Capítulo 5 "¡No es mi Jeque!"

 -¿Cómo podré yacer con un hombre que apenas conozco? –soltó al fin con desesperación.

- Bueno, no lo sé ¿te es totalmente indiferente? –preguntó Baasima.

- No y ese es también un problema, porque debería odiarle.

- Habla con él sobre eso. –aconsejó Azima.

- ¿Qué le diré? Disculpa, no quiero acostarme aun contigo... no sé, en unos dos o tres años ya que se me vaya el rencor por lo que me hiciste.

- No resistirás tanto. –Baasima la miró con picardía. Su prima la miró con ganas de ahorcarla -¿Qué? Es guapo, es atrayente y no se ve que sea un cruel insensible.

- Y claro, todo eso lo sabes solo con haberlo visto una sola vez.

- Háblalo con él. –insistió Azima. – Y si no funciona ya te dije de las pastillas. –ante la mirada confundida de las otras dos tuvo que aclarar –son para dormir, duermen hasta a un elefante si usas toda la caja, usa la mitad de una sola pastilla para él.

- ¿Cuántas cajas me puedo llevar?

- Ese es el problema Habi, no podrás estarlo durmiendo siempre así que háblalo con él. Hazlo mañana que tendrán que verse de nuevo.

- Maldición. –Habi se desplomó entre los almohadones y desde ellos habló. –Pese a su educación en Europa no deja de ser un Jeque, va reclamar su presa de inmediato, no encontrará razón alguna para esperar. –sin contemplaciones la había dado de nalgadas pensó de nuevo tensándose de coraje.

- Sobre todo después del jarrazo.

- Gracias Baasima por tus ánimos. –le dedicó una mueca.

- Siempre puedes amarrarlo si se te acaban las pastillas. –añadió Baasima buscando hacerla reír.

- No creo sea buena idea. –seguro le gustaría pensó Habiba y recordó de golpe esa caricia posterior, se estremeció ante el recuerdo pero no por repulsión sino de cierto placer que se enroscaba sigiloso en ella desde ese momento.

- Todo irá bien, pero apoyo a Azi, háblalo con él.

- Nuevamente: maldición.

Esa noche ella estaba obligada a presentarse a cenar, era una pequeña celebración donde sus padres y hermanos conocerían a la nueva familia política.

Su madre estaba pletórica de alegría al saber que se casaría con un Jeque, ni siquiera la había reprendido por haber nadado desnuda. Al contrario había alabado sus "artes" para atrapar a un excelente partido. Ella solo sonreía a medias y asentía cada vez más frustrada. Pero siempre había sido así con su madre, solo que a veces perdía la resignación habitual. Su padre estaba orgulloso y sus hermanos la habían incordiado un poco, aunque había pasado demasiado tiempo en palacio más que en casa, ciertamente los extrañaría a todos.

Mientras le ayudaban a vestirse recordó que siempre había tenido ayuda por supuesto, Altea había estado con ella desde hacia muchos años, pero ahora le habían asignado otra ayudante más por orden de su futuro esposo, se llamaba Hamila y sentía que era para vigilarla más de cerca. Hamila parecía obediente y atenta, pero no se perdía el recelo en sus ojos de vez en cuando.

- ¿Siempre has estado con ellos?

- ¿Perdón mi señora? No la entiendo. –dijo sumisa.

- Si siempre has estado con los Al-Khaled. –repitió Habiba mientras la túnica en color burdeos y plata era pasada por su cabeza.

- Oh no, soy de una tribu cercana. Mi hermano se casó con alguien de ellos y me llevó con él. Tengo el honor de servir a la familia directa del Jeque.

- Que bien ¿te gusta estar allí?

- Por supuesto mi señora, más ahora en el campamento base. Es decir, la ciudad porque es demasiado grande para ser llamado campamento. Estoy segura le gustará.

- Sí, seguramente. –Habiba ocultó su renuencia, le sonrió a la chica. –puedes irte, yo me ocuparé de quitarme todo esto a mi vuelta.

- Claro que no, para eso estoy aquí. –contestó con asombro.

- Ve a descansar. No sé a que hora volveré. En serio.

- Pero...

- Pero nada, anda. –Y la despachó. Se sentó para que Altea la peinara. –tú también Altea, puedes irte después de que salga.

- Gracias princesa ¿puedo decirle algo? –Altea se aseguró de que Hamila saliera.

- Claro.

- Hamila parece dulce pero siento que... no sé aun como explicarlo.

- ¿Qué busca algo?

- Sí, como que espera encontrar o ver algo.

- Creo que está atenta por si escapo. –Habiba sonrió burlona a Altea a través del espejo.

- ¿Escapar? Pero, el Rey ha dado su palabra y sé que usted no la desobedecería.

