"El corazón de una Reina" Adelanto II
No estaba tan lejos de hecho, lo vio rodeado de varios invitados todo encanto, elegancia y diplomacia. De pronto él giró su cara hacia ella y le sonrió. Se sentía tan agotada por lo que acababa de pasarle que por primera vez no le devolvió la sonrisa. Sin embargo eso no fue lo que a él le hizo fruncir el ceño. Vio que su mirada iba hacia su mano donde ella seguía con la copa y la mitad del líquido. Así que era eso, ella levantó la mano y se terminó la copa de un trago. Luego le sonrió esperando que no notara rebeldía en ese pequeño gesto aunque eso era precisamente lo que había sido. La vio extrañado y ella le dio la espalda y se alejó, cosa que tampoco había hecho nunca.
La fiesta había terminado a altas horas de la madrugada pero ella se había retirado antes. Sacar un poco de lo que llevaba dentro la había dejado exhausta. Así que ni había sentido cuando él había llegado. Se hospedaban en palacio, una muestra no solo de hospitalidad sino también para dejar claro que Durban apoyaba la monarquía reinante en Islamabad. Temprano había recibido un mensaje y pronto había ido al encuentro de Gabriela. Las dos habían desayunado y hablado. Ese mismo día Gabriela pediría que la acompañase para mostrarle lugares del país, pero en realidad irían a ver a Karim. Nadie sospechó. Solo una princesa y una reina creando una amistad bienvenida por ambos reinos. En los días siguientes Kayden estuvo sumamente ocupado. Estableciendo relaciones internacionales y firmando convenios y contratos por eso es que se habían quedado. Recibía el apoyo total de León hijo del rey de Durban quien según los rumores sería realmente el heredero de la corona y no el primogénito. Le había dado excelentes conexiones con magnates griegos e italianos entre otros más que invertirían en el país. Así que si acaso habían cenado juntos al lado de más invitados y después ella se iba a dormir. Los días esperando los resultados hubieran sido terribles de no ser porque había habido comidas, reuniones, entretenimientos, aunque los novios ya no estaban allí. Además había tenido la compañía de Gabriela y sus amigas y de paso había conocido a las otras primas de la novia. La princesa Baasima estaba casada con un conde inglés que parecía estar muy a gusto allí y la princesa Habiba con otro Jeque de Durban y por los festejos estaban todos como una gran familia, una diferente a la suya y más que diferente de la actual. Había armonía, camaradería, bromas y amor, mucho amor.
Se relajó pese a la espera. Se encontró hablando de todo y nada sin mencionar por supuesto sus problemas personales. Y si bien Sanem su hermana era más parlanchina, ninguna de sus recientes conocidas la dejaba de lado, la incluían y escuchaban con interés sin presión alguna. Y el día llegó. Ya faltando poco para irse, los resultados estaban listos.
Leila vio con lo más cercano a aprensión a Karim su ginecóloga que se acababa de sentar en su escritorio frente a ella y se ajustaba las gafas en un intento de no verle el rostro aún. Desde que Karim había entrado ella había percibido que algo iba mal. No le había sonreído y su reverencia había sido rígida. Respiró hondo, profundo y se llevó el pañuelo que Gabriela le había dado para oler la esencia que solía calmarla. Gabriela le había dado un pequeño bote de vidrio sin marca alguna. Era hecho especialmente para ella le había dicho y siempre que quisiera le proporcionaría la fragancia. Lo que le había hecho apreciarla aun más.
- Lamento haberla hecho esperar Su Alteza. –dijo al fin Karim viéndola con lo que le pareció una fugaz mirada de compasión.
- No puedo ¿verdad? –preguntó no deseando prolongar más el asunto.
- No es muy probable Princesa. –Karim con tacto le dijo lo que ella ya sospechaba desde hacía meses.
