Penúltimo Capítulo
La reunión había sido productiva. Durban apoyaría la causa abiertamente pues ya lo hacía desde hacía un tiempo en secreto. El mismo Nahel se había presentado. Mientras, el futuro rey de Islamabad estaba en la zona de conflicto en persona, como lo había hecho en múltiples ocasiones de acuerdo a lo que Nahel les había confiado como segundo al mando y persona de total confianza. Al finalizar la reunión Nahel había volado a la frontera para apoyar y el rey había pedido que León y Ayham se quedaran.
- Llegaste tarde. –Le dijo el rey a Ayham.
- Sus sobrinas majestad. –respondió simplemente.
- ¿Qué te hicieron?
- Lo llenaron de pegamento y plumas. –Comentó jocoso León y Ayham respiró profundo.
- ¿Qué les hiciste? –inquirió el rey curioso. Ayham no iba a delatar su presencia en calabozo así que dijo una verdad a medias.
- Es una especie de castigo por mis ausencias y muestra de que me extrañaban. Sus palabras, no las mías. –el rey se carcajeó. –están muy mimadas tío.
- Lo sé. Y más vale que sus esposos sigan mimándolas.
- No sé si sea buena idea.
- Una esposa feliz querido sobrino, hará feliz a su vez a su esposo. Hablando de eso. Mañana cita a Azzam. Hablaremos sobre la boda.
- Bien.
- Quiero estés presente León.
- Está bien padre.
- Ayham.
- Dime tío.
- ¿Has pensado en casarte?
Ayham lo vio sorprendido.
- No suelo tener esa clase de pensamientos.
- ¿Esa clase de pensamientos?
- Sí, de los malos.
El rey se rio. León movió la cabeza.
- León y los esposos de Habiba y Baasima parecen ser felices. Mucho. Incluso los amigos de mi hijo que suelen visitarnos con frecuencia, se ven felices con sus mujeres.
- Eso no siempre es fácil lograrlo. –Observó.
- Ya que tu hermana no siguió adelante con el matrimonio que arreglé, quizás deberías obedecer tú en su lugar.
- Dudo que Omar quiera casarse conmigo. Y definitivamente yo no querría.
León explotó en risas y el rey lo miró con ojos entornados.
- Me refiero a que te cases con alguien que considere apropiada para ti.
- Padre, ¿Por qué insistir en eso? –Intervino León entonces.
- No sé, la costumbre supongo. Además, Ayham ya casi estás por llegar a la treintena de tu vida.
- ¿Por qué arruinarla tío? –dijo el aludido.
- He conocido a unas dos o tres mujeres excepcionales que seguro te gustarían.
- ¿Quieres que me case con las tres? Porque si bien, sigue siendo legal aquí. No creo poder con tres, al menos no en el día a día.
- Ah, pero sí de noche en noche ¿no? –bromeó el rey y Ayham apretó los labios para no reír.
- Una tiene el pelo negrísimo y ojos raros pero bellos. Otra es rubia, salida directo de la época vikinga y otra tiene un cabello que rivaliza con los colores del atardecer.
- Que poético tío. Y esas mujeres ¿querría alguna casarse conmigo? Porque por la descripción no son árabes y dudo mucho quieran iniciar una vida aquí. – Y gracias al cielo por ello pensó Ayham.
- Probablemente sí. Déjame presentártelas.
- Padre. Tienes alma de casamentero. Deja a Ayham tranquilo. –Ayham vio con agradecimiento a León.
- Quizás vengan a la boda. –dijo el rey ignorando a su hijo.
- Acepto conocerlas, pero nada más.
- Con eso basta. –el rey sonrió complacido. –Lamentablemente no las conocerás tan pronto.
- Pero has dicho que en la boda.
- ¿En serio crees que dejaré que Azzam se lleve tan rápido a tu hermana? No, que sufra un poco más.
- ¿De cuánto tiempo hablamos padre?
- Unos 8 o 12 meses.
