Capítulo Cinco

Exhalé. Tomé fuerza y me volví hacia la casa. Scott tenía razón, tenía que hablar con mi madre. Por eso había viajado kilómetros, y era momento de hacerlo. Mi madre ya no estaba en el pórtico, estaba dentro, sentada en el mismo sillón donde se había sentado antes, cuando estaba Scott. Estaba abrazando su taza, y la tenía pegada a su pecho, perdida en sus pensamientos.

—¿Mamá?

Ella levantó la mirada, y palmeó el lugar junto a ella.

—Lamento mucho haberme ido así —dije, antes de sentarme junto a ella.

Una lágrima rodó por su mejilla, y sentí una presión en mi pecho.

—No, Emily, yo lamento muchísimo haberme ido así. —Su voz se quebró—. Sin explicación alguna, sin darte señales de vida por un tiempo. Merecías una explicación, e inclusive poder formar tu propia opinión. No lo hice y te lastimé, y lo siento mucho. Mereces eso y mucho más.

En ese momento, como que el tiempo fue más despacio. Había esperado tanto escuchar esas palabras. Mi padre no había dicho mucho cuando mamá se fue. Solo se encerró en su trabajo, y yo no escuché noticias de mi madre por meses. En cierto modo, no había solo perdido a un padre, había perdido a dos.

Mi visión se volvió borrosa, por las lágrimas en mis ojos. Mamá tomó una de mis manos en la suya, temblando.

—Se me rompió el corazón. Mi mundo giró fuera de control cuando confirmé una de mis peores pesadillas. —Cerró los ojos por un momento antes de continuar—. Tu padre tenía una amante.

Sus palabras tuvieron el mismo efecto que una cubetada de agua helada. Jalé mi mano, y me levanté, alejándome de ella.

—No, eso no puede ser cierto... —Negué con la cabeza—. Yo estoy segura de que él te quería. Igual aún lo hace.

Mi madre se abrazó.

—Tenía miedo de que no te dieras cuenta, tu padre siempre ha sido tu héroe. Por eso mismo no podía decírtelo por teléfono.

—Es que no tiene sentido —dije, frunciendo el ceño—. Él estaba devastado cuando te marchaste, yo siempre pensé que tú le habías roto el corazón.

—No supe cómo manejar la situación, y es la razón por la que me fui. —Mamá se limpió las lágrimas—. No podía regresar, no cuando, a pesar de todo, decidió casarse con la misma mujer con la que me engañó.

Mi cabeza comenzó a dar de vueltas. ¿Mi padre había engañado a mi madre con Tina? Ella había sido su asistente personal por un largo tiempo, y cuando mi padre se encerró en el trabajo, no me pareció descabellado que terminaran enamorándose y se casaran, al final, era donde mi padre estaba todo el tiempo. Yo le agradecía mucho haberlo ayudado a sentirse mejor, a dejar de refugiarse en el trabajo, aunque ella no me cayera particularmente bien.

En ese momento, sentí que cargaba todo el mundo sobre mi espalda, así que regresé a sentarme junto a mi madre.

—Es muy difícil para mí aceptar que mi padre te engañara.

—Lo sé, mi niña, lo sé.

Las palabras de cariño de mi madre se clavaron en mí. Hacía tanto que no me llamaba así, y hasta ese momento, no me había dado cuenta de cuánto lo necesitaba. Mi madre no me culpaba, ni me despreciaba. Me quería, me extrañaba y me necesitaba tanto como yo a ella. Poco a poco comencé a comprender que realmente se marchó por algo que no estaba relacionado conmigo, y que le había dolido tanto como a mí.

Crecí pensando que mi padre era la persona más honorable del mundo, pero ¡qué equivocada estaba! Bajé la cabeza, mirando mis manos, recordando lo repentina que fue la boda con Tina. O sea, apenas me había contado que estaba saliendo con ella, cuando ya estaban planeando la boda. Algo que siempre me molestó de Tina es que en el momento en el que se mudó a la casa de mi padre, estaba lista para ser tratada como la realeza, redecoró todo, quitó cualquier cosa que le recordara a mi madre. Esa última parte la entendí, porque sería raro vivir en un espacio de otra mujer, pero es que se veía como si eso, el vivir con mi padre es algo que merecía. No sé, siempre me dio una sensación extraña, porque no se sintió como un nuevo comienzo. Sobre todo, cuando llevó a Sonia, quien, a sus 26 años, y aun siendo más grande que yo, se fue a vivir a casa de mi padre.

