Capítulo 29 "Están locas"
Hola chicas: Muy probablemente este es el penúltimo capítulo. No estoy segura pero el final no pasa ya de dos caps más cuando mucho. Tengo un poco más y espero avanzar este mismo día. Por lo pronto todas las actualizaciones serán aquí, ya terminada Azima subiré los caps restantes en su historia. Y de igual forma sigo avanzando con los extras que prometí. Abrazos.
- Esto es súper cómodo. –Habiba se miró en el espejo y dio una vuelta.
- Lo dices como si lo que usáramos no lo fuera.
- Lo es, pero esto es mucha menos tela Baasi. Más libertad de movimiento. Sabes cuánto me gusta andar solo en jeans. Zaím decía no tener problemas con ello, pero ir a Pasión con ellos si no va él, es un no rotundo.
- Hombres árabes...
- Menos mal Ian no te los prohíbe.
- No, eso no, pero...
- ¿Acaso te ha dicho a algo que no?
- No quiere que baile en las próximas celebraciones del país.
- Pero si se supone que él no está atado a las ideas de nuestra cultura.
- Habi tiene razón. No entiendo. –Azima entró ajustándose la túnica que usaba el personal femenino de Palacio.
- Según él, me veo demasiado sensual y habrá muchos ojos masculinos viéndome con lujuria. Creo que ha mal entendido muchas cosas y cree que puedo ser raptada por alguien y ser convertida en concubina de un harén o algo así. –Baasima rio quedamente.
- ¿En serio eso las va detener? –Azima se miró al espejo con ojo crítico. Las otras dos se le unieron con sonrisas de lo más divertidas y ella a su vez lo hizo, se conocían tan bien.
- Tiene rato que no pronunciamos "la frase". –dijo Habi.
- ¿Uno, dos y tres? – Baasima ladeó la cabeza recordando.
- Veamos el mundo arder. -finalizó Azima.
No está de más decir que se colaron con el rostro cubierto por las inmediaciones inferiores del palacio. Aunque más de uno las vio con gesto extrañado ya que el personal femenino no tenía obligación de cubrirse más que para ciertas ocasiones puntuales o delante del rey. Avanzaron y llegaron a calabozo alegando que limpiarían y llevarían comida al cautivo. Las dejaron pasar y hasta ahí llegó la aventura. Ayham apareció en la penumbra tan sigiloso y rápido, que jamás lo vieron hasta que estuvo frente a ellas. A Baasima se le cayó la canasta de comida, Habi gritó y Azima se llevó una mano al pecho asustada.
- Parece que se acostumbraron al calabozo y quieren volver. –comentó tranquilo. Todas soltaron suspiros de alivio al comprobar quien era.
- Un maldito fantasma, eso es lo que eres. – ya pasado el susto, Baasima le gruñó mientras iba recogiendo todo lo que se había desparramado por el suelo.
- ¿Acaso has decidido matarnos de un susto? –preguntó Habi con los brazos en jarras.
- Sabía que vendrían.
- ¿Qué? ¿Cómo? Si estamos vestidas como las empleadas...
- Se perfecto que nunca se pueden estar quietas.
- Es demasiada coincidencia. –Azima se acercó a él.
- Sé que estas dos salieron corriendo a verte, era cuestión de minutos que decidieran salir con alguna de sus clásicas PrincesAventuras.
- ¿Prin que?
- Lo que oíste hermanita.
- Primo repítelo, me gustó como se escuchó.
Ayham las miró serio. Aun pese a la escasa luz todas lo vieron y le hicieron pucheros. Así que sin necesidad que dijeran nada más habló.
- Fuera.
- Déjanos pasar. –pidió su hermana.
- No.
- Solo a ella. Anda, di que sí. –Habi suplicó.
- ¿Cómo es que estabas aquí antes que nosotras mismas termináramos de armar esto? –Baasima ya con la canasta en la cadera insistió en saber.
- Sé cómo trabaja su mente loca. Agradezcan que no estuve en todas sus travesuras disparatadas porque me hubiera encargado personalmente de todos sus castigos.
- Uy que miedo. –Habi le frunció el ceño.
- Ni siquiera les hubiera dado tiempo a terminar de realizarlas. Créeme. Ahora fuera.
- Entonces gracias al cielo porque al menos esos días no estuviste. –Habi le sacó la lengua y él rodó los ojos.
- Sí que creo que no hubiéramos podido rematar nuestras faenas. –Observó Baasima. –después de todo es el hermano de...
