🪐

El silencio ocupaba todo el lugar, el césped era delicado contra las palmas de sus manos, la luz naranja del atardecer iluminaba con levedad sus rostros y la suave brisa despeinaba sus cabellos. La cabeza del menor se encontraba sobre el regazo del castaño mientras ambos despedían el día, donde ambos daban la bienvenida a la noche.

- ¿Tendremos que ocultarlo... Por siempre?

Aquella pregunta lo desconcertó totalmente, bajó su mirada para observar a su novio y el mismo se sentó en el suelo, dirigiéndose hacia el mayor.

- ¿A qué te refieres?

- Yo te amo, Hyun. — Tomó las manos del nombrado y las entrelazó con las propias.

Esbozó una sonrisa, esa era su frase favorita en el mundo. — También te amo, Jeongin, lo sabes. — Se acercó a él para dejar un delicado beso sobre la frente ajena.

- Sí, lo sabemos... — Murmuró, acto seguido soltó un suspiro que desprendía una obvia tristeza.

- ¿Y qué tiene eso de malo?

- Quiero saber lo mismo... — Desvió su mirada hacia el horizonte, aún se podía percibir el color naranja en el cielo. — ¿Qué tiene esto de malo...? ¿Por qué no puedo tomar tu mano cuando vamos juntos al mercado? ¿Por qué no puedo besar tu mejilla cuando paseamos por el centro del pueblo? Si esto no tiene nada de malo, ¿Por qué las otras personas no pueden saber que te amo? — Frunció su ceño a medida que expresaba su molestia.

Soltó una risa, esa melodía que tanto le fascinaba al rubio, y tomó las mejillas del pequeño para conseguir que lo mirara, al lograrlo lo besó, un beso que no tardó en obtener una respuesta.

Al separarse se mantuvo algunos centímetros cerca del rostro contrario. — ¿Para qué quieres que todos lo sepan? Yo lo sé, eso es suficiente.

Subió sus manos hasta las mejillas del mayor y presionó las mismas, riendo por la graciosa mueca que había formado en el rostro de su prometido. — No quiero amarte en silencio hasta morir y que el amor que sentí por ti se pierda en la tierra en la cual estará mi cuerpo, es injusto que el mundo no sepa cuan enamorado estoy de ti.

- Nuestro amor no va a perderse cuando dejemos este mundo, — Bajó sus manos hasta la cintura contraria y ejerció una leve presión. — Llevaremos nuestro amor hasta nuestra siguiente vida y, cuando sea la hora, volveremos a amarnos.

- ¿Y el mundo podrá saberlo?

- Quizá... — Le dedicó una pequeña sonrisa. — Algún día encontrarán nuestros anillos y todos sabrán de nuestro amor.

- Te amo.

- Te amo mucho más...

[🕊]

Los pájaros comenzaron a cantar su bella melodía a la vez que sus sueños se esfumaron a medida que tomaba consciencia de sí mismo, un nuevo día se asomaba por su ventana. Aún no había abierto sus ojos, era demasiado temprano como para hacerlo, estiró su brazo para palpar las sábanas con la palma de su mano en busca del cuerpo del castaño pero no logró encontrar nada más que la almohada del mismo, frunció su ceño y abrió sus ojos, confirmando que su novio no se encontraba a su lado. Soltó un pequeño bufido y se sentó en la cama.

Dirigió su vista hasta el calendario que colgaba en su pared.

- Doce de Abril... — Murmuró para si mismo, estirándose en la cama. Guardó silencio por algunos segundos. — ¡Hoy es doce de Abril! — Exclamó para, segundos después, salir de entre las sábanas.

Sin preocuparse por su apariencia corrió hasta la habitación que cumplía la función de un comedor, allí estaba Hyunjin colocando el desayuno sobre la mesa y sin poder disimular su sorpresa al ver al más pequeño despierto, sin importarle aquello se arrojó hasta sus brazos.

- No esperaba que despertaras tan temprano... — Comentó el mayor mientras sostenía al contrario entre sus brazos y lo elevaba un poco, separando los pies de Jeongin del suelo. — De hecho, yo iba a despertarte.

- ¡Estoy tan emocionado! — Se escondió en el cuello ajeno, frotando su nariz contra la piel de esa zona y logrando obtener pequeñas risas por parte del chico que más amaba en ese mundo. — Casi lo olvido... ¿Por qué no me lo dijiste?

