Capítulo 8 "Su Princesa"

Afuera el sonido del viento era casi espeluznante, su primera tormenta de arena la estaba viviendo de la peor de las maneras. Unos enormes ojos cafés parpadearon mientras sin inmutarse lo miraban e Ian juraría que escuchó suspirar a su amigo. Genial, solo faltaba que O'Connel exonerara a las principales sospechosas solo por ser bellas. Desde que había visto a las princesas le había susurrado "Ahora entiendo porque no volvías a la sede". Recordó eso y movió la cabeza de un lado a otro e hizo tronar su cuello, la tensión lo estaba matando y no se volvía un mejor ser humano cuando eso pasaba. Azima estaba sentada al lado de Habiba, una mesa los separaba, ellas las interrogadas y sospechosas. Las habían hecho llamar poco antes de que la tormenta iniciara, no les había dicho una sola palabra para quebrarlas y hacerlas hablar, no había funcionado hasta el momento.

Ellos, bueno, se suponía que eran curtidos y experimentados hombres especializados en situaciones como esta, el secuestro de una persona muy importante. Azima lucía preocupada, decidió concentrarse en Habiba quien le dirigió su mirada más inocente. Pequeño gran error.

- ¿No estás preocupada por tu prima? –dijo aludiendo a su rara tranquilidad.

- Perdiste. –contestó como si nada.

- ¿Perdón?

- Ya era hora, teníamos unos quince minutos en este silencio enervante, tú hablaste primero ¿Qué no estábamos jugando a quien hablaba primero? ¿O esas son sus técnicas para interrogar?

Ian oyó a su amigo reír entre dientes y quiso matarlo. Cada vez estaba mas seguro que había algo raro y Baasima estaba bien, aun así no era una certeza y si no fuera por esa maldita tormenta estaría allí afuera pese a la oscuridad buscándola.

- ¿Por qué nos interrogan? –preguntó Azima suavemente y miró a Ian con confusión y luego a O'Connel quien carraspeó, Ian rodó los ojos.

- Solo queremos establecer lo que pasó. - O'Connel le dijo con dulzura, Ian lo miró como si se hubiera vuelto loco. Jamás había visto así de embobado a su amigo.

- ¿Cuándo fue la última vez que vieron a Baasima?

- Estábamos aquí, en el campamento, fue en un lapso muy rápido. Pensamos que dormía en su tienda.

- Están tranquilas, demasiado tranquilas...

- ¿Y entrando en pánico ella va aparecer Lennox? –Azima lo vio con frialdad.

- Nuestro entrenamiento como princesas incluye estas situaciones ¿sabías? –intervino Habiba mirándole con el ceño fruncido.

- ¿Ah sí? –por supuesto que iba a estar escéptico, si León sospechaba de ellas es que había una poderosa razón.

- Me sorprende no lo sepas dado que estás a cargo de nuestra seguridad.

- Azima puede pilotear un helicóptero en caso necesario, podemos usar un arma, defensa personal básica ¿tienes idea de lo difícil que es derribar a alguien con toda esta tela encima? –Habi se levantó y señaló hacia su túnica. –Y el protocolo en caso de secuestro lo sabemos de pies a cabeza. Y jamás entraremos en pánico, porque complicaríamos todo. Solo nosotras sabemos cuan preocupadas e histéricas estamos por no saber de Baasima ¡Que desconsiderado has sido! –Habi se sentó teatralmente y se llevó las manos a la cabeza.

Azima le dio un discreto codazo, estaba sobreactuando, ella lo único que había aprendido era a despegar, la parte de volar aun no la tenia controlada y todo en secreto gracias a sus fieles guardaespaldas personales que le habían dado ese capricho. Habían disparado en algunas ocasiones que León se los había permitido cuando él practicaba, y en cuanto a defensa personal, era Jaquie esposa de Stefano quien les había dado unas cuantas lecciones... el protocolo en caso de secuestro, consistió en decirles que se callaran y actuaran con normalidad. Azima quiso ponerse a reír y sí, histéricamente.

- Eres la mente maestra ¿verdad?-le dijo Ian a Habiba y ambas alzaron su mirada de golpe y la enfocaron de inmediato en él. Ambas serias, tan serias que hasta O'Connel se enderezó en su silla.

- Ahora tendremos que matarlos. –Habiba miró a Azima quien hizo un ligero asentimiento y los miraron de nuevo.

