Capítulo 5

Intente desempacar las maletas cuando Ashley educadamente me aparto de la cama para llevarme hasta la ventana mientras que ella volvía a su trabajo de sacar mis pertenencias personales y dejarlas en un bonito tocador de madera.

Sin querer protestar y decirle que yo podía hacer ese trabajo sola, solo me di la vuelta para abrir la ventana de la habitación del Hotel Ciudad Real.

Un pequeño vientecito abarroto por toda la habitación haciendo que mi cabello rozara mi rostro y yo cerrara los ojos para disfrutar de la fresca brisa que transmitía la bonita ciudad del Norte, Bennington.

El viaje no había sido tan largo como lo esperado, en tres horas y media ya nos habíamos instalado en aquella ciudad para ver como varias personas se quedaban en la orilla de la acera mientras saludaban y sonreían al ver que la familia real se quedaría dos días en aquella gran ciudad que estaba abarrotada de edificios enormes, personas bien elegantes y casas hechas unas mansiones. Es de esperarse que la ciudad de Bennington fuera reconocida muy bien por sus largas calles y una naturaleza sin igual.

Se solía decir que también es uno de los lugares más visitados en toda Nueva Erlanwood tanto nacional como internacional. El único problema que se encontraba era que su lugar estaba en segundo puesto después de que se encontrara un manglar en Ocean Paradise, al Este de Bennington.

Como es patrimonio cultural; mayormente muchas personas llegan a visitar aquel sitio por sus brillosas, profundas y frescas aguas donde al hacer un pequeño viaje de buceo se observaran todos los corales que han crecido durante los años, agregando la fauna que vive debajo del océano.

Bennington es considerado más por tener bosques y pequeños riachuelos, en los cuales muchas personas pueden llegar a hacer campamentos aunque en épocas de vientos y lluvias es prohibido para no enfrentarse a un incendio forestal por una fogata como también prevenir un accidente cuando hay una lluvia fuerte.

Por supuesto, solo en libros he podido apreciar aquellas majestuosas imágenes pero quizás en algún momento pueda hacer un recorrido para conocer todos aquellos lugares de los cuales he querido visitar con mi familia.

— ¿Cómoda?

Di un susto al ver que Neil se acercaba a mí y sonreía de oreja a oreja.

Al ver su rostro, me imagine que sabía algo del reto de esta ciudad, como también ya debe de tener la idea de lo que sucederá en la noche.

—Es una bonita ciudad—asintió.

—Pero prefiero Silver Island. —Rodé los ojos.

Y cómo no va a preferir su ciudad antes que Bennington. Silver Island también es una ciudad hermosa, aunque en comparación con Bennington, la mayoría de las casas está cerca de un lago de agua dulce.

— ¿Alguna novedad?—pregunte.

—Habrá una cena a las seis en punto en la casa de Christian Cox; un multimillonario empresario de varias fábricas alimenticias. —Comento. —El rey no ha dicho mucho como Xavier pero ambos mencionaron que podías salir a dar un paseo para conocer la ciudad—aplaudí animada— pero con supervisión de alguien. —Mi sonrisa se cortó y tuve que mirarlo serio.

— ¿Esto es en serio?—Encogió los hombros.

—No me culpes, solo obedezco ordenes de mis superiores—hice una mueca de disgusto.

—Está bien. —Me rendí.

—Nos vemos dentro de unas horas.

Salió de mi habitación y de nuevo me quedé sola con Ashley; no tenía mucho que hacer en las cuatro horas que me quedaban así que nada más me senté en la cama mientras sacaba una pluma, tinta y papel para escribirles a mis padres, cual sería mi primera experiencia en ser la finalista de la competencia.

(...)

Cuando entramos a la mansión de Christian Cox, no tardamos mucho en dirigirnos a la mesa de invitados en donde se serviría la cena; la admiración que aquella casa proporcionaba en mí, era increíble, parecía ser un segundo palacio pero más pequeño, las paredes tapizadas con color rojo mientras la alfombra cobraba un brillo azul me hacía sentir como si de nuevo estuviera a punto de cruzar un escenario o un teatro. La mayoría de adornos decorativos consistían en rostros humanos hechos de mármol y varias pinturas de diversas épocas.

Me sentía muy nueva en ver todo aquello, pero que me podía esperar, sí es la casa de un multimillonario que capaz ha plantado hasta su propio árbol de dinero o en vez de salirle agua en la ducha, salen monedas de oro.

El olor a naranja llego pronto a mi nariz, es como si estuvieran cortando la cascara de la naranja y esta desprendiera su aroma al ser cortada por la mitad. Me parecía un dulce aroma pero por mi cabeza razoné que en vez de ser un aroma natural era artificial, porque lo primero que supuse era que no estábamos cerca de la cocina y lo segundo es que en algunas esquinas de los corredores, en la parte del techo se encontraba una máquina que desprende olor así que eso era más que decir que aquel ahora a pesar de ser delicioso solo era una fantasía engañosa.

