7-Abrazo
Gildarts con su magia no tenía problema alguno en destruir cada obstáculo que se ponía en su camino. Con un simple gesto de mano se abría paso ante la rabia de este.
—¿No decías que era un debilucho?—preguntó sarcástico.
Este gruñó molesto.
Además de eso, las ramas que no destruía, las esquivaba con suma facilidad. Su experiencia era notoria y no tenía nada que hacer frente a un enemigo de semejante poder. Pero su poder era limitado y no paraba de regenerarse.
—¿Cuanto más podrás seguir?—preguntó ahora este burlándose.
Gildarts aunque odiaba admitirlo, llevaba razón. Su poder era grande, pero de seguir así, pronto se vería mermado.
—¡Gildarts!—gritó una voz.
—¿Eh?.
Eran Levy y Ichiya que llegaban corriendo.
—¡Esto nos ayudará!—dijo la peliazul feliz y mostrando un frasco.
—Pobres insectos—dijo el monstruo.
Alargo su rama para impactar en la maga cuando Ichiya se hizo grande y paró la rama.
—Ahora...men.
Levy vertió el líquido sobre este y sintió un gran escozor. El enemigo dio largos y agónicos gritos de dolor.
—¿Qué es esto?—preguntó mirando la zona.
Gildarts con su magia la hizo añicos en un periquete y cuando trato de regenerarse, notó algo extraño, no podía.
—¿Qué ocurre?
—Ahora eres vulnerable—dijo Levy con una sonrisa confiada.
—Hora de acabar con esto—Gildarts cargó toda su energía en su puño y antes de que el monstruo pudiera decir algo, lo destrozó completamente junto a gran parte del terreno.
Una capa de polvo oscuro se quedó flotando en el aire durante un rato, luego, desaparecieron sin dejar más rastro.
—Podrías haber usado menos poder...te has cargado el camino—comentó Levy mirando los destrozos.
—Ja,ja, ja...tienes razón. Por cierto...¿donde esta Kana?—preguntó buscando por todos lados.
—En el gremio—no hizo falta más para que saliera pitando.
—Kanaaaaaaaa tu padre ha llegado—gritaba por todos lados.
Mientras, en el gremio sintieron que toda la maldad había desaparecido por lo que imaginaron que el plan de Levy había surgido efecto y todos comenzaron a festejar. Todos salvo una persona, esa era Kana quien había sentido un escalofrío. Efectivamente, su padre apareció aporreando la puerta y luego dando un gran salto para abrazarla y avergonzarla ante todos que solo reían.
Kagura estaba con Natsu y no tardó en esbozar una sonrisa ya que con todo el jaleo imaginaba que habían derrotado al monstruo. Por si no fuera suficiente, también chillaron que habían ganado.
—Kagura—dijo este despertando y viéndola.
—Si, estoy aquí—dijo ella.
—¿Qué ha pasado?.
Ella le contó sobre el combate y que ahora ya no tenía que luchar.
—Maldita sea, otro enemigo que no derroto—dijo golpeando la palma de su mano.
Kagura se echó a reír, le resultaba divertida su reacción. Aunque también era algo que admiraba mucho de este.
—No te preocupes, seguro que la próxima vez derrotas al enemigo—le esbozó una sonrisa.
—Si, eso espero.
Cuando se quiso poner en pie, casi se cae. Aún le dolían las piernas y tenía agujetas.
—Con cuidado—dijo sosteniéndole.
—Puedo andar
—No, no puedes
—Si
—No
No paraban de discutir cuando ''casualmente'', ella se resbaló y cayeron encima de la cama. Ella encima de este. Al abrir los ojos y quejarse levemente, pudo ver que estaban cara a cara.
—Natsu.
Este la miraba sin decir nada. Kagura sentía la respiración de este y eso le hacia sentirse incómoda, pero no era una incomodidad como cuando estaba Jerall o Ichiya...todo lo contrario, era cálida.
Lo rodeó con los brazos y le dio un abrazo. El mago no comprendió nada, solo se dedico a corresponderlo.
—Supongo que tiene frío—pensaba.
Ella se separó y algo roja, dijo que iba a ir por algo de comida.
—Que agradable sujeto—pensó Natsu en ese momento.
Cuando regresó con el plato lleno de carne, el dragon slayer de fuego estaba casi babeando, tenía mucha hambre. Kagura se sentó a su lado, le troceó la carne y le fue dando poco a poco, era como cuidar de un niño. Pero no podía negar que se sentía muy feliz por estar de aquella manera con el joven.
Todo esto era visto por Mira y Erza quienes esbozaban una sonrisa al ver que la coraza que siempre albergaba en el corazón de la maga se había roto por completo ya que desde luego, no era común en ella hacer eso, más sabiendo su personalidad.
—Muchas gracias—dijo este sobando su barriga después de la comilona.
—No es nada.
—Ya sé, ¿por qué no vamos al parque de atracciones mañana?—aquello hizo que la pelirroja y la albina que estaban en la puerta se mirasen con una sonrisa.
—¿Tu y yo?—preguntó.
—Claro.
Ella aceptó de buen grado. Luego, se llevó el plato vacío y para dejarle descansar. Se sentó más tarde a beber y comer en un rincón mientras contemplaba al resto del gremio festejar con mucha alegría.
—Un momento...¿los dos a solas?, ¿Es una cita?—su cabeza le hacia verse a ambos tomados de la mano y con una sonrisa.
Aquella noche tardo en dormir, no podía dejar de pensar en la cita y en que se pondría para verse guapa y atraer la mirada del mago. Al día siguiente se presentaron en su casa Mira y Erza quien la aconsejaron en como arreglarse.
Eligieron un vestido morado conjuntado con su pelo y se sentía avergonzada. Dejaba claramente a la vista algunas zonas que no solía dejar al descubierto. Natsu se vistió de manera formal y cuando la vio la halago.
—Te queda bien
—Gracias...me ha costado elegirlo.
—La mía la han elegido Erza y Mira...—dijo algo agotado.
Ellas desde atrás cayeron al suelo.
—¡Idiota no tenía que decir eso!—susurró la pelirroja.
—No durará mucho.
Ambos tomaron el camino hacia el parque de atracciones. Kagura era mirada por muchos hombres que lo hacían disimuladamente, todos menos Natsu que tenía la vista puesta en los escaparates.
No tardaron en llegar ya que caminaron rápido, aunque realmente era por Kagura que llevaba el paso ligero de lo avergonzada que estaba. Había bastante gente en ese momento del día y la joven apenas podía abrirse camino cuando fue agarrada de la mano por Natsu quien la sostuvo firmemente.
—Cuidado.
Aquello le generó una sacudida en su corazón al verse tan preocupado por ella. Llegaron a una zona más apartada, la hora de que los niños se fueran a casa hizo que estuviera tan lleno ya que todos querían quedarse más tiempo.
—Esperemos a que se vayan—dijo este tomando un poco de aire.
—Si...gracias por la ayuda.
—No hay de que—dijo esbozando una sonrisa.
Eso le hizo otra sacudida. Se preguntaba porque algo tan simple le hacia feliz o le provocaba aquello en su cuerpo. La razón era simple, estaba tan enamorada, que cualquier pequeño gesto, por muy simple que fuera, le hacia feliz.
Continuara...
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