Capítulo 8 "Llegó el día"

- Deja ver si entendí, se casa por qué... ¿la vio desnuda hace como cien años? –Azzam amigo de años de Zaím, socio de negocios y también Jeque miró hacia Ian Lennox pidiendo que le aclarara lo que el novio no parecía querer aclarar. –Dime que bromea, por Alá o Dios o tu madre, dime que bromea. –Le dijo a Ian quién lo miró y negó con la cabeza.

- No, no bromea.

- Ya te dije que no bromeo. –espetó el novio mientras se acomodaba la túnica.

- ¡Estás loco! – dijo su amigo asombrado.

- Déjalo en paz. –pidió Ian quien también era amigo de Azzam. Daba la casualidad que Azzam era el amigo en común de Ian y Zaím.

- Te lo dije todo por teléfono ¿Qué parte no entendiste?

- Creí que bromeabas.

- ¿Y aquí estás para confirmarlo?

- En parte.

- ¿Qué otra cosa te trajo a Durban? –inquirió Ian pasándole un vaso de whisky.

- Pues no pude venir a tu boda. –le dijo a Ian. –vine a conocer a tu esposa, ver si este loco bromeaba... -Ver de nuevo a la dama de compañía de la princesa Habiba. Lo poco que había podido dilucidar era que la bella mujer era una dama de compañía. Ian solo había mencionado una Princesa, no tres y esa única princesa era Baasima su ahora esposa, estaba seguro que no era la diosa de fuego que lo había encandilado aquella noche vestida de negro total. Hasta la había soñado.

- Ya la conoces. Aquella noche que se escaparon. –arrastró las palabras y Azzam rio recordando la desesperación de Ian. Sabía que habían entrado tres mujeres y alborotado el lugar esa noche, pero solo una había ganado su atención y ahora reparaba en el hecho de que jamás había pasado por su mente que fuese la ahora esposa de su amigo. No podía ser ella, no al menos después de su breve interludio ¿o sí?

- ¿Se escaparon? ¿las tres? ¿A dónde? –Zaím se giró rápidamente a cuestionar a Ian.

- Bienvenido a mi mundo. –le contestó Ian socarrón.

- Sé que tu futura esposa estaba entre las tres bellezas que entraron a Pasión, ¿No era la de negro verdad? –Azzam preguntó con evidente interés y luego un velo de preocupación apareció en sus ojos que disipó enseguida. –No tengo el honor de conocerla, muéstrame una foto. –Zaím le frunció el ceño. Ian le acercó su móvil y le mostró una donde las tres aparecían vestidas tradicionales sin velo y riendo a carcajadas. Eran un magnifico deleite a la vista.

- ¡De verdad dices que fueron al antro! –El novio se pasó las manos por la cara en gesto de frustración. Ian rio a carcajadas pero se calló al ver la mirada concentrada de Azzam en la foto.

- Ella es Baasima, pero seguro ya lo sabes. – Le señaló a la de la izquierda, una beldad por sí misma, igual que las otras dos, pero para Azzam una sola era la que capturaba toda su atención, rogó que no fuera la futura esposa de Zaím. Ian señaló a la de la derecha. - Habiba la futura esposa de Zaím. La de en medio es la Princesa Azima. –Azzam respiró discretamente de alivio.

- ¿Princesa? ¿Las tres eran Princesas? – Eso no se lo esperaba, y en realidad era demasiado malo, tener algo que ver con una Princesa virgen por bella y sensual que fuera conducía al matrimonio. Más si era sobrina de su Soberano. Apretó los dientes con creciente frustración.

- Lo son. Y un incordio total estando juntas y aburridas o enojadas. –Aseguró Ian. –la seguridad a su alrededor ha sido incrementada con frecuencia.

- ¿Qué sucedió en Pasión? –intervino el novio con una mezcla de preocupación y enojo.

- Que alborotaron a todos los hombres a la redonda, si no hubiera dado orden de que las dejaran en paz e Ian no hubiese llegado, tarde pero llegó, no sé que más podría haber sucedido. –Azzam informó sonriente por el evidente desasosiego de Zaím que se equiparaba al suyo. –Tomaron unos tragos y luego salieron. –Y el había deseado subir a la esquiva belleza a su departamento en la parte alta del lugar. Azima... paladeó el nombre en su cabeza. Su interés por ella tenía que morir en ese instante decidió, demasiado peligrosa. No iba a sentar cabeza como el tonto de Zaím por mucho que esa mujer lo tentara. Fin de esa historia. – Ya, en serio dime ¿Por qué te casas?