Neil y yo no nos tardamos mucho en llegar y antes de que yo abriera la puerta, la terminaron de abrir por mí; haciendo que escondiera mi mano y diera una sonrisa nerviosa al ver a tanta persona en una sola mesa. Neil puso su mano en mi espalda baja para hacerme caminar pero al ver que me había quedado petrificada con la sorpresa, tuvo que darme unos empujones para que mis pies respondieran.

No era muy alarmante tener que sentarme al lado de unos políticos o empresarios mientras que mi tutor le daba media vuelta a la mesa para sentarse en frente de mí; un soldado que se encontraba detrás de mí, arrastró la silla de madera fina hacía atrás para extender su mano y hacerme el gesto que me sentara, con mucha vergüenza le di las gracias mientras todas aquellas miradas se encontraban fijas en mí y no solo eso, sé que esperaban que algo dramático me sucediera, pero apenas me alcanzó el tiempo para alisar un poco mi vestido hacía atrás para sentarme en la silla y luego sentir como el soldado la llevaba hacía adelante hasta regresar a su lugar.

No quería ver a nadie ni tampoco estaba interesada de querer cruzar la mirada con todos aquellos hombres y pocas mujeres que parecían estar callados esperando algo. Solo me límite a ver el bonito decorado del plato blanco, los cubiertos en forma horizontal del más grande al más pequeño y por supuesto la copa de vidrio que estaba vacía mientras que la otra estaba llena de agua.

La puerta de nuevo se abrió y observe como el rey Arturo y Xavier entraban en aquel gran comedor, todos hasta yo, nos levantamos para hacer una reverencia y cuando padre e hijo solo inclinaron su cabeza como respecto al saludo; otro hombre apareció por la puerta y con una sonrisa de oreja a oreja, empezó a saludar así que predije que se trataba de Christian Cox.

—Buenas noches, majestad—inclino la cabeza mirando al rey Arturo—, alteza—hizo la misma acción con Xavier—y todos los invitados de la cena—nos saludó a todos los demás con una sonrisa.

Christian Cox, camino hasta su asiento que se encontraba al lado del rey así que solo al sentarse; el sonido de una campana se escuchó pronto y una diversidad de mayordomos aparecieron con varias charolas llenas de comida pero antes dejaron un pequeño plato sopero llenó de agua, entonces me pregunte qué tipo de sopa era la que tenía en frente ya que el color era transparente y no parecía estar caliente, así que tome una cuchara y varias veces llevé a mi boca aquella agua que ni sabor tenía y la vi con mala gana al darme cuenta que esto era un engaño de comida.

—Señorita Leaky, disculpe la molestia pero eso no es comida. —Me susurro muy bajo un mayordomo.

—Entonces, ¿qué es?—fui la siguiente en susurrar.

—Es para que usted se lave las manos y se sequé con la servilleta. —Comento.

Mis ojos se abrieron tanto que no disimulé mi gesto de sorpresa al darme cuenta que en vez de tomarme el agua debía de usarla como para lavarme las manos. Con una nueva señal de vergüenza, le agradecí al mayordomo casi en susurros y empecé a poner mis dedos en aquel plato sopero en donde debía de mojarme las manos para limpiar la suciedad.

Observe a todos y me di cuenta como hombres y mujeres mojaban cuidadosamente sus manos y luego se las secaban con una servilleta azul que estaba al lado derecho de aquel plato.

Hice lo mismo que todos y cuando mis manos se encontraban limpias, el mismo mayordomo, agarro el plato y se lo llevó para ponerme esta vez una sopa de cebolla; no estaba acostumbrada a comer algunas comidas extrañas pero debía de intentar aunque sea probarlas para no dejar en claro que no me apetecía comerla.

Con la punta de la cuchara toque varias tiras de cebolla salteada, el color café de la sopa me hacía a no querer probarla pero al ver que todos comían y no se quejaban, al final agarre un poco de sopa con una tira delgada de cebolla para llevarla a mi boca.

Ni siquiera me detuve a soplar un momento la sopa cuando pronto me quemé y tire la cuchara en la mesa para hacer gestos de dolor, no podía tragar porque mi boca me lo impedía; solo sentía como mis mejillas estaban abarrotadas de agua y cebolla, el calor de la sopa empezó a quemar mi paladar y por si fuera poco mi cuerpo reacciono al calor haciendo que empezara a sudar.

¡Demonios!

Gemí de dolor cuando me tragué la sopa y esta termino por quemar mi garganta; me di aire con la mano hasta que gire mi cabeza y note como algunas personas se le quedaban mirando de una manera extraña así que solo termine por bajar la cabeza para que no notaran mis mejillas arder.

