Capítulo 4 "¡Me ha golpeado!"
- ¿Listo para tu cita? –habló una voz burlona a sus espaldas cuando él ya iba caminando a su encuentro con Habiba. Era Hiram. Su mano derecha y mejor amigo.
- No lo llamaría una cita. –gruñó.
- ¿Por qué no? Es tu prometida. –se puso a su lado sin esfuerzo.
- Exacto, debería estármela llevando a casa no haciendo estas estupideces.
- Oye, no deja de ser una mujer. Quieren flores, romance, esas cursilerías. –se paró cuando Zaím lo hizo de pronto. -¿Qué pasa?
- Debería llevarle algo.
- ¿Pero es que no llevabas nada? –preguntó sorprendido. –Pero, si hasta a tus conquistas pasadas solías darles algo.
- ¡Cállate! –exclamó en furiosa voz baja. – esas cosas eran baratijas. Y ella, ella es una princesa.
- Sí, no la mereces para nada. –Zaím lo miró con los ojos entrecerrados y la mandíbula apretada. -¡Solo bromeo! ¿Quién no querría casarse con un Jeque? Uno que tiene todo para satisfacer ampliamente sus caprichos principescos. Ya, en serio. –lo vio sin gesto bromista esta vez. -¿De verdad vas a casarte con ella?
- ¿Crees que vine hasta acá solo para hacer una visita a la corte? –Zaím tomó su móvil e hizo una llamada, dijo unas cuantas palabras y colgó.
- ¿Por qué ella? digo, ha habido herederas, Ladys incluso ¿Por qué precisamente una princesa árabe?
- Es mía desde que la vi. –expresó simplemente.
- Y claro, eso contesta todo.
- ¿Acaso no la has visto?
- Es bella, pero... -uno de los hombres de Zaím llegó corriendo interrumpiéndoles, le entregó una cajita al futuro novio, Hiram alzó una ceja en gesto inquisitivo.
- Un anillo. –explicó Zaím abriendo la caja y despachando al hombre.
- Ah claro, el de compromiso.
- El de mi madre. –alzó la gema hacia la luz, era un raro diamante amarillo engarzado en platino pasado de generación en generación y ahora sería de ella. –es de matrimonio en realidad, pero deduzco que lo tomará como un anillo de compromiso.
- Lo tomará con una enorme sonrisa y brincará a tus brazos, puede ser una princesa pero ese anillo es de valor invaluable en términos económicos y seguro lo sabrá solo con verlo.
- No lo sé, no parece una mujer convencional. Así que decías que es bella ¿pero...?
- Pero ¿Qué necesidad de casarse con ella? además en su mirada veo algo...
- ¿Ah sí? –Zaím dijo burlón y siguió avanzando.- ¿Qué ves aparte de unos bellos ojos?
- Peligro. –Zaím se detuvo de nuevo al escucharlo y sonrió de medio lado.
- Eres más listo de lo que creía. Yo veo eso y mucho más. –Toda ella le decía que era ardiente y él quería descubrirlo ya.
- Está claro que viste mucho más y por eso te la están dando. –Hiram recibió un fuerte codazo que le quitó el aliento. –La manera como la estás consiguiendo es tan no sé, medieval, antigua...
- Mejor para mí. –continuó su camino dejando a su amigo moviendo la cabeza.
- No te olvides todo lo que dijo para disuadirte-Zaím le había contado las palabras de Habiba. -Creo que se quedó corta. –alcanzó a decirle pero su amigo no se detuvo.
Zaím llegó al lugar escogido por el rey, le asombró descubrir que no había nadie aguardando para vigilarlos a excepción de dos que custodiaban las puertas pero que se retiraron al verlo, el jardín estaba lleno de palmeras y naranjos que daban sombra y frescura. Segundos después de su llegada las puertas se abrieron nuevamente y Habiba entró vestida de manera occidental, sonrió pensando que lo hacía para sacarlo de quicio, sabía perfectamente que ella se vestía así pero no solía hacerlo en Durban. Había investigado lo que había podido de ella, tenía esa pequeña ventaja. Llevaba un vestido de seda verde olivo de manga corta ajustado a su torso y a partir de la cintura se abría en una vaporosa falda que parecía acariciar sus piernas a cada paso, aunque no mostraba las rodillas le pareció condenadamente sensual, más por el brillo airado de su mirada y su andar inconscientemente seductor, la melena la llevaba en una trenza floja a un lado de su cabeza. Al verlo caminó hacia él y le dedicó un escueto saludo con la cabeza.
