Capítulo 1

—Y con delicadeza abren el abanico, así.

La señorita Thornicke hizo una muestra de cómo deberíamos agarrar el abanico y abrirlo con una paciencia de la cual no tengo.

Para empezar, últimamente me he comprometido a ser una buena alumna en los protocolos que ahora mayormente tenemos seguido ya que la materia de etiqueta ya está más que pasada para mí, pero a veces la señorita Thornicke se vuelve tan aburrida que por más que intente prestarle atención al final me concentro en otras cosas; ahora ella mantiene una asistente a su lado, una chica quizás de unos veinte tantos años que cada vez que me mira y se da cuenta que hago gestos o hablo en voz baja repitiendo las palabras de la señorita Thornicke se pone a reír o se cubre la boca para que su propia jefa no se dé cuenta de lo que hace.

Yo no tengo necesidad de que me vea y al final me regañe, de todas formas desde que ambas nos conocemos no nos caemos bien, ya que ella llamándome con un apodo de niña revoltosa, maleducada y rebelde y yo como una señora vieja, aburrida y antipática hace que mejor nos reservemos las miradas y nuestras propias maldiciones de una hacía la otra para no contraer un posible enfrentamiento entre alumna y profesora. De vez en cuando es cuando ella está de buen humor y es amable conmigo pero por lo general se comporta como una bruja haciendo que prefiera llevarle la contraria y a su vez provocándole más enojos y alteraciones que tiene en su día al recordarme.

Desde que casi muero envenenada no he llegado a saber mucho de Holliday, he intentado contactarla pero se me hace difícil ahora ser una de las finalistas; apenas puedo respirar cuando sé que tengo varios fotógrafos en la mira, unos cuantos periodistas contando mis pasos y por supuesto un millar de personas catalogándome como una de las personas más importantes del momento. Ni que se hiciera tendencia mi propia imagen pero en realidad ni sé decir si lo estaba o no; aunque es de poca importancia para mí. Seguramente esto es más ocasionado por la iniciativa que las tres clases han comenzado a tener al saber los resultados y por lo que he escuchado la clase alta se ha dividido por un lado en el apoyo que le dan a Avery y otro lado el apoyo que me están dando a mí. Resulta que dar entrevistas y tener que planear argumentos para la participación de alguna campaña aún no se me da bien y aunque anteriormente creía que tenía carisma ante el público, como también, entablar una conversación con varias personas con facilidad, pues retiro lo dicho después de creer que todo podía resultar fácil.

Lo complicado de ser finalistas es que ahora tus responsabilidades se elevan y por supuesto debes de estar pendiente de lo que la familia real hace y autoriza. Y lo digo porque después de estar tres días en reposo oprimido por mi tutor y otras personas en particular, hicieron que eso solo mantuviera las ganas de salir de mi habitación y hacer algo y pues... Al cuarto día, me reintegre con mis clases hasta darme cuenta que prefería mantenerme en mi cama con las sábanas puestas hasta mi cabeza. Si antes solo me dejaban aprenderme en menos de dos días unas cincuenta leyes no sé diga hoy que tengo que aprender unas doscientas en menos de 48 horas lo cual hace de que me sienta presionada y ahora comprenda cada vez más a Xavier.

Y hablando del rey de Roma que aunque se diga lo contrario porque es príncipe de Nueva Erlanwood; en total, no lo he visto mucho en el resto de los días pasados, casi hoy se ha puesto a trabajar más con su padre y apenas se mantiene al tanto de la competencia. En los tres tiempos de comida siempre lo veo y aunque a veces tengo ganas de encontrármelo en los pasillos del castillo, tengo la mala suerte que hasta ahora no ha sucedido lo que yo quiero, por lo poco que sé es que para su cumpleaños, o sea hoy, llegaran varios invitados al castillo entre ellos, reyes, reinas, príncipes y princesas como también personas importantes del mundo, aunque sé que esto ha sido plan del rey Arturo y no de Xavier, al parecer su hijo tendrá que complacer a su padre para lograr la bonita fiesta que le tienen y aunque hace más de cinco días me dieron el anunció que Avery y yo seremos las invitadas principales no he llegado a saber que regalarle a Xavier, porque para empezar hoy le darán de todo tipo de regalo y no solo eso, capaz que si le doy un regalo sencillo quizás no sea de su gusto al verlo.