El siguiente plato fue un lomo en vegetales, mientras mordía cada vegetal en ningún momento me imagine que en mi plato se encontrara un chile picante; de nuevo el calor empezó a naufragar en mi boca haciendo que no encontrara que tomar hasta ver un vaso llenó de jugo y empezar a beberlo. Pero no tarde mucho en volver a escupirlo dentro del vaso y darme cuenta de que se trataba de vino, aun mis gustos no estaban adecuados a sentir aquel frescor de la bebida así que al haber hecho tal acción, empecé a toser de manera descontrolada, haciendo que todo el momento silencioso, se escandalizada por mis tosidos; segundos después me llevaron un vaso con agua y cuando pude controlarme, la situación había cambiado.

Todos me miraban de manera acusadora y solo quería que la tierra me tragara en ese momento.

Otro plato apareció y se trataba de un pollo cantones con puré de papa que encima tenía guisantes así que mientras intentaba agarrar unos guisantes con el tenedor, varios cayeron en el plato de la persona de la par y otros terminaron por caer en el piso o a un lado del plato.

Estaba haciendo un completo desastre en la mesa, estaba actuando de una manera tan ridícula que me acusaba yo misma en no tener modales en ese instante. Quizás me consideraba una persona que no le importaba lo que dijeran pero en este caso parecía ser que si me importaba lo que me dijeran; parecía como si no hubiera tomado clases de protocolo o de etiqueta y por más que quería entender lo que me estaba sucediendo, solo podía responderme que esto es obra de los nervios que se me han puesto en punta al ver a tanta persona importante en mi alrededor.

Después de todo aquello, llegó el postre, creí que esa sería mi puerta abierta para salvarme de otra tontería pero escuché por las personas que tenía a los lados, que esta cena aún no terminaba. Estaba disgustada, no estaba acostumbrada a estar sentada por más de dos horas en una mesa, compartiendo alimentos con personas que no conozco y por supuesto que desde que llegué han comenzado a criticarme como si se tratara de evaluar un premio y ver sus defectos.

Tenía en frente un helado de pistacho con chispas de chocolate, estaba pensando en no probarlo y dejarlo intacto pero me dije que sería una grosería que al final rechazara el plato final. Además estaba convencida de que si no le daba una probadita, todos de nuevo terminarían por verme de manera rara. Tome la cuchara y antes de poder sacarla con un poco de helado, esta se quedó atorada al final del recipiente haciendo que no tuviera fuerza para sacarla, empecé a enojarme tanto que cuando agarre impulso y tire de ella, una pequeña porción desaparecido y lo que menos me esperaba fue lo que sucedió.

El helado había salido volando con la fuerza que había tomado la cuchara y el sonido del «Oh» de los demás invitados hizo que cerrara los ojos y dejara de mirar hacía en dirección de Christian Cox.

El helado había caído en su traje de gala, y observe como el helado verde menta se fue deslizando por toda la camisa blanca hasta caer en sus pantalones; había preferido no mirar a nadie, entre ellos al rey Arturo, a Xavier y por supuesto a mi tutor que debe de estar a punto de echar llamas aunque todo fue un accidente.

— ¡Señor! ¡Yo le ayudo!

Dijo uno de los mayordomos pero este ni siquiera llegó tan lejos cuando se deslizó con un par de guisantes haciendo que chocara con otros mayordomos que estaban sirviendo el helado; varios helados terminaron en la ropa de hombres y mujeres; mientras que los demás mayordomos se intentaban levantar, de nuevo los guisantes fueron los protagonistas del momento, haciendo que uno de los mayordomos tomara el mantel de la mesa y la terminara de jalar hasta que varios platos y copas se terminaran por romper en el suelo o algunos restos de comida también terminaran en la ropa de etiqueta de los invitados.

Por obra celestial, mi vestido quedo intacto pero ese no fue el motivo de celebración, cuando observe como el rostro de Christian Cox comenzaba a ponerse rojo y creí que su cabeza explotaría si no decía nada.

—Está enojado ¿no?

Mire al mismo mayordomo que me atendía y observe como él con lastima, asentía su cabeza.

(...)

—Fue un accidente.

El rey se acariciaba las sienes mientras Xavier seguía defendiéndome y con gestos me hacía callar para que no metiera más la pata en el problema en que había ocasionado en la fiesta.

Después de todo, Christian Cox termino por gritar y culparme de toda desgracia que había sucedido. Lo peor de ello, es que era su cumpleaños y lo termine por arruinar con mis tonterías.

Una parte de mí no se sentía tan culpable pero otra sí cuando vi como los mayordomos terminaron por golpearse y cortarse con unos trozos de vidrio. Estaba más que avergonzada pero no tenía palabras de como disculparme o hacer lo que tuviera en manos para arreglar lo que había hecho.

Después de todo, había terminado por huir de la fiesta; sabía que mi presencia solo ocasionaría más despreció y disgusto para el anfitrión del evento así que con unas cuantas lágrimas en los ojos y un tanto molesta al ver que mi primera oportunidad la había desperdiciado mientras Avery salía ganando y se reía en mi cara; tome un taxi y me dirigí al hotel.

— ¿Un accidente?—carraspeó la garganta— ¡Tendremos que pagar los daños ocasionados en la casa de Christian Cox!—Me pregunte si en verdad esa era la agonía del rey Arturo.

