Capítulo 11 "Di algo o Besame"
Esa tarde cerca de la puesta del sol estaba en un salón que nunca había visto antes aunque para ser honesta, no había estado en muchos sitios del Palacio. Miró hacia arriba en cuanto entró como si alguien le hubiera dicho que lo hiciera y encontró figuras grabadas en la piedra, parecían ser caballos pero varias de ellas estaban muy desgastadas, pese a ello se fijó que buena parte del techo aún conservaba su forma y vio jinetes, camellos, más caballos y lo que parecía ser la figura de una mujer a juzgar por la silueta, sonrió pensando en sí sería Amina. Había columnas que enfatizaban la altura y de paso añadían un aire antiguo y místico. La enorme mesa estaba adornada con candelabros, largos manteles preciosamente bordados que se llevaban toda la atención, por ello la vajilla era de un suave tono blanco que permitía destacar en todo su esplendor los bordados. De entre los aproximadamente treinta invitados de esa noche todos en traje de gala, ella solo conocía a uno y era el rubio que había conocido en la playa esa mañana que Azzam se la había llevado sin miramientos. Peter McMahon, director de documentales y cineasta independiente. Le había parecido conocido porque ya estaba empezando a ser ampliamente reconocido después de su paso por Cannes. Ella y las chicas habían visto su documental sobre las costumbres árabes y su impacto en la población femenina. Les había encantado. Así que poco después de ese accidentado encuentro le había recordado.
Menos mal que había ido preparada y lucía un caftán en rojo burdeos con adornos de plata hecho precisamente para esta clase de ocasiones su cabello había sido recogido dejándolo caer sobre un hombro y se había maquillado sutil, desde que viajaban con frecuencia habían sido asesoradas por Gabriela sobre lo que su maleta debía llevar. Conforme se habían hecho viajeras frecuentes sus respectivas maletas hablaban sobre sus dueñas. Ella nunca se iba sin un libro, Baasima nunca dejaba su Ipad para ver videos de juegos de la NFL pese a que ahora lo hacía a escondidas de Ian ya que solía enfadarle verla tan entusiasmada cuando se abstraía en los partidos y Habiba solía llevar un peluca y todo aquello que la cubriera mientras avanzaba en sus clases de manejo allá donde estuviesen, clases que Zaím desconocía claro. Azima se había negado a seguir enseñándoles a ella y a Baasima después de que habían estado a punto de chocar por esquivar una rana. Y también porque eran condenadamente despistadas, acostumbradas a ir en el asiento trasero, todo les llamaba la atención y solían perder la concentración en la carretera con una facilidad pasmosa.
Y ahora todo era igual pese a sus casamientos, pero ella era la que no era la misma. Estaría en la cabecera de la mesa lo que le había extrañado, al ver su cara de desconcierto cuando le habían indicado donde sentarse, Fadua le había dicho al oído.
- El Jeque quiere que sea su anfitriona esta noche.
- ¿Yo? ¿Por qué? –susurró.
- Que mejor que una Princesa del País reciba a la comitiva del Director McMahon.
Así que había saludado y charlado con todo aquel que le había sido presentado. Azzam no había aparecido inmediatamente, estaba ocupado al teléfono había dicho el mismo Peter y sonriente se había quedado a su lado.
- Así que a Azzam le salió lo árabe por todos los poros ¿verdad? –le preguntó con un tono de lo más divertido.
- Podría ser más específico. –pidió con una sonrisa.
- Me refería si es normal y común llevarse mujeres hermosas de repente a lomos de caballo. – Azima rio ocultando sus nervios repentinos. Varios giraron su cabeza y se acercaron más para escuchar su respuesta.
- Solo le estaba dando material para su documental. –Ella lo vio y él trataba de no reír.
- Claro, claro. –no insistió y ella lo agradeció.
- ¿Todas las Princesas del País son como usted?-le dijo entonces un joven que formaba parte del equipo técnico viéndola con deleite.
De todos era el que parecía ser más directo, los demás la trataban con suma cortesía y respeto, casi ni la miraban a la cara. Pero había pensado que era porque respetaban sus orígenes y su título, más al conocerlos muy bien debido al anterior documental que ya habían rodado con Peter. Le había parecido un poco raro aun así, no era para tanto.
- ¿Cómo yo? –preguntó extrañada.