- ¿Qué? Perdón, pero Azima se volverá loca y querrá matarme pensando que tuve algo que ver.
- Entonces unos seis meses.
- Que sean tres, padre por favor.
- Lo pensaré. –El rey se enfocó de nuevo en su sobrino, al parecer no podía dejar el tema. -De las tres creo que la unión de razas sería excelente con la de cabellos de fuego.
- ¡Tío! No soy un semental o algo así.
- No creo digan eso las mujeres que han pasado por tu cama.
Ayham enrojeció y León volvió a reírse.
Después de un día de descanso en el que pensó no dormiría por la incertidumbre de como culminarían las cosas Azzam ya descansado y físicamente mejor se encontró caminando a la presencia del rey. Sabía que habían sido perdonados y que tenía prácticamente en sus manos la oportunidad de oro de que Azima le fuese dada. Pese a ello estaba nervioso como casi nunca en la vida. Ni siquiera cuando se la había robado. Las puertas se abrieron y fue anunciado. Entró e hizo una profunda reverencia para luego levantarse cuando se le indicó. No estaba solo, su futuro cuñado quien aún parecía guardarle abierta antipatía estaba allí junto con León.
- ¿Cómo estás? –preguntó su soberano y de todas las preguntas con las que supuso podía iniciar la conversación jamás pensó que sería esa.
- Mejor Su Majestad.
- Creo que sabes porque estás aquí.
- Porque se le permitió vivir por eso. –Dijo Ayham sin poderlo evitar. Su tío esbozó una media sonrisa y lo mandó callar con una mirada.
- Lo sé. –respondió Azzam ignorando a Ayham. Ya llegaría el momento en que el coraje se bajara y él entendiera que amaba profundamente a su hermana. Intentaría llevarse bien con él por Azima más que nada.
- Han sido perdonados. –expresó el rey.
- Lo agradezco profundamente. –hizo otra reverencia.
- Eso no quita los castigos por ello.
- Entiendo.
- León dile lo que hemos decidido.
- Podrán casarse. –Dijo León y vio a Azzam respirar discretamente como si el aire le faltara y le causó enorme gracia verlo así. –Pero no ahora.
- ¿Cuándo?
- En un año. –espetó Ayham y Azzam lo vio con enorme asombro sintiendo su mundo caer. El rey carraspeó. Y León volvió a intervenir.
- No es cierto. –regañó a su primo. Aunque ocultó su diversión por la animosidad de Ayham. –Podrán hacerlo en menor tiempo.
- ¿Cuánto tiempo?
- Había pensado en el tiempo que te dijo Ayham de hecho. –dijo el rey y Azzam empezó a sudar. –Pero como bien me dijo León no es factible. Así que pensé en diez meses.
Azzam tragó saliva sintiendo un nudo allí. Por supuesto que ya era ganancia y una enorme el que les hubieran dado el perdón y la posibilidad de casarse, pero ahora y pese a lo sorprendente que pudiera ser para quien creía conocerle, no quería estar lejos de ella ni un solo momento. Sin embargo, aceptaría. Saber que sería suya sin problemas y obstáculos de por medio le ayudaría a aguantar el tiempo necesario. Cerró los ojos para luego aceptar. De pronto consideró que podía jugar la carta de un probable embarazo. Tentaba su éxito allí, era verdad, pero no se iría sin intentarlo.
- No está embarazada. –Comunicó Ayham satisfecho.
- ¿Acaso lees mentes? –no pudo evitar decirlo. Ayham encogió los hombros con indiferencia.
- Se hicieron las pruebas pertinentes. Era lógico que quisieras acelerar el proceso con esa posibilidad. Gracias a Dios no seré tío.
- Nunca le pondré tu nombre a un hijo mío, te lo aseguro. –Azzam le devolvió un poco de la mala leche recibida. Lo vio sonreír.
- Lamento informarte que me importa muy poco lo que decidas. Azima me prometió eso hace años.
- ¿Qué?
- Y antes de conocerte. –culminó con una enorme sonrisa triunfadora.