- Debo hacerlo. –respondió Zaím sin dudar.

- Es un matrimonio de conveniencia entonces ¿deber para con tu gente?

- Eso dice él pero, creo que se obsesionó con ella desde que la vio. –Hiram quien había observado la conversación entre los tres hombres de lo más divertido había decidido hablar al fin.

- Habiendo tenido tantas. –Azzam movió la cabeza, Zaím los ignoró.

- Eso le dije.

- Ni se te ocurra repetir eso delante de alguien que le pueda decir a Habiba. –Zaím dijo admonitorio.

- ¡Pero es que le tienes miedo! –Azzam lo miró con asombro y soltó una carcajada.

- No sabes de lo que hablas. Esa mujer quiere mi cabeza y su libertad. Defiende sus derechos mejor de lo que lo haría una abogada de un grupo feminista.

- Pues dale su libertad.

- No quiero. –dijo como si eso cerrara el asunto.

- Estás obsesionado, es cierto. –Azzam volvió a negar con la cabeza y se sirvió otro whisky.

- Bueno, es obvio que no las conoces. –Ian sonrió como si visualizará a su reciente esposa y sonrió soñador. Azzam resopló molesto.

- ¡Que se me libre de caer en ese embrujo diabólico en el cual parecen estar!

- Simplemente tengo que casarme y que mejor que una Princesa que entiende mi cultura y tradiciones. –Aseguró muy firme el novio.

- Síguete engañando. –Ian rodó los ojos. Azzam apuró el trago e Hiram vio la hora.

- Tenemos que irnos.

Zaím se preguntó por enésima vez si debería quitarse la barba, no lo haría decidió, la besaría aunque a ella le picara el rostro, una pequeña venganza.

- Te aseguraste de que no sea una novia fugitiva ¿verdad? –preguntó Zaím a Ian y este asintió.

- Bueno, me muero por conocerlas. –afirmó Azzam pensando que en realidad a quien deseaba ver era a Azima, un breve encuentro no le haría mal a nadie.

Habiba estaba teniendo una experiencia extracorpórea, se sentía como una mera espectadora de todo lo que estaba pasando, cuando ella era la protagonista. Lo único que le había anclado por instantes a tierra habían sido él, sus penetrantes ojos, ese brillo admirado al verla llegar a su lado, la clara promesa de que no la haría olvidarse que ahora era suya una vez convertidos en esposos... ni siquiera recordaba haber dicho sí. El suave apretón en sus manos y la leve caricia de su pulgar en el dorso de su mano había hecho que pese a la aparente pasividad con la que procedía sintiera algo, algo que no alcanzaba a definir, sentía que su vida acababa como tal, estaba aterrada, estaba enojada, pero alcanzaba a percibir que estaba expectante y con cierto anhelo ¿de qué? No tenía nada bueno a lo que atenerse ¿o sí? Vio el hermoso anillo en su mano y había visto el gesto reverencial con que él se lo ponía, parecía ser especial, aun así ella se sentía una extraña observando todo.

Habían recibido la bendición del Rey y por vez primera no escuchó nada, porqué sí, pese a lo que podrían decir, ella escuchaba a su tío, otra cosa es que acatara lo dicho. Su tío le amonestó con los ojos, ya que al conocerla sabía que estaba divagando y nuevamente sintió la mano de Zaím en la suya apretando suavemente y enviándole una onda de suave calor desde los dedos que viajó por el brazo, hasta extenderse por todos lados, frunció levemente el ceño ante la sensación. No era tonta, sabía que había atracción pero no por eso era bien recibida, la pasión nublaba el juicio y acabaría por ser una esposa árabe más sin voz ni voto, casada por conveniencia, o en este caso por su craso y caro error. No había elegido gracias a ella misma, era su culpa y eso la carcomía. Pero también era culpa de él y eso aun no estaba dispuesta a dejarlo pasar.

Salieron al balcón y la gente dichosa por una nueva boda real y tan bien avenida aparentemente, les deseaba felicidad. Su familia estaba feliz y exultante. Ella recibía abrazos, besos de las parientes femeninas y felicitaciones de los invitados. Sus primas discretamente estaban cerca de ella y la miraban con preocupación y eso que ella pensaba que lo estaba haciendo bien. Saludó y sonrió tanto como pudo. Él estuvo a su lado en todo momento pero fueron separados cuando todos entraron al salón de nuevo por los que se arremolinaron a su alrededor. Zaím también recibía sendas felicitaciones, pese a estar rodeado parecía no perderla de su campo visual. Vio a un hombre igual de alto que su ahora esposo y sumamente guapo a lado de Zaím, era todo un espécimen masculino pero ella no sintió nada. Lo analizó y pensó que Zaím estaba mucho mejor, cuando el pensamiento se coló en su mente, sacudió la cabeza con fuerza como queriendo aclararse.