- No vayas por allí chico. –le dijo otro de los presentes. –Él quiere saber si las demás son igual de agradables que usted. No diré bella ni hermosa, Peter nos advirtió que se nos podría decapitar si nos atrevíamos a decir esa clase de cosas, pero al parecer este muchacho no estuvo en la conversación. –le dio una mirada de advertencia al joven.
- ¿Decapitados? –cerró los ojos brevemente recordando la escena dada por Azzam con Peter. – No habrá decapitación alguna.
- Eso no es lo que creo diría Azzam. Tan moderno, educado y cosmopolita pero le salió lo Jeque después de todo. –Peter rio y ella se ruborizó de vergüenza y de ganas de golpearle.
- Una vez Jeque siempre Jeque. –fue lo único que atinó a decir logrando que los demás rieran. –Es solo el reflejo de ciertas ideas arcaicas que en menor medida prevalecen. O eso quiero pensar. –más risas se escucharon.
- Anoche discutimos un poco al respecto. –la voz de Azzam llegó hasta ella logrando que todo su cuerpo se erizara. Se recompuso como pudo y le dedicó una tenue sonrisa. Todos se acercaron a saludarlo y ella buscó el aire que de pronto sintió que le faltaba. Él saludó a todos pero aunque les dio su atención parecía no dejar de mirarla.
Casi todos eran varones, solo dos eran mujeres, jóvenes y bonitas. Se encargaban del maquillaje del narrador, el vestuario y parte de la utilería. Le habían dedicado casi nada de interés a ella, habían estado curioseando el lugar y ni siquiera habían oído la conversación sobre el comportamiento troglodita del Jeque, pero le habían dedicado de inmediato y de una forma totalmente entusiasta a Azzam su atención en cuanto lo habían visto. Ella sonrió ante el cambio de actitud, pero las entendió. Vaya que las entendía y eso que él no las había tocado, no como lo había hecho con ella. Ahora se sentía mucho más consciente de él, ya lo hacía pero ahora todo se había incrementado. Se sentaron a la mesa y platos ricamente presentados hicieron su aparición. Las chicas por supuesto se acercaron a Azzam en la mesa todo lo que pudieron, pero Peter y varios más ocuparon los sitios más cercanos a él.
- A esto le llamo una cena en un Palacio. –El joven que antes había sido directo estaba sentado a su lado, se lo dijo en un susurro y sin verla. Ella no pudo evitar una risita.
- ¿Cómo te llamas? –no recordaba que se lo hubieran presentado.
- Michael. – su respuesta fue dada sin verla y a ella le siguió causando gracia.
- No vas a ser decapitado Michael por verme a la cara mientras me hablas.
- ¿Segura?
- Totalmente. –Vio al causante del temor en los invitados respecto a ella. Quien por supuesto la observaba, le guiñó un ojo aprovechando el barullo al ser llevados mas platos y vino, Azima literal empezó a hiperventilar. Tomó un sorbo de su copa y con desagrado vio que era solo agua. Llamó a uno de los meseros y en voz baja pidió vino.
- ¿Pueden beber vino? –preguntó Michael.
- Eres nuevo en el equipo ¿verdad? –él asintió. –Durban es un País árabe, es cierto pero es cristiano.
- Ah, nada de Alá entonces.
- Exacto.
La conversación fluyó sobre todo respecto al nuevo documental, sería sobre la vida de los ancianos en las tribus árabes de Durban. Azzam era por supuesto un anfitrión perfecto, dedicaba atención a cada uno de los comensales, preguntaba, escuchaba atento y rebosaba tal carisma que tenía a todos por igual de encandilados. Azima escuchó atenta, preguntó y departió alegre con los invitados, pero más que nada con Michael quien hacía preguntas curiosas y chistosas que le sacaban sonrisas que ella respondía y así de paso evitaba mirar tan abiertamente a Azzam. Era lo que le impedía unirse al club de la baba que tenían las otras dos mujeres de la mesa.
- Si quisiera casarme con una mujer árabe ¿Qué debo hacer? –Preguntó Michael muy interesado.
