Elsa, la chica de 18 años que actuaba como una de 28. Tenía el corazón frío como el hielo, no le gustaban las emociones fuertes, le asustaban. Tenía miedo que alguien entre a su corazón y lo destruya como la última vez. Ella no necesitaba un hombre para que su vida esté completa como sus amigas creían.

Además, le gustaban las chicas.

Su hermana, Anna, era todo lo contrario.

Anna era amable y tierna, Elsa era seria y cortante. Anna era cálida y con una sonrisa que enamoraba, Elsa era fría y rara vez sonreía. Anna cuidaba su pelo como si fuera oro, Elsa tenía el cabello blanco como la nieve y su corazón.

Anna era como el día y el sol y Elsa como la noche y la luna.

¿Quién me prestaría atención cuando tienen a Anna? Solía pensar.

Y por ser así de cerrada, nunca se percató de la chica al fondo de su clase de arte que la miraba a todas horas. Y estaba enamorada de la chica de pelo blanco y una mirada soñadora que llevaba a todos lados un cuaderno de tapa negra.

Elsa era demasiado cerrada y fría como para prestarle atención al amor.

La chica era demasiado tímida e insegura como para ir y hablarle.

Nunca coincidieron, su historia nunca comenzó.