Capítulo 24 "Azima, ven..."
¿Qué tal? ¿Cómo están? Sinceramente espero que muy bien. Azima volvió y aunque me dijeron muchas cosas en estos meses debido a que no actualizaba, sé que quien me conoce sabe que termino mis historias así tarde la eternidad. Por lo visto el comentar el porqué no actualizo se toma a excusas y justificaciones para alguna que otra persona. El caso es que me gusta compartir un poco del porqué de mis pausas. La vida no es fácil y menos en estos meses y sé perfecto que no soy la única con problemas. Y si digo a veces porque pauso es porque así lo decidí, porque quise compartir una pequeña parte de este trayecto llamado vida. Y es que atrás de estas letras hay una persona imperfecta que no es que habite en una telenovela churra mexicana y le pase de todo, pero sí que no tiene una vida color de rosa. Podría decirles porque tardé tanto esta vez, pero por ahora me lo reservo. Mientras, espero este capítulo las distraiga durante su lectura. Abrazos.
Era un vestido pesado o quizás era la carga general que llevaba encima, por lo pronto tan solo el torso de la prenda estaba lleno de piedras preciosas que no aligeraban en nada el dolor en su pecho impidiéndole respirar con normalidad. Dio un paso más en su tortuoso camino, pero le costó dar otro. Vio al hombre a su lado y le lanzó una mirada de súplica. Omar solo se pasó una mano por la cara suspirando.
- No tiene por qué ser tan malo. –le dijo en voz baja.
- ¿Ah no? –siseó Azima furiosa.
- Podría ser peor... -Ella lo fulminó con la mirada mientras un carraspeo interrumpía a Omar.
Provenía de Zaím quien estaba sobre el lateral derecho del salón de ceremonias lo mismo que el resto de la familia. Se suponía debían seguir avanzando y no estar susurrando entre ellos, vio hacia Zaím y luego a Habiba a su lado quien con una mirada le preguntó que pasaba. Ya estaban por llegar al trono para recibir la bendición y ella no podía avanzar más. La mirada de Habiba cambió a una de preocupación e hizo amago de ir hacia ella, pero Azima con un casi imperceptible movimiento de cabeza indicó que no lo hiciera. No se podía permitir mirar al resto. Vería las mismas expresiones en todas y mucho se temía que hasta en ellos percibiría lo mismo: Preocupación, ansiedad e impotencia. Hacía unos minutos las chicas le habían ayudado a vestirse y peinarse en medio de un silencio sepulcral, algo totalmente raro e inaudito para todas. No parecía que estuvieran vistiendo a una novia para su feliz celebración. Era verdad que habían cambiado su percepción sobre Omar, pero en cuanto les había llegado la notificación de vestirla de novia todas se habían sorprendido por la rapidez de los acontecimientos.
- Podemos sacarte a donde quieras. –le había dicho Gabriela y por primera vez en su vida Azima estaba paralizada. Quería correr y huir, pero inevitablemente iría hacia él, hacia Azzam y eso provocaría el caos en la corte, incluso en el reino y la cabeza del que se atreviera a la injuria de estar con la prometida del heredero. Podría desaparecer del mapa y eso significaría el destierro y no ver a la familia que amaba y claro, no verlo a él. Así que por primera vez en su vida estaba total y completamente paralizada. No ayudaban esos días en el desierto, sentía que le habían robado vitalidad y claridad mental. El aturdimiento no se le pasaba y solo pudo decir unas cuantas palabras a Gabriela. –León ni siquiera ha podido hablar con su padre, no lo recibe. Si huyes te apoyaremos, lo sabes.
- Lo resolveré, no sé cómo. Pero lo haré.
- Bueno, cariño. Debe ser ya. Te estamos vistiendo para una boda ¿no? - dijo Allison acercándose con la misma expresión de preocupación. Habiba y Baasima estaban en un rincón sentadas mirando a la nada. Al parecer con la misma parálisis que la embargaba a ella.
- Aun no damos el sí. –musitó Azima.