Siempre me molestó lo "familiar" que se sentían en la casa, como si tuvieran todos los derechos del mundo, cuando en realidad apenas nos conocíamos. O bueno, apenas las conocía yo. Y lo peor, es que mi padre nunca se opuso a nada. Igual se sentía culpable de alguna manera, pero en realidad, no sé con quién se sentiría culpable, si con ellas o conmigo. Internamente, siempre agradecí que ya no vivía con él para no ver el circo que estaban haciendo. Pero en cierto modo, todo comenzaba a cobrar sentido ahora. No puedo hablar por mi padre, pero sí puedo confirmar que Tina de verdad creía merecerlo todo.

—Entiendo si no me crees, Emily. Estás en todo tu derecho, más como me he portado en los últimos años. Pero espero que me perdones por todo, o más bien, por lo que no hice.

—Mamá, traté contactarte muchas veces y nunca lo logré.

—Lo sé, amor. Lo sé. —Se tocó la garganta, antes de mirarme de nuevo—. Yo no estaba bien. Nada bien. Caí en una depresión terrible. Me vine a vivir aquí, de hecho, a casa de mis padres, como si el estar cerca de mi casa de pequeña me reconfortara, de alguna manera. Pero no fue así. Dormía todo el día, estaba sin ganas, apenas comía. No fue hasta que Anya se metió, entre ceja y ceja, que tenía que sacarme adelante, y me obligó a salir de la cama, a trabajar con ella, a encontrar un propósito en mi vida.

Imaginé a mi madre en el bar de Anya, y bueno, realmente no podía imaginarla. Pero sí la vi con Anya, platicando, sonriendo y retomando su vida.

—Mamá, lo siento tanto. Ojalá hubiera podido ayudarte en algún modo.

—Y lo hiciste —alcanzó mi mano de nuevo, tomándola en la suya—. Tú hiciste que quisiera mejorar, que buscara ayuda. Solo que cuando por fin pude hablarte, ya no querías hablar conmigo.

—Me dolió mucho —confesé—. Pensé que ya no me querías.

—¡Nunca, Emily! ¡Nunca!

—Lamento haberme tardado un año en contactarte, entiendo que fue demasiado tiempo, pero quiero que entiendas algo, todo lo que pasó fue entre tu padre y yo. Nada tuvo que ver contigo. Eres mi mundo, Emily. Siempre lo has sido.

‹‹No era mi culpa. No era yo››.

Un sollozo salió de mis labios antes de que me tapara la boca. Sus palabras me quitaron un peso en el alma, algo que venía cargando desde hace años, desde el momento en que ella se fue y dejó de contestar mis llamadas.

Recordé a Sam y a Sonia, y los sentimientos de traición, mentira y engaño cayeron sobre mí como rocas de lava en mi estómago. No tanto por ellos, porque era claro que no quería a Sam, era más mi enojo con Sonia por el modo en el que ella había actuado, y conmigo por conformarme cuando no era feliz. Pero pensé en mis padres... y entendí que mi madre sí amaba a mi padre, y que él había hecho lo mismo que Sam. La diferencia es que a mi madre le había impactado tanto que se había marchado y había vivido un año hundida en depresión mientras mi padre seguía saliendo con Tina, porque si ya estaba saliendo con ella cuando estaba mi madre, estaba segura de que continuó cuando ella se fue. Igual y no se clavó en el trabajo como siempre pensé. Probablemente, se la vivía con Tina. Mi sangre comenzó a hervir por el engaño de mi padre. El engaño hacia mi madre, obviamente, pero el engaño hacia mí también. Simplemente, omitió todos los detalles que lo hicieran quedar mal conmigo, aprovechando que mi madre se desapareció.

