba con una mirada extraña, esa pobre niña no merecía nada de lo que le hice; sentí lástima por ella—. ¿Sabes lo mucho que sufrí? ¿Tienes una maldita idea de lo mucho que me afectaron las burlas que Katherine y Marie, e incluso tú, me hacían?
—No, Lezley —fui lo más franco que pude con ella—. No lo sé y solo puedo disculparme contigo por ser tan imbécil. Aunque te advertí que pasaría, ¿o no, Lezley?
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