Capítulo 6 "Besos, besos..."

- Pensé en venir en traje de baño pero... -se encogió de hombros. –iba a tener que dar muchas explicaciones.

- ¿Lo hubieras hecho? –entrecerró los ojos.

- ¿Pasearme casi desnuda por los pasillos? ¿Quién sabe? Si mi tío no estuviera en Palacio ¿Por qué no? –Mentira flagrante, León la hubiera mandado a azotar de verdad y de paso al calabozo. Él por supuesto intuyó la verdad.

- Claro. –respondió y le señaló el sofá para que se sentara primero, modales de caballero inglés y comportamiento de bárbaro. Por supuesto se lo dijo.

- Tus modales parecen tan finos y sin embargo eres un bárbaro.

- ¿Lo dices por lo de ayer?

- Me golpeaste.

- Fueron dos nalgadas. –se sentó a su lado. –Y créeme no apliqué fuerza para nada.

- Sobre todo en la tercera. –rebatió con sarcasmo. Gruñó al ver su sonrisa de complacencia. –Me gustaría saber que diría mi tío ante tu maltrato. –la vio asombrado.

- Repito que solo fueron dos leves nalgadas.

- Golpes hayan sido como hayan sido. –insistió.

- Si es así ¿Por qué no me delataste ayer? –exigió saber.

- Estoy guardando esa carta.

- Eres rencorosa. – estudió su reacción.

- Solo cuando me ponen la mano encima. –fijó la vista en la jarra en la mesa adyacente y él se levantó de inmediato, lo vio servir dos vasos y alejar la jarra lo más lejos posible de ella, quiso romper a reír.

- Pues te la seguiré poniendo. –aseguró volteando con los vasos en la mano.

- ¿Perdón?

- Cada que quiera y cada que pueda.

- ¿Vas a seguir golpeándome? –se levantó indignada.

- Nunca te he golpeado en realidad. –remarcó.

- ¿Y las nalgadas que? –casi gritó, casi.

- Sabes que no cuentan.

- ¡Claro que sí!

- No volveré a hacerlo. –le dijo serio. Al ver que ella no le creía habló de nuevo. –No me arriesgaré a que mi Soberano y toda tu familia vaya a masacrarme a mí y a mi gente por unas simples...

- Acabas de decir que me seguirías poniendo la mano encima. –Lo interrumpió.

- Sí y lo haré, pero no me refiero a nalgadas, bueno, si te gustaron pues... -empezó a reír al ver como lo miraba con inquina. –Te tocaré de manera que te resultará placentero créeme. –ella frunció el ceño y extendió la mano pidiendo su vaso. -¿No me lo vas a tirar no? –al ver que no respondía se negó a dárselo. –promételo.

- Lo prometo... por hoy. Tenemos que hablar. –él le dio su vaso y ella buscó la manera de retomar el tema. Esa amenaza había resultado más sensual que otra cosa y se encontró flaqueando un poco, ni siquiera se había enojado. Zaím se sentó a su lado.

- ¿De que quieres hablar? –preguntó con curiosidad.

- Bien, -carraspeó y tomó un sorbo del té que se le antojó muy dulce. Arrugó el rostro. –prácticamente nos acabamos de conocer. –empezó.

- Nos conocimos hace varios años. –le remarcó.

- Sabes que no cuenta, solo fue una conversación breve.

- Vi más de ti de lo que nadie más ha visto. –acotó y ella lo fulminó con la mirada.

- Cosa que has dejado claro a todo Durban.

- Solo a tu familia y eso porque nadie salió de la sala cuando llegamos.

- El caso es- tomó aire. –que no te conozco y tú a mí tampoco y yo necesito tiempo.

- Nos casamos en menos de una semana. –Zaím la vio con confusión. –eso es irrevocable y ambos lo sabemos.

- Y así será, nos casaremos. Solo, yo... espero comprensión.

- ¿Podrías ser más clara?

- ¿Qué... que esperas tú esa noche de la boda?-empezó a sudar frío y más al ver encenderse sus ojos con anhelo.

- Espero estar con mi esposa. –respondió con tacto.

- No puedo. No puedo yacer contigo así como así.

- ¿Así como así? –lo vio tratando de ocultar una sonrisa y quiso gritar.

- No puede haber sexo. –espetó.

- Estaremos casados Habiba. –su nombre lo pronunció con una cadencia suave y sexy que casi se le olvidó que estaban discutiendo un punto sumamente importante.

- Quizás pero, no te conozco ¿crees que me puedo ir a la cama con prácticamente un desconocido? –él suspiró con fuerza y se pasó una mano por la cara. –necesito tiempo.

