Capítulo 13

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—Ya no llores, si sigues así, te vas a deshidratar. —Stephene intentaba consolarme.

—No puedo, es difícil pensar que yo maté a un hombre inocente—quite las demás lágrimas de mi rostro.

Si, lo sé. Es demasiado extraño pensar que en el mundo de las almas perdidas se puede llegar a llorar, yo pensaba que eso no se podía hacer pero cuando Stephene apareció en mi sueño y trató de ayudarme con ese dolor que no se marchaba de mi pecho, fue imposible seguir mordiéndome el labio inferior y seguir tragándome los sollozos en el momento en que mis lágrimas se fueron deslizando por varias parte de mi rostro; apenas Stephene me había podido calmar dándome palmaditas en la espalda y unos cuantos abrazos secos, varias veces me pidió disculpas por no ser tan cariñosa pero mencionó que al estar sola en ese mundo, no había conocido el afecto y el amor de las personas. No podía juzgarla porque vivir en un mundo en donde solo puedes ver lo que hacen los demás en la tierra y no poder hacer algo igual que todos ellos, me hace darme cuenta que es tan horrible sentirse solo.

— ¿Por qué crees que fue Lucas?—Me parecía extraño que a veces a Stephene se le prohibiera ver algunas cosas del mundo de la tierra.

—Me amenazó de nuevo y dijo que si me seguía metiendo en sus asuntos pagaría las consecuencias—le conté la breve historia de lo que Lucas me había dicho.

—Y ¿en qué asunto de él te metiste hoy?—preguntó.

—No sé... solo le ayudé al padre de Avery porque lo había dejado moribundo—es de lo único que me acuerdo.

—Es exagerado que solo por eso te haya querido hacer daño—suspiré.

—Es el único motivo que encuentro para que él haya querido dispararme. —Limpié mis lágrimas.

—Que idiota, a este pasó si él sigue provocándote miedo, no podremos continuar con la misión—dijo ella derrotada.

—Lo sé, me preocupa que él vuelva a atacar—la mire—no importaría si él me hace daño a mí, pero no quiero que toque a mi familia ni a Xavier—Stephene se sorprendió con lo que dije.

—No digas tonterías, Xavier y... yo te necesitamos. Debemos impedir que Lucas siga haciéndote daño y que a la vez, dejé de lastimar a otras personas. —Mencionó Stephene.

—Pero, ¿cómo haré eso?—Stephene suspiró.

—Veré que puedo hacer, por ahora, no tengo mucho por lo cual proponerte. —Asentí a sus palabras. —Ahora despierta o pensarán que has tomado pastillas para no despertar. —Reí.