- Buen día Princesa. –le saludó ocultando el deseo y la diversión por su intento de provocarle con su vestimenta. Ella no respondió, miró hacia la puerta.
- Puedes dejarnos. –un hombre que no había visto pero que sin embargo si había intuido estaba cerca, apareció. –Ven exactamente en una hora o si el Jeque así lo decide podemos ahorrarnos este contratiempo y dejar de desperdiciar nuestros valiosos minutos. –lo miró seria e interrogante.
- Claro que no. –aclaró él y la vio suspirar molesta.
- Una hora, ni un minuto más. –el hombre se fue.
- ¿Es tu sombra? –preguntó curioso y ella asintió mientras iba hacia una de las cómodas butacas que rodeaban una mesa de ébano. Había ya una jarra y dos vasos. Ella le señaló la jarra en un gesto mudo de ofrecimiento y él asintió. Era un té helado de menta. Sirvió un vaso y se lo pasó demostrando que pese a su molestia no dejaba los modales de lado. Cuando la vio tomar el suyo se dispuso a beber él también, la vio mirándolo por encima del vaso evaluándolo. –Tus ojos tienen el poder de subyugar a cualquiera. –ella sonrió cínica ignorándolo y se sentó, él la imitó.
- ¿Qué debo hacer para que rompas este despropósito?
- Directa y al grano, me gusta. –bebió con lentitud de su vaso de nuevo y la vio sulfurarse aun más.
- Ni siquiera me tomaste.
- No porque no haya querido. Deberías agradecer que no lo hice y que fui yo quien te encontró.
- Mi pequeña aventura se salió de mis manos, lo admito pero aun así ¿no te parece demasiado castigo?
Él la miró con un deje de asombro al escucharla. Muchas estarían más que dispuestas a compartir su cama y muchas más estarían felices de atarlo a un matrimonio. Pero, claro... con ella todo era distinto. Sonrió por dentro.
- ¿Castigo?
- Estamos en pleno siglo 21 ¿esperabas que me pusiera a aplaudir y brincar de gozo por haber sido reclamada?
- Tú te lo buscaste. –contestó tranquilo, ella resopló.
- Fue un baño de nada...
- Desnuda. –matizó con voz ronca.
- ¡No había nadie!
- Obviamente estabas equivocada. Y te sigues exponiendo como si nada, estoy seguro que no has parado con tus travesuras. –un leve rubor recorrió el cuello y mejillas de Habiba y él sonrió satisfecho, la provocaba adrede, por lo menos sabía que esas travesuras no involucraban más hombres sino habría una larga fila de reclamo.
- ¿Qué quieres para liberarme? –le preguntó con rencor.
- Si lo hago, serás repudiada y olvídate de tus viajes, de tu estilo de vida, de tu familia... -la vio palidecer con lo último.
- Vas a lamentarlo. –anunció lentamente.
- Créeme lo sé. –pero en realidad ya deseaba experimentar todo lo que esa mujer le diera.
- ¡Tú provocaste todo esto! Podías haberte quedado callado y nada de esto habría pasado.
- Que puedo decir. –se encogió de hombros- tu desnudez se quedó grabado a fuego en mi mente, no es fácil olvidar ese trasero y ese par de... -calló al sentir el frío liquido del té que ella le había aventado a la cara al escucharlo. Se limpió con la mano y luego con una servilleta de tela que había en la mesita. Se levantó y en un segundo la arrinconó poniendo ambas manos en los brazos de la butaca. Ella se pegó al respaldo.
- ¿Vas a golpearme? –le preguntó con cierto regocijo en la mirada.
- ¿Qué? ¿estás loca? –su voz denotó la sorpresa total.
- Te provoqué ¿no?
- Fuiste grosera desde un inicio, solo estoy respondiendo a tus desplantes principescos. –jamás sabría con qué saldría esa mujer ¡Dios!
- Anda, pégame. –insistió y él no pudo menos que sentirse asombrado.