No es que no llegue a saber que regalarle, el problema concluye que él siempre ha llegado a tener todo en sus manos que las posibilidades de regalarle cosas caras y muy apreciadas ya se las hayan regalado o se las vayan a dar en la fiesta.

—Kiara, debes de hacer un sutil giro con la muñeca para que el movimiento del abanico se convierta atractivo y todas las miradas sean puestas en ti—dijo la señorita Thornicke con una sonrisa que se le quedaba corta.

Termine de suspirar y hacer el movimiento sutil que ella quería pero para molestarla ante la situación en que me está dando lugar, lo que hice fue volver a repetir el giro pero esta vez que se convirtiera en agresivo hasta soltarlo y hacer que le cayera a Avery en el estómago donde ella gruñó enfadada y luego murmuró palabras como si le doliera el golpe del abanico.

— ¡Que torpe eres, Kiara!—Encogí los hombros.

La señorita Thornicke echó llamas por los ojos y escupió un par de serpientes y sapos cuando miro que no me importaba hasta donde había caído el abanico color verde y amarillo, realmente lo había hecho con intensión de molestar a mi profesora de protocolo y etiqueta pero al final mi mano se pasó de la cuenta al habérselo tirado a Avery y aunque no le pediré disculpas con cordialidad sino como ella lo hace a veces conmigo, es decir, con hipocresía; de todas formas solo disfrutaría estos momentos de risa en los cuales les convierto a ambas mujeres un infierno en esta clase.

Moniqué de nuevo se cubrió la boca con la mano mientras evitaba reír, ella y yo si nos llevábamos bien porque también sé que tener a la señorita Thornicke como jefa es para que mejor uno se busque otro empleo; mi profesora al ver que escuchaba unas risitas se dio la vuelta y miro repulsivamente a su asistente mientras ella volvía a su postura y tosía un poco como si eso calmara su risa o por lo menos disimulara que no se estaba riendo de lo que había pasado. Al escuchar el sonido del reloj marcando las cuatro de la tarde al fin me levanté con ánimos de irme a mi habitación y dejar a un lado las clases para descansar.

Mire de nuevo a Moniqué y observe como ella bajaba su cabeza ante el regaño de la señorita Thornicke antes que ella se moviera y me diera por la cara lo que acababa de hacer hice el lenguaje comunicativo con el abanico a Moniqué.

— «Cuidado que nos observan»—Me cubrí los ojos con el abanico abierto.

— «Sí»—Apoyo el abanico sobre su mejilla derecha

En el momento que la señorita Thornicke se levantó, me fulmino también con la mirada pero antes de poder decirme algo, me levanté, me despedí y salí corriendo del salón mientras reía descontrolada, antes de dejar de ver hacía atrás sentí como choque con alguien y antes de poder abrir los ojos, me tomaron de la mano y de nuevo me quede de pie mientras me tocaba la cabeza para aliviar el dolor.

—No me debo de sorprender que corras de la señorita Thornicke—hice una mueca.

—Sus clases las vuelve aburridas, ya quería irme—le aseguré a Neil.

—Iba a pasar a buscarte pero tú llegaste hacía mí, así que vamos—me tendió su brazo.

— ¿A dónde?—le pregunte.

—Debes de arreglarte para la fiesta—rodé los ojos.

Hice un movimiento con el abanico semicerrado en la derecha y sobre la izquierda diciéndole un no puedo.

— ¿Por qué no puedes?—Neil sabía el lenguaje del abanico.

—Estoy cansada, quiero dormir y por si fuera poco tengo hambre—refunfuñe molesta.

—Lamento decirte que tienes una fiesta a la cual ir y no debes de faltar—puse los ojos en blanco.

De nuevo repetí otro movimiento con él a abanico solo que esta vez solo lo abría y lo cerraba diciéndole a él que es muy cruel conmigo pero solo note que sus comisuras de sus labios se curvaron para no reír de los gestos que le hacía así que antes de llegar a mi habitación y dejarme con mi personal, le di una última palabra con el abanico el cual arroje el abanico en mi mano diciéndole un te odio; el cual solo él y yo entendimos.

—Me lo agradecerás después—me guiñó el ojo.