Me quedé pensativa un momento, tratando de recordar si yo le pregunté lo que había pasado, o estaba en completo shock de que mi madre se fuera así como así y cortara lazos, y supe que yo también había tenido culpa. No le pregunté, lo dejé ser, mientras yo intenté vivir una especie de duelo al perder a mi madre, con miedo de perderlo a él también.

—Mamá, creo que yo también te debo una disculpa. Nunca indagué con papá qué había pasado en realidad. Él no me contó nada, y yo lo acepté, sin más. Y creo que no fue justo de mi parte asumir.

—Emily —mamá dejó salir un lamento—, no. Nada de esto tuvo que ver contigo. No imagino lo difícil que pudo haber sido para ti. Creo que, en situaciones de crisis, muchas veces, en lo que menos pensamos es en pedir ayuda. Me pasó a mí, y siento que te pasó a ti también. Yo tuve la suerte de encontrar a Anya, quien me ayudó a pesar de mí.

—Qué bueno que te ayudó, mamá. Me hubiera gustado poder hacerlo yo también —dije, con la voz cargada de emociones, llena de culpa.

Como si supiera lo que yo sentía, mamá negó con la cabeza.

—Pero eso fue mi culpa, mi niña. Yo te alejé. —Inhaló, y me sonrió con una pequeña sonrisa triste en los labios—. Pero estás aquí ahora, y eso es lo importante.

—Sí.

Nos quedamos mirando por un momento, las dos con ojos llorosos, y nos abrazamos. Dejamos salir las lágrimas, de tristeza y de culpa, de felicidad, igual. Estábamos juntas, después de tanto tiempo, y estábamos hablando y entendiéndonos. Eso era lo importante.

—Solo te pido que me des más tiempo, he esperado tanto este momento, que no quisiera que regresases a Estados Unidos pronto. Sé que es mucho pedir, pero no quiero perderte de nuevo.

—No pienso irme a ningún lado, mamá.

Era cierto. No quería regresar a Estados Unidos en un futuro corto. ¿A qué? Mi padre no era la persona que pensaba. Mi hermanastra era una zorra que solo quería lastimarme, y mi madrastra... no tenía palabras para ninguna de las dos.

—Te extrañé tanto, Emily.

—Y yo a ti, mamá.

Nos volvimos a abrazar, y mamá me apretó más hacia ella. Quería contarle tantas cosas, pero no sabía por dónde empezar. No importaba, teníamos toda la vida para platicarnos lo que habíamos hecho o dejado de hacer.

—Empecemos de nuevo, ¿sí? —preguntó, algo tímida.

—Claro.

Se levantó, tomó una caja de pañuelos desechables, y después de sonarse, me miró con una sonrisa en los labios.

—Ahora, platícame. ¿Cómo es que el príncipe Scott apareció a tu lado hoy?

—Es una historia chistosa, ¿sabes?

—No, no lo sé. Y estoy ansiosa porque me la cuentes.

Le conté todo mientras preparábamos la cena, una ensalada de atún. Lo único que omití fue lo increíblemente guapo que me parecía, aunque no tenía que decirlo, de alguna manera, como las madres siempre intuyen todo, mamá lo sabía. Me hizo un par de bromas al respecto.

A la mañana siguiente, desperté sintiendo que todo el cuerpo me pesaba horrible. Estiré mis brazos sobre la colcha que mamá había colocado en mi cama, y suspiré. No había podido dormir muy bien porque seguía dándole vueltas a todo lo que habíamos platicado anoche. Decir que me sentía decepcionada de mi padre era poco. Era mi héroe y me sentía traicionada y dolida. Mamá no quiso elaborar acerca de cómo se enteró, solo que había sentido una corazonada por años, ¡por años!, antes de contratar a un detective privado.

Le conté sobre Sam, pero no le dije nada de Sonia. Sentí que era remover heridas que en sí le habían costado mucho sanar. Pero era una historia diferente con papá. Ahora sí quería que lo supiera, que se diera cuenta de la sanguijuela que su hijastra era, igual que su madre.

Mi quijada me dolía. Seguro había apretado los dientes toda la noche. Masajeé mis mejillas, con la esperanza de que dejaran de doler, sin mucha suerte. Dejé salir otro suspiro, antes de tomar mi teléfono, que había dejado sobre el escritorio mientras se cargaba.

