Capítulo dieciséis

El olor de la hierba es penetrante, llena mis pulmones. Cada vez que bajo al campo, aunque sea solo para un entrenamiento, es como si el mundo a mi alrededor dejara de existir. Me concentro en cada paso, cada respiro, cada soplo de viento que atraviesa el césped. Estamos todos, listos para darlo todo, aunque solo sea una sesión previa al partido. La batalla contra el Betis es mañana, y lo siento: todos tenemos fuego en los ojos.

<<¡Venga, Pablo, muévete!>> me grita Lewa, dándome una palmada en la espalda. <<¡No me hagas perder el tiempo, eh!>>

Me da ganas de reír, pero no me echo atrás. Sé que es una broma, Robert siempre tiene esa forma de bromear para motivarnos. Es como un hermano mayor, siempre presente para dar consejos y elevar el nivel.

Se gira, me mira con esa expresión de veterano y hace un gesto con la cabeza, como diciendo <<Estamos listos, ahora>>. Entonces me preparo, miro a mi alrededor y veo el rostro de Pedri concentrado, con la mirada fija en el balón.

Pedri es un amigo, un compañero con el que todo lo entiendo sin hablar. Crecimos juntos en el fútbol, y nuestras jugadas siempre parecen perfectamente sincronizadas. Sí, como si el campo nos hablara y nos dijera qué hacer sin necesidad de abrir la boca. Cuando estoy cerca de él, cada movimiento parece más natural. Basta con mirarlo para saber por dónde va a pasar, por dónde va a acabar la pelota.

<<¿Qué piensas, Gavi, te dejo pasar hoy?>> me desafía. Tiene esa mirada descarada que me hace querer empujarlo y mostrarle quién manda.

<<Pásala y lo verás, Pedrito>> le respondo, riendo. No le doy tregua, voy directo a presionarlo y conseguimos intercambiar la pelota de forma rápida y precisa. Estoy en mi zona, siento que es el día perfecto.

En un momento, me giro y veo a Fermin, que está haciendo malabares con el balón a un lado del campo. Se está divirtiendo, casi como si todo fuera un juego. A pesar de ser nuevo, ya parece integrado como uno más de nosotros. El balón es parte de él, y cuando juega con nosotros no hay diferencia. En segundos lo veo entrar al medio y recibir el pase de Lewa, que con un solo movimiento abre todo el campo.

<<Vamos, Fer, quiero verte hacer magia!>> grito, animándolo. Él me responde con una sonrisa y un malabarismo alto, casi como si quisiera demostrar que está a la altura de la situación. No es de los que se dejan intimidar, y eso me gusta de él.

Luego está Lamine Yamal, el más joven de todos, que nos observa con esos ojos llenos de entusiasmo. Es increíble ver a alguien tan joven pero con tanto talento. Cada toque suyo es seguro, cada intercambio de miradas es una promesa de algún truco nuevo. Lo miro, y él me sonríe. Le paso el balón, y Lamine lo controla con una naturalidad impresionante. No tiene miedo, se mueve con ligereza.

<<¿Estás listo?>> le pregunto, dándole un empujón amistoso en el hombro.

<<Siempre listo, Gavi>> me responde con una seguridad que me hace reír. Me gusta este chaval. No se deja intimidar por nada ni por nadie. Es como si siempre nos hubiéramos conocido, como si su energía fuera parte de este grupo desde siempre.

Entonces escucho una voz detrás de mí. Es Nieves, que se acerca con la cámara en la mano, lista para inmortalizarlo todo. Como siempre, está ahí para capturar cada instante, cada mirada, cada gesto que hacemos en el campo. Ella no solo fotografía; entra en el momento, lo comprende. Me da una sensación de calma saber que está aquí, siempre lista para congelar en el tiempo estos momentos, como si quisiera hacerlos durar para siempre.

<<Pablo, ¿puedes sonreír un poco más? ¡Estás demasiado serio, pareces enojado!>> me dice mientras toma una foto. Me giro hacia ella, sonrío y levanto el pulgar. No puedo evitar sonreír. Su energía es contagiosa, la forma en que interactúa con nosotros nos hace sentir como en casa, nos hace sentir nosotros mismos.

<<Sabes que no soy bueno para posar>> le respondo, encogiéndome de hombros.

<<Deja de decir tonterías, Gavi. ¡Estás perfecto así!>> me responde ella riendo. Cada vez que me habla, siento que tengo un impulso extra. No sé qué es, pero me da confianza. Como si siempre hubiera alguien mirando por nosotros, alguien que realmente nos entiende.