Suspire de mala gana hasta ver a mi personal quienes sonreían y esperaban a que me dejara manipular como una muñequita mientras ellos me arreglaban para la cena de la noche.

Esta vez usaría un vestido color violeta, así que Calvin y Marco tuvieron que usar colores ni tan claros ni tan oscuros para arruinar mi rostro natural, el cabello en vez de ponérmelo rizado me lo dejaron liso y a la vez unos pequeños flequillos quedaron al lado de mis mejillas dándole un toque un poco más juvenil, los zapatos unos color plata no tan altos para que los pies no se me cansaran y por supuesto un collar de plata colgaba de mi cuello. Aunque no estoy segura que si lo debía de hacer, me acerque al ropero y abrí las puertas para ver hacia arriba donde me encontré con la tiara de oro con varias esmeraldas y diamantes, cuando la tome e intente ponérmela, rápido me detuve, negué con mi cabeza y la puse de nuevo en donde la había encontrado, aún no me siento confiada al usarla como también creo que no se me vería bien aún.

No es que no me sintiera preparada porque posiblemente podía llegar a ser la ganadora si me lo proponía pero imaginarme usando una tiara casi las veinticuatro horas del día, es algo que no me mentalizo aún, pensé que estaría lista para ponérmela pero sigo sin poder acoplarme a la realidad que me espera día a día.

Al abrir la puerta, Neil apareció en ella y me di cuenta como me sonreía y pronto me miraba de arriba hacia abajo hasta asentir y agradecerles a mi personal. Tome su brazo y camine junto con él hasta el pasillo del primer piso, la música se mantenía suave y podía ver como muchas personas entraban y salían del salón mientras que otros comían, bailaban y bebían sin parar. La mayoría de personas se encontraban en menos de los treinta o cuarenta años, observe como la estancia está cubierta de adornos en colores serios y a su vez varoniles pero si yo hubiera sido la organizadora del evento le hubiera puesto más empeño, motivación y diversión a la fiesta. Pero si hablaba de Xavier posiblemente también sea porque este día para él no es de pura celebración.

Aunque no lo conozco más de un año sé que el recuerdo de Emily aun naufraga en él y exactamente por este día, no me imaginaba años atrás, esperando él que ella apareciera mientras su alegría se sincronizaba en solo verla a lo lejos sin necesidad de hablarle o tomarla de la mano. Y aunque las cosas no sucedieron como él quería, sé que este día no es de devoción para el príncipe y lo comprendo porque sé que a nadie le gustaría que a la persona que tanto amas, muriera exactamente en un día tan especial para uno.

Neil se mantuvo a mi lado todo el tiempo, no me dejo sola y se lo agradecí rotundamente porque ahora que no tengo a otra persona que no sea él y Xavier con los que pueda hablar al final me tengo que refugiar en ellos dos.

Cinco minutos antes de las ocho, apareció Xavier al lado de su padre. Esta vez se encuentra muy guapo o posiblemente mis ojos quizás sean los que hacen que lo vea siempre así. Llevaba un traje de etiqueta gris con una camisa azul clara por dentro mientras que su corbata se conformaba por un azul negro. Su cabello moreno lo lleva peinado hacía atrás y si no hubiera sido porque Neil me chasqueó sus dedos en frente de mi rostro, no hubiera dejado de babear por Xavier.

Como siempre compartió unas palabras de agradecimiento y luego dio por hecha la fiesta, su padre solo se mantuvo hablando con otros reyes mientras Xavier sacaba a bailar a varias princesas y por supuesto hijas de gobernantes, empresarios o famosos exitosos; en ellas también estuvo Avery y aunque no soy famosa, sé que siempre me tocaría esperar además no soy de las mujeres que están detrás de los hombres, yo prefería esperar que Xavier llegará hasta a mí para que me invitara a bailar antes que yo llegará y le interrumpiera una de esas conversaciones que mantiene con la mayoría de chicas del lugar.

Hubiera querido que Wayberly estuviera aquí pero por muchas razones sé que no iba a llegar, así que mientras esperaba sentada en la mesa mientras veía como una princesa le llevaba una copa de vino a Xavier, me di cuenta que alguien se sentó a mi lado y por supuesto no dude en girar mi rostro y darme cuenta que tengo a mi lado al príncipe de Portugal.

—Leandro Ferro—me alzo su mano.

—Kiara Leaky—le salude tomando su mano.