- Baasima. –la llamó Azima suavemente. Un poco más y diría que era hermano de la mente maestra. – Déjame la canasta, y salgan un momento por favor. Ellas accedieron no sin antes mandarle miradas asesinas a Ayham.
- Consideradas el soplo fresco junto a Gabriela para la monarquía por inteligentes, centradas y maduras pese a su juventud. Que ridiculeces se cree la prensa ¿no? De centradas y maduras nada ¿Cuándo dejarán las travesuras hermana?
- ¿Por qué estás tan molesto? Tú mismo me dabas ideas de niños con las que lográbamos casi darle ataques al corazón a madre.
- Tú lo has dicho, de niños.
- ¿Quieres que perdamos la chispa de aventura? ¿tú quieres eso, en serio? Anda. Dime.
- Hay distintas clases de aventura y las que suelen elegir no han sido las más sensatas. Y esto no es cualquier cosa y lo sabes. Si el rey se entera que estás aquí podría retractarse.
- Es cierto. –Azima bajó la cabeza y hundió los hombros.
- No hagas eso.
- ¿Qué?
- Ponerte triste. No puedo verlo.
- Cierra los ojos.
- Que graciosa...
- Esto no es una travesura más. Sólo quería saber si está bien.
- El látigo pasó por su cuerpo Azima y fui yo quien lo hice ¿en serio crees que quiero que veas eso sabiendo que fui el ejecutor? Era mi obligación y responsabilidad y no me arrepiento, pero no soportaría que me odiaras por ello.
Azima lo abrazó enseguida.
- Nunca podría odiarte.
- Estás muy segura.
- Sí, no lo mataste. –al ver que no respondía alzó el rostro. – No lo hiciste ¿verdad? –sintió la vibración de su risa.
- No.
- Déjame verle. Solo un ratito. Por favor ¿sí? –lo vio desviar el rostro y ella comprendió que estaba a punto de claudicar. –Por favor hermanito. –un gruñido, ella sonrió sintiendo la victoria. –Me lo debes por todos esos años en que no estuviste y...
- Eso es chantaje y manipulación.
- Lo sé. Y no dudaré en usarlos.
- Cinco minutos. La ultima celda.
Ni bien terminó de decirlo. Ella corrió.
Todo estaba más oscuro allí y sintió que era a propósito. Le llamó en cuanto llegó al final.
- Azzam, Azzam... -se pegó a los barrotes. Vio una figura acercarse a ella. Y al fin una tenue luz iluminó el pasillo, aunque en realidad no fue un cambio enorme.
- ¿Azima?
- ¡Sí, soy yo!
Él tomó enseguida sus manos a través de las barras frías de acero.
- Eres tú. –dijo simplemente apretando sus manos y luego dirigiéndolas a su rostro. –de verdad eres tú.
- ¿Cómo estás? ¿te golpearon mucho? –la sonrisa que le dedicó fue tan amplia que a ella se le hizo un nudo en la garganta. –dime...
- Después de Nahel lo que tu hermano podía hacerme no iba a ser demasiado.
- Que no te escuche. –pidió ella y él se rio.
- Lo que tenga que pasarme por tenerte es bien recibido ahora, en el futuro y siempre.
- No quiero llorar. –Le dijo Azima con la voz quebrada. –Una vez te dije que te pudrirías en un calabozo.
- No lo hagas, no llores. Estoy bien, en serio. –tomó una de sus manos y la besó. –Unos cuantos latigazos. Y en cuanto a lo que dijiste, lo merezco y lo acepto de buena gana. –sonrió.
- Lo lamento.
- Muy pocos en comparación con lo que dicta la ley. Y el saberlo me dio esperanza de que habíamos sido perdonados.
- Fuimos perdonados. –confirmó ella. –Podemos estar juntos. –esta vez ella fue la que se llevó una mano de él y la besó.
- No llores. –pidió al sentir las lágrimas en su mano.
- Es de alegría.
- Azima...
- Dime.
- Sé que es el lugar menos romántico del mundo y no tengo el anillo y no estoy presentable ni de lejos. Que todo esto es sumamente atípico y no te lo mereces en lo absoluto, pero quiero decirlo y quiero escuchar tu respuesta ahora mismo. Mi vida está a salvo ya lo sé, pero ahora siento que depende todo de ti porque si dices que no, no creo que mi vida después de esto tenga sentido alguno. Así que perdóname por hacerlo aquí y ahora. Azima, ¿Te quieres casar conmigo?
- Nunca me lo habías preguntado. –dijo quedamente como si le faltara la respiración.
- Perdóname por eso.
- Sí.
- ¿Si me perdonas o sí te quieres casar conmigo? –preguntó ansioso.
