Aladdin

Al nunca quiso eso.

Al nunca quiso meterse en las drogas.

Al nunca quiso ver así a Jasmine.

Pero aun así pasó. Porque a la vida no le importa lo que tu pienses.

Sentado sobre la dura cama, mira el cigarrillo encendido en la mano izquierda y luego la pistola en su mano derecha que le había robado a un guardia hacía algunos días. Al tenía un don para robar. ¿Cuál me matará más rápido? Se pregunta.

Solo que él no fuma para morir o por placer, Al fuma para no dormir. Es lo único que puede conseguir tras los barrotes de la cárcel.

Tiene miedo de cerrar los ojos porque cada vez que lo hace, imágenes del cuerpo muerto de su novia y la sangre de su asesino bailan detrás de sus párpados, haciendo que se despierte agitado y llorando.

Al no tenía padres, toda su niñez fue de un orfanato a otro. A los quince años, se metió en un grupo de chicos que fumaba marihuana y hacían disturbios por la ciudad y los diecisiete, comenzó a hacerse adicto a las drogas como ellos.

Así siguió durante años. Cada vez consumía más y cada vez tenía más deudas. Hasta que la conoció a ella. Parecía una princesa sacada de un cuento de hadas y no podía creer que aquella hermosa chica con nombre de flor y el cabello como el carbón podría fijarse en él.

Jasmine estaba acomodada socialmente, Al tenía que luchar todos los días por un poco de pan. Jasmine iba a unas de la universidades más prestigiosas de país, Al había terminado el instituto a uñas y dientes. Pero el amor no conoce los límites.

Jasmine y Al se veían casi todos los días en un bar para hablar y reír y el chico se sentía vivo. Pero no vivo como lo hacían sentir las drogas, vivo de verdad. Con ganas de vivir. Pero ella se enteró de que él consumía y un año y medio después, con veintitrés años y mucha ayuda de parte de ella y profesionales, pudo salir de aquel círculo vicioso. Ya no sentía la necesidad de consumir cuando estaba con ella.

Pero llegaron ellos a pedir su dinero. Al les debía cientos, miles, de dólares y era pobre, no tenía como pagárselos. Él robaba para subsistir a pesar de que no era la mejor opción. Los recaudadores le dieron un plazo de un mes para que devuelva el dinero faltante y él se sentía morir. ¿Cómo haría para juntarlo? Esos hombres no tenían piedad alguna, lo matarían sin parpadear, incluso puede que lo torturaran.

Al intentó de todas las formas posibles juntar el dinero sin decírselo a Jasmine, nunca fue capaz de contarle la verdad. Él robó a gente adinerada, intentó buscar trabajo en algún bar o ayudar a amigos con algún pequeño trabajo. Y aun así, apenas había llegado a la mitad de lo que les debía.

Pero el día llegó. Y ellos volvieron. Al les pidió más tiempo. Ellos se negaron. Tomaron todo lo poco que el hombre tenía de valor. Lo golpearon. Se fueron.

Y seguía sin ser suficiente.

Al día siguiente, Al fue a la casa de su novia a hablar. Debía contarle toda la verdad, no podía soportar más aquella carga, no le iba a pedir dinero pero necesitaba que ella supiera a los riesgos a los que él estaba sometido para que se alejara por su propia voluntad porque Al no sería capaz de obligarla a irse. Fue todo el trayecto pasándose las manos por el cabello y retorciéndose los dedos de los nervios, había pensado mil y un maneras de cómo decírselo pero todavía ninguna parecía la correcta.

A tan solo media cuadra de la casa de Jasmine, se escuchó un grito. Un verdadero grito de terror. Y un disparo.

Al corrió. Al entró a la casa. Al la vio tirada en su suelo en un charco de sangre. Al vio a un hombre con un arma en estado de shock y arremetió contra él, tomó el arma que este tenía en la mano y le disparó sin vacilar. El hombre se desplomó en el suelo, muerto.

El moreno se volvió hacia Jasmine que lo miraba sorprendido como podía. Tenía las manos apretadas contra el abdomen donde la bala la había alcanzado y estaba acostada en el inmaculado suelo blanco que hacía aun peor la escena.