— ¿Finalista de la competencia?—Asentí—Muy hermosa para participar en una tontería como esta—ambos reímos.

—Creía que solo yo pensaba así—negó.

—Xavier y sus cosas, no lo comprenderé nunca—le sonreí.

Nos mantuvimos callados mientras fui la primera en observar las facciones del chico que tengo a mi lado. Sus ojos son azules, cabello rubio castaño y por supuesto labios delgados que combinan a su piel color oliva. Cuando él empezó a querer verme de nuevo, gire mi rostro para que no se diera cuenta que lo estaba evaluando, de todas formas, me sentía extraña al estar haciendo eso en vez de concentrarme en otra cosa.

—He visto que no has bailado ¿te gustaría bailar aunque sea una canción?—reí por su formalismo.

—Si te sirve de algo...—lo mire—no seas tan formal conmigo, no tienes por qué hacerlo, no te juzgare por comportarte mal—sacó una bonita sonrisa.

—Te agradezco, ser muy diplomático me irrita, siento que no encaja conmigo—se levantó y me dio su mano.

—Tengo que estar de acuerdo contigo—puntualicé.

Me llevó hasta la pista de baile y sentí como puso sus manos en mi cintura e hizo que tomara su mano para empezar a bailar, tuve que poner mi mano en su hombro para sostenerme y aunque empecé a bailar debo de ser sincera que no es la misma felicidad con la que siento al bailar con Xavier.

Estaba apenada por bailar con alguien diferente esta vez, Leandro parece estar tenso pero poco a poco se fue relajando al darse cuenta que no me sentía incomoda ante sus agarres, quería reírme pero evite en hacerlo en imaginarme que podía ser descortés y no solo eso, sabía que estaba dando lo mejor de él para no hacer una tontería. Leandro se caracterizaba por ser un chico tímido, no parece querer integrar una conversación en ese momento, en vez de eso, se dedicaba a verme con curiosidad mientras que yo solo contemplaba esos bonitos ojos.

—Espero no ser mal bailarín—se dedicó al ver nuestros pasos.

— ¡Oh, no! Eres un buen bailarín, solo me he dado cuenta que eres muy callado—se mordió el labio.

—No creo ser muy simpático, soy un tanto reservado—lo dijo con tono vergonzoso.

—No importa, suelo ser a veces así también—encogí los hombros con indiferencia.

Ambos sonreímos mientras me daba un giro y de nuevo llegaba hasta él para quedarme un poco cerca que antes, abrí mis ojos y baje la mirada mientras que mis mejillas se sonrojaban y pensaba que la música era infinita.

—Quieres que te traiga una copa de vino...—asentí.

Aunque sé que el vino no es de mi preferencia, quería estar sola unos segundos antes que de nuevo llegará; me fui a mi silla y me senté unos minutos hasta ver que volvía Leandro con unas copas y yo apenas tomaba unos sorbos para no sentirme mareada. Mirábamos algunas personas mientras ambos hablábamos de diferentes cosas entre ellas su función de príncipe, yo como candidata a ser futura princesa y por supuesto sobre nuestra familia. A cada minuto que pasaba, Leandro cada vez se desenvolvía en la conversación, se reanimaba a contar cosas de sus hermanas y de sus padres y por supuesto no se quedó atrás en contarme un par de chistes y enseñarme unas cuantas palabras en portugués.

—Entonces en una de esas experiencias, la ola me revolcó, con todo y la tabla de surf—ambos nos carcajeamos ante su experiencia en las vacaciones.

—Menos mal no te ahogaste—le comenté.

—Las olas me deseaban por eso me caí y tropecé con el mar para besarlas—de nuevo me hizo reír.

Un calor intenso empezó a quemar mi espalda y no sabía si era porque el vino empezaba a embriagarme o porque no había aire acondicionado en el salón; en la mesa encontré un abanico y mientras lo abría con fuerza empecé a darme viento. Quise enrollarme el cabello con algún objeto para sostenérmelo mientras me daba aire pero no encontraba nada hasta que Leandro se acercó, tomo mi cabello y mientras intentaba hacer que el viento llegará a mi cuello, pronto él se acercó más y luego empezó a soplar entre mi cuello y nuca, el aire hizo que suspirara al sentir su frío aliento y sin poderlo remediar hice un lado mi cuello para que siguiera hasta sentir su aroma a naranja cítrica.