—Nos vemos, Stephene.

~~~

Sentí como mis ojos ardían y a la vez pesaban por haber llorado mucho en la noche, me di cuenta que después de todo, a pesar de haber huido temprano del lado Oeste y llegar rápido al Sur; hacía que me sintiera insatisfecha por no haberme quedado en el funeral del soldado y yo encontrarme ahora muy cómoda en un hotel.

Aún llevaba el vestido puesto y me imaginaba que mi maquillaje aún estaba corrido por haber derramado tantas lágrimas, me acaricié el cabello y luego raspé mis ojos con el dorso de mi mano para levantarme y darme una ducha.

Entre al cuarto de baño para desvestirme y luego entrar a la ducha, apenas el agua empezó a caer por mi cuerpo cuando vi como las gotas de sangre que habían quedado pegadas en mis piernas y en mis manos, pronto desaparecían y ya no se dejaban ver.

Un nuevo sollozo apareció en mí y no pude dejar de pensar en que ese soldado había salvado mi vida pero yo no pude salvar la suya, lo había visto sangrar, agonizar y morir que no hice nada para detener el sangrado de la bala en su pecho. El doctor había dicho que las oportunidades de vida eran pocas pero yo siempre creía en las esperanzas y en los milagros y estaba claro que si yo hubiera hecho algo por él, quizás ahora solo estuviera debatiéndose por seguir viviendo.

Le di un golpe a la pared y mis lágrimas se desvanecían junto con las gotas del agua de la ducha, me sentía mal que no podía calmar ese dolor fuerte de mi pecho. Quería olvidar todo pero se me complicaba no pensar en el pasado; de cómo sus ojos sacaban lágrimas, de cómo su respiración se volvía agitada y de cómo susurraba unas pequeñas palabras diciendo que le dijera a su esposa lo mucho que la amaba.

Tenía mucho miedo y estaba aterrada en tomar decisiones precipitadas sin antes pensarlas detenidamente. Había sido tonta en muchas cosas pero ahora yo no sabía si lo que hacía estaba bien o mal. Nada más quería huir y no volver a revivir ese momento, pero de todas formas, creo que eso no ayudaría en nada.

(...)

—Debes de comer, Kiara. —Neil seguía insistiéndome que probará aunque sea un bocado de comida.

—No tengo hambre, Neil. —Seguía con la cabeza baja y con los ojos cerrados.

—Kiara, tú no tienes la culpa de nada... todo fue un accidente—de nuevo me dijo Neil.

—Que yo provoque—susurré.

—No, tú no lo provocaste. Solo ha sido un mal entendido—me tomó del rostro e hizo que lo mirara—. Tú no hiciste nada, ¿sí?—no conteste.

Antes de que él dijera otra palabra, escuché como alguien tocaba la puerta de mi habitación; Neil se separó de mí y fue hasta la puerta en donde no se tardó en abrirla y dejar pasar a la persona. Solo escuché un par de murmullos cuando levanté el rostro y en frente de mí, se encontraba Xavier.

—Déjamelo a mí—escuché que le dijo Xavier a Neil.

—Llámame por cualquier cosa ¿sí?—Xavier asintió.

Neil se marchó para dejarnos solos a mí y a Xavier, pero como no estaba de humor para hablar y seguir comentando lo del día pasado; solo me di la vuelta para darle la espalda y empezar a tragar el nudo de emociones que se encontraba en mi garganta.

Sus pasos empezaron a acercarse a mí cada vez más, hasta que sentí como la cama se hundía más y pronto sus ojos empezaban a evaluar mi estado de ánimo.

—Kiara... no te hagas más daño—empezó a decir.

—Déjame sola, Xavier. No necesito tu compasión—le dije molesta.

—Cariño... yo...—me di la vuelta y lo miré.

—No quiero consuelo, quiero estar sola, quiero enfrentar esto sin ayuda de nadie, porque es tan difícil que acepten lo que yo quiero—me levanté y camine hasta la puerta—vete por favor—le abrí la puerta.

—Kiara, escúchame por favor—negué y me tragué las lágrimas que estaban a punto se brotar de mis ojos.

—Xavier, no. No es el momento—le dije esquivando su mirada.

—Lo es, cariño. No quiero dejarte sola y no en este momento—cerró la puerta de un tiro y me abrazó.