- ¿Qué...? –habló O'Connel.

- Baasima prácticamente lo confirmó un día, que tú lo eras. –Insistió Ian. - ¿Dónde está tu prima?

- Cuando hablaba de matarlos hablaba en serio. Pero, primero la mataré a ella cuando aparezca por develar semejante información.

Ian se pasó las manos por el cabello con desesperación.

- Déjalos vivir. –pidió Azima con un suspiro de cansancio.

- ¿Esto es en serio? - O'Connel lo miró preocupado.

- No tengo idea. –admitió Ian levantándose de su silla y plantando ambas manos con un estruendo en la mesa. Ni una de las dos se sobresaltó, él entrecerró los ojos, le pareció ver una chispa divertida en los ojos de Azima quien la disipó de inmediato. –Escúchenme bien. –elevó la voz pues el bullicio afuera no le dejaba opción. –Ustedes dos saben perfectamente donde está Baasima, están demasiado tranquilas, demasiado confiadas, nada asustadas ni desesperadas.

- Si te hace estar más seguro de nuestra inocencia podemos ponernos a llorar, gritar como locas y deambular por el desierto pese a la tormenta. –Habiba se levantó e hizo amago de correr hacia la salida, Azima agarró su túnica y la sentó de golpe de nuevo.

- ¿Por qué estás aquí? –Azima lo miró con intensidad al hacerle esa pregunta y O'Connel volvió a carraspear, esos ojos también lo hubieran aturdido y embobado de no estar enamorado de Baasima.

- Soy su sombra.

- Te fuiste.

- Tenia que hacerlo.

- ¿Por qué? –preguntó de nueva cuenta.

- ¿Qué diferencia hace? –dijo casi a punto de gritar.

- Mucha...

- ¡No podía soportar seguir así! ¿Sabes lo que es tener algo tan cerca y desearlo tanto aun a sabiendas que jamás será tuyo?-ella no le contestó. –Pues sí, eso es lo que exactamente me pasa.

- No está fuera de tu alcance. –Habiba inocente de la verdad, lo miró moviendo la cabeza.

- ¡Claro que lo está! –Ian explotó.

- ¿Y eso te va detener? –Ian vio a Azima cuando dijo esas palabras, parecía querer decirle más pero no lo hacía, aun así su pregunta era valida, nada, nada tenia porque detenerlo. Iría por ella, la haría suya y que el rey fuera preparando su bendición porque con ella o no, lo cierto es que no la dejaría ir jamás.

- Le pueden cortar la cabeza. –gruñó O'Connel.

- ¡Que me la corten, maldición! y ahora, más vale me vayan diciendo donde está.

- ¿Por qué? –Habiba volvía con una pregunta que lo obligaba a decir sus planes inmediatos.

- Porque me voy a casar con ella.

- Cielos. –dijo O'Connel.

- Oh. –dijeron las princesas a coro.

- Sí, oh... vayan soltando la lengua.

- No has dicho que la amas. –Azima empezaba a resultarle de lo más intrigante, no alzaba la voz, sus emociones eran mesuradas y controladas. Su mente le decía que era mucho más de lo que se alcanzaba a ver en la superficie, todas lo eran, pero con ella era más difícil de captar.

- He dicho que no me importa que me corten la maldita cabeza ¿y todavía preguntas si la amo?

- Teníamos que estar seguras ¿crees que obtendrías nuestra bendición de lo contrario?

- Creí que la bendición más importante era la del rey.

- Creías mal. –le sonrió divertida.

- Así que sí saben donde está. –estaba a punto de destrozar la tienda a patadas, se obligó a calmarse.

- Solo te podemos decir que está bien. - O'Connel se giró a verlas con los ojos muy abiertos. –Acordamos solo decir eso...

- ¿Por qué apenas dicen algo?

- Por que... mi querido amigo O'Connel, ellas iban a hablar hasta que malditamente les dijera lo que querían oír... que amo a Baasima ¿no?

- Eso y también hasta que nos venciera el sueño, ha sido un día muy agitado.-Habi alzó los brazos mientras bostezaba. Paró en su movimiento y lo vio con fiera determinación. –si le confirmas a alguien... si lo que hemos hablado sale de esta tienda, realmente los mataré.