— ¿Interrumpo?—Abrí los ojos rápido y me separé de Leandro.

Tire mi cabello hacía atrás y me encontré con la mirada fría de Xavier, posiblemente habrá visto todo el espectáculo que hice con Leandro y aunque ambos nos hemos comportado como amigos me imagino que Xavier pudo haber pensado otra cosa.

— ¡Feliz cumpleaños Xavier!—Leandro se levantó y con una sonrisa abrazo a su amigo.

Xavier le dio una sonrisa corta y mientras le agradecía sus palabras, se sentaba a mi lado y podía sentir como pasaba su brazo sobre mis hombros como si marcara propiedad y aunque no quise discutir sobre ese asunto, él noto la tensión que se propago en mis hombros al hacer tal acto.

—Es una buena fiesta pero al parecer te olvidaste de tu competidora—quise esconderme debajo de la mesa ante lo que dijo Leandro.

—Eso no es verdad, siempre guardo lo mejor para el final—mire extrañamente a Xavier.

—La haz dejado sola y te has ido con Defhne—contraatacó Leandro.

—Ella no se ha querido despegar de mí, sabes cómo es—prosiguió Xavier.

Me encontraba entre dos mundos diferentes en ese instante y lo único que quería es desaparecer. Así que quitándome el brazo de Xavier encima, los deje a los dos para caminar despacio y alejarme de esos dos chicos que parecen que comenzaran a pelear.

Sin emoción, salí del salón para dirigirme en un lugar donde podía estar sola, no iba a dirigirme al jardín secreto porque en total, allí me encontraría Xavier, así que mejor me fui a la biblioteca y de ahí subí hasta la torre de astrología, me quedé ahí mirando las estrellas mientras mis dedos tocaban el bordado de aquel abanico que encontré en la mesa.

— ¿Cómo puedes correr tan rápido usando zapatos de tacón?—lo mire de reojo.

—Wayberly me enseño—susurré.

Cerró la puerta y se puso a mi lado mientras ambos observábamos las pocas estrellas que había en el cielo.

No sé cómo se siente en estos momentos pero tampoco quería preguntarle en la situación en que nos encontrábamos. Sé que todo esto solo es una mentira, él mantenía una sonrisa falsa porque quería ocultar su debilidad, sus ojos reflejaban un pequeño dolor invisible para unos y reflejada para otros; está consciente que no quiere que nadie lo vea que está sufriendo por dentro y que nada más este día solo quería festejarlo sólo sin recordar todo lo sucedido.

—Parece que te llevas muy bien con Leandro—enarque mi ceja.

— ¿Vienes a reprocharme?—me quejé.

—No, solo... ¡Ah!—se volvió a callar.

Lo mire y solo observe como negaba con su cabeza mientras cerraba sus ojos y luego los abría hasta verme con una sonrisa triste.

—No me mires como si intentaras disculparte—solté reprimida.

—Pero si no he dicho nada—se rasco el cuello.

—Tampoco se te ocurra decirme que estoy hermosa—me evaluó mi rostro.

— ¿Es que no lo estás?

—Te conozco y eso lo haces para no hacerme enojar—puso su mano en su mentón como si estuviera pensando.

Ahora fui yo quien soltó un suspiro y me puse unos mechones de cabello hacía atrás para no bloquear mi mirada ya que el viento a cada momento azotaba la zona.

—Me han dicho que no vas bien con tus clases de protocolo—bufé.

—La señorita Thornicke se enfadó conmigo nada más, además se varias palabras con el abanico—mencione.

—De eso no lo dudo—deje ir una sonrisa.

Tomó mi mentón y lo giro para que lo viera a los ojos mientras lo evaluaba para saber si se encuentra bien o mal.

—Creo que a la próxima no te dejare sola—me mordí el labio.

—Te divertías con las princesas, pero no te preocupes. No estoy molesta—me solté de su agarre.

Me dio una mirada traviesa para después ponerse en frente de mí y ver como pasaba su dedo rozando toda mi mejilla.

— ¿Celosa?

Gruñí y apoye el abanico en mi mejilla izquierda como diciéndole un no de respuesta. Ni siquiera me animaba a contestar alguna de sus preguntas pero de igual manera insistiría en que se las contestara.