- Tú lo sabes y yo lo sé. Pero mi futuro esposo no y todo indica que ha sido informado de mis pequeñas travesuras anteriores y cree que nada me puede detener.

- ¿Pequeñas travesuras? –preguntó Altea divertida sin mirarle a los ojos, pese a ser solo una doncella personal y al rango de Habiba, la chica sabia que podía permitirse bromear así.

- Pequeñísimas. –aseveró Habiba para luego sonreírle. –No sé si pueda seguir siendo quien era...

- Su esencia siempre estará con usted Princesa. –Habiba la miró sorprendida, no se había dado cuenta de que había pensado en voz alta, suspiró de nuevo.

- Lejos de mis hermanas eso será un tanto difícil. –admitió.

- Pero no imposible y sé como sabe todo el que las conoce que no hay barreras, obstáculos ni hombres por muy esposos suyos que sean que puedan separarlas o ahogar lo que son.

- Gracias. –Habiba la vio con ojos acuosos. Se recompuso enseguida y Altea terminó de arreglarla dejándola radiantemente hermosa. Se puso una sonrisa en el rostro y se encaminó a la dichosa cena esperando tener el valor de soportarla sin pensar en lo diferente que sería su vida muy pronto.

En cuanto lo vio sintió un cosquilleo extraño en el estomago. Pero si no tenía hambre pensó contrariada. Arrugó el ceño y luego dejó de hacerlo ante la mirada reprobatoria que le dirigió su madre, miró hacia el cielo cuando la vio casi correr a saludar a Zaím quien le dedicó una resplandeciente sonrisa que conquistó de inmediato a su futura suegra. Mientras lo veía saludar a su próxima familia política lo analizó con ojo crítico, era alto, cabello y ojos negrísimos, músculos definidos de esos que se logran por entrenamiento duro, era un guerrero había dicho su tío. Uno de espalda ancha, caderas estrechas y poderosas piernas, no era guapo de modo tradicional, pero era de esos hombres que al entrar en una habitación no podías dejar de mirar. Al menos era agradable a la vista, verlo en el atuendo tradicional color purpura y crema de los Al-Khaled le sumaba puntos, demasiados. De pronto y aun en medio de su conversación él alzó la vista hacia ella, Habiba le sostuvo la mirada sintiendo como su corazón traidor empezaba a galopar como loco, eso la enervó, esos ojos que lucían como diamantes negros parecían pasar una mano invisible por su cuerpo y la pusieron acalorada de inmediato. La madre de Habiba reclamó la atención de su futuro yerno y eso lo obligó a romper el contacto, en cuanto lo hizo ella soltó el aire retenido.

- Wow, si las miradas hablaran...-Baasima se acercó mirándola con detenimiento. –te has puesto roja.

- Claro que no. –respondió agitada.

- Y te falta el aire. Oh por Dios.- su prima la analizó a conciencia como si esperara que algo surgiera de pronto de ella.

- Solo miraba si el corte que le hice dejó cicatriz. –contestó lentamente esperando no se notara que aun estaba agitada.

- Te gusta. –sentenció su prima medio asombrada. Habiba le dedicó una mirada ultrajada. – Wow. –Baasima se llevó las manos a la boca sorprendida.

- Has dicho muchos wow en menos de un minuto.

- Es guapo, es Jeque, te devora con la mirada, sé que esperabas escoger pero vamos... parece hecho a tu medida.

- Claro, y lo que quiero es precisamente eso: un Jeque guapo que me devore. –bufó.

- ¿Por qué no? Suena divertido. –Azima estaba al lado de ellas sin que se hubieran percatado debido a su pequeño debate.

- ¿Tú lo harías? –le preguntó Baasima a Azi.

- ¿Aprovechar un Jeque guapo? –les sonrió misteriosa. Las otras dos se apiñaron a su alrededor para oír más. -¿saben guardar un secreto? –las chicas asintieron. –Yo también. –concluyó y sus primas resoplaron molestas. –No lo sé, no sé si lo haría. –aclaró sonriendo burlona.

- Si llegaras a hacerlo probablemente nadie sabrá nada que tú no quieras.

- Debo llegar virgen al altar Habs. Así como tú. –Azima se encogió de hombros cerrando el tema, sabían que cuando hacia eso no podrían sacarle nada más al respecto.

- Baasima ciertamente no llegó pura e inmaculada.-le dio una mirada burlona.

- ¡Cállate! –siseó la aludida.

- ¿Cuál es el tema que las tiene tan ocupadas? –preguntó Gaby entrando radiantemente bella.

- Espero verme así cuando me embarace. –Baasima tomó el brazo de Gaby y se pegó a ella.

- ¿Entonces...?-insistió Gaby después de sonreírles a todas.

- Hablábamos de la virginidad perdida de Baasima antes de la boda. –susurró Habiba haciendo que Baasima se pusiera rojo tomate.

