Capítulo diecisiete
El viernes acaba de comenzar, y mientras camino hacia el café en la esquina donde tengo una cita con Mencia y Ester, mi mente está llena de pensamientos. Cada vez que nos vemos, sé que habrá alguna sorpresa. Esta mañana es especialmente especial: hace un tiempo que no tenemos un momento todas juntas, sin distracciones ni compromisos.
Entro en el café y, extrañamente, Mencia y Ester ya están allí. Mencia está bebiendo una leche de almendra mientras cuenta algo con el entusiasmo de una niña. La veo, hermosa como siempre, con su cabello rojo recogido en un elegante moño. Ester está sentada frente a ella, con su habitual sonrisa descarada y su largo cabello rubio suelto sobre los hombros. Parece una mañana tranquila, pero en cuanto me siento, Mencia me mira con una sonrisa que tiene algo de traviesa.
<<¡Adivina quién vino a visitarme este fin de semana!>> dice, enfatizando cada palabra como si esperara una reacción exagerada de mi parte. <<No será... ¿Mason?>> pregunto, fingiendo sorpresa, aunque sé perfectamente que es él, ya que me llamó hace unos días para decirme que quería hacerle una sorpresa. Ella asiente con una sonrisa radiante. <<¡Exacto! Llegó esta mañana. ¡Y eso me dio una idea genial!>>
Me siento intrigada y cruzo una mirada perpleja con Ester. <<¿Y cuál es...?>> <<¿Qué les parece una cena a seis? Nosotras tres... y nuestros respectivos novios!>> Mencia se muerde el labio, echando una mirada astuta a Ester y luego a mí. <<¿Una cena de parejas?>> pregunta la rubia, tan sorprendida como yo. <<¿Espera, espera, con Isabela también?>> Mencia asiente entusiasmada. <<¡Sí! Sería perfecto. Imaginen, un lugar bonito, todas elegantes... ¡Y los chicos con esmoquin!>>
La idea es interesante, en efecto, y me encuentro sonriendo a pesar de la ligera incomodidad que empieza a instalarse en mí. Sí, Pablo y yo estamos juntos ante los ojos del mundo, pero este recordatorio constante de que no somos realmente una pareja me da una sensación extraña. Mi ansiedad crece al pensar en pedirle que se una a una "cena de parejas".
<<No sé...>> digo, encogiéndome de hombros. <<No es que Pablo y yo... bueno, no hemos estado juntos mucho tiempo>> Ester suelta un suspiro. <<¡No seas tímida! Lo conocemos, Gavi es un amor. Estoy segura de que aceptará>> Su tono es alentador, pero no me tranquiliza del todo. Pablo es dulce, sí, pero nunca hemos hablado de qué hacer si alguna vez surgiera una situación como esta. Siento que debo dar un paso que aún no sé si estoy lista para dar, pero el entusiasmo de las chicas es contagioso y, al final, cedo. <<Está bien, está bien, lo haré>> respondo, casi en un susurro. <<Le pediré que venga>>.
Durante todo el día, me siento nerviosa. Sé que el momento en que le pediré a Gavi que venga a la cena se acerca, y no puedo dejar de imaginar cómo reaccionará. Al final del día, cuando lo encuentro en casa como siempre, para hacer no sé qué con mi hermano, decido enfrentar el tema, aprovechando un momento en que Pedri no está.
<<Pablo...>> empiezo, tratando de no dejar que mi ansiedad se note demasiado. Él levanta la vista, me observa con esos ojos cálidos y tranquilos que siempre me hacen sentir segura. <<Dime, Niev>> <<Este sábado... quería saber si te gustaría salir conmigo y... con mis amigos. No sería algo entre nosotros dos, pero, ya sabes... una especie de cena de parejas. Estarían Mencia y Mason, y Ester con... Isabela>>
Pablo me mira un momento, y temo haber dicho algo incorrecto. Me preparo mentalmente para una respuesta vaga o evasiva, pero en su lugar, sonríe dulcemente. <<Me parece una excelente idea>> dice con simplicidad. <<¿De verdad?>> No puedo evitar la sorpresa. <<No pensaba que te gustara la idea de... algo así>>
Él niega con la cabeza. <<¿Por qué no? Me gusta pasar tiempo contigo, y si están tus amigos será divertido. Además, me hace bien conocerlos mejor>> Sonrío, casi incrédula. Me siento aliviada y un poco emocionada.