No tardé mucho tiempo en abrazarlo y llorar en su pecho. Sin zapatos de tacón me sentía más pequeña a su lado, él es tan alto que aún tenía que pararme de puntillas para poder besarlo, pero por ahora solo quiero adaptarme en ese pequeño espacio que siento que siempre me ha pertenecido y no solo eso, necesito sentirme protegida después de lo sucedido.

—Tengo miedo...—dije sollozando.

—Y ¿tú crees que yo no? Cuando vi que el disparó iba hacía a ti; creí morir—se separó para verme—creí que te iba a perder, creí que ya no sobrevivirías, creí que todo esto había acabado... pero le estaré agradecido a Hal por lo que hizo por ti—limpiaba con sus pulgares mis lágrimas.

—Yo no... Él no debía morir—cerré los ojos.

—Lo sé pero no podemos hacer nada con eso pequeña, todo sucedió rápido que no hubo tiempo en hacer rápido las cosas, solo debes de saber que Hal hizo lo que pudo y no sabes lo feliz que me siento por su trabajo—abrí de nuevo los ojos.

—Xavier, ayúdame con esto—le pedí de favor.

—Claro que sí, cariño.

Sus labios pronto chocaron con los míos, acarició mi rostro y pude sentir como transmitía ese pequeño calor a mi cuerpo para sentirme mejor de lo que antes no estaba. Él es el único que puede hacer que mi mundo de nuevo se construya y no solo eso, él hacía que las cosas se vieran mejor de lo que no estaban.

—Te llevaré a conocer el museo del lado Sur, quizás te animes a descubrir la sorpresa que te tengo ¿sí?—Me dio un beso a la punta de mi nariz.

—Está bien. —Musite.

—Te espero afuera, cuando estés lista, solo dime y nos vamos. —Le di una sonrisa corta.

—Gracias.

(...)

Observó cómo Xavier y yo atravesamos varias calles para llegar hasta el museo de historia social que me ha mencionado, no es como el museo que observe en fotos de la clase alta pero desde afuera se puede ver los detalles delicados que tiene en las pinturas como en los modelos de arcilla que se encuentran afuera.

Toma mi mano y veo como nos adentramos en teatro, la puerta parece estar abierta y mientras caminamos encima de la alfombra azul, me doy cuenta que las paredes tienen diversos dibujos significativos desde el nacimiento de un bebé hasta el renacimiento de un alma; cada color y estructura de la pintura llamaba tanto mi atención que varias veces hice que Xavier se detuviera para que yo llegará a observar con más detenimiento cada figura.

Xavier me lleva a varios salones que están divididos por épocas, entre ellos vemos varias piezas de huesos de diferentes animales, unos fósiles, algunas ropas que fueron usadas al principio de la conquista del país, unas cuantas fotografías que habían sido recuperadas, unos diarios de historias magníficas escritas por adolescentes u adultos con diversos problemas... Las salas están llenas de tantas cosas que me quedo tan admirada de poder ver toda aquella historia a través de mis ojos, aquel mundo tan grande me hace sentir tan pequeña que es como si no fuera suficiente poder ver todo aquello en un solo día.

Mientras me quedó viendo varias piedras preciosas, me doy cuenta como Xavier entra a la sala con una llave, antes de poder ponerle atención, termino por leer el pequeño rotulo que describe la piedra Turquesa, el color de aquel pequeño trozo de piedra es hermoso que sus colores azules resaltan con los negros haciendo que tenga ganas de poder tocar su contorno como el de algunas gemas.

— ¿Alguna vez han hecho coronas con este tipo de piedras?—Le pregunté a Xavier.

Miro todas las piedras preciosas mientras que con su dedo iba señalando las que han sido ocupadas en las coronas de varios reyes y reinas del pasado.

—Mayormente usamos gemas y joyas actualmente; las piedras preciosas se ocupan más como un instrumento de historia antigua, por eso es que se conservan ya que ahora son difíciles de conseguir y más si no son falsas. —Explicó.