- Voy a matarte. –se recompuso enseguida al recordar algo. –a Habi le gusta su prometido. –todas la voltearon a ver con gran expectación y sendas sonrisas, ella se encogió en su lugar. –la deja sin aliento, agitada y sonrojada con una sola mirada. –Habiba la miró con el asesinato escrito en el rostro.

- Oh, oh. –Azima la miró sorprendida.

- Bueno, se van a casar así que, eso es bueno. –Gaby le dedicó una dulce sonrisa.

- ¡No es así! –se sintió obligada a defenderse. –le acabo de lanzar una jarra ¿eso no les dice algo?

- Sí, que preferías arrojarte tú pero eres demasiado orgullosa. –toda explotaron en risitas menos ella ante las palabras de Baasima.

- Voy a... -empezó Habi.

- Niñas, vamos a la mesa, el Rey ha llegado. –dijo Gaby encaminándose donde León que charlaba con Lennox. Baasima hizo lo mismo, ella junto a Azima fueron a sus posiciones en el comedor y todos esperaron a que el Rey se sentara para hacerlo.

Habiba había quedado frente a Zaím por supuesto. Él la miró esta vez sin sonrisa pero con esa acostumbrada intensidad que si bien había disminuido por estar cerca de mucha gente, apenas la contenía. Ella vio el corte en el pómulo, una fina línea roja era lo que había únicamente pero sonrió con perversa satisfacción recordando y entonces vio el brillo en sus ojos augurando venganza, le lanzó entonces una mirada de desdén como queriendo indicarle que jamás podría con ella, lo que los ojos de Zaím respondieron la dejó sin aliento de nuevo, pero también la conmocionó un poco ¿Cómo es que podían entenderse así? La miró con hambre y no de comida ¿Así le haría pagar? ¿En la cama? Sintió que empezó a sudar y a acalorarse de nuevo, no hacía calor allí dentro, el aire acondicionado daba a la estancia un agradable frescor. Oyó un leve carraspeo a su izquierda, eso logró que apartara la vista.

- Deja de comerte a tu Jeque con los ojos. –le susurró Baasima.

- ¡No me lo comía con los ojos! –le increpó en un susurro contrariado.

- Ah, pero tu Jeque sí que es.

No le respondió por temor a quedar en evidencia, solo le lanzó una mirada mortal.

- ¿Está bien tu... pómulo? –preguntó entonces Ian a Zaím y Habiba lo miró molesta, Ian intentaba actuar todo serio y profesional, pero era obvio que tanto él como su mujercita intentaban incordiarla.

- No fue nada. –respondió Zaím con un deje divertido en la voz.

- ¿Qué pasó? –preguntó el Rey empezando a comer, todos lo hicieron cuando lo observaron. Habiba ni siquiera se había dado cuenta que le habían servido.

- Nada, Su Alteza. –aseguró Zaím y pese a que la liberaba de un más que posible regaño de su tío, le frunció el ceño, no quería su amabilidad.

- ¿Mi sobrina te está dando problemas? –inquirió el Rey de nuevo con suma tranquilidad y Habiba empezó a toser.

- Se me cayó una jarra. –dijo aun tosiendo.

- ¿Encima de él? –León preguntó curioso.

- Si. –Habiba arrastró la lengua al contestar sin mirarlo, León la conocía muy bien, casi todos en la mesa lo hacían menos su familia directa lo cual no dejaba de ser irónico. Pero León era tan perspicaz que la tendría admitiendo su fechoría antes que se diera cuenta.

- Se le resbaló justo cuando servía su contenido, yo estaba sentado, ella no. –aclaró Zaím y ella suspiró aliviada pese a que segundos antes había odiado que intercediera por ella, vaya, sí que estaban caóticos sus pensamientos.

- Bien. –León dijo esa única palabra y ella lo vio, era claro que no creía nada. –ten más cuidado.

- Por supuesto.

- Niña distraída. –habló su madre quien la veía molesta. Ella rodó los ojos.

- ¿Qué tal su encuentro hoy? –el Rey hizo otra pregunta, Habiba no supo que responder.

- Accidentado, diría yo. –Omar lo dijo jocoso y el ambiente en la mesa pareció distenderse un poco. Zaím dijo que todo había ido bien y la mesa se sumergió en conversaciones intrascendentes al principio para luego ser divertidas cuando Ian empezó a contar lo que Baasima le había hecho sufrir al ser su sombra.

- Y ahora tenemos las 50 sombras de Baasima... -Azima habló haciendo referencia a los múltiples elementos de seguridad que custodiaban a su prima.

- Solo quiero esté segura. –contestó Ian un poco avergonzado.

Habiba había reído con las conversaciones alrededor de los recién casados, estar con su familia siempre era de sus cosas favoritas. Suspiró al recordar que no sería tan sencillo reunirse así a partir de ahora.

