Azima Epílogo
Azzam avanzó a grandes zancadas por el pasillo mientras abría puertas y miraba dentro de las distintas habitaciones y estancias. Gruñó al abrir la decima y no encontrar lo que estaba buscando. Sacó su teléfono y marcó como por sexta vez y nuevamente, nada. Un empleado pasó y él lo detuvo.
- ¿Has visto a mi esposa?
- ¿La princesa?
- Que yo sepa no tengo ninguna otra. –contestó exasperado.
Se ponía así cuando despertaba y no la encontraba a su lado. Lo mejor de su mañana era precisamente sentir el cuerpo de Azima pegado al suyo nada más despertar y lo sublime venía cuando tomaba el cuerpo de su esposa y juntos llegaban al éxtasis. No podía haber mejor inicio del día. Por lo general después salían juntos a cabalgar antes que el sol terminara de despuntar. No podía imaginar su vida sin ella cerca. Y ahora, apenas semanas después de su boda tenía un equipo de brillantes arqueólogos que si bien hacían progresos y descubrimientos impresionantes de sus antepasados, le quitaban tiempo con su esposa. Por algo él nunca había dejado que entrara nadie al lugar. Sabía que alterarían la rutina y ahora le alteraban la vida marital. Y sin embargo, Azima encantada de la vida no dejaba de desaparecer y era normal encontrarla analizando, examinando y preguntando al equipo de expertos que dicho sea de paso parecían de lo más a gusto y felices en el lugar. Él se encontró queriendo desaparecerlos. Menos mal su cuñadito aun no hacía acto de presencia. Según lo dicho por Azima, llegaría ya que se tuviera más claro que el lugar había sido habitado por Amina, la princesa arquera. Todo indicaba que había sido parte de la nobleza antigua, era interesante sí. Pero Azzam solo quería estar cerca de su esposa sin tantos obstáculos y vaya que había varios. Ni siquiera había desayunado porque su bella mujer no estaba.
Azima estaba totalmente obsesionada no solo con Amina, si no con avanzar de nivel en las clases de tejido. La exhibición anual de los tejidos en la capital del País sería en unos meses más y ella quería que algo suyo estuviera expuesto también. Así que tomaba las clases todos los malditos días. No podía haber mejor Jequesa lo sabía, se tomaba en serio todas sus responsabilidades como tal. Ya conocía el nombre de casi todo el mundo. Los ancianos la querían, los niños la adoraban y los empleados le obedecían más rápido a ella que a él. Había hecho reformas a ciertos asuntos pertinentes en Palacio que solo una mujer inteligente como ella podría hacer y todos estaban encantados con la nueva Jequesa. Lo curioso es que solían referirse a ella con su título de nacimiento y no con el nuevo. Parecía que no se había hecho Jequesa, si no que a él le había hecho príncipe por matrimonio.
- Lo siento Mi señor. No la he visto.
- Bien, gracias. –dijo tratando de controlarse. Su teléfono sonó en ese momento. Y cuando vio quien era contestó enseguida. -¿Dónde estás? –preguntó con urgencia.
- En nuestras habitaciones. –dijo ella.
- Pero si fui allí.
- Acabo de llegar.
- No, ni siquiera nos topamos.
- Usé los pasadizos. –contestó ella como si nada.
A sus habilidades había que añadir que ahora se deslizaba como experta entre puertas secretas y pasadizos del lugar, casi tan bien como él.
- ¿Hay algo que no se te de bien?
- Déjame pensar. Me ganaste en el ajedrez ayer.
- Sospecho que me dejaste ganar. –medio gruñó caminando ya a su encuentro.
- Claro que no cariño. –le dijo con risa en la voz.
- No me gusta que hagas eso.
- ¿Qué cosa? ¿ganar?
- No, desaparecer.
- Sabes que siempre hay un mundo de cosas por hacer.
- Tu máximo deber soy yo. A quien debes atender es a mí. Tu responsabilidad primordial como mi esposa es...
- Tú. Supongo.
- Supones bien.
- Te atendí bien anoche, mi señor. –dijo provocativa pero con diversión.
- Lo sé. Pero no es suficiente.
- ¡Contigo nunca es suficiente!
- ¿Es una queja? – la oyó carraspear y sonrió.
- No, jamás habrá quejas mías en esa área.