—Eso no será un problema para nosotros. —Tanto el rey Arturo como yo, fulminamos a Xavier con la mirada.

No podía seguir escuchando más reproches del rey Arturo sobre mi comportamiento, como también, escuchar las defensas que interviene Xavier por mí para evitar un castigo. Podía defenderme pero sabía que era testaruda y orgullosa al admitir ciertos errores, lo cual ocasionaba de que terminara por agotar la paciencia que el rey Arturo tenía conmigo.

— ¿Puedo retirarme?

Xavier me dio una mirada desconsolante, como queriendo decir que no me retirará hasta ganar esa batalla con su padre pero al agachar mi rostro le confirme que estaba exhausta para continuar con aquella guerra mental y emocional que había vivido hace unas horas.

El rey le dio una mirada fría a su hijo pero al ser él, el siguiente en darle también esa misma mirada tenebrosa, comprendí que le decía a su padre que me dejará ir. No aguanto mucho tiempo en aceptar y darme una señal para que me retirara.

Bueno, si el rey Arturo jugaba una buena partida, quien decía que su hijo no era mejor.

Me levante del sofá, a ambos le di una reverencia y al salir de aquella suite escuché de nuevo como el rey Arturo reprendía a su hijo pero este no sé negaba a tirar la toalla y decir que yo era la culpable de todo. Como no quería seguir escuchando todo eso, me dirigí a mi habitación y ahí solo me deje quitar el vestido por Ashley para después enjaguarme el rostro para poder entrar en la cama y así intentar dormir.

(...)

A las 10:00 pm sigo sin poder dormir, he dado vueltas y vueltas en la cama y es imposible poder cerrar los ojos para poder conciliar el sueño.

Ya aburrida de no poder soñar o contar unas cuantas ovejas para caer dormida, me levanto y me siento en la cama, estaba abrumada con todo lo que había sucedido en la cena que pensaba que ese era el motivo principal por el cual no podía dormir en paz.

Sabía que debía de arreglar mi error pero está claro que no sabía cómo. Lo único que hice fue ir hacía el ropero sacar unos jeans, una camisa blanca y unos zapatillas para después ponerme encima un suéter rosa; estaba muy segura que lo que iba a hacer estaba fuera de lo normal y clasificado como una locura; pero como siempre, seguí mi instinto y al abrir la puerta de mi habitación, fui hasta el elevador donde al apretar el botón de la flecha que se dirigía hacia abajo, las puertas de este se abrieron para que yo entrara y pronto, de nuevo apretara un botón con el número uno. Las puertas se cerraron y el movimiento del elevador hizo que sintiera un revoltijo en mi estómago de manera extraña.

Cuando las puertas se abrieron, antes de salir, observe si habían personas caminando por los pasillos, pero al no ver a nadie, pensé que lo único que debía de tener cuidado era con el trabajador que entregaba las llaves de las habitaciones.

Tuve que pensar en un plan en el cual poder distraer a aquel trabajador y yo poder salir del hotel, así que, antes de poder salir corriendo, me escondí detrás de un pasillo y di un grito y luego de unas palabras pidiendo auxilio. Por supuesto, el trabajador no dudo en quedarse sentado mientras miraba la computadora; rápido se levantó y se separó de su puesto para correr hasta el lugar donde había escuchado aquella voz; como eran cuatro pasillos, se metió en el segundo y como yo estaba en el tercero, no dude en salir y correr hacia afuera.

La brisa fría de Bennington hizo que me pusiera la capucha y luego detuviera a un taxi para darle la orden de que me llevara hasta la mansión de Christian Cox. Como es una persona famosa, no era necesario darle una dirección así que después de un kilómetro de distancia entre el hotel y la mansión de aquel hombre; salí del taxi, le pague al conductor con cinco monedas de plata para después quedarme afuera del portal de aquella mansión.

Estaba claro que debía de llamar por el telefonillo para que me dejaran entrar, pero tratándose de mí; quien arruino uno de los cumpleaños del mayor empresario del país... ¿sería posible que me dejara entrar de nuevo a su casa?

No me importaron todas las dudas que generaba cada segundo mi cabeza, apreté un pequeño botón cuadrado y segundos después se escuchó una voz masculina ronca que me dio a entender que debía ser el vigilante que manejaba las visitas de aquella mansión.

— ¿Qué desea?

—Buenas noches, necesito hablar con el señor Cox. De parte de Kiara Leaky. —Anuncié.

—Permítame unos minutos, señorita Leaky.

Jugaba con mis dedos mientras esperaba una respuesta por aquel interfono gris. Estaba convencida de que Christian Cox me echaría de su casa y no iba a querer hablar conmigo así que mientras respiraba hondo y veía el cielo azul negro; pensé en que por lo menos solo intentara que le explicara lo sucedido en la fiesta.

— ¿Señorita Leaky?—me acerqué al interfono.

—Aquí estoy.