- ¿Podrían callarse un segundo?
- Me aseguraré de tener puras niñas. –Azzam ignoró a León. El rey observaba la escena con curiosidad sin mandarlos callar.
- No veo como puedas hacer eso. Y si llegara a pasar, te deseo toda la paciencia del mundo, la vas a necesitar, puesto que saldrán a mi hermana junto con todo su espíritu, ya sabes, ese que hace lo que le venga en gana. Espero con ansias tus canas verdes.
- Todo lo que me de tu hermana será lo mejor que me haya pasado en la vida. –Aseguró entonces Azzam ya sin molestia. De pronto se imaginó niñas haciendo desastre en palacio, en clases de tejido, en todos lados y sonrió feliz.
- Uff, no puedo con la cursilería. –Ayham hizo como si le hubiera dado un escalofrío.
- ¿Ya terminaron? –preguntó León harto.
- Lo siento. –dijeron ambos al mismo tiempo.
- Tres meses. En tres meses podrán casarse.
- Lo agradezco desde el fondo de mi alma.
- Oh, aun no lo hagas. –dijo Ayham de inmediato. Azzam miró enseguida a León.
- No podrán verse en ese tiempo. De ninguna manera. Si lo hacen, la boda se suspende y Azima será casada enseguida no con Omar, pero si con alguien de un país vecino.
- ¿Perdón que...?
- Haremos trato con Nahel si tú rompes este atreviéndote a verla en este lapso. No dudamos de que Azima sea una excelente añadidura a la casa real de Islamabad.
- No la veré ni de lejos. –Aseguró Azzam enseguida apretando los puños recordando la cara de Nahel al tener a Azima enfrente y sobre todo las intenciones que había tenido. - ¿Incluye no hablarle?
- Pedí eso, pero me fue negado. No veo porqué tío. –Miró al rey.
- No exageremos. Podrán hablarse por teléfono todo lo que deseen. Mientras ocúpate de la boda, será aquí por supuesto y de acuerdo a lo que decidan el mismo día de hoy. Ya que tú regresas a tu ciudad hoy mismo.
- Solo una hora para verse y con compañía. –informó Ayham.
- Por supuesto... -respondió Azzam arrastrando las palabras.
- Nos vemos en tres meses. –añadió el rey despidiéndose de Azzam. Este hizo otra reverencia. –Necesito una siesta. –se levantó sin más y se fue poco a poco, todos se inclinaron a su paso.
- Ella te espera, te llevará un empleado. –le dijo León.
- Seguro tú estarás velando por ella ¿no? –Azzam observó a Ayham.
- Rayos, no. No quiero más escenas cursis y melodramáticas. –se encaminó a la salida. –Pero lo sabré todo. –se giró antes de salir finalmente. –Y espero que no puedas estar sin verla estos tres meses. –sonrió maligno y se fue.
- No lo dudo ¿es en serio? ¿Nahel? –Azzam gruñó a la nada.
- Es completamente en serio y esta vez nada detendrá la palabra del rey así que más vale cumplan, ambos. Espero puedas. Azima quiere estar contigo, no lo echen a perder. –León lo vio serio.
- No lo haré por mucho que Ayham lo desee.
- Bien.
Momentos después iba camino a verla. Sería suya se dijo, por fin. Y ni loco rompería lo dicho. No se atrevería a verla ni de lejos tal cual había expresado. La cabeza le bullía con pensamientos de su vida al lado de Azima. Realmente no podía imaginar algo diferente, nada en donde ella faltara. Qué curioso era esto del amor y también extraño pero maravilloso. Después de caminar lo que se le hizo una eternidad lo dejaron frente a una puerta de dos alas. El empleado tocó, hizo una reverencia y desapareció. Las puertas se abrieron y vio el rostro de la esposa de León.
- Hola. – Le dijo y él le sonrió.
- Princesa. –inclinó su rostro. Sabía que tenía que guardar formalidades.