Tomo mi mano y ambos empezamos a alejarnos de la zona de las piedras preciosas para entrar a un pasillo largo que sentía como si nunca llegáramos al destino correcto, pero antes de poder desviarnos a otro pasillo, pude ver como él sacaba la llave del bolsillo de su pantalón para después ponerla en la cerradura y darle una vuelta hasta escuchar el clic de que la puerta se abría.

Ambos entramos en la enorme sala, no había nada además de instrumentos, pinturas y varias figuras angelicales en las esquinas del salón, se podía observar como las ventanas podían reflejar un amanecer y de cómo el salón se encontraba pintado de un tono dorado haciendo que se viera como un salón hecho de oro, en el centro había un enorme candelabro de cristales.

Camine despacio llegando a obtener y a apreciar cada detalle del salón, me encantaba poder observar cada cosa que había en el salón; pasé cerca de los instrumentos de cuerda y fui tocando cada una de las cuerdas de los violines, violonchelo, guitarras, entre otros. Me encantó escuchar cada una de las sinfonías que lanzaba cada sonido de las cuerdas, pero hubo un momento en que dejé de escuchar cada tono cuando el sonido del piano hizo que levantará el rostro y viera como Xavier, pasaba sus largos dedos por cada nota del piano mientras miraba la partitura que se encontraba encima del piano.

— ¿Puedes tocar alguna melodía?—Le pregunte.

—Sí, ¿alguna en particular señorita Leaky?—Sonrió mientras se acomodaba en el piano.

—Sorpréndeme. —Me acerqué al piano.

—Comenzaré con una de Beethoven, llamada "Claro de Luna"; después partiré con una de Utada Hikaru, con el nombre "First Love" y terminaré con una clásica de Richard Clayderman, con el nombre de "Ballada pour Adelline". —Le escuché decir.

— ¿Qué tipo de melodía son?—Le pregunté.

—Romántica y melancólica. —Empezó a reír. —Solo escucha, te gustarán.

Me guiño su ojo en el momento que sus dedos empezaron a tocar las teclas del piano, parecía no tener la necesidad de poder tener al frente un libreto de partituras, ya que al parecer se podía de memoria cada melodía que las teclas sonaban al ser tocadas con delicadeza.

La primera canción se basaba en una melodía dulce y lenta, estaba compuesta con notas altas y bajas donde al comienzo comenzó a ser bajo mientras que a su medida se fue escuchando como la melodía de la canción iba subiendo de nota; mayormente no había necesidad de que las teclas variaran al ser tocadas, a pesar que estuvieran tocadas casi al mismo ritmo en conjunto de una hacía la otra, la melodía se volvía cálida y compleja haciendo que cerrará los ojos y me imaginara tantas cosas en la cabeza, al escuchar los tonos que coloreaban el sonido de la canción al ser tocada por un buen pianista.

Abrí los ojos no de una manera inmediata cuando se escuchó el cambio de melodía de la canción, al comienzo se escuchó una pequeña vibración simpática de una tecla menor haciendo que sintiera como si fuera juguetona; parecía que la melodía estuviera conjugada y compartida por un cantante en espera de cantar, pero aunque ese momento no llegará, mi cabeza parecía formar unos pequeños versos de palabras que estuvieran acoplados con el tono de la melodía. Estaba segura que esa se estaba volviendo mi favorita y más porque su composición se volvía cada vez más serena y llena de indescriptibles sentimientos que hacían que me sintiera cómoda.

Antes de poder adaptarme más a la canción apareció otro sonido mucho más diferentes que los otros dos, esta vez, Xavier tocaba un poco más rápido el piano haciendo que las teclas se fueran mezclando una contra las otras mientras que la composición se convertía en una balada romántica, llena de una historia de amor que estaba siendo creada por mi propia mente. A veces Xavier tocaba otras piezas más agudas haciendo que parecieran un tintineo de alguna pequeña campana, eso hacía que sacará varias sonrisas al imaginarme a una pequeña hada.

— ¿Qué te pareció?—Le di una mirada tierna a Xavier.