La noche de la cena, estoy increíblemente nerviosa. He pasado horas eligiendo qué ponerme, y al final opté por un vestido color perla, suave y ligero, que se ajusta perfectamente a mi figura. Mis ojos brillan de emoción mientras me miro en el espejo. Poco después, recibo un mensaje de Pablo: ya está en mi casa.
Lo encuentro esperando, y veo a un hombre completamente diferente del usual Gavi relajado y deportivo. Lleva un esmoquin negro, elegante y atractivo de una manera que me deja sin palabras. <<Te ves increíble>> dice, mirándome con una expresión casi admirada. <<Tú tampoco te quedas atrás>> respondo, con una sonrisa sincera.
Llegamos al restaurante y veo a Mencia y Ester esperándonos cerca de la entrada. La primera lleva un vestido negro ajustado, con detalles brillantes que realzan su figura esbelta. La otra ha optado por un vestido verde esmeralda, audaz y perfecto para su estilo. Junto a ellas están Mason e Isabela, igualmente elegantes.
La cena comienza en un ambiente ligero y animado, casi como una noche de película, con luces tenues, música suave de fondo y un servicio impecable. El restaurante tiene paredes color crema y espejos dorados que amplifican el resplandor cálido de los candelabros de cristal soplado. Es uno de esos lugares a los que la gente va para celebrar eventos importantes, y estar allí con mis amigos y Pablo me hace sentir especial.
Cuando nos sentamos a la mesa, el camarero nos trae un aperitivo de bienvenida: pequeñas tartaletas con cremas de trufa, foie gras y verduras en tempura, que coloca en una bandeja de plata. Los ojos de Mencia brillan de entusiasmo mientras, con movimientos elegantes, toma una tartaleta y sonríe a Mason, quien no pierde oportunidad para burlarse de ella.
<<¿No habías dicho que hoy querías comer ligero?>> le susurra Mason, levantando una ceja. La chica lo fulmina con una mirada irónica. <<La dieta empieza el lunes>> responde, cambiando la mirada hacia nosotros y haciéndonos reír. Siempre es así, Mencia sabe cómo jugar con el límite y, de alguna manera, logra sentirse perfectamente cómoda incluso en las situaciones más formales.
Pablo se sienta junto a mí, con la mano casualmente descansando sobre la mesa cerca de la mía. De vez en cuando, nuestros dedos se tocan, casi por accidente, y cada vez siento una descarga eléctrica. Su perfume es cálido y especiado, y me envuelve en una sensación de seguridad que me hace sentir increíblemente bien.
Ester, con su vestido verde esmeralda que resalta sus ojos claros, se inclina ligeramente hacia Isabela. La mira con ternura, lo que la hace parecer aún más hermosa. Las dos se lanzan miradas que hablan de una complicidad construida a lo largo del tiempo, y me sorprendo pensando lo dulce que es verlas tan unidas.
En un momento, la conversación gira hacia temas más personales. Mason, que siempre parece tan seguro de sí mismo, cuenta lo difícil que fue para él llegar a donde está ahora. Habla de los esfuerzos que hizo y del trabajo que finalmente fue recompensado, para luego cambiar de tema, en un abrir y cerrar de ojos, hacia lo sorprendido que está por lo bien que Mencia ha logrado hacerlo sentir como en casa.
<<Cuando conocí a Mencia, no esperaba encontrar a alguien tan... increíble>> dice, mirándola a los ojos. <<Soy una persona difícil, y sin embargo, ella ha sabido entenderme como nadie más.>> La pelirroja, que suele ser tan segura y brillante, se sonroja ligeramente y baja la mirada, visiblemente emocionada. Todos sonreímos, incluidos Pablo e Isabela, y compartimos un momento de silencioso cariño por la honestidad de Mason.
Cuando llega el primer plato, un risotto con setas porcini y trufa que emite un aroma irresistible, nuestras conversaciones se vuelven más ligeras. Contamos anécdotas pequeñas y nos intercambiamos bromas. El sevillano consigue molestarme de manera tierna y juguetona, lo que me pone un poco incómoda, pero al mismo tiempo me hace sentir especial.