— ¿Por qué tú y Leandro se reían tanto?—esta vez jugaría yo con él.

—Parece ser un chico muy amable y atento, me conto chistes y me habló de su familia—retrocedió.

— ¿Qué?—su cara de duda provoco un cosquilleo de risa en mi cuerpo.

—Sí, es agradable. —Sonreí maliciosamente.

— ¿Cómo puede agradarte alguien que acabas de conocer?—gruñó molesto.

—No sé, no me dejo sola en ningún momento eso dice mucho de un hombre—él abrió su boca y empezó a respirar fuerte.

—Se te acercó demasiado, te agarro el cabello para ponértelo detrás y te sopló el cuello ¿eso dice mucho de un hombre también?—encogí los hombros.

—Tenía calor—comenté.

— ¿Por él?—me pellizque para no reír.

Lo estoy provocando, tiene celos. Quiero cantar victoria ante lo que estoy mirando enfrente de mis ojos; podía ver como sus ojos se oscurecían, como sus labios se fruncían y su ceño se arqueaba... Me sentía alegre al saber que lo estoy llevando al extremo así como él quería hacerlo conmigo pero eso no hizo que me detuviera, quería hacer que le doliera así como a mí me revolvía el estómago al verlo con otras chicas que no fueran yo.

—Quizás, es guapo—cerró los ojos y se rascó el cuello.

— ¿Te gusta?—eso fue llegar demasiado lejos.

— ¿Por qué la pregunta?—Levante una ceja con curiosidad.

—No sé—alzo los brazos y los llego a tirar a los lados—ni siquiera cuando nos conocimos te caía tan bien y eso que me costó una infinidad para que estuvieras conmigo—saque una sonrisa maléfica.

—Ese fue tu problema—dije con indiferencia.

Achico sus ojos y se volvió a poner a mi lado, su rostro mostró que está demasiado tenso y enojado para decir otra palabra más pero quien juega con fuego se puede quemar y aunque él también me provocó una pizca de celos conmigo ahora mismo mejor repararé el daño antes que vaya detrás de Leandro y le pueda decir cualquier cosa.

— ¿Celoso?—suspiró.

—No, competir con Leandro es fácil. Además tú me quieres a mí. Así que aquí quien pierde es él no yo—abrí la boca asombrada.

— ¡Que arrogante eres!—se carcajeo al escucharme.

Volvió a su humor bueno. Esta vez me tomó de la mano y me acercó a él hasta quedarnos a unos centímetros de nuestras bocas, su nariz empezó a rozar la mía y trague hondo cuando con cuidado empezó a apretar mi cintura como si me dijera que me acercara a esos centímetros que nos separaban para lograr el propósito que ambos queremos.

—O me dirás que no es así—crucé los brazos aunque me costó por la distancia en que nos encontrábamos.

Arroje el abanico en la mano mientras le expresaba lo mucho que le odiaba, puedo ver como él sonríe y pretende quitarme el abanico pero no se lo permití, así que lo volví a tomar de sus manos mientras me daba más aire de lo que recibía en el balcón de la torre.

—No me odias.

, le respondí apoyando el abanico en mi mejilla derecha.

—Y si te digo, que no quiero que seas amiga de Leandro ¿me seguirás odiando?—achine mis ojos.

Deje colgado el abanico mientras le respondía un seguiremos siendo amigos. De nuevo comprendí que empezaríamos a pelear y eso no me gustaba para nada aunque sé que Xavier nada más quiere provocarme así como lo hice con él.

—Kiara...—me llamó.

Refunfuñe molesta y mantuve el abanico en mi oreja izquierda diciéndole un quiero que me dejes en paz.

Tomó mi abanico y antes de que yo de nuevo se lo quitara, observe como él con cuidado me demostraba una pequeña oración con la expresión del abanico mientras que yo, solo dejaba a un lado mi enojo para verlo con ternura.

¿Me quieres? Demostró el abanico de manera cerrada.

Lo pensé mientras él me esperaba a una respuesta así que cuando llegue a saber que podía decirle, tome el abanico y lo moví con la mano derecha haciendo una expresión con él, que al parecer a Xavier se le arquearon la cejas y maldijo por lo bajo.

— ¿Cómo es que dices que quieres a otro?—dijo sorprendido y molesto a la vez.