Leila apretó sus manos frías de pronto. Era su salida, era su pase a una vida fuera de Palacio. No poder dar un heredero era su boleto a una vida normal lejos de las presiones de la corte que de hecho habría resistido de haber tenido el amor del hombre con que se había casado hacía casi dos años. Porque pese a que todo había sido planeado y concertado por sus padres, ella lo había amado. Había anhelado un hijo para poder tener algo así de enorme y fuerte en común con él y sobre todo porque esa era su tarea, por eso él se había casado con ella, por un heredero y claro, ella quería complacerlo. Además era su deber. Su otro gran amor era Islamabad y su gente y quería darles a ellos lo que tanto querían también, un nuevo comienzo y ¿Qué mejor que un bebé procedente de su héroe nacional? Sin embargo su amor no correspondido la había ido destruyendo poco a poco y había descubierto que no podía más.
- ¿Qué tan poco probable? –le preguntó a Karim entonces.
- En realidad, tiene un 40% de probabilidades favorables. El estudio indicó que ambas trompas de Falopio están bloqueadas, pudimos ver la permeabilidad y el bloqueo de los conductos, aunque necesitamos hacer más pruebas.
- ¿Más pruebas? –preguntó con voz apagada al oír sobre ese 40%.
- Sugiero una exploración laparoscópica. Se hace un orificio a la altura del ombligo con ello tendríamos una mejor visualización de la situación. Y posteriormente pueden emplearse diversas técnicas para lograr un embarazo entre ellas una cirugía laparoscópica para desbloquear o la fecundación in vitro y además...
- Si no es por medios normales y naturales no es viable. –la casa real no aprobaría un heredero por esos medios pensó. Debería estar feliz y agradecida de que al fin su tormento terminaba pero solo pensar en no volver a estar con Kayden le oprimió el corazón. Frunció el ceño en un auto reproche, se suponía que ya había ido cauterizando la heridas de su corazón y este debía ir en camino a ser un tempano en relación a su esposo. Pero este viaje solo había servido para seguir comprobando cuan débil era aún por él.
- La Casa real de Islamabad la estima mucho Princesa por lo que sé. Además, tiene usted una edad excelente y aun no tenemos claro la severidad de la obstrucción. No creo se opongan a un tratamiento discreto, sumamente discreto. Este lamentablemente es necesario si desea concebir. –Karim le pasó los resultados de los exámenes y ella solo leyó el diagnóstico: trompas de Falopio dañadas.
Leila solo negó con la cabeza. La corte de Islamabad se dividía en los que la admiraban por haberse casado con Kayden y por haberlo tenido en suspenso durante esos años al no proporcionarle el anhelado hijo y aun así no haber sido repudiada. Estaban también los que le profesaban abierta apatía y desdén por lo mismo.
Y una minoría que la había hecho aguantar esos años. Su hermana, Nahel entre algunos de ellos. Agradecía tenerlos cerca, y haber tenido a Sanem a quien le habían permitido vivir en Palacio para hacerle compañía.
Pero esta vez no se podría hacer nada para que ella siguiera como reina pensó con abatimiento, el titulo no era importante sin embargo. Lo importante era que ella había fracasado en su deber y había perdido la oportunidad de probablemente conseguir el afecto de su esposo mediante un ser que les uniera, aparte ella sí había querido un bebé, independientemente de todo el drama que le rodeaba. Pese a todo en realidad debería estar feliz, el divorcio le sería dado y ella podría tener la oportunidad de iniciar una nueva vida. Pero esa alegría no llegó ni siquiera en una ínfima cantidad en ese momento.
- Tiene probabilidades de éxito. –insistió Karim. Ella le sonrió levemente y se levantó para agradecerle sus atenciones. Sabía que no era necesario recordarle la discreción por sus visitas. –Se puede aumentar las probabilidades con los tratamientos que mencioné o la intervención.
- Lo sé. –ella había leído todo sobre los posibles escenarios de su hasta entonces infertilidad al tener más de 18 meses sin anticonceptivos. Sin embargo en Islamabad el hecho de que ella no pudiera concebir naturalmente era totalmente inaceptable. Se esperaban herederos provenientes de una madre sana. –Le agradezco Karim.
- Tiene que reducir el estrés Princesa.
- ¿Perdón? –la vio con sorpresa antes de darse la vuelta.
- Temo que tiene mucho que ver.