- Vaya que es pesado. –Jaquie había entrado a la habitación intentando llevar ella sola el voluminoso vestido, Allison corrió a ayudarla.
- ¿Dónde está la mente maestra y que has hecho con ella? –Había susurrado en su oído Gabriela en ese momento.
- No tengo idea. –admitió muy a su pesar aferrándose a que aún tenía tiempo.
Y eso los llevaba a ese momento ella al lado de Omar vestidos de boda caminando para recibir la bendición real.
- Avancemos. –pidió Omar en voz baja.
- No puedo dar un paso más. – contestó de igual forma en un susurro y era cierto, no podía dar un solo paso más por mínimo que fuera.
- ¿Esta es tu manera de oponerte?
- No es que hayas tenido ideas mejores que yo.
- ¡No puedo arrastrarte al altar!
- Pues tendrás que hacerlo. –gruñó por lo bajo. Su sentido del deber se diluía a pasos agigantados. Esa no era ella, pero definitivamente no había contado con lo que Azzam despertaría en todo su ser.
Omar la miró asombrado pero un destello de diversión cruzó sus ojos.
- Bueno, lo intentaré. Pero ese vestido es enorme.
- Créeme, peso y mucho.
- Son menos de cinco pasos puedo arrastrarte.
- No tenemos todo el día. –León habló alto, claro y a un paso del enfado.
Hubo carraspeos y risitas nerviosas que fueron calladas en cuanto se escuchó el estruendo de las dos enormes puertas que daban acceso al salón siendo azotadas al ser abiertas sin contemplación alguna. Todos se giraron a ver qué era lo que pasaba. Un hombre con vestimenta del desierto y la cara totalmente cubierta a excepción de los ojos se hizo presente. Azima abrió los ojos impactada mientras se llevaba una mano a la boca conmocionada al descubrir en segundos de quien se trataba. Los demás no lo reconocieron tan rápido y ella aún se permitió pensar en cómo era posible que no se dieran cuenta quien era. Los hombres de la sala avanzaron hacia el intruso quien se quitó el turbante que le cubría la cara. En cuanto fue reconocido un clamor colectivo de sorpresa llenó la estancia.
- ¿Qué rayos haces? –le dijo Ian sorprendido.
- ¿Te has vuelto loco? –le preguntó Zaím.
- ¿Qué pasa aquí? –León se hizo oír por supuesto, avanzando hacia el recién llegado que ignoró a todos.
- Francamente esa fue una buena entrada. –Le dijo Omar a Azima.
- Azima ven. –dijo Azzam ignorando a todos y simplemente extendiendo su mano hacia ella. Todos voltearon a verla. Ella lo miró como si se hubiera vuelto loco y descubrió que una risa loca burbujeaba en su garganta.
- No sabes lo que estás haciendo. –le contestó como pudo.
- Oh, créeme lo sé. La que no lo sabe eres tú. Te dejo sola unos minutos y corres a vestirte de novia para cumplir con tu maldito sentido del deber.
- No es lo que crees...
Horas antes...
- Voy a desaparecer Omar si todo continúa de esta manera. –Azima se paseaba arriba y abajo de la habitación frente a Omar que estaba cómodamente sentado enfrente de ella tomando un café.
- Estás en una fortaleza ¿en serio crees poder salir?
- ¿Quién eres y que has hecho con mi amigo? –se paró frente suyo agitada.
- Mi padre nos espera.
- ¿Por qué Omar por qué?
- ¿Por qué vamos a decirle que ahora si fije fecha de boda?
Ella le lanzó un cojín a su alcance logrando tirarle la taza de café y que esta se derramara por toda su ropa.
- ¡No es tiempo para tus bromas!
- Realmente estaba disfrutando ese café. –se levantó y sacudió su ropa, pero el estropicio estaba hecho. Suspiró mirando su ropa y luego a ella. –Ya sabes por qué. Si Azzam tiene todo en bandeja de plata, si no lucha por lo que quiere quizás no te valore como debería hacerlo.