- Si te perdono y sí me quiero casar contigo.
Como pudo la estrechó a través de los barrotes.
- Gracias Azima. Gracias por decir que sí a este hombre que no te merece.
- Deja de decir eso. –buscó su rostro y apenas pudo darle un beso ligero. –El rey ha accedido a nuestra boda, pero no sé el cómo ni el cuándo.
- Te has pasado del tiempo. –la voz de Ayham retumbó en las frías paredes.
- Confiaba en que vinieras a recordármelo. –le dijo ella sonriente. - ¿Cuándo saldrá de aquí?
- No lo sé.
- Espero haya recibido la atención médica necesaria hermano.
- Sigue esperando.
- Me atendió ya un médico de palacio. –dijo entonces Azzam bajito.
- Permanece callado. –Espetó Ayham.
- ¿O si no qué? Un solo latigazo más y te juro que sabrás lo que soy capaz de hacer Ayham.
- Mi encantadora hermanita ¿me está amenazando?
- Te lo estoy jurando. Y lo que hiciste aquí, no se va quedar así.
- Como diría una de las locas que se fueron: Uy, qué miedo.
- Deberías tenerlo... -sentenció furiosa.
- Calma, en serio. Estoy muy bien. –le dijo Azzam.
- Mejor de lo que deberías. Se acabó tu tiempo, sal de aquí.
- Dejaré la canasta y pobre de ti si no la metes dentro. –se giró hacia Azzam. –Te amo. –él se quedó en shock. –¿No piensas decir nada?
- Nunca me lo habías dicho así.
- Es totalmente cierto. Te amo.
- Por todos los cielos, no vine a presenciar una escena empalagosa. –se quejó Ayham y ella empezó a reír, Azzam se le unió.
- Yo te amo desde prácticamente siempre. –dijo él aun risueño.
- Yo...
- Azima tienes que salir de aquí. Lo sabes. No abuses de la benevolencia del rey.
- Cierto. –le dio un rápido e incómodo beso a Azzam gracias a lo que los dividía. -Nos veremos pronto amor, pronto. –Y se fue antes de que no pudiera salir de allí.
Era media noche. Y tres figuras se recortaron en la oscuridad. Vestidas de negro si bien en modo túnica. Al pasar por donde estaban los primeros guardias, se descubrieron el rostro. Cosa que no era necesaria en absoluto, ya que detrás de las tres figuras iban sus tres respectivas sombras. Ellas siguieron avanzando como si hubieran podido burlar el impresionante sistema de seguridad. En realidad, lo estaban haciendo, pero por ser quienes eran no tanto por otras habilidades. Serpentearon hasta llegar a la puerta de su objetivo. Se detuvieron y contuvieron la respiración. El objetivo era demasiado listo, aun para él mismo. Ni siquiera había guardias en la cercanía porque él no los necesitaba. Una sombra se puso de rodillas y una figura después de agradecerle estilo asiático como unas tres veces pues no quería emitir sonido alguno se subió a su espalda. Serían ampliamente recompensados y las sombras lo sabían y de paso no admitirían eso y que se divertían. Su deber era seguirlas y cuidarlas. No había ordenes concretas de impedirles cosas como la que estaban a punto de hacer. Otra de las figuras entre abrió la puerta. La técnica que usó para no hacer ruido llamó la atención de todos menos de las otras dos figuras. No había nada de sofisticado en lo que armaban. Nada fino y elegante. Dejaría huellas, muchas. En la abertura fue colocado un recipiente de manera precaria pero que aguantaría hasta que la puerta fuera abierta en su totalidad. Y más arriba quedó algo más. Cinco minutos fueron suficiente y luego desaparecieron.
Por la mañana Azima se despertó muy temprano y vio sus ojeras, tuvo que echar mano del corrector. Se lo aplicó cuidadosamente. No había dormido como debería, no lo hacía desde hacía un tiempo. Pero estaba segura de que eso cambiaría ahora que todo parecía acomodarse en su lugar. Salió con paso ligero esperando que ese fuera el día en que Azzam fuera liberado y caminó rumbo al jardín donde había quedado de desayunar con sus primas, Gabriela y las demás chicas. Aún era muy temprano, pero estaba de buen ánimo y no quería quedarse esperando en su habitación. Para su sorpresa allí estaban ya Habi y Baasima. El sol apenas empezaba a despuntar.
- Pensé que era la única que se había levantado temprano. –comentó al verlas y sentarse.
- No pude dormir.
- Te hubieras puesto corrector. –regañó Habiba.
- Siempre puedo echarle la culpa a Ian. –alzó las cejas graciosamente.