- Lo tomaré en cuenta. –sonrió. Si solo fuera eso, todo estaría mucho mejor. Necesitaba un respiro y lo necesitaba ya. Karim era inteligente y por eso había podido ver a través de su armadura pero eso también significaba cuan cerca estaba del desplome total. Antes de salir algo la detuvo. -¿Esto pudo haberse visto cuando me examinaron antes de casarme? –preguntó.
- Con toda seguridad sí o quizás no hicieron los exámenes pertinentes.
- Me dijeron que no había problema alguno. – Su madre. Ella lo había ocultado, un escalofrío de repulsión le invadió el cuerpo. Solo le había interesado a su progenitora casarla y hacerla reina sin importar el costo ¿acaso pensó que con esas escasas probabilidades de concebir se haría el milagro? Leila aferró el pañuelo que llevaba en la mano furiosa.
Después de agradecer y despedirse de Karin salió por una salida trasera y entró al auto seguida de cerca por Nadir su guardaespaldas desde que había entrado a la familia real de Islamabad. Si había otra persona en quien confiar era él. Sabía que no diría una palabra de su ubicación a menos que el mismo Kayden lo cuestionara y eso no pasaría.
- Su Alteza ha estado preguntando por usted. –dijo en cuanto entraron al auto que la llevaría a sus aposentos en el Palacio de Durban. Le extrañó, pero luego recordó vagamente que el día anterior mientras tomaban todas el té y se quejaban las demás de lo ocupados que estaban sus esposos, alguien había dicho que todas las negociaciones estaban terminando ya. Por supuesto ahora sí repararía en sus ausencias.
Leila tomó su teléfono y vio cinco llamadas perdidas. Se lo imagino frunciendo el ceño ante su falta de respuesta. Si algo nunca hacía era hacerlo esperar, siempre había dejado claro que él era su prioridad. Seguro había sido muy raro para él haber sido enviado al buzón de voz cuando solía responderle al primer tono. No tuvo fuerzas para devolverle la llamada, así que se limitó a mandarle un mensaje.
- Estaba en vibrador ¿sucede algo...?. – Vio como enseguida él se ponía a contestarle y parpadeó al ver que lo hiciera tan pronto.
- ¿Dónde estás?
- Comprando recuerdos para tu tía y mi madre. –No le daría nada pensó con amargura. Tenía una charla crucial pendiente con su madre.
- No fui informado.
- No vi la necesidad de hacerlo. – casi sonrió al instante de mandarlo. Ella solía informarle directa o indirectamente de todos sus movimientos. Así había sido educada desde los 17 años, edad en la que supo que había sido elegida como futura esposa del príncipe heredero.
- ¿Perdón?
Prácticamente pudo ver esos ojos color del cielo centellear con sorpresa. Eso la hizo sentir mejor, unos instantes de olvido para su pobre corazón. Porque si algo quería ella era un pretexto para seguir a su lado. La falta de un hijo la convertía en algo prescindible y tenía que decir adiós. Y eso le atenazaba la garganta, el cuerpo y el alma por mucho que se había convencido de que era lo que ella también quería.
- Estoy por llegar. –Fue la simple respuesta y guardó el teléfono en el bolso y no lo revisó aunque lo sintió vibrar.
Entró a Palacio por una de las puertas traseras usadas para evadir a la prensa y a curiosos que se habían congregado por los festejos por la boda. Nadir iba detrás de ella con la única bolsa con recuerdos. Había sido una buena idea para evitar preguntas. Gabriela le había proporcionado los recuerdos y ella en realidad no había tenido que comprar nada y limitarse a visitar a la ginecóloga. Vio con sorpresa avanzar a Kayden hacia ella por el corredor. Dio un pequeño traspié y se obligó a respirar con naturalidad. Él no podía averiguar tan pronto de donde venía. Como siempre lo observó, no se cansaría nunca de hacerlo. Podía ser el sueño caliente de cualquier mujer con sangre en las venas. Caminaba con la seguridad que solo podría tener un hombre descendiente de guerreros del desierto. Largas y potentes piernas, torso esculpido sin un gramo de grasa, músculos firmes, espalda ancha y poderosa.