- ¿Y si no viene qué? ¿Realmente quieres que nos casemos?
- No. Solo sígueme la corriente.
- No, no cuando no tengo idea de lo que vas hacer.
- Iremos con el rey y diremos que aun no fijaremos fecha, pero haremos correr el rumor de que la boda será en esta misma semana. Algo rápido y solo con familia directa debido a mi oscuro pasado, ya sabes...
- ¿Y tu padre realmente querrá seguir posponiéndolo? No lo creo.
- Lo hará. Yo me encargo de eso.
- Y si Azzam se presenta de acuerdo a lo que dices ¿Qué se supone que pase? ¿Qué me quede tranquila viendo como lo ejecutan?
- Tiene que demostrar toda esa aclamada inteligencia que le prodigan y ver cómo conseguir a la chica. Aun no eres mi esposa no exageremos, no creo que le quiten la cabeza.
- ¿No crees...? –Azima bufó mientras alzaba las manos y se las llevaba a la cabeza. - ¡Es un atentado al honor de la familia! Y tú dices que no crees que pase... Además, quiero resolverlo por mis propios medios sin involucrar a nadie, déjame hacer eso.
- Azima querida. Podrás ser princesa, preferida del rey y lo que quieras, pero no dejas de ser mujer en un mundo dominado por hombres. Aquí tu destino está sellado, lo que quiero al igual que tú es cambiarlo y sola no podrás hacerlo ¿Qué se supone que harías si lo dejara todo en tus manos?
- Simple y sencillo: decirle al rey que no puedo seguir adelante, que no te amo y sé que él quiere tu felicidad. No creo que te condene a otro matrimonio sin amor.
- Te dirá que tú no eres... ella. Y que confiara en que por lo menos tengamos un matrimonio armonioso. Lo conozco mejor que tú. Anda, vamos. No podemos hacerlo esperar. – le extendió su mano y ella miró hacia el cielo que se vislumbraba por la ventana con los ojos cerrados. - ¿Qué puede pasar?
- Nada. Alguien sin cabeza. Un matrimonio que nadie quiere incluyendo los novios y tres vidas arruinadas ¿es divertido todo esto para ti? –preguntó molesta al verlo sonreír.
- Realmente temes por él ¿verdad?
- Por supuesto que sí, es una vida después de todo.
- Una vida que amas. –ella no contestó. – Vamos a buscar tu felicidad. –tomó su mano y se encaminó a la puerta mientras pedía una túnica exterior.
- Ser princesa no es fácil, menos una de este Reino. –susurró ella mientras avanzaba por el pasillo.
- Confía en mí. –le dijo Omar al llegar a las puertas del salón principal y se quitaba la túnica exterior manchada y le colocaban la otra.
- Ni siquiera confío en mí ahora mismo.
Las puertas se abrieron y ella caminó con lentitud, como quien iba a la horca. Se inclinó al llegar frente al rey, sin fuerzas para levantarse, Omar la ayudó a hacerlo.
- ¿Aún te encuentras mal hija mía?
- No, yo estoy bien y no he estado mal.
- Soy viejo, pero no tonto. Ya he sido informado de tu secuestro.
Tanto ella como Omar lo vieron alarmados.
- ¿Quién le dijo mi señor? –preguntó ella.
- Estos jóvenes se creen tan listos y me ven como un ser indefenso y vulnerable ¿verdad? Siempre sabré lo que pasa en Palacio y con las personas que lo habitan. Mi cascara estará marchita más no vacía. Sigo siendo rey de este país y como tal ejerzo, aunque León haga la mayor parte debido a la negativa del heredero. –Miró significativamente a Omar. -No estoy en ignorancia.
- Vimos por tu salud padre.
- ¿En serio pensaron que verlos irse a todos al desierto con cara de preocupación me haría creer que iban de viaje por las tribus? Ellas, que se quedaron aquí, he de decir que disimularon estupendamente mejor que todos ustedes. Tengo además mi propia red de información.
- Lo siento mi señor, no quisieron preocuparle.