—El señor Cox dice que no quiere verla ni hablar con usted. Así que le pido de favor y de manera amable que se marché o sino llamaré a los guardias de seguridad.

Vaya eso si es decirlo de una manera educada y elegante pero como no estaba convencida a hacer eso y estaba claro que no me iría hasta hablar con aquel hombre que debe de seguir maldiciendo mi nombre por arruinar su cumpleaños.

Me acerqué de nuevo al interfono para apretar aquel botón y cuando el mismo hombre empezó a hablar, lo detuve para decirle de una manera brusca que necesitaba hablar con su jefe, agregando que sí no me dejaba entrar, no me marcharía nunca de su casa.

Pero a los minutos no hubo una respuesta, así que solo me quedó separarme del portal para luego sentarme en la acera de la calle; hacía frío pero no era comparado con el frío que se sentía a finales de año.

Suspire unas varias veces y esta vez que comenzaba a bostezar, me acariciaba todo el centro de mi cabeza para relajar todo aquel temperamento que salía en mí, al ver la negativa del señor Cox.

Estaba dispuesta a hacer cualquier locura para hablar con él pero no tenía muchas alternativas que dar para darle una sorpresa. Alrededor de su casa había un alambrado de electricidad, su casa estaba llena de guardias y además de ello, escuché a lo lejos el ladrido de unos perros; por lo que mi conclusión es que ni en años ni que estuviera loca, atravesaría esa mansión solo por hablar con él. Mis únicos méritos eran que él llegará hacía mí y me abriera la puerta de su casa pero mientras no hacía eso, solo me quedaba quedarme afuera de su mansión esperando un milagro del cielo.

(...)

Dos horas después de tirar piedras en la calle, ver varios autos al pasar y tener que asustarme unas cuantas veces al ver personas extrañas caminar hacia mí; escuché de nuevo unas pisadas que hicieron darme la vuelta y pude ver a aquel hombre que ya me tenía desesperada por no dar su brazo a torcer.

—Llamaré un taxi para que vuelva a su hotel. —apenas me miro.

—He venido a hablar con usted, no a pedir limosna para volver al hotel—paró en seco.

— ¿Cree que tengo cara de hablar con usted?—dijo malhumorado—Son las doce de la madrugada y usted sigue aquí insistiendo en querer arruinar mi noche...—Le interrumpí.

—Ante todo, no vine a arruinar su noche—puntualicé—. Solo quise pedirle disculpas por lo sucedido en su cumpleaños—dejo ir una risa agría.

—Y usted cree que con disculpas, ¿solucionara todo?—suspire cansada.

—Tiene razón—acepte—pero no puedo ofrecerle otra cosa además que mis palabras—su ceño se frunció.

—Es algo sumamente claro, señorita Leaky. ¡Viene de clase pobre!—resaltó—Usted que sabrá de recompensas, modales y valores; ni sé cómo su alteza aún le ha permitido quedarse como finalista—no se retractó de lo que dijo.

No quería sacar una de mis perlas, es de noche y el eco de nuestras palabras se escuchaban aún a unos metros de nosotros y aunque no me importase sus oraciones discriminatorias sobre mi vida y mi pueblo; no quería armar una pelea. Solo quería dejar mi conciencia tranquila, sino, sin lugar a dudas, no iba a poder dormir lo que quedará de la noche.

—No le permito que hablé así de mí o de mi clase—dije calmando mis nervios—, es cierto, soy pobre y quizás en mi vida nunca llegué a tener la mitad de dinero de lo que usted tenga—mire a mi alrededor—pero estoy segura de que aun así soy feliz, no desearía tener más de lo que ya tengo o recibo. De todas maneras, su clase—dije con disgusto—no comprendería nunca lo que es ser pobre y sabe algo—le quise aclarar un punto importante—quizás nosotros llegamos a ser más humildes y respetuosos que con todos ustedes juntos.

Me di la vuelta y empecé a caminar, las disculpas ya estaban dichas, mi dignidad de nuevo había sido pisada y mis ganas de seguir con estos retos estaban empezando a rendirme con facilidad.

¿Qué era lo que ganaba si le caía bien a una clase alta?

Mantenerme callada como si mi libertad de expresión estuviera comprada.

Permitir que me discriminen como si fuera un ser sin sentimientos.

Implorar una disculpa como si los accidentes fueran el resultado de mis errores aprendidos en mi vida y en mi sociedad.

¿Por qué exactamente a mí?

Una mano sujeto mi brazo haciendo que me detuviera, pero solo me lo quite de encima para no ver quien era la persona que estaba detrás de mí.

No debía de temer en caminar sola a altas horas de la noche, de todas maneras, la clase alta casi está libre de delincuencia. Porque gracias a todos ellos, quienes más lo vivimos somos nosotros. La clase pobre.

—Espere el taxi, no quiero que me culpen por algún accidente o desaparición que usted pueda tener—deje caer mi hombros.

—No necesito de su ayuda, puedo arreglármelas sola sin necesidad de aceptar su dinero—Fue lo único que murmuré para seguir caminando.