La sombra de una barba que se asomaba debido a que ese día no había tenido ya más compromisos le daba un aspecto indómito a su rostro, un rostro al que casi dominaban esos ojos azul grisáceos atípicos en su raza, podría haber pasado por simplemente un hombre guapo si no fuera por la salvaje belleza de esos ojos y la carnosidad de esa boca que tan bien conocía.
- Fue toda una sorpresa no encontrarte a mi lado. –le soltó sin más al llegar a ella.
- Puedes dárselo a Mara por favor. –pidió a Nadir refiriéndose a la bolsa que llevaba sin responderle a su esposo aun. Cuando lo vio alejarse por fin le dedicó su atención. Necesitaba otros segundos más para reacomodar sus pensamientos. No ayudaba que el hombre seguía afectándola igual que la primera vez que lo había visto hacía diez años. Ella con 15 y el con 20 años. –Buenos días Kayden.
- Tardes. Es más de la una. –su voz tenía un leve matiz de reproche. Él también sabía manejar sus emociones a conveniencia. Y no iba a dejar ver cuánto le había molestado no encontrarla. Sobre todo porque era algo nimio. Kayden era un maestro teniendo a raya su sangre árabe. No por algo había sido criado gran parte de su vida en Europa debido al destierro de su familia. Y Leila nunca había dado motivo alguno para molestarle. Era un caballero, eso no tenía duda alguna. Dónde daba rienda suelta a todo su ser por lo general solía ser en la cama. Su pasión parecía discrepar con su aplomo, su temple y aparente sangre fría.
- No quise despertarte. –se encogió de hombros mientras por dentro luchaba consigo misma. Las noticias no eran buenas y no sabía cuándo ni cómo decirlas. Caminó rumbo a la habitación. Una mano en su codo la detuvo en seco. Ella lo vio con sorpresa.
- ¿Qué tienes?
- ¿Hay alguna razón por la que debería tener algo? –lo vio aparentando estar impasible.
- Te siento rara.
- ¿Por qué me fui sin decirte a dónde? –él casi nunca se levantaba tarde, no recordaba cuando lo había hecho la última vez. Verlo tan relajado durmiendo fue la principal razón de no despertarlo y decirle la mentira de que iba de compras. Había planeado ir y venir pronto pero Karim había tenido una cirugía de emergencia y había tenido que esperarla un poco.
- En parte, sí.
Vio sus ojos indagando en su rostro y ella se cerró en banda. No era el momento ni el lugar para sacar lo que tenía dentro. Suspiró.
- No quise despertarte. –era verdad. – Además siempre sabrás donde estoy y que hago aunque yo no te lo diga ¿no? –no había querido que sonara con reproche pero así había salido. Lo vio fruncir el ceño y su mano pasó de su codo a su muñeca, la guio hacia sus habitaciones sin decir más.
- ¿Quieres que volvamos a casa? –le dijo en cuanto cerraron la puerta detrás de ellos.
¿Casa? Ella no tenía una casa como tal. Y cuando todo acabara su madre seguro no la aceptaría de vuelta, si su padre viviera habría reaccionado igual. Y el Palacio nunca lo había sentido como un hogar, no con tanta gente viviendo allí y metiéndose en su vida. Que él lo llamara casa, no significaba que ella lo considerara de la misma manera. Casi arrugó el rostro ante el término usado. Se detuvo a tiempo.
- Pero si me la estoy pasando bien. –En parte era verdad. Estaba teniendo contacto con personas de su edad, mujeres de su edad que parecían ser amables, divertidas y felices. Que no habían dudado en acogerla sin meterse en sus asuntos. Aunque ver a las princesas de Durban tan felices con sus respectivos esposos había logrado hacer una mella más en su corazón.
- ¿Entonces qué pasa? –insistió él.
- Eso quiero saber yo ¿Qué te hace pensar que algo anda mal?
- Estás ausente, no me hablas, no te veo...
Leila soltó una carcajada amarga.