Cuando todos pasaron a hablar del embarazo de Gabriela le dedicó a la futura mamá una sonrisa llena de ternura. Cuando naciera el bebé ella no se apartaría de palacio para estar presente en tan dichoso acontecimiento.

Era ajena a como Zaím observaba atento su rostro para ver cruzar por él tantas emociones, verla reír, bromear con su familia y lanzarle pullas a Baasima, la sonrisa cargada de ternura hacia la esposa de León.... Todo eso la hizo desear tenerla ya a su lado y que no lo mirara con reproche o desdén, aunque igual eso lo prendía, pero quería todo de ella.

La cena resultó agradable se encontró pensando que no tendría problema alguno en pertenecer a la familia de Habiba y entendió un poco más todas las condiciones para llevársela, las cuales en realidad no eran nada exageradas. Era una hermosa princesa después de todo y pronto sería suya, con ese carácter incluido, pero, no importaba. Sonrió de anticipación.

- No le lances nada esta vez. –pidió Azima a Habi al día siguiente mientras observaba en la cama unos ajustados pantalones negros.

- No depende de mí.

- ¡Pero claro que depende de ti! ¿Y esos pantalones?

- Míos. –contestó mientras los miraba abstraída.

- Ya sé que son tuyos, te los vi puestos en tus habitaciones, nunca para salir. Aquí no puedes.

- Lo sé, por eso calibro como ponérmelos ir por los pasillos y que nadie me vea.

- Nadie, excepto él ¿no? Es una tonta manera de molestarle. –Azima rio sentándose en la cama y tomando los pantalones.

- ¿Por qué? –su prima la vio alzando una ceja.

- Solo servirá para alentarlo más. Es obvio que le gustas y eso solo por decirlo de una manera suave. Baasima no se equivocaba cuando decía que tu Jeque te devora con los ojos.

Habiba le quitó los pantalones y los tiró lejos. Azima se apretó los labios para no sonreír pero, ella tenía la razón.

- Toma. –Azima le pasó un paquete que había dejado en un buró. –esto si que vas a necesitarlo, quizás para tu noche de bodas ¿ya has pensado en qué hacer? –Habiba no respondió en sus prisas por abrir el paquete, cuando lo vio frunció el ceño.

- Se me había olvidado por completo.

- Gabriela te lo habría traído pero tenia cita con su médico. Es una obra de arte. –Azima contempló la bella prenda, la que Habiba había usado en su estratagema para poner celoso a León, esposo de Gaby aludiendo por vez primera a los Al-Khaled. Sus primos habían arreglado sus problemas y ella se había echado encima uno mayor.

- Lo que selló mi destino. –suspiró apesadumbrada. –claro que lo usaré en mi noche de bodas, otra cosa es que él me lo quite. –aseguró con convicción.

- ¿Y si resulta que no quiere detenerse ante tus negativas?-preguntó Azi preocupada. Era algo que ya había contemplado ¿la forzaría?

- Tengo que hablar con él. –admitió al fin y sería ese mismo día en su cita impuesta, todo en ellos parecía forzado por la vida.

Habiba se decidió por una túnica normal en tonos azules, olvidó por lo pronto incordiarlo con los pantalones, Azima tenía razón probablemente conseguiría el efecto contrario, ya tendía oportunidad de sacarlo de quicio con su atuendo estando casada. Prescindió de cobertura para la cabeza, lo había hecho desde su cita anterior, confiaba en que nadie le fuera con el cuento a su tío, aunque de hecho no era necesario en el estricto sentido de la palabra al no ser de religión musulmana pero la mayoría lo hacía por costumbre. Se hizo una coleta alta y se puso unos aros de platino en las orejas. Solo delineó sus ojos y fue lo más natural posible. Al verlo esta vez no le saludó de ninguna de las maneras.

- Buenos días Princesa. –él si repitió su saludo anterior. Ella esperaba desdén, alguna forma de molestarla, pero era listo y seguro esperaba el momento idóneo. Iba de forma tradicional de igual forma y ella se obligó a no escanearlo, cosa que él si hizo con ella. -¿Has terminado con la inspección?

- Pensé que vendrías con algo que pensaras sería subversivo para mi delicada y sensible mentalidad árabe. –respondió burlón.

- Pensé en venir en traje de baño pero... -se encogió de hombros. –iba a tener que dar muchas explicaciones.

- ¿Lo hubieras hecho? –entrecerró los ojos.

¿Pasearme casi desnuda porlos pasillos? ¿Quién sabe? Si mi tío no estuviera en Palacio ¿Por qué no? –Mentiraflagrante, León la hubiera mandado a azotar de verdad y de paso al calabozo. 

Gracias por leer

Feliz semana

Nos vemos en unos días

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