— ¿Papá?

Me detuvo al escuchar una vocecita más pequeña que la del señor Cox y la mía y antes de poder decir algo, observe como una niña pequeña, estaba con su pijama y con sus pies descalzos, mientras en una mano mantenía colgado un oso de felpa café con un enorme listón colgado en el cuello color rosa.

— ¿Agatha?

Observe como Christian Cox camino hacía la pequeña y la levanto en brazos; haciendo que la niña me diera unas cortas miradas hasta poner la atención en su padre.

—Timothy...—empezó a decir la pequeña.

— ¿Qué tiene tu hermano?—pregunto Christian exhausto.

—Está sudando y respira muy feo, papá—la niña parecía asustada.

Christian rápido entendió aquellos síntomas de su otro hijo, así que se apresuró en correr dentro de su casa mientras yo lo perseguía y nadie me detenía.

¿Qué diablos estoy haciendo?

Al entrar de nuevo a su mansión, observe como él corría escaleras arriba mientras la niña quedaba asustada y dejaba caer unas cuantas lágrimas así que antes de poder continuar, solo me acerqué a ella y me puse a su altura para contemplarla como lo hacía con mi hermana cuando estaba muerta de miedo con alguna cosa que haya visto en el pueblo por culpa de los guardias que rodeaban el lugar buscando la manera de hacer sufrir a alguien.

—Mi nombre es Kiara, ¿cuál es tu nombre cariño?—absorbió su nariz.

—Agatha—mencionó con unos ojitos cristalizados.

—Vamos pequeña, deja de llorar. Todo estará bien ¿sí?—ella negó.

—Cuando mi hermano se enferma, nada está bien. —Entendía su preocupación.

Se escucharon unos gritos recorrer por los corredores de la mansión y pronto Christian Cox, llegó hasta nosotras, al verme dentro de su casa parecía no estar muy contento pero no tomo mucha importancia al verme, solo bajo de los escalones y se dirigió a su hija, quien la tomo de los hombros y empezó a hacerle unas preguntas que rápido me dio a entender que solo terminaría por asustarla más.

— ¿Qué le paso a tu hermano? Él estaba bien hace unas horas y ahora se encuentra ardiendo en calentura y balbuceando unas palabras entendibles.

Parecía hacerle daño y con aquella mirada por supuesto nada más haría que la niña temblara y se disputara a correr a su habitación y esconderse en cualquier lugar donde no la encontraran.

—Solo... Solo... Salimos de la habitación, fuimos a la cocina por un helado, nos quedamos jugando un rato y nos fuimos a la cama.

Agatha le respondió de una manera entrecortada a su padre, este parecía no haberle agradado lo que le acababa de decir y no solo eso; cada segundo más parecía enfurecerse por ver que las cosas no se habían hecho a su manera.

—Tu hermano no está en buenas condiciones. Está enfermo y te di la orden de que no lo molestaras, no comprendes que no puede salir de la cama e ir a comer un helado y quedarse despierto toda la noche ¡Piensas matarlo!—le grito.

Me acerqué a ellos dos y despegué a la pequeña de su agarre para esconderla detrás de mí, estaba metiéndome en terreno ajeno pero no podía ver como él intentaba echarle la culpa a la niña y a la vez la torturaba de manera física como si eso remediará lo que sucedió. Odiaba ver tales escenas y más como la niña empezaba a sollozar cada vez más fuerte, me partía el alma al ver esa escena que no encontraba que hacer pero si estaba segura de defender a la pequeña.

—No le hablé así, ¡es una niña! ¡No tiene la culpa de lo que le ha sucedido a su hermano! Y tampoco tiene el derecho de gritarle como se le antoje—la defendí.

— ¡Es mi hija! Así que no sé meta en donde no la llaman—escupió.

Intento agarrar del brazo a Agatha pero yo solo me interpuse en su camino; mientras una mujer llegaba y se ponía al lado de su jefe.

—Señor, el doctor no contesta y su secretaria me ha dicho que ahora mismo se encuentra operando a un paciente ¿qué hacemos?—también ella temblaba del miedo.

— ¡Todos son unos inútiles e incompetentes! Les di la orden de vigilar a mi hijo y ni siquiera pueden mantener a un niño en su habitación—subió escaleras arriba.

Aquella mujer no se quedó en aquel lugar, sino que siguió a su jefe como si fuera también uno de sus vigilantes.

Mire a Agatha y ella seguía llorando, un hueco en mi corazón se formó al ver su estado. No podía dejarla sola y más con su padre que esta fuera de sus casillas, no sabía que hacer pero por lo menos podía aportar un pequeño granito de ayuda, así que de nuevo me agaché para quedar a la altura de la pequeña y así poder tener entablar una nueva conversación con ella.

— ¿Me puedes llevar a la habitación de tu hermano?—Primero lo dudo antes de asentir con su cabeza.

La tome de la mano y mientras ella me conducía a la habitación de su hermano, comenzaba a dudar si seguir entrando en aquel terreno peligroso.