Él entró abriendo ambas puertas de golpe, la vio asomarse y acercarse con una sonrisa. Le abrió los brazos y ella corrió hacia él, trepándole de paso y enlazando sus piernas a su cintura.
- Tus recibimientos siempre me han gustado. –dijo antes de besarla a conciencia. - ¿Por qué desapareciste? –preguntó separándose. - ¿estabas en el sitio de excavación verdad?
- No.
- ¿Practicando tejido?
- Tampoco.
- Tan solo intentando volverme loco entonces.
- ¡Por supuesto que no! Estuve en la cocina elaborando el menú para estos días que no estaré.
- ¿Qué tú no vas a estar? -preguntó sorprendido. –No iremos a ninguna parte.
- Tú no, pero yo sí.
- Explícate.
- Bien ¿me bajas?
- No. –fue hacia un sillón y se sentó dejándola a horcajadas sobre él.
- Así no vamos a poder hablar.
- No si te sigues moviendo. –la sujetó por las caderas. -¿Qué es eso de que te vas?
- Te lo dije anoche y te lo expliqué la noche que nos casamos.
- ¿Crees que me acuerdo? Sobre todo porque la noche de la boda solo recuerdo tus ruidos y gemidos sexis y yo dentro de...
- ¡Cómo es que no recuerdas! –lo interrumpió ella. –Anoche te lo repetí.
- Azima cuando estamos juntos y sobre todo en ciertas posiciones no recuerdo más que tu cara cuando llegas al clímax. –ella se ruborizó y a él le pareció maravilloso que siguiera haciéndolo.
- Te dije que tenemos un pacto y no debe pasar un mes sin que mis primas y yo nos veamos. No importa en donde estemos. Ya pasó el mes y no las he visto.
- ¡Es nuestra luna de miel! –exclamó él contrariado.
- Sólo serán unos pocos días.
- Que vengan aquí.
- Gabriela está por dar a luz, también queremos estar cerca de ella.
- Le falta aun. Así que no.
- No te estaba pidiendo permiso. –lo vio con el ceño fruncido, él abrió la boca para protestar. – Me dijiste que sí a esto y a muchas otras cosas, que no recuerdes no es mi culpa.
- ¡Eso es trampa total y absoluta! Ya te dije que no recuerdo nada cuando estás desnuda frente a mí.
- Bueno, eso es un problema... para ti. Y uno que recordaré. –sonrió perversa.
Él la vio con sorpresa.
- Es trampa Azima. No vas.
- ¿Ya dije que no estoy pidiendo permiso?
- Si sabes que no te puedes mandar sola ¿no?
- Oh ¿en serio? –ella se movió sinuosamente encima de él y a Azzam se le fue la respiración.
- Eso es juego sucio. –la sintió moverse más y suspiró cerrando los ojos tratando de pensar en otra cosa y todo se fue al garete cuando ella le mordió suavemente el cuello. –No. –dijo de nuevo. Escuchó sus risitas y apretó los labios para no sonreír.
- Di que sí. –pidió ella susurrándole al oído.
- No. – insistió para ver que más hacía ella.
- Solo siete días.
- ¡Qué!
Ella le mordió más fuerte y él se quejó aunque le encantó por supuesto. Sintió sus uñas rastrillar su cuello. Aspiró fuerte por aire.
- Bien, que sean cinco días. –Azima negoció.
- No.
- ¿Cuatro? –se frotó con descaro en él. Lo oyó tragar saliva y ocultó una sonrisa.
- Tres y es todo.
- Bien. –dio un pequeño grito cuando la puso en el sofá y se cernió sobre ella.
- Solo habría una manera de que en el futuro te deje ir una semana entera.
- ¿Cuál? –preguntó interesada mientras él debatía con la ropa que los separaba.
- Dame un bebé.
- Y seguro me dejarías ir con todo y bebé ¿no? –cuestionó incrédula.
- Si es niña, sí.
Ella soltó una carcajada.
- ¿Sigues con eso? –preguntó riendo pero se calló enseguida cuando sintió su mano rozando su ropa interior.
- No me des una nena ahorita. Respeto el tiempo que dijimos. Solo quiero una niña o niñas. – le quitó la última barrera ayudado por ella.
- ¿No te vas a olvidar de esto? –preguntó Azima cómo pudo mientras él besaba su cuello.
- No. No creo. –dudó.