- ¿Qué pasa? ¿te sientes mal? –se acercó rápidamente Baasima.

- No, para nada.

- Estás muy pálida.

- Hace una semana te estabas casando tú. –dijo con un hilo de voz recordándolo de pronto y cambiando tema.

- Lo sé.

- Fue por amor. –No quería hacer sentir mal a su prima, pero era una verdad que ahora mismo le dolía. Vio la mirada compungida de Baasima. –Lo siento. Es culpa mía y de nadie más.

- Te juro que si no eres feliz, mínimamente feliz, iremos por ti y dejaremos todo.

- ¿Y luego? ¿Dejarás a Ian?

- Por supuesto que no, nos iremos las tres y mi esposo. –eso hizo sonreír a Habiba.

- Lo volveríamos loco.

- Sin dudarlo. Pero ya está agarrando práctica conmigo.

- ¿Y Azima? Estaba justo a mi lado y no la veo desde hace un buen rato.

- Es cierto, ¿Dónde podrá estar? Quizás debamos recordar que este día tampoco es que sea precisamente bueno para ella. –las dos la buscaron con la mirada.

- Nos hemos casado las dos, para bien o para mal. –Habiba suspiró.

- Crees que... ¿Qué se decida ya a casarse con Omar? Ni una de las dos estará aquí al menos no como antes.

- Espero que no. Debemos de buscarla...

- ¿A quién? –preguntó Ian acercándose a su esposa y tomándole de la cintura. Esas muestras de afecto eran normales para Ian, pero no tan bien vistas en la corte de Durban, sin embargo, no habían sido censurados y Baasima ya se veía de lo más acostumbrada.

- Azima. –respondió Baasima.

- Debe estar aquí mismo. –diciendo Ian eso y Azima entraba a la sala al lado de Omar, sus dos primas fruncieron el ceño ante la imagen.

- No es que Omar no haya mejorado pero aun así... -dijo Baasima negando con disgusto.

- Si se queda con él podrá ser Reina. –observó Ian.

- A ella eso no le interesa, aun no entiendo por qué se empeña en esto...- como probables futuros soberanos, mucha gente se le acercó a la pareja. Azima atendió a todos con el talante de una amable y carismática Reina. Omar lucía algo fastidiado. –él si que no tiene madera para Rey. Tío debería de nombrar a León ya. –susurró enfadada la novia.

- Ve con tu esposo querida y no digas eso jamás en público de nuevo. –La regañó Gabriela que apareció de pronto. Habiba dio un respingo.

- Nadie me escuchó de verdad.

- Aquí todo tiene orejas, hasta las paredes.

- Sabes bien que serías una Reina estupenda. –le dijo Habiba al oído y Gabriela la amonestó con la mirada. Le acarició el incipiente embarazo. –En todo caso, puede que aquí esté el futuro- carraspeó para decir muy bajito. –Soberano. –Gabriela volvió a reprenderla y Habiba solo se mordió los labios para no sonreír. –Debes prometerme que por lo menos esas dos malas amigas que no vinieron a mi boda vayan a la de Baasima en Londres. –cambió de conversación, aun rumiaba el hecho de que Jaquie y Allison no habían podido asistir. Un tío de sus esposos había fallecido obligándolas a ir al funeral en una remota isla griega. Habían prometido esta vez no faltar a la boda de Baasima donde todas se reunirían de nuevo.

Zaím miraba a su esposa acariciar el vientre de la Princesa Gabriela, lucía menos tensa, toda la ceremonia había sentido que ella no había estado presente.

Le había molestado por supuesto, sobre todo porque él sí que había estado de lo más atento y absorto por ella. Parecía una visión de un cuento de hadas, tan etérea y bella que había sentido un nudo en la garganta al verla por vez primera en su traje nupcial.

- Vaya que te ha encandilado. –Azzam le dijo burlón.

- Es un deleite a la vista, es todo. –contestó aparentando indiferencia.

- Eso no lo pongo en duda, es guapísima. –Zaím dedicó a su amigo una mirada seria. Azzam alzó las manos y se rio. –Oye, solo fue un comentario, tu esposa es bella ¿irás golpeando y viendo con mirada asesina a todo el que la adule o la vea?

Quizás, pensó Zaím. No le contestó solo desvió la mirada de nuevo hacia ella.