- Porque es divertido ver tus reacciones cuando te emocionas, — Sonrió levemente mientras volvía a dejarlo en el suelo. Acomodó su rubio cabello y besó su frente. — Buenos días, príncipe Yang.

Llevó sus manos hasta las suaves mejillas que el contrario poseía y con sus pulgares acarició las mismas. — Buenos días, príncipe Hwang. — Desvió su vista hacia la mesa, observando los platos que el contrario había dejado allí momentos antes. — ¿Te despertaste antes para hacer el desayuno?

- Hoy es un día especial. — Se separó un poco para tomar una de las sillas y alejarla de la mesa, indicando el lugar para sentarse. — Quería darte una sorpresa pero lo arruinaste. — Habló con tono de broma a la vez que arrugaba su nariz.

- Oh, tonto... — Soltó una risa y se acercó a la mesa, antes de sentarse besó los labios del más alto con brevedad. — Eres adorable.

Acomodó la silla nuevamente y también se sentó frente a la mesa. — Tú lo eres.

Esbozó una sonrisa, esa sonrisa que provocaba que sus ojos desaparecieran y que tanto le fascinaban a Hyunjin. Estoy tan feliz... Deslizó su mano por la mesa hasta que encontró la ajena. — A veces esto se siente irreal.

Tomó la mano del menor y entrelazó sus dedos. — Yo creo que estamos unidos de alguna forma.

- ¿Estábamos destinados a amarnos? — Soltó una pequeña risa. — También lo creo.

- Y es por eso que hoy, al atardecer, voy a entregarte mi vida entera. — Acercó la mano de su novio hasta sus labios y dejó pequeños besos en el dorso de las mismas.

Sintió la timidez subir por su columna y acumularse en sus mejillas, por lo que cubrió su rostro con su mano libre. — Por dios, Hyunjin... Solo termina tu desayuno.

La tarde llegó de manera lenta, desesperando a los dos chicos por igual, estar tan emocionados por al fin poder unir sus vidas de una forma más simbólica no les ayudaba a sentir el tiempo más ligero. El paso de los segundos eran marcados por los leves golpes del pie de Hyunjin sobre la madera del suelo, aún se encontraba fuera de la habitación esperando a su futuro esposo, Jeongin no quería que lo viera antes de tiempo. Vestía aquel traje de color beige que tanto le gustaba y solo usaba en ocasiones especiales, sonrió levemente mientras jugaba con la caja en la cual ambos anillos esperaban por ser usados, los anillos que sus padres iban a usar para la boda que nunca se celebró en lesalia al final tendrían un buen usó que a sus dieciocho años no había imaginado, le gustaría haber sabido mucho tiempo antes que aquel chico de cabellos rubios era su alma gemela.

- ¿Estás listo?

Levantó su mirada al escuchar como el contrario le hablaba desde dentro de la habitación, esbozó una sonrisa al solo pensar en lo bonito que su novio se vería al salir de allí.

Parece que llevo esperando una eternidad.

- Pft, solo fueron algunos minutos.

Su corazón comenzó a palpitar al escuchar como la puerta era abierta, ¿Jeongin era una persona real? Le parecía imposible que alguien tan perfecto existiera, mucho menos que estuviera en su vida, él se veía como un ángel con aquella ropa blanca y rosa pastel que en algún momento había sido suya y que adaptó para que quedara bien en su cuerpo, las manos del menor eran mágicas al igual que toda su presencia.

- ¿Por qué me miras así? — Volvió a hablar. — ¿Me veo muy mal?

- ¡No digas tonterías! — Se acercó a él y tomó su mano para guiarlo a la puerta principal de la casa para salir de la misma. — Eres el chico más bello que pisó este universo.

- Creí que ese chico eras tú...

- No, claro que no, — Negó con su cabeza mientras reía levemente. — No podría quitarte ese puesto.

El pequeño guardó silencio pero su sonrisa se mantenía intacta, ese era el tipo de momento que más disfrutaba. Pasaron tomados de las manos entre el césped y los arbustos que se encontraban antes de ese gran campo abandonado que solía ser el testigo del amor tan puro que dos almas rechazadas por los demás se tenían mutuamente, ese lugar en el cual quedaban los rastros del amor y la felicidad que emitían al estar juntos, ese mismo lugar que hoy los uniría para siempre. Bailaron al compás de sus propias voces y del leve sonido que hacía el miento al chocar contra el agua del lago, observaron las formas de las nubes que decoraban el cielo como si supieran que ese día sería el más importante de sus vidas, se recostaron en el césped mientras reían a carcajadas sin importarles demasiado cuanto se ensuciara su ropa, se susurraron palabras de amor y promesas eternas hasta que el cielo comenzó a pintarse de naranja y el sol amenazaba con irse.