- No diré nada, porque no quiero decirlo, no porque me estén amenazando de muerte. Solo quería la verdad y esa es que saben donde está y que está bien, la tormenta no me ha dejado ver en el radar.

- La localizaremos en cuanto la tormenta amaine. - O'Connel les confirmó.

- Tiene un chip de rastreo. Esta tormenta por lo visto venia de lejos y ha logrado que no viéramos nada desde que llegamos.

- Revisamos con cuidado todo lo que ella se llevó, no vimos nada de chips. –Habiba habló y Azima le dio un pellizco, ya habían confirmado que sabían donde estaba, no tenían porque dar mas detalles.

- Sus pulseras, esas que nunca se quita. Allí está uno. Y ahora princesas, próximas primas, si me vuelven a hacer algo así, créanme se arrepentirán.

- Míralo... se atreve a amenazarnos. –le dijo Habi a Azima y las dos estallaron en carcajadas, las dos se levantaron aun entre risas.

- Esperen. La tormenta aun está con todo. - O'Connel quiso detenerlas. Azima hizo a un lado las pesadas telas de la salida, como si algo hubieran invocado el bullicio empezó a calmarse y el viento se hizo más que soportable para andar a la intemperie. Azima los miró aun sonriendo.

- No intentes esto con Baasima... si la amenazas, bueno, no será agradable para ti.

- Agradece que te lo dejamos pasar. –Habiba les guiñó un ojo y en segundos salieron. Un vip sonó y los devolvió a la realidad.

- ¿En serio son así? –preguntó O'Connel.

- No, son peores. – Ian fue corriendo a checar y claro como el agua aparecía la ubicación de Baasima, sintió tal alivio que suspiró mirando al cielo. No se había quitado las pulseras, temía que de ser un secuestro se las hubieran arrebatado. León le había dado esperanza al decirle donde estaba la respuesta a la desaparición y ahora estaba seguro que él no había tenido nada que ver con que las princesas hubieran decidido a hablar, lo habían torturado a gusto, había sido por lastima y cansancio que habían dado más datos.

- Eso es de hace horas. - O'Connel miraba la hora que marcaba el aparato.

- Debe haberse dado cuenta de las pulseras o quizás está en un sitio donde la señal no deja transmitir. Cuevas quizás. Pide el helicóptero.

- No creo nadie quiera pilotar ahora. Deberíamos ver el pronóstico del tiempo o esperar que amanezca.

- Pídelo. –ladró, era su amigo pero también su jefe, O'Connel hizo lo que le pedía.

- No hay permiso para volar aun Lennox.

- Tendré que hacerlo yo mismo. Eso me pasa por no traer la totalidad de mi equipo y transporte. Llama a Visir.

Visir se presentó con toda la preocupación y la culpabilidad escrita en la cara. Ian se acercó y envolvió sus manos en su cuello. Lo vio tragar con dificultad.

- La princesa quedó a tu cargo, te dejé su seguridad.

- Lo sé. –contestó como pudo.

- Sabes donde está ¿verdad?

- No. –gruñó empezando a ponerse azul.

- Déjalo ya. - O'Connel intervino. –ya sabemos su ubicación. –Ian lo soltó bruscamente y Visir empezó a toser.

- Si ella no está bien, si tiene un mínimo corte en su piel, voy a matarte.

- Lo sé. –respondió aun tosiendo.

- No es seguro volar aun Lennox.

- Tampoco las condiciones son tan inclementes.

O'Connel lo vio subir sabiendo que nada lo iba a detener.

- Iré contigo.

- De eso nada, a esta princesita la encuentro yo. Avisa que fui en su búsqueda, no des su ubicación.

- Ya veo. –su amigo sonrió ladino.

- Que sigan buscando por los alrededores. - O'Connel asintió y se retiró para verlo despegar, aun había viento si bien, había menguado.

- Que locuras hacen los hombres enamorados. –dijo para sí mientras volvía a su tienda.