<<Nunca hubiera pensado que Nieves fuera tan... distraída a veces>> dice, con una sonrisa traviesa, recordando aquella vez en que me vio perder las llaves del coche y pasar varios minutos buscándolas... cuando ya las tenía en la mano. <<¡No exageres!>> respondo, avergonzada pero riendo. <<¡Eso solo pasó una vez!>> <<¿Solo una vez?>> se ríe Pablo, fingiendo incredulidad. También Mason e Isabela se ríen, mientras Ester me lanza una mirada cómplice, como diciendo que ella también conoce ese lado distraído de mí.
El camarero llega con el segundo plato, un filete de res servido con una reducción de vino tinto y papas al horno, y noto que los chicos aprecian cada detalle de la cena. Pablo, que normalmente es sencillo y directo, está casi asombrado por la presentación, y yo lo miro con una sonrisa, pensando en lo raro que es verlo en un contexto tan elegante.
<<Gavi>> pregunta Isabela en un momento, rompiendo el hielo. <<Cuéntanos un poco sobre ti. Nieves nos ha dicho algo, pero tenemos curiosidad por saber más.>> Él sonríe, cortés. <<Bueno, ¿qué quieren saber?>> pregunta, con un tono que oculta una ligera timidez.
<<¡De todo!>> responde Ester riendo. <<Cómo decidiste ser futbolista, qué te gusta hacer cuando no estás en el campo... y, bueno, por qué decidiste estar con nuestra Nieves.>>
La pregunta nos sorprende a ambos, pero Pablo la toma con naturalidad. <<Desde niño, el fútbol siempre ha sido mi pasión>> responde con una sonrisa nostálgica. <<Y, con el tiempo, se convirtió en todo para mí. Pero con Nieves... es diferente. Con ella, me siento libre de ser simplemente Pablo, no el futbolista. No sé, es como si fuera un respiro fresco.>>
La sinceridad de sus palabras me deja sin aliento. No es una farsa, como nuestra historia, veo en sus ojos que realmente piensa lo que acaba de decir. Siento el rostro ardiendo y bajo la mirada hacia mi vaso, intentando disimular mi vergüenza. Mencia y Ester también me miran con una sonrisa llena de cariño y aprobación. Es extraño, pero siento que ya no tengo nada que esconder, ni ante ellas ni ante él.
La noche continúa así, entre risas y momentos de cariño sincero. Al final de la cena, después de compartir un postre de crema catalana y chocolate negro, nos levantamos para irnos. Mencia y Mason nos dan un abrazo, e Isabela y Ester también nos desean una buena noche.
Pablo me ofrece acompañarme a casa, y es ahí cuando me doy cuenta de que tal vez esta haya sido una de las noches más hermosas de mi vida.
Llegamos frente a mi casa. Mientras me acerco para despedirme, mi corazón comienza a latir más fuerte. Estamos tan cerca que puedo sentir su aliento, y veo sus ojos desplazándose hacia mis labios. Siento una irresistible necesidad de acercarme aún más, y él parece pensar lo mismo.
Estamos a pocos centímetros, y está a punto de suceder algo que ambos deseamos. Pero en ese momento, un golpe repentino en la ventana nos hace saltar.
Es Pedri, mi hermano, con una expresión rara, casi como si nos hubiera pillado en el acto. Bajo la ventana y le hablo.
<<¿Qué haces aquí?>> pregunto, aún sorprendida y un poco avergonzada. <<Te estaba esperando, vi el coche llegar por la ventana... luego tardaste demasiado en bajar... me preocupé>> murmura, lanzando una mirada a Pablo, que intenta mantener una actitud relajada. <<Ah... está bien, ya voy>>
Despedimos a Pablo con una sonrisa que trata de ocultar mi decepción por la interrupción, y él me devuelve una mirada divertida, como diciendo "Lo haremos otra vez."
Mientras entro en casa con Pedri, siento el corazón latiendo con fuerza y me pregunto qué habría pasado si no nos hubieran interrumpido. Un pensamiento que sé que me mantendrá despierta esta noche.
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