- Esa es exactamente mi vida en Islamabad en lo que a ti respecta. –al ver su cara de confusión, tuvo que explicarse. –Casi no te veo y cuando es así siempre habrá alguien de la familia que requiera tu atención, así que prácticamente estás ausente, no me hablas, no te veo. – Repitió sus palabras. Su cara aun sin captar del todo le hizo ver cuánto ella se callaba y cuanto él ignoraba, pero no lo compadeció. El matrimonio era de dos, aunque ella lo había vivido sola esos dos años. Ahora todo cambiaba. Ya no tenía porque ser la perfecta reina Leila de Islamabad. Eso había acabado. –El tiempo en la cama no cuenta. –Le dijo al ver que él iba a decir algo.
- Todo es perfecto allí.
- Lástima que no podamos pasarnos las 24 horas en ella. –le sonrió con ironía.
- Sabes bien que Islamabad apenas está iniciando una nueva fase. La cual ha llevado muchos años. Ha costado mucho trabajo, esfuerzo e incluso vidas.
La intensidad en sus palabras la hizo encogerse con arrepentimiento y mirar a otro lado. Se pasó una mano por su largo cabello y respiró para tener la fortaleza de validar lo que ella también pensaba y sentía. No solía hacerlo pero si iban a terminar su matrimonio, él al menos debía ser consciente de parte de lo que ella había vivido y sentido.
- Y estuve allí apoyándote. Aun desde antes de casarnos. –el recordatorio le hizo mirarla con detenimiento.
- Y he valorado todo lo que has hecho por Islamabad y por mí, sin embargo aún tenemos un largo camino que recorrer.
Uno que ella ya no caminaría a su lado pensó y lo miró con enorme tristeza. Su país había sido presa de un dictador que había logrado mandar a la familia real al exilio hacía veinte años junto con todas las familias nobles que habían podido escapar. La familia de Leila había sido de las pocas que habían logrado salvar la vida. Radicados en Francia, Leila y su hermana habían sido criadas con suma discreción para no llamar la atención. Kayden y su familia por su parte habían radicado en Londres. Había sido la candidata más accesible entre las pocas que había para casarse con Kayden y respaldar su derecho al trono, sabía que su boda había sido cuestión de la casualidad. Esos veinte años no habían sido en balde y después de un periodo inestable donde se desató una guerra civil, se había logrado lo que la mayoría quería: la familia real en el trono. Kayden había participado en dicha guerra civil y en cuanto habían vuelto, había sido el principal responsable de traer grandes cambios y mejoras a su gente que había quedado sumida en estado deplorable.
Meses antes de la victoria final Kayden había estado innumerables veces en Islamabad peleando y fortaleciendo su derecho por nacimiento. Cuando dejaron de haber revueltas, y se logró la muerte de la mayoría en el poder es que había considerado que podía llevarla al país. Claro que aún había mucho por hacer, él trabajaba incansablemente y ella lo admiraba por ello, en serio que lo hacía. Aunque sentía que en realidad también ella había contribuido a que no fuera especial de algún modo para él. Solo un instrumento más en su lucha por recuperar su trono. Esos años de matrimonio ella había hecho mucho, porque le amaba pero también porque amaba su nación. Y ahora no podía hacer mucho más, el heredero era esperado y era realmente necesario. El país podía estar saliendo de la oscuridad, pero el que ella necesitara ayuda para concebir sería visto como indicio de debilidad y ella no quería eso de ningún modo. Había ayudado a traer a Islamabad a la normalidad, no contribuiría a nada que significara lo contrario. Tenían muy pocos meses que habían empezado apenas a abrirse al mundo. Ya se sabía más de ellos, de la truculenta historia de la nación, así como de la llamativa pareja heredera que había logrado llamar la atención internacional. Y ahora los tratos comerciales con Durban que apenas iniciaban, harían mucho también en cuanto a ser reconocidos como una pequeña nación que estaba lista para tener contacto con el exterior. Pero su historia en ello al parecer había finalizado.
Eso es toooodo por ahora chiquillas. Espero les haya gustado. Saben que con gusto respondo dudas, preguntas, etc. Pero sí me gustaría repetir el hecho de que no hay fecha para publicar. Esta historia ya tiene su lugar y la encuentran publicada en mi perfil aunque aun sin fecha de proseguir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top