- ¡Ah no! Mírame. –tiró de su cabello para poner su rostro frente al suyo. –Si tengo una niña tú me dejarás ir por una semana entera.
- ¿Tanto tiempo quieres estar lejos de mí? –la vio haciendo un puchero triste.
- ¡Pero si tú lo sugeriste! Y no, no quiero tanto tiempo lejos pero inevitablemente pasará. Tú saldrás de viaje igual y...
- Irás conmigo.
- Tengo deberes como embajadora cultura además, lo sabes.
- Iré contigo.
Ella se mordió un labio para no romper a reír. Aparentemente triste y todo pero lo sintió introducirse en su interior poco a poco haciéndola jadear, le dio un pequeño golpe en el hombro.
- ¡Estamos hablando!
- Habla. –respondió acomodándola mejor.
- Así no...no puedo. Promételo.
- ¿Qué cosa?
- No, no te muevas. –lo apresó con sus piernas por la cintura tratando de inmovilizarlo y él le vio con una sonrisa picara.
- Te has puesto sola en la mejor posición...
- ¡Jura que cumplirás si te doy una niña!
- Lo juro ¿puedo proseguir?
- Haz lo que gustes. –claudicó ella al borde.
- Lo que nos gusta, más bien. –dijo y procedió a enloquecerla.
Azima tardó mucho en hacer una pequeña maleta. Primero porque él no la había soltado en un buen rato y la había hecho olvidar hasta de su nombre. Segundo porque él no le había dejado usar una maleta grande alegando que eso implicaba que tardaría más y aparte le había estado supuestamente ayudando a hacer el equipaje pero solo la atrasaba a propósito. Saldría ese mismo día y como él le había informado muy tranquilamente, ese día contaba como uno, aunque solo serían unas horas en Palacio de Durban, lo que la dejaba con apenas dos escasos días y medio con sus primas. Había habido una pequeña pelea por supuesto y había sido la primera. Pero él no se echó atrás y ella lo sacó de la habitación molesta. No tardó mucho en dejarlo entrar pues no quería un escándalo. Uno que él hacía sin importarle que le oyeran aporreando la puerta y llamándola. Se reconciliaron por supuesto y ya iba hacia el helicóptero sin dejar de mirar el reloj viendo como de mil y un maneras él la había retrasado. Lo vio con ojos entrecerrados más al escuchar lo que le decía.
- No hagan pijamadas bebiendo tequila como agua.
- ¿Quién te dijo que hacemos eso?
- Ian y Zaím me dijeron que tienen cierta afición por el tequila.
- Traidores. –murmuró ella. Solían tomar unos cuantos tragos y eso las ponía achispadas, pero nunca habían bebido tanto.
- Ahora dime ¿Qué haré estos días? –pidió saber.
- Eres el Jeque del lugar no dudo que encontrarás mucho qué hacer.
- Si no estás ¿Qué caso tiene?
- Te compensaré de las maneras y formas que quieras. –prometió ella pegándose a él y susurrándole al oído.
- Más te vale. –la besó intenso antes de soltarla y dejarla ir al aparato. –Te amo. –vocalizó para que ella le entendiera. Y ella hizo lo mismo antes de subir.
Azima había llegado a Palacio y después de avisarle en un mensaje a su esposo había echado a correr para abrazar a sus primas. Parecía que tenían siglos de no verse, probablemente porque después de la boda de Azima. Todas habían tenido que dejar Palacio. Ian por asunto de su empresa había ido a Londres y llevado a Baasima con él. Zaím había ido a su ciudad y en resumen todas habían estado lejos. León y Omar estaban en el desierto visitando brevemente una tribu, una tormenta los había hecho quedarse más tiempo del necesario así que para evitar algún accidente habían decidido viajar por la mañana a casa por lo que los vería hasta el día siguiente así que después de saludar a su tío y abrazarlo con fuerza y ser igualmente correspondida fueron a ver a Gabriela. Azima la vio con asombro.
- Ese bebé ha crecido mucho. –exclamó ilusionada al verla.
- Hola Azi. Así es y ya quiero que salga. No me veo los pies.
- Y seguro León te quiere tener entre almohadones. –la abrazó feliz.
- Sí, solo que ahora no me quejo o al menos no tanto. Ya falta poco y no puedo hacer mucho.
- Te ves radiante Gaby.