- La investigación sigue abierta para dar con los culpables. –anunció serio.
- Lo agradezco. Dudo que vuelva a pasar. Todo pareció una broma muy pesada, mi seguridad nunca estuvo en riesgo. –aseguró Azima intentando disimular los nervios.
- Vagar sola por el desierto ¿no es lo suficientemente peligroso para ti? Olvídalo. –dijo al ver que ella iba a hablar de nuevo. –es cosa que arreglaré a su debido momento. Por ahora, lo que interesa: la boda.
- Queremos esperar padre.
- ¿Por qué Omar? – su mirada cansada pareció agudizarse como la de un halcón.
- El trauma. Ella está aún muy inquieta y estresada. La presión de una boda la destrozaría en estos momentos. –Omar hablo calmo y serio, con aplomo tal, que nadie diría que había improvisado sobre la marcha. Lo miró por el rabillo del ojo pensando que habría dicho de no haberse presentado esta oportunidad.
- Mi señor ¿podría reconsiderar que esta se realizara? –dijo entonces ella de pronto y Omar la vio alarmado. El rey la vio curioso, pero mortalmente serio al mismo tiempo.
- ¿Por qué? –una pregunta corta que la hizo sudar pese a que el sitio estaba fresco.
- No me ama. –soltó echándole la culpa a él por supuesto, al menos de entrada. Lo vio entrecerrar los ojos hacia ella, Azima lo ignoró por supuesto.
- Tú tampoco lo quieres. –le dijo en respuesta el rey. –No tiene por qué ser un impedimento. Tu alma es noble, eres única en tu clase. Bella y además pura.
Azima oyó un leve carraspeo de Omar y se obligó a no fulminarlo con la mirada.
- Agradezco sus halagos, pero...
- Es inevitable que Omar termine amándote.
- ¿Y qué hay de mí? –expresó con el corazón apretado.
- ¿De ti?
- Está bien que él termine amándome, pero ¿no importa si no me pasa lo mismo? –Tanto el rey como Omar la vieron con atención. –Sé que pedí esto y no me arrepiento. Se trataba de la vida de ellas, mis hermanas. Su felicidad. Jamás consideré importante la mía porque lo era relativamente hablando. Omar no es una mala persona, nunca me importó unirme a él y menos cuando llegué a conocerlo más. Solo que nunca surgió amor romántico de ninguno de los dos. Y si algo sé, es que, si todo esto se sigue tratando de amor y felicidad, este matrimonio va provocar lo contrario. Su infelicidad –vio a Omar quien le dirigió una mirada de comprensión y de cierta tristeza. –Y la mía ¿hay algo peor que dos personas infelices juntas?
- Me diste tu palabra. –le recordó suavemente.
- Lo sé. Solo usted mi rey, puede devolvérmela. –se inclinó de nuevo.
- Tú también me la diste. Dijiste que ahora si harías bien las cosas ¿tampoco quieres casarte Omar?
- La quiero padre, pero me temo que no como esperas y peor aún nunca lo haré. Es una realidad que quedé dañado y ya no importa. He aprendido a recuperar la alegría poco a poco. No necesito de una mujer en mi vida para lograrlo, la de mis hijas supongo sí. Pero no de nadie más. –suspiró como si se liberara de un enorme peso.
- Esto no es un cuento de hadas. Nacieron en un mundo distinto al de la mayoría, uno que vino con muchos privilegios y consiguientes responsabilidades. Sigo pensando que serían la unión perfecta.
- No existe la perfección padre. –Omar lo vio con una seriedad que Azima jamás le había visto.
- No he terminado. No cancelaré nada, pero tampoco apresuraré la boda. Les daré tiempo a reconsiderar y pensar. Yo haré lo mismo, nos reuniremos dentro de poco a hablarlo nuevamente. Y espero lleguemos a una solución práctica para todos los implicados. –dicho esto se levantó y se fue.
- Lo hemos intentado. –Omar se quedó viendo a la nada. Azima se sentó en el suelo pues era lo que le quedaba más a la mano, sintiéndose derrotada.