Deslicé mi dedo sobre la pantalla y en cuanto se desbloqueó, mi corazón comenzó a latir más rápido. No debería esperar nada de Scott, porque, de verdad, no creí que de verdad me escribiera. Aun así, cuando vi un mensaje de un número extraño, no pude evitar desear que fuera de él. Dios sabe que con todo lo que estaba pasando, necesitaba la distracción.

Número extraño: Hola! Espero que todo esté bien. Soy Scott, tu héroe favorito. No te di mi número, pero quería dártelo. Escríbeme si quieres hablar?

Me había escrito anoche, pero con todo el drama familiar, lo último que había querido ver era mi teléfono. Guardé su número, y con una ancha sonrisa, le contesté.

Emily: Hola, extraño! Perdón por contestar hasta ahorita, seguí tu consejo y hablé con mi madre. Gracias por estar al pendiente.

Un momento después, los pequeños puntitos comenzaron a saltar. Mariposas comenzaron a revolotear dentro de mí.

Scott: Soy encantador y considerado. Algunos podrían decir que soy el hombre perfecto :D

Solté una carcajada.

Emily: Sí, excepto una cosa: no eres modesto.

Scott: Ja! ¿Tienes un rato libre hoy?

Mi sonrisa se enganchó. ¡Quería verme! Bailé un poquito antes de aplacar un poco mi cabello, como si pudiera verme.

Emily: No tengo planes.

Scott: ¿Te gustan los caballos?

En sí era bastante torpe, no quería pensar qué podría pasar en caballo, y nerviosa por estar cerca de Scott.

Emily: Sí, me gustan, pero no sé montarlos. ¿Mejor caminamos o algo así?

Scott: Soy un muy buen maestro, lo prometo. Pero caminar, está bien. ¿Nos vemos en dos horas?

Exhalé, mucho más tranquila porque no quería montar a caballo. Escribí: Sí!!! Pero borré la respuesta.

Emily: Sí, está bien.

No era necesario verme tan desesperada, pero la verdad es que sí me moría de ganas de verlo.

Nos despedimos y leí el hilo de mensajes de nuevo. Ver a Scott era justo lo que necesitaba. Era muy divertido, me hacía reír, y por alguna extraña razón, sentía que podía ser yo con él. No supe si parte de todo era el hecho de saber que no lo volvería a ver. O sea, no lo tenía que impresionar porque en sí, cada momento podía ser literalmente el último. Supuse que la realeza era así. Complicada, con mil protocolos, y no siempre podían ser ellos, así que me sentía especial por poder pasar un ratito más con él. Probablemente fuera el último. Además, siendo sincera, hablar con Scott siempre me dejaba sintiendo como que estaba volando entre las nubes, y ahorita necesitaba sentirme así.

Sonriendo, me bañé y comencé a bajar por las escaleras, cuando el aroma a quemado me llegó. «Oh, no», pensé, antes de entrar en la cocina, frotando mi nariz. Mamá siempre había sido la peor en la cocina. Algo que yo también heredé. Y en cierto modo, se sintió reconfortante saber que algunas cosas seguían siendo las mismas que antes.

—Hola, mamá —dije, tratando de no arquearme por lo potente del aroma.

Ella estaba batiendo un trapo, tratando de disipar el humo.

—¡Hola! —Sus mejillas estaban pintadas de color rosa, y ya parecía estar sudando—. Traté de hacer el desayuno. —Señaló hacia unos montículos de carbón que supuse deberían ser algún tipo de pan—. Pero, como puedes ver, las cosas no salieron bien.

—Está bien —la tranquilicé antes de caminar hacia la puerta trasera y abrirla, para que saliera el humo—. Yo soy un desastre en la cocina también. La verdad es que ya ni siquiera intento cocinar.

Mamá rio.

—Bueno, por lo menos sacaste mis ojos —bromeó.

—Sí —respondí, sonriendo también.