- Totalmente. –aseguraron las otras dos.
- Lamento no estar en su pequeña fiesta de esta noche. Estoy incomoda en casi cualquier postura.
- No te preocupes, igual pasaremos todo el tiempo posible contigo. –aseguró Azima. Todas se acomodaron alrededor de Gabriela en la inmensa cama.
- ¿Y díganme como le hicieron para que las dejaran venir? –preguntó Gaby. Todas habían viajado solas, sin esposo.
- Sexo, claro. –dijo Baasima sin cortarse. Habiba rompió a reír y Azima igual.
- Nunca falla. –confirmó Gaby riendo de igual forma.
Esa noche hubo risas, confidencias y tequila. Más que unos cuantos tragos por lo que se durmieron profundamente después de unas horas y ella no pudo llamar a su esposo tal como habían quedado. Se despertó por el sonido de las cortinas siendo abiertas y se sentó como pudo. Habían quedado desparramadas por el suelo lleno de cojines.
- No pienso volver a tomar. –se quejó agarrándose la cabeza. Una solicita empleada dejó agua, aspirinas y café en una mesita.
- Orden de la princesa Gabriela.
- Hay mucha luz. –se quejó.
- Solo abrí una cortina princesa.
- ¿Qué hora es?
- Pasa el medio día.
- ¿Qué? –exclamó buscando su teléfono. Por el rabillo del ojo vio a sus primas tiradas, una encima de un cojín y la otra de espaldas aun dormidísimas. Había como diez llamadas perdidas y gruñó. Marcó enseguida.
- Tuve que confirmar que estabas en palacio y no secuestrada. –le dijo su esposo con sequedad.
- Buenos días a ti también.
- Tequila ¿verdad?
- Tequila. –confirmó ella. Lo oyó gruñir.
- No se te ocurra hacerlo en un sitio que no sea nuestra casa o Palacio.
- Jamás lo he hecho en público. –se defendió.
- Y jamás lo harás a menos que esté contigo. Zaím e Ian igual tuvieron que confirmar que aun tenían esposas y no habían desaparecido. –vio a sus primas ya sentadas tratando de enfocar la mirada y abriendo los ojos sorprendidas al checar sus respectivos teléfonos. Soltó una risa que se volvió hipo, se tapó la boca enseguida. Eso de que tenían que confirmar donde estaban era exagerado, dada la seguridad y sombras que les rodeaban. Pero le dejó ser. Y no dudaba que pese a toda esa seguridad sí habían checado su ubicación por más de un medio disponible.
- Lo siento.
- ¿Siquiera me extrañaste?
- ¡Por supuesto!
- Mentirosa.
- Lo juro. –lo había hecho y no le había sorprendido.
La dependencia aparente de Azzam por ella no la experimentaba solo él. Había descubierto que estar lejos de él le hacía añorarlo aunque apenas se habían visto, lo había reconocido con sus primas y simplemente le habían dicho: bienvenida al club. Por supuesto al estar juntas, todo había sido más llevadero y pronto habían iniciado las risas, los temas diversos que tratar y platicar y claro, el tequila. Habían jurado que el pacto se mantenía y pese a cualquier obstáculo se seguirían viendo. Añadieron viajes para ver a Jaquie y Allyson aunque no tan frecuentes por la distancia.
- No pude dormir. –le dijo él entonces.
- ¿Por qué no?
- Porque no te tenía cerca, por eso. –informó no muy contento.
- Cuando nos juntemos nosotras, deberían hacerlo ustedes. –propuso encantada con saber cuánto la extrañaba.
- ¿Y hacer pijamadas con tequila? –preguntó incrédulo.
- Sí. –se tapó la boca para que no se oyera su risa.
- Quizás no es mala idea. Aunque quitemos el termino pijamada.
- Te amo.
- ¿Así piensas ablandarme?
- Sí. Aunque es cierto, te amo. –le oyó suspirar.
- Azima, ya ven. –suplicó.
- Me fui ayer.
- No importa.
- Ven tú.
- Se supone que estarás en tiempo de calidad con tus primas.
- ¿Y eso qué? Solemos estar juntas aun cuando están ustedes en Palacio ¿no? Los días nosotras, las noches tuyas amor.
- No. Puedo soportarlo. –aseguró no muy convencido.