Cubrí mi boca con el abanico para que no me viera reír. Esto parecía una guerra entre niños en donde consistía al ver quien hace enojar más al otro. Cuando estuvo a punto de soltarme e irse porque mire que él miraba la puerta, lo tome de la mano e hice que regresara mientras deslicé sobre mi mejilla el abanico diciéndole un te quiero. Él rápido comprendió y dejo de mirarme con esa fulminante mirada fría para ahora poner esos ojos cálidos de los cuales me gustaban tanto. Puso sus manos en mis mejillas y las acaricio mientras ponía su frente con la mía.

— ¿Puedo besarte?—preguntó.

—Hace dos semanas dijiste que querías mantener distancia conmigo o ¿no?—puso los ojos en blanco mientras hacia una mueca que me provoco risa.

— ¿Tú crees que eso no es infierno para mí?—negué—es horrible no poder abrazarte, acariciarte y besarte.

Sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja mientras mencionaba esas palabras que me provocaron una y millones de mariposas en el estómago.

Me gustas, le dije al abrir y cerrar el abanico para ponerlo luego en mi mejilla. Él pareció comprenderlo a la perfección porque tomó mi mano y beso mis nudillos mientras me agarro de nuevo y me hizo acercarme a su cuerpo hasta que nuestras narices chocaron.

—Eso no pensabas antes cuando estabas con Leandro—esos celos comienzan a encantarme.

—Celoso—mencione como un susurro en su boca.

—Mejor pídeme que te bese y solucionaremos lo de celoso ¿ok?

Tenía pena en pedirle que me besara así que intente de otra manera en pedírselo porque de igual manera necesitaba que lo hiciera, ya he caído en su encanto que iba a ser imposible separarme de él e irme sin poder besarlo.

Bésame, apoye el abanico en mis labios. Y antes de poder sentir su aliento cerca del mío, solo me dio tiempo en soltar el abanico para poner mis manos en su cuello y sentir como él empezaba a besarme de una manera cuidadosa mis labios como si no quisiera hacerles daño. Respire profundo mientras me separaba unos segundos de sus labios hasta que de nuevo él los tomó y acariciaba mi mejilla de manera lenta.

—Ustedes, par de tortolos. —Dejamos de besarnos mientras nos encontrábamos con Neil. —Perdón por interrumpir su escena romántica pero Xavier, tu padre ha empezado a preocuparse por no verte y si no quieres que un montón de guardias empiecen a buscarte, mejor baja.

Xavier asintió y mientras Neil desaparecía; me acerqué a Xavier y deje caer mi cabeza en su pecho hasta que la risa de ambos se escuchó haciendo que me tomara de la mano y empezará a guiarme hacía dentro de la torre para así bajar a la biblioteca e ir al salón donde se estaba celebrando su cumpleaños.

—Xav. —Nos detuvimos.

—Sí, cariño. —Comenzaba a acostumbrarme que me llamará así.

— ¡Feliz cumpleaños!—saque una pequeña cajita—Mi mano empieza a temblar. —Le sugerí para que la tomara.

Al tomar la caja, la abrió y quito el pequeño listón dorado para después darse cuenta que mi regalo consistía en una pequeña pulsera que había hecho. Se la robe de sus manos, para después ponérsela en la mano derecha en donde empecé a hacerle una trenza de siete nudos el cual al estar, deje que la observara.

—Escuché que cuando alguien te da una pulsera roja y te hace siete nudos, eso te dará suerte en tu vida—le comenté.

Me miro y dejo ir una sonrisa para dejarme un corto beso.

—Tú eres mi mejor regalo, Kiara. —me abrazó aún con la caja en manos.

—Bajemos, tu padre seguirá preocupado si no te ve—murmuro una maldición al tener que regresar a la fiesta.

—Odio estás fiestas—se alejó de mí.

—Lo sé, pero por tu bien debes ir—me agarro la mano para seguir caminando a su lado.

—Algún día dejara de suceder.

Deje ir una risa para después darle el abanico a Xavier y aunque él no le prestó atención a la expresión que significaba eso porque estaba incomodo al regresar a su fiesta de cumpleaños, solo sonreí al ver que no me importaba si se hubiera dado cuenta o no; de todas formas pronto lo sabría que mi corazón es solo suyo.

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Continuará...

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