A pocos metros de ella, Sara está con su tablet, preparando el contenido para redes sociales. Se intercambian bromas, ríen y, de vez en cuando, Nieves echa un vistazo para ver qué está fotografiando. Sara es una fuerza de la naturaleza, siempre pendiente de no perder ni un segundo para los fans. Aunque no baja al campo, forma parte del equipo de pleno derecho. Cuando se acerca, nos dice enseguida <<Chicos, no me hagáis sudar demasiado a Lewa, eh. ¡Si no, cómo lo cuento en las redes?>>

El aludido niega con la cabeza, ríe y le responde <<Sara, sé cómo hacer un poco de espectáculo!>> Todos nos reímos, y entiendo lo importante que es tener un equipo así, incluso fuera del campo.

Mientras entreno, oigo la voz de Xavi que nos observa atentamente, dando indicaciones precisas. Sabe cómo sacar lo mejor de cada uno de nosotros. Le oigo decir <<Concé, Pablo. ¡No dejes ni un centímetro!>> Es un empujón, me impulsa a darlo todo, a ser mejor que ayer, mejor que nunca. Siento el orgullo de llevar esta camiseta, y en momentos como este, incluso el entrenamiento más intenso parece más liviano.

Pau Cubarsí es otra novedad en el equipo, pero ya parece uno de nosotros. Se está adaptando rápidamente y tiene una mirada seria y decidida. Lo admiro, porque tiene el coraje de un veterano, pero aún es joven. Me acerco a él durante una pausa, le pongo una mano en el hombro y le digo <<Bienvenido a la familia, Pau>>

Me mira y sonríe, casi tímidamente. <<Gracias, Gavi. No puedo esperar para salir al campo con vosotros>> Y lo creo, siento que tiene esa hambre de victoria, ese deseo de dejar huella. Lo sé, porque es el mismo que siento cada vez que piso este césped.

Cuando Xavi pita para llamarnos, nos reunimos todos en el centro del campo. Hay un silencio cargado de concentración, como si ya estuviéramos proyectados hacia el partido de mañana. Xavi nos mira uno por uno, como para estudiar nuestra determinación.

<<Entonces, chicos>> comienza, con ese tono serio y seguro que todos conocemos <<Mañana es otra batalla. No solo para nosotros, sino para todos los que creen en nosotros. No me importa quién tengamos enfrente, solo me importa que demos todo, cada maldito segundo de juego. Quiero ver los ojos de la tigresa, quiero ver hambre>>

Sus palabras nos sacuden, es como si la sangre nos corriera más rápido. Cuando habla así, siento que nada es imposible. Lo miro y asiento, y sé que mis compañeros sienten lo mismo.

Terminamos el entrenamiento, me acerco de nuevo a Nieves. Está hablando con Sara, ríen y me hacen señas para acercarme. Me vacilan por una de mis caídas durante el ejercicio, y no puedo evitar unirme a las risas.

<<¡Venga, basta! Solo estaba intentando caer de forma espectacular>> digo, haciéndome el ofendido de broma. Pero no puedo dejar de reír.

<<¡Lo haces de maravilla, te lo aseguro!>> dice la canaria, tomando otra foto mientras hago mi expresión de "duro".

Me siento en casa, me siento comprendido. No es solo un equipo, es una familia.

Me detengo un momento y observo a mis compañeros que comienzan a recoger las bolsas. El día de entrenamiento ha terminado, pero la tensión antes del partido sigue ahí, la siento en el aire. Pedri me da una palmada en el hombro y me mira con complicidad, como diciendo que mañana haremos un gran espectáculo.

<<Mañana los hacemos locos, Gavi>> me susurra suavemente, con una sonrisa llena de adrenalina.

<<Ya, será mejor que se preparen>> respondo, y me escapa una sonrisa mientras pienso en los fans, en lo que escucharemos desde las gradas. Nada me da más energía que su voz, el ruido del Camp Nou rugiendo como una sola entidad.

Mientras tanto veo a Robert acercándose a Lamine Yamal, intercambiando unas palabras con él. Lewa es una presencia increíble, un referente para todos nosotros, especialmente para los más jóvenes. Lo admiro profundamente por su seriedad, por la constancia con la que se entrega en cada minuto de entrenamiento. También hoy, no ha dejado de darlo todo, y estoy seguro de que Lamine lo está notando.

<<Lamine, escucha al viejo Lewa>> le digo riendo, guiñándole un ojo. <<Tiene algunos trucos interesantes para enseñarte>>

Lamine me lanza una mirada, fingiendo ignorarme. <<No soy tonto, eh, Gavi! ¡Quizás te enseñe yo algo!>>

Risas. Nos reímos todos, porque es esta la atmósfera que hace especial a nuestro grupo. Somos un equipo, pero también somos amigos, y no hay nada más poderoso que esta armonía.