- ¿En serio seguirá insistiendo?
- Se culpa por dejarme elegir la última vez. Cree que eligiendo él ahora hace lo correcto para todos. –Omar se sentó en el suelo frente a ella.
- Lo siento, pero su solución es peor que la enfermedad.
Un sirviente entró apresuradamente a la estancia y se detuvo en seco al verlos en el piso. Hizo una reverencia nerviosa.
- ¿Qué pasa? –preguntó Omar.
- Mi señor, el rey ha ordenado un ensayo real.
- ¿Ensayo real?
- Sí, princesa. Un ensayo de su boda. El rey no estará presente, pero en su lugar estará el príncipe León. –hizo otra reverencia y se enfocó hacia la salida.
- Espera ¿Cuándo es dicho ensayo?
- Hoy por la tarde princesa.
- O sea, en unos minutos más. Tu padre sí que actúa con rapidez.
Azima esta vez se extendió en su totalidad en el piso. Se hubiera puesto muchísimo peor de saber que Azzam estaba muy cerca de aterrizar a las afueras de la capital de Durban. En cuanto había despertado y después de un enorme despliegue de enojo por haber sido dormido tuvo que admitir que se sentía mejor al haber descansado todas esas horas. Sin embargo, estaba en desventaja porque ¿Quién podría asegurar que llegaba tarde? Un anuncio de compromiso dificultaría enormemente las cosas, no es que le importara demasiado su cabeza, si bien la apreciaba, lo único que quería en su vida era a Azima y se iba a jugar todo por tenerla. Sin embargo, un informante le había dicho al llegar que una boda se celebraba en Palacio. Todos concordaban en que era de la princesa Azima y el heredero del rey. La rapidez y la intimidad de la misma tenía que ver con el pasado matrimonio de Omar y el final que si bien fue silenciado en su mayoría corrían rumores y este nuevo enlace se prefería discreto. Azzam se había puesto pálido al saberlo. Solo escuchó murmullos a su alrededor y todo parecía difuminarse para quedarse solo con que ella estaba casándose y que llegaba tarde. Un pensamiento se abrió paso entre la bruma de confusión y dolor que le atenazaba: No importaba. Ella era suya. Totalmente suya.
Así que casada o no se la llevaría. Pensamientos cavernícolas quizás, pero nada ni nadie se interpondría en su cometido, no esta vez. Tomó su teléfono e hizo una llamada. Llevaba sus mejores hombres. No era tonto para creer que podría lograrlo sin ayuda. Nadie le esperaba y eso jugaba a su favor, se introduciría y la ayuda la recibiría al salir o la solicitaría de ser necesario. Y sí, era un asalto en toda regla para raptar una princesa. Había pensado en ir por tierra una vez en Durban, pero eso le quitaría demasiado tiempo. Así que junto a sus hombres pidió a su piloto los llevara al helipuerto de Palacio. Al identificarse como Jeque y perteneciente a la nobleza del país y conocido por todos se le dio acceso. Le dijo al piloto que estuviera atento y una vez bajando corrió. Seguro estarían en la sala real. Donde todos los matrimonios de la familia se llevaban a cabo para recibir la bendición del rey. Quería realmente destrozar todo a su paso. Quería zarandear, aunque sea un poco a Azima que se empeñaba en cumplir con su deber, aunque eso los condenara a los dos. No había la seguridad que se esperaría debido a una boda y aunque le vieron con extrañeza los dos guardias afuera de la puerta no le impidieron continuar. Dejó a sus hombres afuera y abrió las puertas con toda la furia que llevaba dentro. Al ver el escandalo los guardias quisieron acercarse, pero fueron sometidos por su personal.
- No es lo que crees... -le había dicho ella.
- ¿Qué no es lo que creo? Te casaste con él ¿ahora qué? Solo queda eliminarlo.
Azima se llevó una mano al pecho y con la otra le hizo ademán que se detuviera.
- Azzam por lo que más quieras cállate y detente. –pidió Zaím.