Ella lloró.

Él lloró.

Al se desplomó de rodillas a su lado y puso la cabeza de su amada en su regazo. Le apartó una de las manos del abdomen y la apretó con fuerza, estaba tan fría. Bajó su cabeza para darle un beso en la frente y posteriormente juntarlas.

—Lo siento, lo siento, lo siento. Todo esto es mi culpa. Perdóname. Quédate conmigo, te lo ruego. No me dejes. Eres lo único que me queda —le decía entre sollozos.

—No... es tu culpa, amor -dijo Jasmine como pudo y tosió sangre—. Tú no lo sabías.

El hombre negaba con la cabeza entre lágrimas, no, no, no, no, no. En el fondo sabía que podía llegar a pasar algo como eso, pero no creía que ellos supieran sobre su novia. Que tonto que fue.

—No, no, por favor. Estarás bien, te lo prometo. —Comenzó a levantarse, desesperado—. Llamaré a una ambulancia, estarás bien.

Jasmine le apretó la mano con las pocas fuerzas que le quedaban, obligándole a mirarla. Se miraron a los ojos y todo pareció bien por tan sólo un segundo.

—Quédate conmigo... —le dijo ella en un susurro apenas audible— hasta que... me quede dormida. ¿Cómo en los viejos tiempo, sí? Por favor...

Antes, cuando él se quedaba a dormir en la casa de ella, solía quedarse despierto mientras ella caía en los brazos de Morfeo. Al le acariciaba el cabello hasta que el mismo se durmiera y le besaba cada parte del rostro para despertarla.

Se secó las lágrimas con la manga de su camiseta y asistió. Se volvió a arrodillar y la abrazó como pudo. Su corazón iba cada vez más despacio.

—Te amo, Jasmine. —Besó su mejilla. Besó sus ojos. Besó su frente—. Estoy tan jodidamente enamorado de ti. Aguanta un poco más.

Pero el corazón de Jasmine ya había dejado de latir. Ya no lo podía escuchar. Se había ido.

Y él lloró aún más.

Más tarde, la policía llegó. Un vecino la había llamado al escuchar los disparos. Lo apartaron del cuerpo sin vida de su amada y él se resistió llorando y pateando. No quería dejarla. Su camiseta estaba llena de sangre.

Días después, lo acusaron de un crimen doble, el arma encontrada tan solo tenía sus huellas dactilares y además tenía antecedentes penales. Lo condenaron por supuestamente asesinar Jasmine y el matón que había sido enviado por la gente a la cual le debía dinero y había partido su mundo en dos. Ellos sabían perfectamente cuál era su punto débil.

La condena fue cadena perpetua. Veinticinco vidas y no la tendría a ella entre sus brazos.

La luz de la luna se escurre entre los barrotes de la pequeña ventana en la esquina más alta de la celda. Ahora todo tan solo es un recuerdo al cual Al se aferra con su vida. La risa de Jasmine. Su largo cabello negro. Sus besos. Su cuerpo. La forma en la que confiaba en él.

Ya nada podrá traerla de vuelta.

Le da otra calada al cigarrillo y lo tira al piso, ya no le quedan más. Las manos le tiemblan y las lágrimas corren por su rostro. ¿Qué sentido tenía vivir ahora? No tiene nada más por lo cual vivir. Vuelve a mirar el arma de fuego en su mano. Está completamente cargada pero tan solo una bala será suficiente.

Sube el arma con dificultad hasta su sien. Pone un dedo en él gatillo.

Y dispara.

Él también se convierte en un recuerdo como su amada.


N/A: ¡Holas! Solo les quería decir que esta pequeña historia también está basada en la canción "kiss it all better" de He Is We (de paso, si alguien leyó "zona roja" acá en wattpad pueden seguir sufriendo por esa canción que me hace recordar mucho a la historia(?)
También ¡gracias por el apoyo en los wattys! Estoy esperando con ansias los resultados asdfghjkl.
Pd: Antes de que digan algo, mejor dejémosles los finales felices a Disney, yo no sé que es eso, ah.

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