Capítulo veinte
Es uno de esos días grises y opacos, donde incluso el aire parece pesar como plomo, y todo parece envuelto en una lente oscura, sin matices. Camino por la calle con los hombros encorvados y el paso pesado, sintiendo cada músculo tenso, cada articulación rígida como si todo fuera un esfuerzo eterno. Ni siquiera el campo logra darme la descarga habitual de energía. Cada vez que pongo un pie sobre la hierba, me parece enfrentar una prueba que me vacía, en lugar de darme fuerzas. La temporada no ha comenzado como esperaba; siento que la presión crece, y cuanto más lo intento, más siento que me hundo.
Entonces suena el celular.
Nieves. Un mensaje suyo, y me encuentro sonriendo, casi sin darme cuenta.
Princesa💖: ¡Vamos a salir! ¡La excusa de nuestra falsa relación siempre funciona!
Es una invitación que no puedo rechazar, de hecho, solo la idea de verla aligera un poco el peso que llevo encima. La canaria es la única que logra desconectarme, incluso cuando todo parece no tener salida.
Respondo sin pensarlo demasiado. Es liberador saber que con ella puedo ser yo mismo, sin tener que esconder mis inseguridades ni aparentar ser perfecto. No tengo que fingir.
Me dirijo hacia el lugar donde nos hemos citado, una cafetería al final de la plaza, bajo el pórtico, y cuando la veo esperándome, un nudo se afloja dentro de mí. Tiene los brazos cruzados y una sonrisa a medias en los labios, una de esas sonrisas que siempre me ha hecho sentir en casa.
<<Pablo>> me llama, y en ese momento es como si el mundo gris y plano a mi alrededor se llenara un poco de color. Me acerco, tratando de disimular el cansancio, pero ella parece entender de inmediato. <<¿Cómo estás?>> pregunta, con ese tono que solo usa quien realmente quiere escuchar. Me encojo de hombros, intentando restarle importancia. <<Más o menos>> le respondo, tratando de no parecer demasiado decaído. Ella no se deja engañar. <<Bien, entonces hagamos algo para mejorar ese 'más o menos'>> dice, indicándome que la siga.
Comenzamos a caminar, y Nieves me habla de cosas ligeras, me cuenta anécdotas de amigos comunes, del tiempo, de todo y de nada. Lentamente, sin darme cuenta, siento que la tensión se disuelve. Nieves tiene ese don raro: sabe cómo hacerte sentir bien sin esfuerzo, como si fuera lo más natural del mundo.
De repente siento una gota fría caer sobre mi mejilla. Levanto la vista al cielo: las nubes se han oscurecido, amenazantes.
<<Oh, no>> exclama Nieves, justo cuando una gota le cae en la frente. Hace una mueca, luego me mira, casi avergonzada. <<No pensaba que llovería tan pronto>> Me encojo de hombros. <<No importa, de hecho... me gusta>> Las palabras me salen casi sin querer, y ella me observa como intentando entender si hablo en serio. No le digo cuánto su presencia logra cambiar mi estado de ánimo. No le digo cuánto desearía quedarme en este momento para siempre.
Las gotas se multiplican, cayendo intensas como una lluvia sin tregua. En pocos segundos estamos completamente empapados. Ella echa una mirada rápida a su alrededor mientras intenta cubrirse la cabeza con las manos, pero antes de que pueda dar un paso hacia el pórtico, la detengo con una mirada. Un impulso me lleva a detenerla, a retenerla allí, bajo la lluvia.
<<Niev, espera...>> mi voz sale firme, aunque en mi cabeza solo hay una idea loca, apenas esbozada. Ella se gira, sorprendida, con los ojos bien abiertos. <<¿Qué pasa?>>
Y yo no pienso. Ya no puedo pensar. <<Bailamos>> digo, las palabras salen sin filtros. Me parece una idea absurda incluso en el momento en que la pronuncio, pero algo dentro de mí se siente finalmente libre, como si el peso que me oprimía hubiera encontrado una manera de disolverse, una salida.
La canaria me mira, entre la sorpresa y la incredulidad, luego se pasa una mano por el cabello mojado y sacude la cabeza con una sonrisa. <<Estás loco, ¿lo sabes?>>
<<Quizá sí. Pero al final... ¿qué importa?>> Tomo su mano, la aprieto como si fuera lo último a lo que pudiera aferrarme en este momento, y la conduzco al centro de la plaza. Hay música a lo lejos, una vieja canción que proviene de una radio encendida en una tienda. Es un sonido vago, distorsionado por la lluvia, pero en mis oídos suena perfecto.
Ella deja que la guíe, tal vez un poco desconcertada, pero hay una luz en sus ojos, una especie de curiosidad que me da el valor de seguir adelante. Le tomo la mano y apoyo la otra en su cintura, tratando de mantener un contacto suave, y en ese instante siento que no necesito nada más.