Al final, no había habido turbulencia. Un suave viento anunciaba un nuevo día, el sol aun medio oculto lanzaba rayos naranjas y daba un tono rosado, ocre y dorado al desierto, Ian se maravilló de la escena, incluso se permitió relajarse un poco, lo que medio apaciguó sus ganas de querer matar a alguien por toda la preocupación vivida. Aun estaba preocupado, pese a que las chicas habían dicho que estaba bien y bueno, esto lo habían orquestado ellas. Asignaría cinco sombras a cada una, no, mejor diez. Aunque su princesa quedaría con uno solo: él. Y cuando no la tuviera a la vista, asignaría unos cincuenta. Aterrizó justo frente a una gran formación rocosa, allí era la ubicación final de Baasima. El helicóptero había hecho más que suficiente ruido para alertarla o quizás no, las rocas eran inmensas, exploró rápidamente y enseguida vio una abertura, no parecía entrada probablemente no conducía a nada, se puso la mochila y avanzó en ella, era muy estrecha y consideró que se iría estrechando más, pero en eso oyó el sonido de agua y aguzó el oído, siguió avanzando y de pronto llegó a una explanada, una tenue luz proveniente de algún lado iluminaba suavemente y cuando sus ojos se acostumbraron exploró ávidamente, el sitio era de ensueño, sí, definitivamente ella estaba allí. Había todo lo necesario, habían unas pozas que parecían sacadas de algún cuento de hadas, todo el sitio lo parecía. Vio la enorme cama cubierta en su totalidad, sonrió, allí seguro estaba su princesa. 

Fue hacia allá y corrió unas pesadas cortinas, seguro el ruido de afuera no llegaba en su totalidad. Sentía el corazón galopar como loco en su pecho ¿Y si no estaba allí? Cuando pudo al fin apartar la tela la vio en la cama profundamente dormida y su corazón se calmó. Pero luego recordó todas las angustiosas horas pasadas y quiso zarandearla con fuerza. Subió a la cama y ni así se despertó, avanzó hacia ella cual gato y con reverencia apartó preciosos mechones de pelo de su preciosa cara, ella parpadeó y entre sueños sonrió.

- Te tomaste muy en serio el cuento de la bella durmiente –la vio fruncir el ceño para luego abrir los ojos poco a poco. Enfocó la mirada y cuando lo vio dio un pequeño grito, quiso salir de la cama pero él se lo impidió poniéndose a horcajadas sobre ella.

- ¿Ian? –no todas las cortinas habían sido corridas por lo que había más penumbra que claridad en la cama. Aun así, ella lo había identificado.

- ¿Acaso esperabas a alguien más tesoro?

- ¿Qué haces aquí?

- Tú... ¿Qué haces aquí?

- Quería un poco de paz.

- ¿Ah sí? Y que mejor que tenerla que provocando el caos en todos los demás ¿no?

- Bájate. –ella se movió intentando derribarlo, no pudo. 

- Mejor ni te muevas... -le advirtió.

- No pedí te llamaran.

- Mentirosa.

- Piensa lo que quieras, estás muy pesado. –se quejó para luego quedarse quieta. -¿Quién te dijo que estaba aquí?

- Estas. –le tomó la muñeca e hizo tintinear sus pulseras. '

- Maldición. –siseó.

- Tenemos mucho que hablar princesa.

- Bien, en el campamento.

- No.

- ¿Por qué no? No podemos quedarnos aquí solos.

- ¿AH no?

- No.

- ¿Por qué?

- Me dejarías comprometida.

- ¿En serio?

- Sí.

Perfecto. –respondió consonrisa lobuna y a ella se le secó la garganta.  

   - Ian, no es un juego, hablo en serio.

- Yo también.

- ¿Piensas vengarte de mí dejándome comprometida para luego desaparecer?

- ¡Quien rayos crees que soy!

- Bueno, siempre te terminas yendo....

- ¡Maldición! –se levantó y tomando su mano la sentó. –no voy a irme. A ninguna parte. -se puso frente a ella también sentándose en la cama. 

- No pregunté nada.

- Querías castigarme desapareciendo ¿no es así?

- Pero si pensé que desaparecer más que castigo sería bendición para ti.

- ¿Tienes una maldita idea de todo por lo que pasé en estas horas? ¿el miedo por no saber si estabas bien? ¿el terror que se coló en mis huesos?

- Vaya que eres un profesional. -Respondió ella con voz entrecortada.

- No te hagas la tonta, sabes que estoy enamorado de ti...

- ¿Sí? –dijo ella en un susurro.

- Y no voy a dejarte ir.

- ¿No?

- ¿Solo vas a usar monosílabos para responderme? –preguntó entre exasperado y divertido.

- Sí.... No.

- Mejor no digas nada. –Y la besó.

Ya casi acabamos wiiiii 

Saludines

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top