Un estruendo de puertas abriéndose y cerrándose las puso en alerta. Un gruñido furioso y luego un grito llamando a una de ellas hizo que las tres se levantaran de su asiento al mismo tiempo.
- ¡Azima! –gritó Ayham una vez más. –Y las otras dos ¡prepárense a volver al calabozo!
- ¿Corremos? –preguntó Baasima nerviosa.
- Sí, pero hay que verlo primero. –opinó Habi.
- Estoy de acuerdo. Hay dos salidas, él no creo ubique la que está atrás de esa enredadera. Que sea la primera opción. No puede agarrarnos a las tres al mismo tiempo.
Un enfurecido Ayham entró y ellas ahogaron los sonidos de sorpresa, pero no pudieron más y explotaron en carcajadas. Habían puesto un recipiente con una mezcla de engrudo con lo suficiente para mojarle la mitad del cuerpo. Al caer el recipiente en el momento de abrir la puerta había liberado a su vez una bolsa de plumas que había sido colocada un poco más arriba. Así que Ayham iba como un pollo a medio desplumar en ese momento.
- Fueron las tres ¿verdad? –exigió saber.
- Sí. –dijo Azima. – Dije que te arrepentirías.
- ¡Te dejé verlo!
- ¡Lo golpeaste! Te merecías esto.
- Y elegiste una broma adolescente para demostrarlo ¿no? –manoteó quitándose plumas de la cabeza.
- No me pesa admitir que eres muy inteligente, por lo que lo mejor era elegir algo simple, sencillo, contundente querido hermanito.
- Están locas ¿Esto es pegamento?
- Engrudo casero, saldrá con agua. Agradécelo. Esto fue por...
- Haré que Ian te encierre. –Miró a Baasima.
- No pues, que miedo.
- Fue por ayudar a Azima y para dejar en claro que ni tú puedes detener lo que queramos hacer, no es bravuconería. –Habi alzó una mano descartando eso. –Sólo es dejar las cosas claras. Y también es algo así como decir que te extrañábamos.
- Ahora debo agradecerlo ¿no? Vengan aquí. -Él se acercó y ellas rodearon la mesa evitándolo. –Tengo una reunión importante con gente de Islamabad. –movió la mesa sin problema alguno.
- Deberías ir. –apremió su hermana.
- ¿Así? –señaló el desastre.
- Debes ir, están en guerra civil. Nos necesitan, te necesitan. Aun como... como pollo desplumado. –ella gritó cuando él la alcanzó en dos segundos y la abrazó fuertemente mientras ella luchaba por liberarse, quedó toda manchada en el proceso. Miró buscando a las otras dos y ni sus luces. – Te han dejado aquí. Bien. Ya lo pagarán.
- Más vale una caída en combate que tres. Tendré que cambiarme. –se miró, algunas plumas se le pegaron y algo de engrudo, pero no era ni de lejos el desastre que era su hermano. Así que lo vio de nuevo y rompió a reír una vez más, esta vez agarrándose el estómago.
Ayham se pasó la mano por la cara quitándose engrudo y se lo aventó para después salir de allí corriendo. Era tarde y necesitaba estar en esa reunión.
- Eres libre. –decía León a Azzam en esos momentos. –Libre al menos de este lugar. Estarás en una habitación de palacio y solo podrás salir al ser requerido.
- Gracias. –Azzam avanzó a través de los pasillos y al salir tuvo que poner una mano para evitar que el sol lo dejara ciego. - ¿Puedo ver a Azima?
- No. Definitivamente no. No por ahora.
- Bien. –no podía ni debía exigir nada. Lo tenía claro, aunque se desesperaba por verla. –Ella está bien ¿verdad?
- Ella sí. – Ayham quien sabe, pensó León. Le había visto de reojo avanzando por palacio molesto y lleno de plumas. Seguramente había sido venganza de su hermana en conjunto con las otras dos que no podían quedarse quietas nunca. –Te guiarán a tu habitación, tengo una reunión importante. Quizás en otras circunstancias habrías estado en ella. Es gente de Islamabad. Supe que has ayudado en algunas ocasiones.
- ¿Sigue el conflicto?
- Cada vez más parece ser que está pronto a finalizar. Dudo puedas acompañarnos ¿puedes ya sentarte?
- No. –admitió con molestia y vio sonreír divertido a León. –No es gracioso.
- Sí que lo es.
Un empleado llegó y León se despidió con un movimiento de cabeza. Esperando que Ayham no llegara tarde después de quitarse todo lo que le habían echado encima. Palacio parecía ser una guardería últimamente.
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