- Bienvenido. Pasa. –Y no vuelvas a hacer eso por favor. Nada de formalismos, después de todo dentro de poco serás familia.
Jamás pensó que esa clase de palabras calaran en él.
- Gracias. –atinó únicamente a decir. En realidad, él no tenía familia, al menos no directa. Ahora tendría esposa, cuñado, primos y primas, cuñadas más bien e hijos... la sensación se asentó en su pecho. Nunca habría creído que él necesitara una familia como la tenía la mayoría. Así que esa calidez dentro suyo era una de las nuevas sensaciones que experimentaba y que tenía que añadir a la lista.
- Hasta tus amigos pasarán a ser tu familia. Primos políticos. –la dulce voz de Azima llegó a sus oídos y él la buscó enseguida. En cuanto la vio, abrió sus brazos y ella presurosa fue hacia ellos. –Te extrañé.
- Lo sé.
- ¡Presuntuoso! –exclamó ella entre risas.
- Lo sé porque yo lo hice y no sé cómo podré con estos tres meses. –besó su pelo.
- Los dejo. Les quedan cincuenta y cinco minutos. –dijo Gabriela entonces.
- ¿Te vas? –preguntó él extrañado.
- ¿En serio crees que me quedaría a hacer mal tercio?
- No, pero...
- Si preguntan si estuve aquí diré que sí y ustedes dirán lo mismo. Eso sí, nada de locuras que no quiero que se vea un vientre redondo en el traje de novia, eh... cuidadito. –les guiñó un ojo y salió.
- Ella es genial ¿cierto? –Azima lo miró risueña y llena de amor.
- Lo es. –la apretó contra sí. – tres meses... -susurró.
- Se irán pronto. No me olvides mientras tanto.
- No podría, aunque lo intentara. Aun teniendo mil vidas para vivirlas, no podría.
- Eres un romántico. –dijo ella asombrada y ruborizada.
- Créeme jamás creí ser uno de esos hombres.
- Te amo. –dijo ella con toda la naturalidad del mundo.
- ¡Tardaste una enormidad de tiempo en decirlo! –le reclamó.
- Lo siento ¿podríamos olvidarlo?
- Definitivamente no.
- Eso pensé...
- Dilo de nuevo.
- ¿Qué? ¿en serio?
- Dímelo ahora y dímelo diario, todos los días, es más varias veces al día. Me lo debes.
- Te amo, te amo, te amo... -dijo ella besando su barbilla, su mejilla y su cuello. Él buscó su boca y se besaron por largo tiempo, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Sin prisas. Un toque en la puerta los detuvo. Gabriela les anunciaba cuanto tiempo les quedaba y ambos suspiraron volviendo a la realidad. –ven. –ella lo guio para que se sentaran.
- Es poco tiempo, pero dime exactamente todo lo que quieres para el día que nos casemos y así se hará, no hay límites.
- ¿De veras no los hay?
- No, lo que quieras.
- Bien. entonces, una boda con nuestros seres queridos más cercanos y solo. Algo rápido y sencillo.
- ¿Rápido y sencillo? –la vio extrañado.
- Si.
- ¿Quieres que ese día sea algo rápido y sencillo?
- ¿Por qué te repites? Y me refiero a algo íntimo.
- No quiero eso.
- Bien. dime que quieres y por qué. –Azima lo miró confundida. Pensó que él querría lo mismo. Para ser un hombre tan celoso de su privacidad, uno que había logrado no ser ampliamente fotografiado pese a su fama, jamás pensó que querría algo distinto a lo que ella misma deseaba. Algo pequeño. Intimo.
- Quiero compartir mi felicidad de que harás tu vida conmigo.
- Entiendo, eso se puede lograr solo con...
- Y quiero que lo sepa todo el mundo.
- ¿De cuánto hablamos cuando dices todo el mundo? –preguntó ella inquieta.
- No sé, unas mil personas más o menos.
Ella lo vio con los ojos muy abiertos.
- ¿Mil? – inquirió nerviosa. - Eso es demasiado.