Se habían despedido poco después. Ya bañadas y con aspirinas y café en el cuerpo desayunaban o más bien comían con Gaby. Todas se veían desveladas. Ellas por el tequila, Gaby por el bebé.
- ¿Les reclamaron mucho? –preguntó Gaby encantada con la historia de las llamadas perdidas y los esposos preocupados.
- Un poquito. Ian sabía perfecto que estábamos aquí. Aun así tuvo que checar con mi sombra y personal de palacio. Exageran ¿no creen?
- Sí. –confirmó Habi.
- Estoy de acuerdo pero con ellos.
- No estarás del lado de las chicas eh ¿Por qué Gaby?
- Veamos Baasi. Azima fue secuestrada. Tú desapareciste en el desierto a voluntad pero desapareciste. –Baasima se sonrojó. –Habiba fue reclamada por su baño al natural y déjame repetir: fue secuestrada de igual forma. Hay razón o no hay razón ¿chicas?
Todas asintieron de mala gana.
- Y esos pobres hombres se volvieron locos en cada caso. Así que sí, tenían que checar su ubicación, comprobarla y no olvidemos los líos que arman por sí solas.
- Hemos cambiado.
- ¿En qué Habi? Ilumíname. –pidió Gaby con una enorme sonrisa.
- Bueno, no hemos hecho nada en mucho tiempo. Nada loco, es decir.
- ¿No? Tengo entendido que un beso en el cuello de Ayham le provocó una enorme roncha.
Las tres la miraron inquietas.
- Fue la revancha ¿verdad? Y no sé como convencieron a la dulce Natalia para eso.
- Solo queríamos que le echara a perder la ropa y tuviera que cambiarse. Pero ella nos comentó que podía provocarle una ligera picazón. Se puso algo en los labios para que eso pasara. –explicó Habiba.
- ¿Y cómo le hizo para no provocarse ella misma nada?
- Aplicó mucho labial y una barrera con un bálsamo labial que ella misma se prepara. Por lo que no tuvo el mismo problema que Ayham.
- La roncha fue culpa de él por haberse tallado tanto. Menos mal que no asoció lo que pasó con nosotras. Aunque se lo diremos en su momento claro.
- Claro Baasi, claro. No lo dudo. Aunque creo lo sabe o lo sospecha, por lo pronto veo sed de venganza pero hacia Natalia. No la pudo alcanzar, supe que fue hasta el aeropuerto mismo. Aunque no sé si sea verdad, ya no quise comprobarlo ¿sabes dónde está tu hermano ahora?
- En Islamabad. Lleva varios días allí. A su regreso pasará a verme. –anunció contenta.
- Para gran alegría de Azzam seguro. –todas se rieron.
- Tendrán que llevarse bien en algún momento. Me encargaré de ello. Por lo pronto sé que nos ayudará muchísimo. Estamos cerca de comprobar si Amina existió, han encontrado pruebas de unas cuevas que usaban en esa época, ella estuvo allí probablemente y tengo la ubicación.
- ¿Irás con el equipo?
- El equipo se ha concentrado en palacio y consideran dejar esa prueba para después. Así que había pensado en que fuéramos nosotras.
- ¡Siiiiii! –dijeron las otras dos enseguida.
- ¿Azzam sabe? –preguntó Gaby.
- Aun no. –Azima escondió la sonrisa tomando un sorbo de café.
- He allí lo próximo loco por hacer. Pero ¿saben qué? Algo más loco ocurrirá pronto.
- ¿Qué? –la vieron interesadas.
- Va nacer el primer nieto del rey. Varón al menos. Sí es que no hubo algún error en el ultrasonido. Y quizás nazca hoy, a juzgar por el liquido derramándose en mis piernas creo que...
Las tres se levantaron tan rápido que tiraron sus sillas.
- ¡Oh por Dios! –Baasima empezó a dar vueltas.
- ¿Duele? ¿Duele mucho? –preguntó Habi tronándose los dedos agitada.
- No tengo ni una sola contracción... -Gaby frunció el ceño. –esperen, creo ahí va una.
Azima no había dicho nada pero estaba pegada al teléfono.
- León no ha llegado. –le dijo apartando el teléfono del oído. No le había llamado, solo había preguntado por su ubicación.
- Lo sé. Pequeños problemas con el transporte. Pero está por hacerlo así que no lo apresuren. –pidió Gaby serena.
- Llamaré a Karin, que prepare todo.