- Debes hacerte la circuncisión. –le respondió seria en voz bajita. Al ver su cara pálida, Azima tuvo que taparse la boca con la servilleta para no romper a reír. Como si le hubieran dicho que alzara la vista, se encontró por milésima vez con la de Azzam quien alzó una ceja interrogante y le dedicó una mirada fugazmente molesta. Ella le ignoró. –Solo bromeo. –aclaró pero Michael ya se bebía su copa de golpe.
Las velas de los candelabros fueron encendidas. Había logrado encontrar un equilibrio esa noche se decía Azima, pero así como las polillas van a las llamas se encontró mirando un par de ojos verdes refulgir hasta hacerse dorados gracias al resplandor de las velas y del deseo velado. El tono oscuro de su vestimenta de esa noche no hacía más que destacar esos ojos y los tonos castaños de su cabello. Esos ojos que la habían visto con deleite anoche. Le sonrió lentamente y ella se sintió temblar. Él sabía lo que le provocaba. Recuerdos de la noche le vinieron a la mente demasiado rápido.
Él llevándola en brazos y a oscuras al baño, él mojándolos a ambos para luego enjabonar su cuerpo a detalle con una lentitud deliciosa que la había dejado temblorosa y anhelante. Él besándola con ansia mientras el agua caía por sus cuerpos, no la había tomado allí de nuevo y no había dejado que ella le devolviera el favor de enjabonarle. Le daría un poco más de tiempo le había dicho y no cumpliría si ella le tocaba.
Quédate. Había pedido. Y ella no tenía otra respuesta más que el sí.
Su camisón había quedado hecho pedazos y solo había tenido la bata para cubrirse después cuando Azzam la había llevado a su habitación. Mientras la buscaba envuelta en su albornoz, lo vio tomar la sabana de la cama y caminar hacia otra habitación, el lugar conforme se adaptaba a la oscuridad notó que tenía la amplitud de un departamento grande. Lo siguió intrigada para ver con sorpresa una chimenea con troncos ardiendo, arrojó la sabana y esta empezó a consumirse. Le explicó que esa chimenea siempre había estado y era todo un misterio el por qué. La habían reparado y ahora era eléctrica aunque habían respetado el diseño original.
Las pruebas de su pérdida virginidad desaparecieron con las llamas. Ella contempló absorta la imagen. Sin vuelta atrás pensó pero no se sintió mal, ni avergonzada ni preocupada. Era como si todo estuviera empezando a encajar en su sitio, aunque la verdad acababan de convocar al caos. Al menos para ella. Él la rodeó con sus brazos apretándola contra sí dejando su cabeza en su cuello y pasando su nariz y boca por el.
Aun cojeaba por lo que sin problemas de su parte la tomó en brazos, atravesó habitaciones y entró en pasadizos que le recordaron el del Palacio de Durban. Quiso preguntar en la seguridad de su habitación acerca de ello, cuando él la dejó en el suelo pero no sin antes deslizarla por todo su cuerpo logrando que se le secara la boca más aun al sentir su excitación presionando su estómago. Se pegó a él y buscando su boca se puso de puntillas. Él por supuesto le dio lo que quería, la besó enredando su lengua con la de ella, mordió y chupo sus labios poniéndola a gemir sin reparo alguno.
Demasiado pronto estaba en la cama, con la bata abierta y él encima de ella.
- Quería darte más tiempo. Soy un bastardo. –le dijo antes de meterse un seno a la boca y chuparle con fuerza haciendo que ella se llevara una mano a la boca para sofocar un grito. –Mírame. –le pidió cuando buen rato después se enterraba en ella por segunda ocasión esa noche. –No quiero que olvides esto nunca, porque yo no podré hacerlo. –ella le vio sorprendida por sus palabras. Pronto se olvidó de ello cuando él empezó a moverse.
Horas después se había despertado sola, sola y un poco adolorida pero radiante a juzgar por la imagen que le devolvía el espejo. No lo había visto en todo el día. Fadua eficientemente le había informado que no era requerida en el comedor porque el Jeque se había ido al desierto a cabalgar en las rondas habituales con los guardias. Pero que si se esperaba su presencia en la cena de esa noche.
- Podría pasar por ello. –dijo Michael de pronto sacándola de sus candentes pensamientos.
- ¿Pasar qué? –ni recordaba lo último que le había dicho.
- Por la circun...
- Ya, ya entendí. –le interrumpió volviendo por fin al presente.