- ¿No quieres que se sepa que serás mi esposa? –frunció el ceño.
- Oh, pero claro que sí, por supuesto ¿pero mil?
- Pueden ser menos.
- Ya lo creo que serán menos.
- Esa noche quiero que sea como si estuviéramos bajo el manto de una noche estrellada en la inmensidad del desierto. Estrellas sí, pero tú destacando por encima de todas ellas. Con tus flores favoritas inundando con su olor y belleza, pero nuevamente tú siendo la que realmente merece toda la atención. Y yo, a tu lado. Como siempre, enamorado y queriendo gritarlo para que todos se enteren. No te preocupes, no lo haré ese día para no avergonzarte, pero quiero que quede muy en claro ¿te gustarían fuegos artificiales? Creo que a tus primas les haría ilusión y quizás también miles de globos de cantoya que dentro digan: Azzam amará por siempre a Azima.
Ella parpadeó para alejar la conocida humedad en sus ojos y miró hacia otro lado. Él puso su mano en su barbilla e hizo que lo mirara.
- No puedo creer que serás mío.
- Pero amor, no es que lo seré. Ya lo soy.
Azima no puso más peros ni objeciones. Si a él le complacía a ella también lo haría. Quizás el número de invitados si se reduciría. La seguridad era impecable pero solo tenían tres meses y era demasiada gente a manejar. Demasiado pronto llegó el momento de despedirse, en esos minutos se había pasado ya a su regazo mientras él le repetía cuanto la amaba y cuanto la extrañaría. La despedida fue realmente dura y ella no pudo evitar llorar pese a que no era demasiado tiempo. Sabía que, de verse en persona, corrían un riesgo enorme y ninguno de los dos lo haría. Un último e intenso beso y una salida apresurada por parte de él que al parecer no podía verla llorar sin sentirse flaquear. Las puertas se cerraron y ella quedó sollozando. Gabriela entró.
- Tres meses pasarán volando. –le dijo pasando un brazo sobre sus hombros. Ella asintió mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo que Gaby le había dado. Sus primas llegaron a la carrera y al verla en ese estado la rodearon con sus brazos de igual forma.
- Oh Azi, estarás tan ocupada que podrás con esta separación. –dijo Baasima quien seguro lo sabía todo al igual que el resto de la familia.
- Aunque sea algo pequeño créeme que estarás ocupada con los preparativos. –Aseguró Habi.
- Pero si quiere algo enorme. –dijo ella entonces.
- Mucho que mejor. –Gaby la llevó a sentarse y pidió té.
- Realmente enorme.
- ¿Qué tanto? –preguntó Baasima.
- Mil personas.
Todas la vieron con gestos asombrados.
- ¡Wow! Sí que quiere tirar palacio por la ventana eh. Vaya con el primo Azzam.
Azima sonrió ante lo dicho por Habi. Había visto la cara de Azzam al comprender que ahora tendría una gran familia. Su reacción fue tan tierna que a ella se le había hecho un nudo en la garganta.
- No quería algo así. Me gustaron sus bodas, pequeñas e íntimas.
- Pero Durban necesita ponerse más en el mapa. –Observó Baasima.
- Que mejor que una boda sacada de un cuento de hadas. –Le brillaron los ojos a Habi. -Tenemos que ponernos manos a la obra. –se frotó las manos entusiasmada.
- Creo que el extrañarlo será algo que podrás sobrellevar. Realmente habrá mucho que hacer. –Gabriela le pasó una taza de té.
- Espero sea así. –Azima suspiró mirando hacia el desierto. Que difícil sería.
Gracias por leer. Aunque no sea constante. No escriba sobre hombres lobos o vampiros, no haga fanfics o suba historias mpreg (acabo de descubrir que es jajaja, pero son super buscadas) Y sobre todo no embarace luego, luego a las protas y no exista tanto "conejeo" en mis historias. Nombre, merecen medalla. Besos.
Como dicen por allí pero modificado: Ya casi la ultima y nos vamos.
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