- ¿Y luego irás voluntariamente a mí?-ella asintió.- ¿Cuándo? ¿dos o tres años después? –preguntó sarcásticamente.

- Había pensado en solo un año. –rebatió y al ver su asombro le sonrió perversa.

- Un mes Habiba.

- No es justo, para nada ¿seis meses? –toda la cara de él expresó tal negativa que ella negoció de nuevo. -¿cinco? –él solo negó con la cabeza. –cuatro y es mi ultima oferta. Esperaba un poco de consideración. –lo vio dedicándole una triste mirada. Él no pudo con eso.

- Tres meses. Ni uno más ni uno menos. –se levantó molesto en cuanto la vio sonreír. –Pero, cada que hagas algo mal, algo incorrecto, iré descontando días Habiba.

- Eso no es justo.

- ¿Por qué? Porque esperabas sacarme de mis casillas desde el minuto uno ¿verdad? –ella abrió la boca y la cerró de inmediato. – conmigo no se puede jugar.

- Veremos. –susurró ella.

- ¿Qué dijiste?

- Así que me pondrás castigos. –él la miró con ojos entrecerrados pero no presionó para que dijera lo que había dicho entre dientes. –No sé si lo aprobaría mi tío.

- Claro que lo aprobaría, puedes quejarte si quieres. Le diré que no quieres cumplir con tus votos matrimoniales y no estarás en mi cama tres meses y que yo usaré un método para...

- Ya, ya entendí. –lo cortó. –Por cada cosa que hagas mal yo aumentaré los días.

- Ese no es el trato.

- Tómalo o déjalo. Quiero un matrimonio igualitario.

- Un matrimonio normal e igualitario no negocia esta clase de tonterías. –rebatió molesto, en verdad molesto. Ella sonrió triunfante.

- No vamos a ser un matrimonio normal, pero si seremos uno igualitario. Puedes repudiarme y así te ahorras todas estas molestias.

- No voy a hacer tal cosa. –se volvió a sentar con aparente tranquilidad sin dejar de observarla.

- No más de esas miradas.

- ¿Qué miradas?

- Me siento como una gacela en la mira de un depredador. –él le sonrió lentamente.

- Ya estás en mis garras.

- Aun no. –y diciendo eso hizo amago de irse pero ella regresó y le extendió la mano. -¿tenemos un trato?

- En realidad no todavía.

- Está bien, di tus reglas y yo te diré las mías.

- Tres meses ni uno más ni uno menos, si haces algo que merezca castigo pues yo mismo quitaré días. Si me haces enojar mucho puedo quitar hasta un mes.

- Una semana. –atajó ella.

- Un mes.

- ¿Qué podría hacerte enojar mucho? –indagó.

- No te lo diré.

- Juegas sucio. –se volvió a sentar pero esta vez en una butaca frente a él.

- ¿Y si...? ¿Y si en lugar de quitarme días te compenso?

- Explícate. –esa mujer lo divertía, lo molestaba y lo intrigaba. Una combinación poderosa.

- No sé, si en lugar de quitarme un día ¿te doy un beso?

- ¡Ósea que ahora tengo que ganarme los besos de mi propia mujer! –estalló.

- No los querrás tomar a la fuerza ¿o sí?

- Me están dando ganas de hacerlo todo a mi modo. –gruñó.

- Tú eliges besos o días menos. –negoció.

- Elegiré días. –exclamó convencido.

- Bien. –ella se encogió de hombros. –entonces si me haces enojar te añado días y si realmente haces que muera de coraje, será un mes entero. -Él protestó de inmediato.

- Entonces también puedo compensarte.

- No veo que puedas hacer para lograrlo. –él le sonrió de tal forma que ella tragó saliva.

- Visitas extras a tu familia. –dijo simplemente, aunque ella sintió que no era lo que había pensado en primer lugar.

- Negocias muy bien, demasiado bien. –ella gruñó. –creo que debemos besarnos. –soltó como si nada, lo vio verla confundido por el cambio de conversación y tragar saliva después. –Ahora. –remarcó.

- Besarnos. –arrastró la palabra.

- ¿No quieres? Si no quieres bien.

- No es que no quiera obviamente sí, pero -¿ya se había dicho que no sabía a que atenerse con esa mujer? - ¿Por qué así de pronto?

- Pero si es sumamente obvio. –rodó los ojos.

- Para mí no.

- Tienes que calibrar el valor de mis besos y ver si vale la pena canjearlos por un día. –explicó como si hablara del clima. La verdad es que estaba súper nerviosa, pero el haberlo desestabilizado le había dado fuerzas para continuar. –no tengo experiencia ni nada y no tengo con quien practicar pero creo que...