- ¿Quieres pelear a muerte por ella? ¿De qué va todo esto, Azima? –León estaba furioso, pero no era tonto y sabía que aquí había mucho más de fondo y que la involucraba totalmente.
- Quiere matarme... -Omar lo vio admirado. –Y podría hacerlo en menos de dos minutos. –le susurró a Azima.
- Tu ofensa es grave. –tronó León de nuevo.
- Lo sé León. Y pagaré todo lo concerniente a dicha ofensa, en su momento. Por ahora me la llevo.
- ¿Con qué derecho...?
- Ha sido mía. –Dijo Azzam sin más. Y otra exclamación general de sorpresa llenó el recinto.
Aunque fue proveniente de las mujeres quienes la vieron con distintas expresiones. Azima agradeció que ninguna fuera de condena al menos. Pero la declaración de Azzam la había hasta hecho sentir mareada. Por lógica tenía que decir el porqué del escándalo y por qué se la quería llevar. Pero eso no impedía que sintiera que las rodillas le fallaban.
- Lo siento. Tenía que decirlo. –Azzam la miró. –No puedo permitir que sea de nadie más. Así ya esté casada y tenga la bendición de rey... -calló al ver que no estaba el rey en la escena. – ¿El rey?
- Esto es un ensayo de boda. –informó Omar con satisfacción. Azzam pareció tremendamente aliviado. Hasta ese momento se dio cuenta que quien estaba en el trono era León.
- Aun así, tu cabeza sigue estando en juego ¡Tonto! –le informó Ian.
- Tienen mucho que explicar los dos. Lo único que pueden agradecer es que mi padre no está aquí.
- Yo lo haré y también haré que él se vaya León. –Dijo Azima enseguida.
- Le tienes más respeto a él que a mí. –Intervino Omar haciéndole una mueca.
- Él no va a ninguna parte. No en una pieza al menos y lo sabes Azima.
- León te prometo que no es lo que parece... -ella alzó las manos tratando de apaciguar la situación y caminando para interponerse entre todos los presentes y Azzam.
- Sí lo es. Todo lo que parece lo es. –Azzam la cortó contundente.
- No vas a sobrevivir, pero porque yo voy a matarte. –le espetó ella.
- Mejor muerte no podría pedir. –expresó a sus espaldas más cerca de lo que ella había pensado. Cuando se dio la vuelta para enfrentarlo nuevamente lo vio en un borrón y en segundos quedó colgando sobre su hombro. Desde donde estaba vio que entraron unos cinco hombres que tuvieron a raya a todos en la sala mientras Azzam con ella al hombro retrocedía. – Nada pasará si todos se quedan en sus respectivas posiciones.
- Vas a pagarlo caro. Bájame.
- Ella tiene razón. Déjala ir. O se pondrá feo. –Informó Omar serio. Si bien apretó los labios con fuerza porque estaba a punto de no poder evitar una sonrisa de satisfacción. El hombre había llegado y luchado por ella. Eso era lo que quería ver y estaba seguro que Azima se lo agradecería en un futuro, aunque por lo pronto se debatiera sobre el hombro de Azzam sin lograr nada.
- No. –fue la única respuesta que recibió. Y caminando deprisa llegaron a la salida custodiados en todo momento, en instantes desaparecieron dejando la sala en shock.
- Bien. Déjenlos ir. – Les dijo Omar a los presentes.
- ¿Qué? –León lo miró incrédulo.
- Alto. Todo el mundo alto. Deja ese teléfono. –le dijo a Ian quien ya disponía a mandar para detenerlos.
- No quiero un escándalo. Ya tuve suficientes.
- ¿Esa es tu razón en serio?
- ¡Por favor! Todos estaban opuestos a que me casara con ella. Lo que acaba de pasar ha sido impactante, pero ella se lo merece.
- ¿Se merece ser secuestrada... de nuevo? –preguntó Gabriela entonces con una incipiente sonrisa.
- No. Se merece un hombre que la ame de tal manera que no le importe perder la vida.
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