Me acerco a Pau Cubarsí, que aún está un poco apartado. Se nota que no se siente del todo cómodo aún. Le doy una palmada en la espalda y luego me siento a su lado.

<<Eh, Pau, sabes que hoy hiciste un gran trabajo, ¿verdad?>> le digo, y veo su rostro iluminarse ligeramente. <<Mañana será difícil, pero te cubrimos las espaldas. Confía>>

Asiente, y entiendo que esas palabras significan mucho para él. Sé lo que se siente al entrar en un grupo consolidado y tratar de ser aceptado. Recuerdo mis primeros entrenamientos, esas ganas de demostrar todo, de no decepcionar a nadie. Pau me mira con gratitud, y sé que dará todo mañana.

Luego, de reojo, veo a Nieves que se acerca de nuevo, con la cámara colgada al cuello. Esta vez tiene una mirada más relajada, y se pone a bromear con Pedri, como siempre. Él la toma el pelo, pero es claro que hay un cariño profundo entre ellos. No puedo evitar sentir una extraña serenidad al verla, como si su presencia nos recordara que incluso en los momentos más intensos, hay que saber reír, encontrar la ligereza.

<<Por cierto, Nieves, ¿estarás allí mañana, verdad?>> le pregunto, fingiendo no saber la respuesta.

Me mira, levantando una ceja, como si mi pregunta fuera absurda. <<¿Qué preguntas haces, Pablito? Claro que estaré allí! Y espero algunas celebraciones bonitas para fotografiar, así que más te vale marcar>> me responde riendo.

Sus palabras me hacen querer dar aún más. Es increíble cómo, con una simple broma, Nieves siempre logra motivarme, como si me estuviera dando una energía que no sabía que tenía.

<<Vale, pero prepárate, porque mañana no te voy a dar tregua>> le digo, haciéndome el duro. Ella sacude la cabeza y sonríe, y sé que esa escena se quedará conmigo cuando mañana pise el campo.

Al final, nos movemos hacia el vestuario, donde Xavi nos espera para el último briefing del día. Es el momento en que analizamos los errores, los detalles, y arreglamos las últimas cosas. Nos sentamos todos en círculo, escuchando sus indicaciones, mientras nos muestra algunos vídeos de los movimientos del Betis. Estudiamos sus acciones, sus puntos débiles, y Xavi nos da consejos sobre cómo aprovecharlos.

<<Recordad, tenemos que estar compactos, agresivos pero tranquilos>> nos dice Xavi con una mirada decidida. <<Este partido está a nuestro alcance, pero solo si damos todo, sin distracciones>>

Asiento, absorbiendo cada palabra. Miro a Pedri, que está a mi lado, y le hago un gesto. Él también está concentrado, lo veo en su mirada, y sé que mañana tendremos el mismo objetivo. Lewa cruza su mirada conmigo y asiente. Su forma de tranquilizarme me hace entender que estamos listos, todos. También Lamine, Fermin, Pau, todos.

El discurso de Xavi termina, y mientras salimos del vestuario, cada uno de nosotros está cargado, listo para dar lo máximo.

Fuera, Nieves y Sara nos saludan, listas para terminar su trabajo por hoy. Sara nos desea suerte, recordándonos que el mundo de las redes espera nuestra victoria. Nos reímos, pero sabemos lo importante que es esto también para nuestros fans, para aquellos que nos siguen en cada partido, que nos apoyan en todo momento.

Mientras salimos del estadio, siento una mano en mi hombro. Es Pedri, que me sonríe. <<¿Vamos a comer algo, Gavi? Mañana necesitamos toda la energía posible>>

<<Si me pagas tú, voy>> respondo bromeando. En realidad, sé que iríamos aunque no tuviéramos un céntimo, porque cada momento juntos es como un rito, una forma de prepararnos, de liberar la tensión y convertirla en energía positiva.

Al final, salimos todos juntos, como un equipo, como una familia. Robert camina junto a Fermin, contándole historias de sus experiencias pasadas. Pau escucha en silencio, tratando de memorizar cada palabra. Lamine nos sigue, saltando, con esa energía joven que me recuerda lo bonito que es seguir soñando, incluso después de tantas partidas jugadas. Y Nieves, con su cámara, sigue disparando, congelando cada sonrisa, cada expresión. Sé que, en el fondo, todo esto no es solo un entrenamiento para mañana. Es una parte de nosotros, una historia que construimos juntos, y ella está allí para hacerla inmortal.

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