- No vas a practicar con nadie. –rebatió.

- ¿Ni contigo?-preguntó con curiosidad.

- Solo conmigo. Y estos besos no van a contar para que añadas días a tu odioso trato.

- Bien pero debes probarlos primero, mientras tanto tenemos un trato-extendió su mano hacia él quien se la quedó mirando, ella la agitó y al fin la tomó en un apretón.- Practico contigo, mejoro mi nula técnica y quizás pueda ser que termines en un futuro cercano canjeando un beso en lugar de quitarme días. –él asintió levemente y ella se levantó y se sentó a su lado, se inclinó hacia él y cerró los ojos.

Era la viva imagen de la inocencia y la ternura, Zaím tragó de nuevo, era hermosa. Una calidez se extendió sobre su pecho, sonrió por su pose y él puso sus labios sobre ella quien los tenía cerrados, los sintió tal como se veían: voluptuosos y apetitosos, entreabrió su boca y ella se dejó hacer, se encontró a punto de querer tumbarla sobre el sofá, se controló como pudo. Empezó a juguetear con su lengua y ella imitaba cada paso que daba, la sentía tranquila, era él quien escuchaba acelerado su corazón, el esfuerzo de la contención pensó. De pronto ella se retiró.

- Estuve demasiado mal ¿no es cierto?-preguntó haciendo una mueca con sus labios que podría asemejar un puchero, su libido se disparó. Sentía el cosquilleo de su barba en sus labios, la sensación curiosamente la sentía muy placentera.

- Ni siquiera habíamos empezado. –contestó ocultando su respiración agitada por lo que habló lento.

- ¿Otra vez? –propuso ella y él no le respondió la tomó del cuello y la acercó pegando sus labios a los suyos.

Esta vez Habiba no fue paciente, no esperó, respondió al beso enredando su lengua con la suya, mordisqueando su labio inferior, extendió sus brazos y los pasó por su cuello pegándose más volviéndolo loco. Y de nuevo, de repente se apartó. Cuando la neblina lujuriosa salió de la mente de Zaím la vio sonriendo y todo se aclaró.

- ¡Ya habías besado antes! –acusó ultrajado.

- ¿Cómo osas acusarme de tal cosa? –se puso una mano en el pecho teatralmente esperando que recordara que de hecho él la había besado.

- No juegues conmigo Habiba.

- No me acuses de semejante barbaridad. – insistió pensando que él jugaba sin embargo la tomó por las hombros y la acercó de nuevo.

- ¿Quién te besó? –sacudió la cabeza- ¿Quién te enseñó a besar? –ella le dedicó esta vez una mirada furiosa que hizo que la soltara, vio hacia el cielo y gruñó. –Vas a decírmelo ahora mismo. –explotó. Por el pasillo resonaron los relojes antiguos indicando una nueva hora.

- Nuestro tiempo se acabó. –Y salió tan rápida cual gacela dejándolo con ganas de matar a alguien y a ella con ganas de matarlo a él ¡Se había olvidado que él ya la había besado! Y para colmo de males hasta el momento era el único ¿Qué culpa tenia ella de ser buena alumna?

Al día siguiente debía admitir que se sentía algo emocionada por su próxima cita, porque sí, era una cita esa dichosa hora que pasaba junto a Zaím. Y también se seguía sintiendo molesta, no porque la acusara de haber besado antes, ahora mismo quería haber besado a un montón de hombres, pero el muy idiota seguía siendo el único ¡No se acordaba que él la había besado! Aun recordaba las risas de sus primas cuando se los había contado. Para ella era un insulto. E iba con ganas de pelea.

- Tú has besado a muchas mujeres ¿Por qué haces un escandalo? –Hiram veía curioso a Zaím mientras este se preparaba para su encuentro con su prometida.

- Es diferente. –respondió sin mirarlo.

- ¿Por qué tú eres hombre y ella mujer? ¿Dónde ha ido mi amigo y que has hecho con él? Eres el primero en decir que los derechos femeninos hay que respetarlos.

- Lo sé. Aún así...

- Aun así te comportas como un cavernícola.

- Ella sabía que me pertenecía desde el momento en que la vi así que dime, ¿Qué dice eso de ella y de su seguridad? Tan bien la han cuidado que ha podido besarse con cualquier imbécil sin problema alguno, no te olvides de nuestra cultura y tradiciones.

- Interesantes y anticuados argumentos que jamás has aprobado pero que ahora te sirven para enmascarar perfectamente tus celos. –Hiram lo vio burlón.