Risas encantadas y ruidosas dirigieron su mirada hacia las chicas, eran rubias pensó admirando el tono a la luz de las velas, le gustaba ese color y aunque no lo deseaba para sí, le parecía bonito. Azzam les contaba algo que las tenía encantadas y como no, el hombre seguro podía encantar serpientes ¿Cuál era el tipo de Azzam? El tipo femenino le habría contestado Habiba seguro, aun así ¿le gustarían rubias? Eran las favoritas de muchos después de todo ¿no? Y para los árabes sobre todo, en su mundo donde abundaban tantas mujeres de cabellos oscuros...
Miró a Michael de cabellos castaños y pensó que al menos para ella no era así a pesar de lo precioso del tono claro.
La cena acabó poco después. Michael le hizo una reverencia arrancándole una última sonrisa. Los demás se despidieron y ella aprovechando que algunos se rezagaban con Azzam aun, enfiló a su habitación. No quería dar pie a suposiciones y conjeturas, si se quedaba más tiempo cerca sentía que se expondría. A veces creía que la verdad podía leérsele en el rostro. Entró a sus aposentos y cerró. Se empezó a quitar las prendas inferiores dejando solo el caftán y sus bragas cuando justo su móvil sonó, corrió al buró y vio el nombre de Omar en la pantalla. La realidad la golpeó, carraspeó tratando de normalizar la repentina sensación cosquillosa en la garganta que no era otra cosa que culpabilidad.
- Hola. –dijo falsamente alegre.
- Que tal preciosa.
- Muy bien, llegando de una cena con un equipo que hará un documental aquí. –informó.
- Genial. Oye, estoy por irme a Nueva York, quería decir adiós por ahora.
- ¿Ya te vas? Pensé que irías después de la boda.
- Más bien antes, a mi vuelta te veré en Londres. –Azima cerró los ojos sintiendo culpa como nunca antes en su vida. Si, era cierto que no eran una pareja normal y nunca lo serían. Aun así... y a pesar de todo.
- Londres será. –se dio la vuelta mirando hacia la negrura de la noche por el ventanal. –Omar...
- ¿Sí?
- Avísame cuando llegues. –una mano tomó su muñeca despegándole el teléfono de la oreja. La impresión la enmudeció. Ni siquiera había sentido cuando la puerta se había abierto. Vio a Azzam que la observaba con ojos entrecerrados.
- Cuelga. –le dijo vocalizando sin emitir sonido alguno. Ella negó más por necedad que por otra cosa. Abrió mucho los ojos cuando él empezó a llevarse el teléfono a su oreja aun con la mano de ella pegada a él. Azima lo vio suplicante y él la soltó.
- ¿Hola, hola? –repetía Omar.
- La señal es... mala. –vio a Azzam molesta.
- Lo sé preciosa. Entonces, nos vemos en Londres. Disfruta el resto de tu estancia ¿Me has tenido presente?
Azima tragó saliva incomoda.
- Sí.
- ¿En serio?
- Que sí. –Azzam no dejaba de observarla con una evidente molestia creciendo.
- Bien, me alegro. Nos veremos pronto. Adiós.
- Adiós y cuídate. –colgó.
Esperaba que él dijera algo, cualquier cosa. Pero no, tomó el teléfono de su mano y lo arrojó a un sofá cercano, con sus grandes manos la sujetó por las caderas levantándole el caftán de paso y la apoyó en la pared más cercana, automáticamente ella se sujetó pasando sus piernas por su cintura y poniendo sus manos en sus hombros. Sus ojos despedían chispas verdes pero seguía sin decirle absolutamente nada. Y eso la encendió, el calor del deseo se extendió por su cuerpo y se sintió como una pervertida masoquista. No admitiría nada, no diría que estaba celoso, pero claro que lo estaba. Y eso que había sido solo una llamada. Saber que lo concerniente a ella le afectaba así, le consoló un poco pues se convertía en masilla moldeable con solo un toque suyo.
- Di algo o bésame maldito seas. –dijo enfrentando su mirada. Al no ver movimiento explotó. -¡Entonces bájame! –se retorció intentando salirse, pero cuando empezó a bajar las piernas, él se lo impidió y bajó a su boca aprovechando que estaba por decir algo más. La besó como queriendo dejar su impronta en ella, mordió un poco más fuerte de lo normal su labio inferior y ella le correspondió en igual forma arrancándole un fuerte gemido.