—Dejemos las ventanas abiertas. Hay pan de caja, jamón y queso, podemos hacer unos sándwiches. —Dejó el trapo de cocina en la barra, abrió la alacena, y comenzó a sacar el pan, pero hizo una pausa para verme—, o podemos ir a desayunar a algún lado. Quiero salir de compras. Necesitamos una cafetera.

Ante la mención del café, las palabras que había soltado ayer tomaron forma y peso y cayeron de golpe sobre mi estómago. Fui bastante grosera cuando le dije que ya no tomaba té. Después de escucharla ayer, me sentí bastante mal.

—No necesitamos una cafetera —murmuré.

—No, de hecho, sí necesitamos una, porque te vas a quedar en Inglaterra por un buen tiempo, y creo que podríamos regresar a pasar algunos días de nuevo por aquí. También necesito una para Londres. Porque, ¿ese sigue siendo el plan, cierto?

—Definitivamente, no voy a regresar a los Estados Unidos en un largo tiempo. Quien sabe, —alcé los brazos—, igual me quedo a vivir aquí.

Mamá dejó salir un respiro y mi corazón se encogió un poquito al verla así.

—Ese plan me encanta. Muchas gracias, Emily.

—No tienes nada que agradecerme, mamá. —Saqué los ingredientes del refrigerador y comenzamos a armar el desayuno—. ¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar por aquí, en Castle Combe?

Sonreí. Recuerdo que de niña imaginaba que el nombre del pueblo significaba que mi abuela vivía en un castillo. Hubiera sido genial. Aun así, el pueblito de Castle Combe era increíblemente pintoresco, estaba rodeado de pequeñas montañas y colinas, y tenía vistas increíbles por donde fueras. Y supongo, que, si Scott estaba por aquí, debería haber una especie de castillo por algún lado. O una casa antigua de esas impresionantes como en las novelas de Jane Austen, al menos.

—Tengo que regresar a Londres en un par de días para continuar mis clases en la universidad.

—Ya —solté algo desanimada.

Eso significaba que no iba a ver mucho a Scott, porque tenía claro que cuando regresara a Londres, esto se iba a acabar. Su vida era muy diferente a la mía.

—¿Por qué el desánimo? ¿Acaso tiene que ver con un príncipe encantador?

—No —mentí.

Pero mi madre no me creyó, se le veía en los ojos.

—Ajá.

De un momento a otro, sentí muchísimo calor, así que me ocupé tirando los carbones en el bote de basura. Escuché a mamá reír por detrás.

—¿Entiendo que entonces la idea de salir no se te antoja?

Había regresado al ensamblaje de los sándwiches, pero pausé un momento.

—¿Está bien si salimos después? —me mordí el labio.

Mamá quería pasar tiempo conmigo, y yo había hecho planes con Scott. En mi defensa, era muy poco probable que volviera a suceder, por lo que sentía que tenía que aprovechar la oportunidad de conocerlo y pasar tiempo con él, pero también me sentí mal por no pensar en mi madre.

Como si mamá supiera qué es lo que estaba pasando por mi mente, se acercó a mí y puso una mano en mi brazo.

—Emily, no necesitas pasar cada minuto a mi lado. —Apretó mi brazo antes de soltarlo—. ¿Tienes planes?

—Quedé en salir a caminar con Scott.

—Eso suena como a una cita —dijo, alzando las cejas.

Hice una mueca y negué con la cabeza.

—No, en realidad no. Nos acabamos de conocer, y no estoy lista para salir con nadie. Especialmente con un príncipe. Y seamos realistas, esto solo va a durar por el tiempo que estemos aquí, probablemente.

Mamá se quedó viéndome con una sonrisa como si supiera algo que yo no.

—No lo sé, Em. Sus ojos brillaban de una manera especial cuando se regresó a hablar contigo ayer, antes de irse.

‹‹Eso tuvo más que ver contigo, que conmigo››, pensé. Pero no se lo dije. Se sentía bien pensar que igual yo le parecía tan refrescante como él a mí.

Terminé de hacer el desayuno al mismo tiempo que mi madre puso una taza humeante enfrente de mí. Olía a café. Extrañada, la miré.