No tardamos en llegar a una habitación con una puerta color azul, gire el pomo de la puerta y al entrar encontré a Christian Cox llorando y diciéndole unas palabras a su hijo. Entre en aquella habitación y pude ver varios juguetes entre ellos carros, trenes, legos, pelotas de todas formas y colores y unos cuantos video juegos. El tapiz de la habitación estaba cubierto de colores masculinos para un niño, entre ellos azul con los dibujos de unas nubes.

Cada paso que daba me acercaba a la cama del pequeño Timothy y antes de poder ver al niño; Christian se levantó y con unos ojos rojos y llenos de lágrimas, me fulmino con la mirada mientras me hacía retroceder junto con Agatha que seguía a mi lado.

— ¿Qué demonios haces aquí? ¡Vete de mi casa! O pediré que te echen como una rata—tome un respiro y mire a la niña.

—Agatha, ve a tu habitación. —Le dije a la niña.

Ella estuvo a punto de obedecerme pero su padre la agarró del brazo y la llevó hasta su hermano en donde hizo que lo viera y Christian empezará a interpretar unas duras palabras.

— ¡Mira como está tu hermano, por tu culpa!

Con atrevimiento, empuje a Christian Cox. Tome a la niña e hice que corriera a su habitación. Cuando ella se había marchado, con todas mis fuerzas, tome de la camisa a Christian Cox y le di un severo empujón contra la pared mientras le susurraba unas palabras que nunca olvidaría de una pobre.

—Cuida tus palabras imbécil, ¡es tu hija! ¡Una niña! No puedes llegar a decirle lo que quieras como si dañarla remediara el dolor de tu hijo. Piensa antes de hablar porque si sigues así, no me quedaré de brazos cruzados, es demás, te romperé todos los dientes para que te lleves un buen recuerdo de cumpleaños.

Lo solté y me limpié las manos, me acerqué a la cama del pequeño que se encontraba respirando cada vez más rápido. Toque su frente y vi como hervía en fiebre y de cómo sudaba. Desabotone los botones de su camisa de rayas gris con celeste para después quitársela y de nuevo acostarlo en la cama con cuidado.

—Traiga una olla de agua tibia con unas toallas.

Christian Cox, un hombre que no estaba acostumbrado que le dieran ordenes sino que fuera él quien las diera; se quedó sorprendido y petrificado sin decir ni una palabra.

— ¡No estoy jugando! ¡¿Quiere ver a su hijo empeorar cada segundo?!—Negó y no tardo en correr hasta salir de la habitación.

No era doctora o enfermera pero mamá me había enseñado unos trucos para bajar la fiebre o curar algunas enfermedades leves; así que esta vez debía de recordar todos sus remedios para aliviar el dolor que el niño estaba sintiendo ese momento.

A los minutos apareció una mucama con una olla llena de agua tibia y junto con ella unas toallas blancas.

—Necesito una esponja. —Dije sin dudarlo.

Un mayordomo fue hasta una habitación y mientras sacaba una esponja verde, me la pasaba. Christian se quedó a un lado de mí, observando todo lo que estaba haciendo.

—Ayúdeme a levantar el cuerpo de Timothy—le dije a Christian quien no se tardó en levantar nada más la mitad del cuerpo del niño.

Moje la esponja y la torcí un poco para írsela pasando al niño por todo su cuerpo que estaba caliente.

—Necesitare un ventilador.

—No es necesario, la habitación tiene aire acondicionado—sugirió Christian.

—El aire acondicionado será demasiado fuerte. Necesito un ventilador. —Note como frunció la boca.

—Dan, busca un ventilador en el sótano.

—Sí señor.

— ¿Puede traer un bote de gel frío?—le dije a la mucama.

—Claro que sí señorita.

—También, prepare un caldo y un zumo de limón. Mientras necesito suero de coco; esta deshidratado.

Ella asintió y no tardo en desaparecer de la habitación para hacer lo que le había pedido. Moje a Timothy en varias partes de su pecho, cuello, espalda, hombros, abdomen y lo restante de su cuerpo. Cada vez que pasaba la esponja con agua, lo secaba un poco con las toallas, eso haría que su cuerpo se refrescara.

— ¿Sabe lo que hace?—me pregunto Christian más calmado.

—Créame, no sé lo que hago a pesar de venir de una clase baja y con pocas oportunidades—rectifique.

Se quedó callado sin decir otra palabra. No estaba de humor para saber si estaba haciendo o no lo correcto, además, estaba dispuesta hacer todo lo que tuviera en manos para que el niño se le bajara la fiebre.

(...)

A pesar que no hubiera querido despertar a Timothy lo tuve que hacer, le di un caldo y un zumo de limón para que fuera un suficiente hidratante para su cuerpo, después de todo, me había enterado que el niño no había cenado así que quizás ese fue el motivo por el cual había ido a la cocina a buscar helado.