Le costó pensar cuando él siguió subiéndole el caftán sin dejar de besarla. Los dedos de una de esas manos avanzaron por su pierna y cadera hasta tocar sus bragas, no ayudó que estas fueran demasiado finas y delgadas, las rompió con facilidad. Jadeó cuando esos dedos la acariciaron y se introdujeron en ella uno y luego otro. Demasiado rápido para su gusto los retiró y ella protestó. Dejó de hacerlo cuando lo sintió amasar su trasero y pegarla aún más si cabe a él. Azima sintió en su piel expuesta la prueba de que no era la única en estado de excitación, lo cierto es que ni se había percatado de cuando él se había deshecho también de los pantalones. Estaba total y absolutamente lista para recibirlo, dejó caer su cabeza al tiempo que él entraba en ella llenándola. Y al fin habló.
- Mírame. –pidió de nuevo. Ella no lo hizo, cerraba los ojos para sentir a tope las sensaciones. Los abrió porque él no se movía y lo vio. No solo lo vio, lo sintió en todo su ser cuando él empezó de nuevo sus acometidas sin dejar de verla. –Soy yo el que está dentro de ti y nadie más.
- Sí... -alcanzó a decirle entre jadeos entrecortados. –Tú.
- ¿Quién Azima, quien?
- Tú. Azzam...
Rato después estaba en la cama con ella. Le había quitado a Azima el resto de la ropa y se había metido a la cama con ella igualmente desnudo. No podía dejar de tocarla, estaban frente a frente, sus manos recorrían la curva de su cadera y cintura una y otra vez. Ella empezó a bostezar, era pasada la media noche, dos días casi sin dormir en condiciones. Él rio bajito por ser la causa de eso.
- Te oyes muy feliz.
- Estuve dentro de ti ya tres veces, claro que estoy feliz.
- ¿A pesar de que te olvidaste de usar protección esas tres veces? –le preguntó intentando ocultar su diversión al ver su cara asombrada por algo que ya se había olvidado en tres ocasiones en unas cuantas horas.
- ¿Tendremos consecuencias? –dijo despacio mirándola casi paralizado.
- No, no estoy en los días fértiles del mes. Tenemos justo este día y no muchos más en realidad.
- El riesgo creo debes saber es grande pese a ello.
- No, no lo es.
- ¿Cómo puedes estar tan segura? ¿Y cómo rayos pude olvidarme? Es mi culpa Azima. Aquí el que sabe más de esto soy yo. –se puso de espaldas y pasó una mano por su cabello despeinado con un gesto de frustración.
- Créeme, no puedo quedar embarazada. –el que no solo no la culpara sino que se echara toda la culpa, se le hizo la cosa más dulce del planeta. Él se giró a verla con sospecha.
- ¿Ya te hicieron los exámenes médicos por ser la futura reina verdad?
- Ya. -¿Qué tenía eso que ver? Se preguntó ella.
- Por eso estás segura que no puedes quedar embarazada.
- Bueno, en este momento lo estoy sí. –confirmó tranquila.
- No puedes tener hijos ¿verdad? –la vio con intensidad. -Pero no importa porque el rey ya no quiere más hijos de Omar. –dijo sacando conclusiones rápidas, ella parpadeó inquieta ante sus palabras. -Ya viene el de León y quítame una mano si no se ha decidido ya que ese hijo sea el futuro heredero. Y aun así te casarás con él... eres favorita del Rey quien solo quiere a su hijo feliz y quien mejor que tú para ser la dicha de un hombre.- culminó sintiendo que lo entendía todo. Azima se quedó callada.
#DatosQueNadiePidió
-No me gustan los embarazos solo porque sí, pero de que habrá en mis historias, habrá. Todo depende del contexto en el que se den.
-No fue un sueño, repito. No fue un sueño.
-El final no lo visualizo aún. Suele pasar.
-Quizás vamos a mitad.
-Habrá nueva portada muy pronto gracias a Julieta, una preciosa chica que me está ayudando porque yo no sirvo para eso.
-¿Preguntas? Me encanta responder, sobre todo las más disparatadas. Preguntas,, no conjeturas, ni suposiciones ni ideas para que prosiga. XDDDD.
-¡CUÍDENSE!
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