—Empiezo a creer que eres la reencarnación de algún pianista muy importante. —Mire su rostro presumido.

—Quizás. O puede que haya sido algún pariente de Bartolomeo Cristofori. —Puse los ojos en blanco mientras reía.

— ¿El creador del piano?—Dije dudosa.

—Sí. —Dijo aun sonriendo.

—Presumido. —Solté.

Observé como él se levantó del banquillo para después tomarme de la mano y llevarme hasta el centro de la sala, le dio una mirada a todo el lugar para luego mencionar unas palabras.

— ¿Quiere bailar conmigo señorita Leaky?—Xavier me hizo una reverencia antes de alzarme su mano.

— ¿Sin música?—Dije extraña.

—Tengamos un poco de imaginación ¿qué le parece?—Sonreí de una manera juguetona.

—Pero ¿cómo?—Le dije.

— ¿Has escuchado la canción principal de la Bella y la Bestia?—Tome aire y sentí como mi corazón empezaba a latir cada segundo más rápido.

Esa canción además de ser un clásico, es una hermosa canción que lleva un bonito significado de un cuento de hadas contado por un hombre convertido en bestia y una chica que es totalmente bella que a pesar que ambos son diferentes, terminan por encajar a la perfección.

—Sí. —Casi terminó por tartamudear.

—Bien. —Me alzó su mano y yo se la di.

Me agarró la mano y me atrajo hacia su cuerpo haciendo que ambos quedáramos cerca, puse una de mis manos en su hombre mientras que la otra se mantenía de una manera delicada sosteniendo su mano, su otra mano libre, paso hasta mi cintura y aunque a veces sabía que él pensaba en sus acciones antes de hacerlas, dudo si poner la mano en mi espalda baja o dejarla en mi cintura. Pero al ver que no me quejaba, la puso en su sitio adecuado.

—Se verá muy cursi pero ya sabes que por ti, haría cualquier locura ¿no?—Asentí, evitando reír. —Un cuento tan antiguo como el tiempo...—Empezó a cantar.

— ¿Quieres que canté?—Le dije asustada. —Pero no tengo bonita voz.

—Oh vamos, ¿tú crees que yo nací para cantar?—Relamí mis labios mientras apoyaba mi cabeza en su pecho.

—No te esperes un buen sonido de mi voz. —Le dije simpatizando el ambiente.

—Si he podido con Antonella Fouquet, también podré contigo. —Abrí mi boca sorprendida.

—Eso me ofendió. —Recordé a la vieja cantante de ópera que siempre me hacía dormir.

—Vamos, te toca. —Volvimos a posicionarnos de manera en que podíamos bailar.

—Vuelve a comenzar. —Le pedí.

—Un cuento tan antiguo como el tiempo...—Empezó de nuevo.

—Que puede ser real...—Continué.

—Apenas aún amigos, luego alguien se encariña inexplicablemente...—Sonreí ante esa típica frase como si no fuera una coincidencia con lo que nos ha sucedido.

—Sólo un pequeño cambio, pequeño, por decir algo...—Seguí. —Ambos un poco asustados, ninguno de ellos preparado. Bella y la bestia.

Lo siguiente de la canción lo cantamos juntos y mientras bailábamos al compás de nuestras propias voces que formaban esa inesperada y perfecta melodía, podía ver como ambos no dejábamos de hacer ni una ni la otra cosa, con paso lentos y luego un poco movidos, hicieron que nuestra canción se fuera profundizando en su momento que sin que me diera cuenta, había empezado a dar giros interminables que en ningún momento dejaron de que me diera un mareo.

Mantenía mi mirada en los ojos de Xavier así como él los tenía en los míos y aunque la canción hubiera termino, eso no fue motivo para dejar de bailar; en vez de eso, nos concentramos en permanecer juntos, al fin y al cabo, me acerqué más a él hasta ya no haber ni un espacio en que nos separará, su perfume me embriagaba con su deliciosa esencia, me encantaba ese olor a pino fresco; me perturbaba la idea de separarme y hacer que todo esto se destruyera.