—Le pedí a Anya un poco de café. —Levantó los hombros, como si no fuera nada, pero sentí un calor esparcirse dentro de mi pecho—. Creo que salir con alguien ahorita sí sería algo prematuro, pero es un chico guapo. A pesar de ser príncipe.

Me quedé callada. Lo era. Pero además de guapo, era divertido y amable. Además de caballeroso.

—Mamá —Levanté los ojos—. ¿Has salido con alguien más después de papá?

Tomó un poco de té antes de contestarme.

—Tal vez, no sea la mejor persona que te pueda dar consejos, mi niña.

—¿Por? —pregunté frunciendo el ceño—. ¿Aún lo quieres?

Mamá dejó la taza y desvió la mirada por un momento.

—Desde que nos separamos he estado más preocupada por salir adelante y por acercarme a ti. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. James podrá haber sido infiel, pero yo fui la que te alejé de mí.

Estreché mi mano y la puse encima de la suya.

—Pero estoy aquí ahora.

Mamá inhaló.

—Pero estás aquí —repitió, mientras una pequeña sonrisa se dibujó en su cara—. ¿Sabes?, cuando una relación no funciona, es culpa de los dos, no solo de uno. —Abrí mi boca para protestar. Mi madre no tenía la culpa de lo que había hecho mi padre. Ella negó con la cabeza—. Escúchame, Emily. Lo he pensado mucho. Yo siempre puse mi trabajo primero, siempre. Mi prioridad ha sido escribir más artículos, actualizarme. Soy una buena maestra por eso mismo, pero a pesar de las quejas de James de que trabajaba mucho, no me importó. Esa es mi responsabilidad. Él durmió con otra mujer, pero yo lo traicioné con mi trabajo.

No estaba de acuerdo. Una cosa es trabajar mucho, otra muy diferente, es traicionar a las personas que amas. Pero tampoco era mi batalla, a partir de ahora, tenía que aprender a escuchar y a respetar los sentimientos de los demás, empezando por mi madre.

—Mamá, no quieres que culpe a papá, ¿verdad? —pregunté de golpe, en cuanto el pensamiento se formó en mi cabeza.

—No.

—Eso te hace la mejor persona —dije con tono serio—. Porque no estoy enojada porque se hayan separado. Estoy molesta porque papá convenientemente omitió toda la verdad. Él sabía cómo me sentía, y nunca dijo nada.

—¿De qué hubiera servido que te dijera la verdad?

—Hubiera tratado de entender, te hubiera apoyado. Y probablemente le hubiera hecho la vida de cuadritos a Tina, si es que a mi padre se le hubiera ocurrido llevarla a la casa.

Mamá bajó la cabeza, pensativa.

—Yo creo que todo pasa por algo —dijo un momento después—. Hubiera sido mucho más fácil para mí echarle la culpa, pero entonces, no hubiera admitido que trabajaba mucho. No sé, Emily. De nada sirve si no aceptamos lo que nos toca, si no aprendemos y tratamos de seguir adelante.

Con el corazón en las manos, la abracé, fuerte. Me era difícil entenderla, pero en algo tenía razón. No servía de nada echarle la culpa a alguien de una u otra cosa. Todos éramos responsables de algo.

En mi mente, le agradecí a Hugh por haberme obligado a venir. Mi madre era increíble, y hubiera sido una lástima, que, por mi orgullo, me perdiera de conocerla mejor, de hablar con ella. En ese momento, solo sentía admiración por ella. Había sido tan fuerte, aunque no se diera cuenta, y no se había dado por vencida en mí.

—Te quiero mucho, mamá.

Con una sonrisa llorosa, se alejó de mí.

—Yo también, mi niña. —Se limpió las lágrimas, y señaló hacia la comida—. Comamos, que tenemos un día ocupado. Yo me voy a ir de compras, y tú no encantando al príncipe que toda chica desea.

—Vaya, mamá. Gracias por poner las cosas así —dije, con pesar.

Ella rio, pero yo me quedé pensando en lo que acababa de decir. Solo que, para mí, Scott no era el príncipe que toda chica deseaba, era solo el chico que acababa de conocer, que me hacía reír, sentir especial y que definitivamente quería conocer más.

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