- Gracias.
- Baasima deja de correr y pídele a alguien que traiga la maleta de Gaby y del bebé.
- ¿Qué? No, no puedo Azi.
- ¿Por qué no?
- No sé, no puedo.
- Voy a abofetearte ahora mismo. –amenazó Azima.
- Hazlo, por favor. –solicitó Baasima nerviosa a más no poder. Azima se llevó una mano a la sien. Pero seguía pegada al teléfono escuchando lo que Karin le decía. Podían transportarla ellas mismas aseguraba la doctora porque apenas empezaba todo. Aunque ahora lo dudaba al ver que sus primas parecían a punto de enloquecer. Habiba se paró frente a Baasima y le soltó un golpe pero en la parte de atrás de la cabeza y salió a pedir lo que Azima había dicho.
- Gracias. –musitó Baasima.
- Habi por favor di que preparen el auto para transportar a Gaby. Baasima haz el favor de ir a decirle a tío que... no, espera tú no. Llama al secretario de León, él no fue al desierto. Dile que le informe con toda la tranquilidad posible que llevamos a Gaby a revisión médica y cualquier cosa le será informada.
- Está bien. –contestó un poco más tranquila Baasima.
Varias empleadas de palacio llegaron con las cosas pedidas sin ocultar la preocupación en el rostro. Era un bebé muy esperado y Gabriela había sido cuidada al máximo. Personal de seguridad llegó poco después y Gaby fue llevada en una silla de ruedas que no tenía idea de donde había salido. Todo el mundo actuaba rápidamente pese a la preocupación, al parecer ya había un protocolo establecido para el acontecimiento. En minutos estaban todas en el auto.
- ¿Vamos bien? –le preguntó Azima a Gaby.
- Vamos bien. –aunque arrugó un poco el rostro.
- ¿Qué no faltaban más días?
- Creo que no Baasi. Y creo que quiere venir rápido. Por favor cronometra el tiempo entre una contracción y otra.
- Bien, creo puedo hacerlo. –buscó el cronometro de su teléfono con manos temblorosas.
Una gran comitiva las precedió y siguió.
- ¿Omar?
- Hola cariño. Sé que ya estás en Palacio.
Azima sonrió un poco al escucharle, no dejaba de ser su gran amigo.
- ¿Están por llegar? –preguntó.
- Nos extrañaste ¿eh?
- Sí, claro solo que...
- ¿Qué? ¿Qué pasa? –preguntó enseguida al notar el cambio de voz en ella.
- Pide que los lleven al hospital donde Gabriela será atendida. Espera, todo está bien. Parece que tu sobrino viene ya en camino. Comunícaselo a León cuando ya estén aterrizando o se volverá loco.
- ¡En serio! –exclamó sorprendido y alegre y a ella le alegró muchísimo su reacción. Lo escuchó pedir el cambio de dirección. Y la voz de León preguntando el porqué. –Olvidé que tenía un chequeo. Déjame allí y luego vas a casa.
León no había creído nada y pese a amenazar a su hermano con tirarlo del helicóptero, Omar no soltó nada. Pálido como la muerte León había sido conducido a donde Gaby estaba. Sería el primer bebé real en Durban donde tanto papá como mamá estarían juntos esperándole. Ellas comunicaron la noticia y sus esposos aseguraron que viajarían enseguida. El rey en persona llegó al hospital dejando un rastro de gente postrada.
- Tío debiste esperar en Palacio. –dijo Azima al verle.
- Padre, te agotarás aquí. –Omar estaba con las chicas esperando. Lo cierto es que todo el hospital esperaba. La noticia ya había corrido como la pólvora. E incluso ya había llegado gente a las afueras del Hospital.
- Shhhh. Estaré aquí hasta que ese bebé venga al mundo.
Pasaron unas cuatro horas aproximadamente. Les habían dado una habitación para que el rey descansara. Todas se paseaban intranquilas de un lado a otro. El anunció llegó. Un saludable varoncito había llegado. Ellas brincaron de alegría y se abrazaron. Ella fue hacia el rey y después de hacerle una reverencia le abrazó y le felicitó. Abrazó después a Omar.
- ¿Estás feliz? –quiso saber.
- No solo lo estoy, siento como si un peso se me hubiera quitado de encima. –aseguró con ojos brillantes.