Había comenzado a pensar con mucho más cuidado la idea de aceptar la realidad en que vivía él y su padre, las palabras de su madre volvieron a mi mente diciéndome que no todo eso siempre llegaba a ser malo, que siempre uno se llevaba una hermosa parte. Además ¿qué sería de mí sí me separó de Xavier? Antes la idea era fácil de asimilar por el hecho de que tenía muchos motivos para rechazarlo y evitar enamorarme de él, pero Xavier ha hecho de las suyas y ahora me tiene donde él quiere y es imposible pensar en un futuro que no sea con él.

Él me hacía sentir segura, protegida y amada; con Avery no tenía que pelear porque ella está enamorada de su primo. Aún tengo el camino libre para poder dar una respuesta pero creo que debo de esperar un tiempo en que yo crea más en mí y en que sé que podré responder de una buena manera el papel de ser princesa.

— ¿Quieres ir a cenar?—Asentí.

—Pero no me lleves a uno de esos restaurantes de prestigio, no quiero que otros arruinen este día. —Él sonrió dispuesto a cumplir mi capricho.

—Como desee, señorita Leaky.

Nos separamos, para luego caminar juntos por el resto de los pasillos que llevaban hasta la salida del museo. Antes de salir, Xavier le entregó unas llaves al vigilante del lugar, al parecer habíamos estado en el museo de manera exclusiva; algo que no me lo había inesperado hasta que observe un letrero mencionando la hora en que el museo se abría hasta que cerraba.

No sabía cuánto tiempo nos habíamos quedado en el museo pero cuando salimos, ya toda la ciudad se encontraba en oscuras haciendo que los faroles de afuera, fueran los únicos en iluminar las calles. Pasamos por varias avenidas en donde encontramos distintos puestos de venta de flores, ropa, comida y artículos de belleza.

— ¿Qué te parece comer en aquel lugar?—Xavier me señaló un pequeño restaurante.

—Buena idea.

Nos dirigimos hasta un pequeño restaurante donde debíamos de cruzar la calle, nos quedamos en unas mesas de afuera y antes de que yo llegase a sentarme, Xavier empujó la silla hacía atrás para que yo llegará a sentarme, cuando lo hice, él la empujó hasta delante hasta él rodear la mesa y sentarse.

—Buenas noches...—El mesero dejo de hablar con cortesía cuando se dio cuenta de quien estaba al frente.

—No, no te molestes en hacer reverencia y eso... trátanos como unas personas normales... olvídate de que soy el príncipe por ahora. —Reí al ver la tensión que tenía Xavier.

Observé como el mesero, solo asintió y nos pasó la carta del menú. Observaba que todo estaba dividido en entradas, sopas, ensaladas, platos fuertes, pastas, comida de mar y tierra (mariscos con un conjunto de pollo o carne), las bebidas y los postres.

— ¿Qué ordenaras?—Escuché que Xavier me hablaba.

—Quiero probar la paella y ¿tú?—Le pregunté.

—No sé, ¿cuál es el plato del día?—Xavier miro al joven mesero.

—Eh... Le puedo recomendar un plato dúo su alteza. Ya que la señorita ha pedido paella, le recomiendo este plato—Xavier suspiró al ver que no se iba a librar de sus nombres de alto rango. —Consiste en una entrada de ensalada mixta, con dos platos de paella valenciana, de bebida un vino a su elección y de postre le puedo ofrecer unos bombones de chocolate, nutella y oreo o un pastel de fresas con crema. —Señaló el joven mesero el plato dúo el cual se refería en la carta del menú.

Xavier me dio una mirada cómplice, como si esperará que yo respondiera si quería comer eso. En mi vida, siempre he querido probar diferentes comidas de diferentes países, esta vez, quiero degustarme con la paella, de todas formas, Xavier me está dando la oportunidad de elegir la cena de ambos.

—Me parece. —Sonreí.

—Entonces eso. —Xavier le dijo al mesero.

El joven anotó el plato y se marchó a entregar el pedido al cocinero. Dejé de verlo cuando lo perdí de vista entre medio de unas puertas que quizás lo llevaban a la cocina, así que mis ojos se posaron en Xavier quien no dejaba de verme y sonreírme.

Me puse un mechón de cabello detrás de la oreja y bajé la mirada al sentir como mis mejillas comenzaban a arder, lo cual significaba que empezaba a sonrojarme. Xavier no dejaría de tener esa mirada en mí y yo, como siempre, caería en su trampa.