<<Baila conmigo>> le susurro, mirándola a los ojos. Ella asiente, y comienza a seguir mis movimientos, insegura, con una sonrisa que se transforma en risa. Estamos empapados, descalzos sobre una plaza brillante por la lluvia, pero en ese momento no hay nada que desee más. La estrecho contra mí, y por un instante parece que el mundo entero se ha detenido.
Y entonces pasa algo. No sé qué me impulsa a hacerlo, tal vez es la cercanía, tal vez es el momento que parece suspendido en una magia que no sé explicar. Pero antes de darme cuenta, me inclino y deposito mis labios sobre los suyos. Es un beso ligero, apenas insinuado, pero siento de inmediato el calor que nos envuelve. Nieves se queda inmóvil por un instante, luego responde, y el mundo a nuestro alrededor desaparece.
Es un beso lleno de emoción, de algo que nunca había experimentado, y en ese instante siento que no necesito nada más. Mi corazón late desbocado, y por primera vez, todo el peso que llevaba dentro parece disolverse. Somos solo nosotros dos, bajo la lluvia, como si el resto del mundo estuviera a años luz de distancia.
Cuando nos separamos, nos quedamos mirándonos, ambos sin aliento, con el corazón golpeando en el pecho. Ella me mira, con los ojos desorbitados y una sonrisa que no puede contener. <<Pablo...>> murmura, insegura, casi como si no pudiera creer lo que acaba de suceder.
Yo sonrío, un poco incrédulo también, y acaricio su rostro. <<No digas nada, está bien así>> le digo, tratando de mantener ese momento el mayor tiempo posible. Pero la magia se desvanece casi de inmediato, y siento que algo ha cambiado, algo frágil y precioso que no sé cómo manejar.
Nos quedamos allí un momento más, sin hablar, con el sonido de la lluvia mezclándose con nuestras respiraciones agitadas. Luego, Nieves baja la mirada, y por un momento veo algo nuevo en sus ojos, una tensión que no logro descifrar.
<<Creo que... es mejor irnos, ya estamos empapados>> dice ella, con una sonrisa tímida, como queriendo restarle importancia. Su voz es ligera, pero hay una nota de duda que no puedo ignorar. Asiento, tratando de ocultar la decepción. La miro, y mi corazón se aprieta. Aunque no sé qué está sucediendo exactamente entre nosotros, siento que este momento ha cambiado algo. Tal vez, irreversiblemente.
Comenzamos a caminar hacia su casa, el silencio que nos rodea es pesado, cargado de preguntas que ninguno de los dos se atreve a hacer. De vez en cuando, me giro a mirarla, buscando una señal, una palabra, algo que me diga qué está pensando, pero ella mantiene la mirada fija al frente.
Cuando llegamos frente a su casa, nos detenemos ante la puerta. Nieves se aprieta el abrigo, mientras la lluvia sigue cayendo implacable. Su rostro está rojo, no sé si por el frío o por lo que acaba de ocurrir, pero su expresión es difícil de interpretar.
Aclearo la garganta, buscando algo que decir, pero las palabras parecen escapar. <<Entonces... ha sido una noche... interesante>> digo finalmente, más para romper el silencio que por otra cosa. Ella sonríe apenas, con una expresión que parece distante. <<Sí, lo ha sido>> Hay algo en su mirada, una especie de tristeza velada que no puedo explicar, pero antes de que pueda decir más, se vuelve hacia la puerta.
<<Gracias por esta noche, Pablo>> dice, con un tono amable pero algo distante. Siento como si un muro invisible se hubiera levantado entre nosotros, algo que no puedo atravesar.
<<Nos vemos entonces>> murmuro, intentando ocultar la decepción. Pero por dentro siento que todo ha cambiado. Que tal vez ese beso abrió una puerta que no sé si estamos listos para cruzar.
Ella asiente, da un paso atrás y levanta la mano en señal de despedida. <<Buenas noches, Gavi>>
<<Buenas noches, Niev>> respondo, y la miro mientras entra en la puerta y desaparece. Me quedo allí, inmóvil, con la lluvia que sigue cayendo y una sensación de vacío que se instala dentro de mí.
Mientras camino hacia mi casa, con el corazón aún latiendo fuerte y la mente confusa, pienso en cada instante de esa noche. Hay algo que se me escapa, algo que me deja inquieto, como si hubiéramos cruzado una línea sutil y frágil que nos separaba del punto de no retorno.
Cuando llego a casa, me tiro en la cama, todavía con la ropa mojada, y miro al techo. Oigo el sonido de la lluvia golpeando afuera, y el pensamiento de Nieves me acompaña en cada latido de mi corazón. Tomo el celular, con la intención de escribirle... pero ¿qué? Ni siquiera sé qué decir. Tal vez no haya nada que decir.
Cierro los ojos, pero el sueño tarda en llegar. Y mientras permanezco despierto, siento crecer dentro de mí una sensación de inquietud, como si esa noche fuera solo el comienzo de algo más grande. Algo que podría cambiarlo todo, de maneras que aún no logro comprender.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top