- ¿Esas son lágrimas? –preguntó sintiéndose conmovida.
- No. –le gruñó. Ella rio y lo abrazó fuertemente. – En serio, no. Solo estoy feliz. Feliz por mi padre también. - El rey se veía dichoso. Lo voltearon a ver aun abrazados. La puerta se abrió pero no prestaron atención.
- ¡Más vale quites tus manos de encima de ella! –Azzam los vio con expresión infernal. Omar no solo la soltó sino que la empujó haciéndola trastabillar.
- ¡Oye! – Le reclamó Azima. Omar alzó las manos y culpó a Azzam con la mirada.
- Niños compórtense. –dijo el rey. –no empañen mi felicidad. –Azzam hizo una reverencia rápida. Zaím quien también había entrado hizo otra al rey y abrazó a su esposa.
- Solo falta Ian. –Baasima hizo un puchero y se cruzó de brazos. Ian estaba más lejos y tardaría más.
- Azima ven aquí. –exigió su esposo. Ella se acercó y pasó sus dedos por su ceño fruncido. Azzam la tomó de la mano y la sacó de la habitación. - ¿Qué rayos estaban haciendo? –preguntó aún molesto ya en el pasillo.
- Celebrando el nacimiento del bebé ¿Qué más?
- ¿Abrazados?
- Es amigo mío Azzam. Somos amigos.
- Amigos que se iban a casar. –espetó.
- No porque quisiéramos. –le rodó los ojos. –Sabes que gracias a él es que estamos juntos ¿no? –le abrazó por la cintura. Nunca Omar había asegurado eso, pero era lógica pura.
- No me gusta que ningún hombre te toque y menos él.
- Creo que ni siquiera nos dimos la mano alguna vez. –le aseguró ella. -¿En serio estás celoso de Omar? –él no le contestó mirando a la nada. –Omar es la razón por la que tú y yo despertamos juntos por la mañana.
- La razón es porque nos amamos y lo sabes.
- Sí, claro. Pero, si él no hubiera intervenido hubiera sido prácticamente imposible.
- Me hubiera asegurado de conseguir que estuviéramos juntos, nunca dudes eso. –la miró al fin.
- También lo he dudado. Pero debes aceptar que Omar nos ayudó y agilizó el proceso. Y también debes aceptar que lo quiero...
- ¿Qué?
- ... como hermano. Y él a mí como hermana. –besó su mejilla.
- Acepto no destrozarle ahora mismo por respeto al día y al rey.
- No seas tan necio. –volvió a besarle, esta vez en el cuello. – No seas celoso. Soy tuya. Lo sabes ¿no?
- ¡Rayos, sí! – la besó con fuerza con rastro de enfado al inicio pero pronto la tuvo apoyada contra la pared sin importarle que alguien pudiera verles comiéndosela a besos.
- ¡Busquen una habitación! –les dijo Ian risueño haciendo que se separaran.
- ¡Ian, hola! –dijo Azima apenas con voz.
- ¿Cómo llegaste tan rápido? –preguntó Azzam.
- En realidad ya venía en camino. –se encogió de hombros sonriendo. –cuando Baasi llamó ya venía. Aunque no le dije.
- Sospecho que algo nos dan para generar esta dependencia.
- Puede ser. –Ian pareció considerarlo y Azima solo rodó los ojos. -¿Ya nació el bebé?
- Si. Varón. Baasima está dentro.
- Perfecto y en serio, busquen una habitación pervertidos.
- Mira quién lo dice. –alcanzó a decirle Azzam antes de que entrara.
- ¿Paz? –preguntó ella entonces.
- Sí. –suspiró él buscando su boca, ella no le dejó esta vez. -¿Paz con Omar?
- Como sea.
- No, dilo.
- Paz. –arrastró las palabras. –pero que no te toque.
- Como sea.
- Oye... -esta vez ella le tomó de la nuca y lo hizo olvidar besándole.
Un tiempo después.
- Vamos dos a cero. Esto no puede ser posible. –Ayham se paseaba de un lado a otro en la habitación esperando que su hermana tuviera su bebé.
- Me estás mareando. –Baasima lo miró seria.
- ¿No deberías estar en cama o algo así?
- Tiene dos meses que tuve a mi niña. –Ian la paseaba entre sus brazos embelesado.
- ¿Ella estará bien verdad? –preguntó Ayham preocupado.