- Así que todas están casadas. –dijo Azzam casualmente. –O lo estarán. –sutilmente su mirada buscaba y seguía a Azima, verla llegar con el futuro Rey no le había sentado muy bien, aunque claro, era lo mejor.

- No. Azima aun no.

- Parece ser la siguiente ¿será nuestra futura Reina?

- Pareces muy interesado en los asuntos de la corte. –Zaím lo vio curioso.

- Formó parte de Durban y de esa corte. –Azzam se encogió de hombros con frialdad.

- No hay un compromiso anunciado. Pero es noticia a voces que ella será la esposa de Omar. –informó en voz baja a su amigo. – así como también es sabido que la gente más cercana a la Princesa no está de acuerdo con esa boda.

- Interesante ¿Por qué?

- Eso no lo sé, pero ella nos acompañará a Habiba y a mí de vuelta. Ordenes de León, supongo quieren que se distraiga y quitarle la idea de la cabeza.

- ¿León no quiere que Omar produzca un heredero?

- No creo sea eso, todos sabemos que no quiere reinar. Durban es por ahora un Reino que nadie disputa, ni siquiera el heredero, solo míralo detesta todo esto y no tiene una pizca de diplomacia o paciencia. Situación que puede dar un giro si se casa o al tener la Princesa Gabriela un varón.

- Ya veo.

- Solo te diré una cosa.

- Claro.

- No.

- ¿Perdón? –Azzam miró a su amigo con confusión ante la única palabra.

- No se te ocurra. –reafirmó Zaím.

- ¿Qué cosa? –preguntó empezando a entender, ocultó una sonrisa. Zaím lo conocía bien.

- Azima no es de tu estilo.

- ¿Ah no? –esta vez sonrió descaradamente.

- Bueno, bella es, eso lo sabe todo el mundo. Pero a menos que quieras casarte...

- ¿Ahora eres defensor de la pureza de las Princesas de Durban?

- De esta por lo menos sí. Prácticamente es mi cuñada y te conozco.

- Además que tu flamante esposa te mataría si se entera que tu amigo le hizo algo a su hermanita ¿no?

- Además. –prosiguió ignorando el anterior comentario. –te meterías en un lío terrible, uno con tu Rey. Del que no te podríamos librar. Porque créeme, no te bastarías tú solo.

- No pienso intentar nada. –respondió tranquilo, Zaím lo miró con los ojos entrecerrados. -¡Es en serio! – Y lo era, pondría todo de su parte. Por el rabillo del ojo vio a Azima acercarse a sus primas. -¿No me vas a presentar? –su amigo movió la cabeza. –tendrás que hacerlo. –Azzam hizo una reverencia logrando que Zaím se girara a ver quien la recibía. –Princesa Gabriela. –Zaím lo imitó. –la bella esposa de León les sonrió y miró hacia Habiba quien a regañadientes se acercó, más no Azima.

- Felicidades por su boda Zaím.

- Gracias Princesa. –Habiba se puso al lado de Gabriela y esta se movió para que la pareja quedara junta.

- Tengo entendido que también es usted de Durban. –le dijo a Azzam.

- Así es. –asintió caballeroso. Zaím hizo las presentaciones tanto de Gabriela como de su ahora esposa y su amigo fue la viva imagen de los modales perfectos en la corte. –Su tribu es la de los bordados de ensueño. –Gabriela se vio sorprendida e interesada. Habiba también pareció prestar más atención también. Azzam había salido bien librado igual que Zaím con los fotógrafos y si ahora se mostraba sin problema alguno es porque sabia que allí no habría quien tomara una foto suya y la subiera a la red. Eran su gente después de todo. Al igual que Zaím amaba su privacidad y aunque ni de loco se enclaustraba y sí disfrutaba de los placeres de la vida, siempre se las arreglaba para no exponerse de más.

- Claro, el Jeque Azzam. –A Habiba le pasó desapercibida la mirada exasperada de Zaím. –Azima irá a su tribu después de estar conmigo unos días. Los ojos del Jeque brillaron fugazmente, las Princesas se dedicaron una breve mirada esperanzada y ambas cosas solo las vio Zaím ¿Qué pasaba allí? Nada bueno si Azima iba a la boca del lobo. Pero, por lo pronto no iba a lidiar más con eso, tenía trabajo de sobra con su ahora esposa. Deseaba llevarla sobre su hombro y encerrarse con ella a cal y canto en una torre alejada de todo y todos. Al diablo las promesas que le había hecho de esperar. Pero si algo acataba siempre era su palabra, sintió la frustración incrustarse en todo su cuerpo.

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