- Eres un idiota. –le espetó e Hiram se rio en su cara.

- Es divertido verte así, divertido y sobre todo raro. Muy raro. Si no fuera a casarse contigo ¿le pasarías por alto esa supuesta afrenta que tanto te ha ofendido?

- Por supuesto. –aseguró Zaím de inmediato sin pensar.

- ¡Ajá! –su amigo hizo un gesto triunfal.

- Mejor cállate. –salió dando un portazo.

Esta vez Habiba había llegado primero, su enojo había aumentado considerablemente al ver que ya habían pasado diez minutos y él no llegaba, sí, cuando una se enojaba cualquier cosa valía para seguir en ese estado. Había sacado su teléfono y mirado un video que le había enviado Baasima de jugadores de futbol americano haciendo increíbles tacleadas, aun no entendía la fascinación de su prima pero lo cierto es que empezó a interesarle el video sobre todo al ver el tamaño descomunal de algunos y pese a ello tener una agilidad bestial. Escuchó una puerta abrirse y cerrarse con más fuerza de la necesaria, ignoró a Zaím. Al terminar el video como un minuto después alzó la vista y lo vio sentado frente a ella con mirada tormentosa. Así que también tenia ganas de pelear...

- Vaya, hasta que te has dignado a admitir mi presencia.

- Hasta que te has dignado a aparecer. –contestó a su vez.

- ¿Qué era lo que tenía tan entretenida? –preguntó sin contestar el por qué de su retraso, la verdad había sido culpa de Hiram y sus estúpidos argumentos. Él no era un troglodita o lo que sea, simplemente que sus expectativas de Habiba siempre habían sido altas y sobre todo fuertemente amparadas en lo que se supone es una Princesa: custodiada y cuidada al máximo para su futuro marido, era arcaico sí, anticuado y todo eso, pero tenía que admitir que no se quitaba de la cabeza que más cosas había probado Habiba en todos esos años. La vio encogerse de hombros ante su pregunta desechándola sin más.

- ¿Continuaremos donde lo dejamos ayer?

- ¿Perdón? -¿ella hablaba de que siguieran besándose? ¿pensaba que así se iba a olvidar de...? Bueno, en honor a la verdad sí que podía olvidarse.

- Tu acusación. –eso lo bajó de la nube a la que se estaba por subir.

- Perfectamente justificada. –respondió sintiendo esa rara sensación de furia subiéndole por el cuerpo.

- Así que me acusas de haber besado antes ¿no? –él asintió con esa misma mirada furiosa. -¿sabes? Una vez vi una película donde a ella la acusaron de matar a su marido. –lo vio parpadear ante el giro de la conversación, lo detuvo con una mano al ver que iba a hablar. –era inocente por cierto, pero de acuerdo a la ley si al salir de la cárcel mataba de verdad a su esposo ya no recibiría de nuevo sentencia.

- ¿A dónde rayos quieres llegar con eso?

- Me acusaste, juzgaste y sentenciaste.

- Aun no te he dado sentencia alguna. –masculló él.

- ¿Cuál sería? –preguntó curiosa e inclinándose hacia él.

- Demostrarte lo que es besar de verdad, olvidarías cualquier beso anterior créeme. –amenazó sin dejo alguno de vanidad. Vaya, el hombre estaba muy seguro de sí mismo pensó ella sintiendo a su pesar la anticipación correr por sus venas. –lo de ayer no fue nada, no quería asustarte.

- Ejecuta tu sentencia entonces. –pidió serena. Él entrecerró los ojos, ella seguro tenia un plan bien escondido bajo la manga, aun así la idea de besarla de nuevo y marcarla de alguna manera se le antojaba tan tentadora que no analizó nada más. Se levantó y tomándola de los brazos hizo lo mismo con ella. Habiba miró hacia arriba pues él le llevaba sus buenos 15 centímetros lo hizo con expectación y se humedeció los labios. Sin más se abalanzó sobre su boca devorándola, enredando su lengua, chupando sus labios como si se tratara del manjar mas apetecible sobre la tierra, puso sus manos en su cintura y la pegó a él, ella sintió la fuerza de su excitación en su bajo vientre y se le aflojaron las rodillas, se sostuvo de sus hombros. Cuando sintió que el aire le faltaba, él se separó pero no dejó de darle besos breves en intensos y mordiscos. Y de pronto Zaím fue el que se apartó esta vez, también jadeaba aunque no tanto como ella y parecía necesitar aire aunque de nuevo, no tanto como Habiba. 

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