El mesero pronto llegó con la ensalada mixta, la dejó en el centro de la mesa y antes de irse nos dijo unas palabras que hicieron que nos apeteciera tocar la colorada comida. Xavier tomo uno de los tenedores y empezó a pellizcar unos trozos de tomate, pepino y lechuga, mientras que yo tomaba unas aceitunas y las pasaba en el aderezo de la ensalada.

—Esta deliciosa. —Mencionó cubriéndose ña boca al tenerla llena de comida.

—Lo sé. —Relamí mis labios al tenerlos llenos de aderezo.

—No hagas eso. —Pronunció Xavier.

— ¿Por qué?—Me limpié la boca con la servilleta.

—Me tientas a besarte y es peligroso ahora que estamos en medio de muchas personas. —Reí.

—Dímelo a mí, yo también deseo eso. —Dije tímida.

—Veremos qué podemos hacer con eso—abrí los ojos al escucharlo—, pero después. Cuando estemos solos. —Dejé ir el aire que empezaba a retener mis pulmones.

Seguimos comiendo la ensalada hasta que el joven mesero llegó con dos platos llenos de paella, los puso en su lugar encima de otro plato para después poner su espalda recta y mirar a Xavier.

— ¿Qué vino desea degustar, su alteza?—Preguntó el joven.

—Que sea a su elección. —Gracias a Dios no me preguntó por qué de vinos estaba muy mal.

El joven se marchó y antes de que llegará a probar la paella, escuché como Xavier dejaba ir un suspiro y su rostro me demostraba que estaba disfrutando de la comida, así que no dejé pasar más los minutos cuando tome el tenedor y puse un poco de paella encima para después entrarla en mi boca. Fue indescriptible la sensación que aquella comida empezaba a embriagar mi sentido del gusto, estaba tan perdida en todos los deliciosos sabores que no vi el momento en que el joven mesero había llegado y empezó a llenar unas copas con un vino rojo.

No le presté mucha atención a los siguientes minutos por el simple hecho que disfrutaba de la cena, Xavier y yo estábamos más que complacidos con la paella que hubo un momento en que él mencionó que se quería llevar un plato, haciendo que me riera y me sintiera de nuevo diferente al no presenciar que todo esto fuera elaborado como un momento planificado, sino que todo, estaba surgiendo de una manera tan increíble que parecíamos unas personas normales.

—Estaba deliciosa la paella. —Bufó Xavier.

—Y tú que querías ir a un restaurante—le dije en tono de burla.

—Bien, esta vez tienes razón—sonreí victoriosa.

—Siempre tengo la razón—enarcó su ceja.

— ¿En serio? No me hagas reír—se burló de mí.

—Lamento decírtelo pero es verdad.

Ambos dejamos ir un par de risas hasta que el mesero llegó de nuevo a mencionarnos sobre los postres; ambos pedimos un postre diferente yo pedí los bombones de chocolate, nutella y oreo y él, el pastel de fresas con crema.

Ambos postres se veían deliciosos que cuando yo tome un pedazo del mío y lo adentre a mi boca, está se hizo agua al tener ese sabor dulzón y suave que tanto me encantaba de los postres y más si se trataba de chocolate.

— ¡Oh mi Dios! Esto está más que delicioso...—Empezó a describir Xavier.

—Prueba el mío. —Le pasé la cuchara con un trozo de bombón.

— ¡Dios! Prueba este. —Me dio un pedazo de pastel de fresas con crema.

Las fresas están tan dulces que le daban un buen sabor a la crema y a la suavidad del pastel. Ambos postres estaban deliciosos que no sabía explicar que cual de los dos me habían gustado más.

(...)

Después de haber tenido una estupenda cena, caminamos un poco más dentro de un jardín chino, donde todas las flores expandían su olor mientras que los grillos cantaban una dulce melodía.

Dentro de la noche, resplandecen varias estrellas que están alrededor de la luna; puedo ver como esta brilla de una manera tan natural y hermosa, que me quedé viendo durante un largo tiempo la luna haciendo que sintiera una extraña calidez al ver que la noche parecía ser infinita.