- Cariño, ven aquí. — El castaño se levantó del suelo y estiró su mano hacia el contrario.

Con gusto aceptó la ayuda de su novio y también se levantó del suelo. — ¿Ya es hora...? — Murmuró con una sonrisa.

No respondió, solo volvió a tomar la pequeña caja con ambos anillos, los colocó en sus manos antes de guardar nuevamente el objeto que los portaba y luego dejó uno de ellos sobre la palma de Jeongin.

- Ah, príncipe... — Soltó un pequeño suspiro mientras sonreía. — Toda mi vida pensé que no encontraría a alguien para mí, que esas cosas del "alma gemela" solo era un invento para que las personas no se sintieran solas, pero cambiaste esa idea en cuanto llegaste a mi vida, ¿Quién pensaría que detrás de esa "princesa" encontraría al amor verdadero? Temo no amarte lo suficiente, temo que no sepas cuanto te amo o todo lo que estoy dispuesto a dar por ti, temo que el mundo nos separe porque nacimos en el momento equivocado, pero sé que si eso pasa te encontraré en mi siguiente vida. Quizá esto no es lo que esperabas para tu boda, tal vez imaginaste un gran salón mientras tu familia y amigos te felicitaban, tal vez no pensabas en entregarle tu corazón a alguien como yo... No puedo darte todo lo que me gustaría pero si puedo darte amor eterno, yo, Hyunjin Hwang, prometo amarte en cada momento de tu vida, acompañarte siempre que lo necesites, prometo tomar tu mano hasta que la muerte nos separe.

Las lágrimas recorrían las tersas y pecosas mejillas del chico rubio que tomaba el anillo con ambas manos. Con esfuerzo levantó su mirada y observó con ojos cristalinos al mayor. — ¿P-por dónde debería comenzar...? — Su voz salió rota gracias al llanto que intentaba contener, era el día más feliz de sus vidas. — Toda mi vida oculté quien era en realidad, siempre creí que nadie iba a quererme cuando realmente fuera quien soy... Y tú... Tú me enseñaste tanto, Hyun, aprendí sobre mí mismo y sobre el amor, aprendí que eres el complemento que hace que todo sea mejor, eres esa persona que estaba destinada a mí de una forma u otra. Tienes razón, nunca imaginé esto para mi boda, esperaba algo totalmente diferente, algo como en los libros... Pero viéndote aquí mientras eres iluminado por la luz naranja del sol es mucho mejor que las historias de la biblioteca, esto es lo que quiero para el resto de mis días, por eso yo, Jeongin Yang, prometo que voy a entregarte mi corazón, voy a dedicar cada momento a tu bienestar, prometo que te acompañaré en cualquier circunstancia hasta que la muerte nos separe.

Se había prometido a sí mismo no llorar, pero lágrimas también humedecieron sus mejillas cuando le colocó el anillo al pequeño, al igual que cuando el contrario imitó sus acciones. Ahora sus corazones estaban conectados hasta que la muerte decidiera llevarlos a su siguiente vida, incluso se amarían luego de eso.

La noche llegó rápido, las estrellas decoraron el cielo al igual que la luna, Hyunjin no pudo evitar relacionarlo con el rostro de su ahora terminó por esposo, Jeongin esconderse en el pecho contrario. Recostados bajo el cielo nocturno mientras sus respiraciones se sincronizaban en medio de ese abrazo.

- ¿Qué se hace ahora...? — Preguntó el menor mientras pasaba la yema de sus dedos por el pecho ajeno.

- No lo sé, ¿Tener una luna de miel?

Se rió levemente. — ¿Una luna de miel? - Se alejó un poco de él para poder observarlo, alzando una de sus cejas.

- ¿De dónde crees que vienen los niños? — Ladeó su cabeza con una sonrisa ladina.

- ¡Hyunjin! — Golpeó el hombro del nombrado sin mucha fuerza, riendo y cubriendo su rostro luego. — Príncipe tonto...

No pudo evitar soltar una carcajada y abrazarse más al pequeño. — O podemos enviarle otra carta a minho y a Changbin...

— Sí, podemos enviarles otra carta a Minho y a Changbin.

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