Después de eso, lo tome en brazos para que cambiaran sus sábanas que estaban mojadas de agua por haberlo bañado con la esponja; cuando ya estaba listo, lo acomodé en su cama e hice que se durmiera rápido para que no terminara por agotar sus energías. Al tocar su frente, sonreía al darme cuenta que la fiebre había bajado y él había comenzado a respirar con normalidad.

—El suero será otro hidratante por si necesita tomar agua o algo igual. —le dije a Christian.

— ¿Estará bien?—pregunto aún con los nervios en punta.

—Sí, solo déjelo descansar. —Respondí bostezando.

Salí de la habitación y encontrándome con un mayordomo, le pregunte por la habitación de Agatha; sin dudarlo, me llevó hasta la habitación de la pequeña, la cual tenía una puerta rosa y cuando entre en ella me fije en todas las muñecas, en las casitas, peluches y en las muchas pinturas de crayolas que estaban colgadas en su habitación.

Ella al verme, no se tardó en sentarse en la cama y seguir absorbiendo su nariz mientras se secaba unas lágrimas.

Camine hasta ella y me senté en su cama, para acariciar su bonito cabello rubio, con las mangas de mi camisa seque sus lágrimas al no tener un pañuelo y cuando estaba mucho más calmada; ella abrió la boca y dejo ir unas palabras.

—Mi hermanito estará bien. —Asentí.

—Está mucho mejor cariño, se repondrá, solo debe de descansar un poquito más y podrá jugar contigo después—sus ojitos miel se desviaron a la puerta.

—Papá nunca se ha comportado así conmigo. —Agacho su cabecita.

La comprendía, después de todo. Se había llevado uno de los peores sustos de su vida que no creo que olvidaría en un solo día.

—Tenía miedo—puse esa excusa ante la niña—todos tenemos miedo a perder a alguien que queremos y tu hermanito no era la excepción. —Le dije.

Ella asintió comprendiendo mis palabras. Me alegraba que ella entendiera mis palabras y no preguntara muchas otras cosas más. Observe el osito que llevaba en sus manos, lo agarre y se lo puse a un lado mientras intentaba que se a recostara en su cama; antes de irme, le conté un cuento y cuando observe sus ojitos cerrarse, me tranquilicé mucho más al ver que se había quedado dormida. Así que, solo besé su cabeza para terminarla de arropar y marcharme de su habitación.

Cuando salí, afuera me encontré a Christian Cox quien tenía sus manos puestas en los bolsillos de su pantalón y me veía con vergüenza. Esa mirada la reconocía. La culpa lo estaba carcomiendo con sus palabras dichas hace unas horas. Y no lo culpaba esta vez. Todos somos unos libros, a veces juzgados por su portada pero en otros amados por sus historias. Y esta vez, Christian conocía un poco de mí y se habrá dado cuenta que no soy como él pensaba.

—Me debo de ir. Faltan dos horas para que amanezca y no quiero que se preocupen por mí al no verme. —Asintió con cuidado.

—Quiero pedirle disculpas, por mi comportamiento, mis palabras y mis acciones. —Negué.

—Las cosas suceden por algo señor Cox. Pero jamás en su vida, se atreva a dañar sus hijos. Por el amor que le tiene su hija, sé que es un gran padre así como también observe como se preocupaba por su hijo. —Comenté.

—Veo porque su alteza la ha dejado como finalista—eso me sorprendió—. Se merece ese lugar señorita Leaky.

(...)

Antes de subir al taxi, me despedí de Christian Cox. Comenzaba a ver las primeras apariciones del amanecer y aunque no me quedará mucho tiempo para dormir, esperaba que esto quedará entre nosotros. No quería que nadie se enterará del drama que había sucedido en su casa y por supuesto, lo culparan a él por agredir a su hija y a una plebeya.

—Le agradezco por todo señorita Leaky. —Sonreí.

—No es nada, solo hice lo que debía hacer. —Me alzó su mano.

—Cuando necesite un favor, no dude en llamarme. Estoy en deuda con usted y no sé preocupe con lo que sucedió la noche pasada, no dejaré que nadie manché su comportamiento, porque veo que usted es distinta a lo que decía ser. —Eso me dejo sorprendida.

—Está bien. —Le tome la palabra.

Me subí al taxi y este al empezar a moverse, solo se fue alejando de aquella mansión en la cual había llegado a tener una loca noche de la cual me había dejado mucho que decir.

Unos minutos después, ya me encontraba en el hotel y cuando uno de los trabajadores me vio, solo me marché a mi habitación. Sabía que pronto, el rey Arturo y Xavier se enterarían de mi salida pero no me preocupaba mucho. Estaba orgullosa de lo que había hecho y no solo eso, estaba feliz porque había cambiado la opinión de otra persona que tenía sobre mí.

Entre a mi habitación para solo quitarme los zapatos y el suéter y meterme en mi cama. Mañana seria otro día largo y ya no sabía que esperarme. De todas maneras, quizás no sea tan malo como siempre he pensado. 

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Continuará...

Parte (1/2)   

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