Mientras pasábamos por un pequeño estanque, que daba hasta una fuente, pase saltando sobre unas piedras que daban a otro camino y así llegar al otro lado, Xavier decidió tomar el camino del puente y escuché como varias veces se reía al ver como saltaba con un pie como si fuera una niña pequeña.

Cuando ambos llegamos a la fuente, nos dimos cuenta que se trataba de una fuente de los deseos, antes de poder ver la profundidad de la fuente, veo como varias monedas no solo de oro sino que de plata y bronce, brillan bajo el agua. Suponía que para que nadie llegará a tocar o robarse esas monedas, habían hecho de varios metros el bajo tierra la fuente, el agua seguía siendo tan clara que el reflejo de la luna caía sobre el agua, haciendo que el viento varias veces borrará esa imagen bien diseñada y formada para transformarse en ondas.

—Pide un deseo. —Xavier me dio una moneda de oro.

Tomé la moneda de oro y antes de tirarla, cerré mis ojos y susurrando a través de mi mente, pedí un pequeño deseo desde el fondo de mi corazón haciendo que deseará que se cumpliera.

«Deseo poder tomar la decisión correcta antes de que termine la competencia»

Abrí mis ojos y tire la moneda al agua, observé como el objeto se fue moviendo de un lado hacía el otro mientras se alejaba y se hundía cada vez más en la profundidad del agua de la fuente.

Mire a Xavier y noté como él también tenía los ojos cerrados, donde al pedir su deseo, los abrió de una manera lenta hasta que tiró la moneda y esta fue la siguiente en hundirse hasta ser parte de las demás monedas de diferentes colores.

—Xav...—Le llamé.

—Dime cariño. —Se acercó a mí.

—Te quiero. —Sonrió.

—Yo más, mi preciosa flor de loto.

Xavier acarició mi mejilla y juntó nuestras frentes en el momento en que yo acariciaba su rostro; pero antes de besarnos, yo dejé ir un grito pequeño al sentir como empezaba a mojarme y fue entonces que Xavier y yo reímos al ver que el jardín comenzaba a ser mojado por unas máquinas de agua automáticas.

Chillé un par de veces al ver como el agua me caía en el rostro mientras Xavier intentaba alejarse de los lugares de donde caía agua, me parecía tan divertido el momento que ya no me importó seguirme mojando, di un par de vueltas cuando Xavier me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo haciendo que ambos chocáramos y nuestras ropas empezaran a empaparse cada vez más rápido.

— ¿Te acuerdas de nuestro primer beso?—Me sonroje.

—Cómo olvidarlo. —Susurré.

— ¿Quieres revivirlo?—Mi corazón empezó a latir rápido.

—No quiero revivirlo—empecé a decir—, quiero que todo lo que hagamos sea diferente, que sea especial y que no olvidemos ni un detalle. —Sus ojos mostraron admiración a mis palabras. —No quiero reemplazar ni un momento por otro, solo quiero que guardemos estos pequeños momentos. Por qué contigo Xavier, estoy dispuesta a dejar todo, solo para estar contigo. —Suspiró.

— ¿Qué he hecho para merecerte?—Sonreí.

—No sé, pero me siento agradecida por haberme escogido para la competencia—ahora él sonrió.

—Te quiero Kiara, te quiero tanto como nunca pensé querer a alguien—susurró cerca de mis labios.

—Yo también te quiero Xavier, eso no lo dudes, solo te quiero a ti y nadie más—él asintió.

—Que voy a hacer sin ti.

Fue lo último que dijo hasta unir sus labios contra los míos, me sentía llena con esos pequeños afectos que nos dábamos el uno contra el otro; Xavier es todo para mí y creo que él se merece vivir en paz, por eso, no me rendiré hasta desatar la verdad que oculta Lucas, si tengo que arriesgar mi vida por Xavier, pues lo haré. No importa las amenazas de Lucas, lo único que importa ahora, es hacer que él encuentre esa felicidad y paz que tiene que tener para su futuro, porque se lo merece y nadie le tiene que quitar su derecho a ser el futuro rey.

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Continuará...

Maratón 3/3

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