- Claro que sí. Mírame a mí. Somos de buena madera. –Habi le dijo muy segura.
- ¿No deberías tú también estar en cama?
- ¿Quién te dijo que dilatamos tanto tiempo en cama después de tener un bebé? Baasima tiene ocho semanas de haber tenido a su nena y yo diez semanas.
- Y también una niña. –miró a Zaím sentado acunando a su hija y mostrándole un juguete. –No entiende que haces hombre. O quizás sí y piensa que su padre no está bien de la cabeza. –Zaím ni lo escuchó.
- Déjalo en paz.
- ¿Si entiendes lo que significa si Azima tiene una niña Habi?
- ¿Por eso lo de dos a cero? ¿No quieres a tus sobrinas?
- Pero claro que si, nunca dije lo contrario. Aunque no puedo evitar pensar lo que eso significa. Una nueva generación de pequeñas delincuentes reales.
- No le hagas caso. Está encantado con ellas. No deja de comprarles juguetes por mucho que finja ser inmune. Lo que le preocupa es que si es niña perderá la oportunidad de llamarle como él y de paso provocar con ello a su cuñado querido. –Baasima lo vio divertida.
- Nunca pudimos ver qué era. –No negó lo dicho por Baasima. - No dejó que le vieran, puede ser niño o niña.
- Es niña. –dijeron Baasima y Habi al mismo tiempo.
- Si esta lo es, seguro el que sigue no. Pero que un sobrino mío se llamará como yo, puedo jurarlo. Pero creo es niño. –La puerta se abrió.
- Es niña. Ambas están bien. –anunció Karin la doctora. Baasima y Habiba hicieron un pequeño escándalo de felicidad. Y después abrazaron a Ayham burlándose de él un poco en el proceso lo mismo que Ian y Zaím. Omar llegó con un enorme arreglo de rosas y Gabriela entró seguida de León quien llevaba en brazos a su pequeño el cual le fue arrebatado por Omar quien enseguida lo hizo reír y después por las chicas que le adoraban.
- Así que tres niñas eh. –dijo León pensativo. Quizás imaginando todos los líos por venir.
- Lo mismo digo. –Ayham lo vio entendiéndolo pero con una enorme sonrisa. –Mi hermana ha tenido una niña. –dijo feliz.
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- Es lo más hermoso del mundo. –Azzam miraba con adoración a su hija. –Gracias. –besó la frente de su esposa. –Eres la mujer más valiente y la que amo con locura. Me has dado lo mejor de la vida.
Azima había tenido un embarazo tranquilo. Aun recordaba cuando se había sentido rara y se había hecho una prueba. No lo había podido creer cuando esta dio positivo aunque no tenía mucho que su protección anticonceptiva había terminado. Recordó con sorpresa que sus primas estaban embarazadas y el alma se le llenó de felicidad. Esa noche había puesto la prueba en una cajita de regalo y se la había dado a Azzam quien al principio no había entendido y cuando lo hizo su expresión no había tenido precio. Llena de amor infinito. Esos meses los habían vivido los dos. Incluso él solía tener antojos raros y ella moría de risa. La bebé no se había dejado ver nunca, pese a los avanzados ultrasonidos. Tanto Azzam como Ayham estaban de lo más interesados en saber. Si bien, se llevaban mucho mejor ahora, el asunto de su embarazo había revivido su rara competitividad aunque ahora de una manera saludable y con toques hilarantes. Mientras Ayham compraba todo en colores que según él eran para un niño. Azzam compraba muñecas y todo en rosa. Sabía que de igual forma su hermano estaba feliz por ella. El parto no había sido fácil por supuesto pero tuvo en todo momento a su esposo a lado, dándole ánimo y sufriendo con ella a juzgar por su cara durante el proceso.
- Te amo, te adoro. –le dijo su esposo colocando a la bebé en su regazo y metiéndose en la cama a su lado. –por siempre.
- Por siempre. – Azima vio a su pequeño pedacito de amor aun sin creérselo.
- Y que el próximo sea niña también. –bromeó. - Aunque la verdad no sé si quiero verte pasar por esto de nuevo.
- Vale la pena. –le miró sonriendo.
- ¿Cómo la llamaremos entonces? –Habían barajeado algunos nombres.
- Amina. –dijo ella sin más.
- Amina será. Azima y Amina, mi vida entera.
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