- Eso quieres ¿verdad? Buscar una manera para deshacerte de mí. –empezó a reír a carcajadas logrando al fin confundirla un poco. –Nunca le he pegado a una mujer en mi vida y no empezaré a hacerlo con la mujer con la que compartiré el resto de mis días. –ella le frunció el ceño. –O quizás sí. –la levantó de la butaca, él ocupó su lugar y la puso sobre su estomago encima de sus piernas con tanta rapidez que ella apenas y pudo forcejear.
- ¿Qué haces bruto? –gritó.
- Lo que me pediste. –diciéndolo y alzando la mano para darle una sonora nalgada. Habiba pataleó y se retorció en las rodillas de Zaím pero no lo movió ni un maldito ápice. Cuando recibió otra nalgada mucho menos leve que anterior aun así juró matarlo. –Nunca pensé decir esto pero creo que lo estoy disfrutando.
Habiba esperó la tercera nalgada mientras pensaba a toda velocidad como zafarse cuando no llegó y en su lugar sintió una gran mano masculina acariciando.
- Oye... -exclamó ella aturdida por la caricia. De pronto él se levantó como un rayo y la puso en pie.
- Dijiste que no tenía honor. –carraspeó incomodo.
- ¿De qué hablas? –por reflejo se llevó una mano a su glúteo, no le había dado duro pero su mano era pesada y ella sentía un leve ardor, vio en sus ojos una sombra fugaz de culpabilidad mezclada con fuego. Ni siquiera pudo reclamar lo que acababa de hacer, era un mar de sensaciones confusas ¿acaso le gustó?
- En el oasis, dijiste que no tenía honor y lo tengo. Por eso estoy aquí tantos años después, reclamando a una princesa belicosa, provocadora y ciertamente buscadora de problemas, tengo honor y por lo visto también soy un maldito idiota. -Él vio como sus ojos chispearon furiosos, se creía rápido pero ella también lo era, en un segundo tuvo la jarra en sus manos y con increíble soltura se la lanzó, gracias a sus reflejos él se hizo a un lado, la jarra se estrelló en una palmera a su izquierda, pero no quedó ileso, los fragmentos volaron y uno se le enterró en un pómulo, no lo sintió hasta que un hilillo de sangre empezó a bajarle por la mejilla. Él se tocó y vio la sangre en sus dedos, quitó el fragmento y más sangre brotó.
- Estamos a mano. –espetó ella yendo hacia la salida, él no pudo menos que quedarse viendo el ondulante vestido y a su dueña desaparecer.
****
- Lo intento pero no puedo. –bufó Hiram conteniendo las risotadas que pugnaban por salir de su boca. Zaím lo miraba colérico mientras un paciente Doctor de palacio le aplicaba una pomada, al menos no había requerido puntos y tampoco requería un médico pero el insistente hombre no se había marchado.
- Al menos no te dio en la cabeza. –dijo Fadil el tío de Zaím y tanto él como Hiram prorrumpieron en carcajadas ignorando el claro disgusto del afectado.
- No le veo la gracia. –espetó y luego dio las gracias al medico que se marchó. La puerta no se alcanzó a cerrar y entró otro hombre con paso firme y porte elegante, por lo que sabía estaba a cargo de asesorar a la seguridad de palacio o al menos su empresa lo estaba, era algo nuevo en esas tierras, quizás el hecho de ser el reciente esposo de una sobrina del Rey tuviera que ver con eso.
- Buenas tardes.
- Lo eran. –susurró aguantando la risa Hiram.
- He sido informado que han dispuesto de un medico debido a una lesión. –dijo Lennox. –Disculpen la intromisión. –aclaró de inmediato todo diplomacia. –Pero lo que ocurre en palacio y más si ha sido una agresión debe ser tratada de inmediato.
- ¿Qué le harían al agresor? –preguntó Zaím y su tío lo amonestó con la mirada. Había sido Zaím quien había pedido el Doctor de hecho, solo por molestar.
- De inmediato sería recluido por supuesto mientras averiguamos que ocurrió.
- Agradezco que el esposo de la princesa Baasima en persona se encargue de esto, pero no es necesario, fue un accidente. –habló Fadil.
- Claro, un accidente. –rebatió Zaím con ligero sarcasmo a su tío olvidando por un segundo quien tenían delante.
- ¿Puedo saber que pasó? –pidió Lennox analizándolos.
- Una jarra voladora. –Habló Hiram para luego salir del lugar de inmediato, aunque sus carcajadas resonaron por el pasillo hasta la habitación. Zaím masculló que iba a matarlo.
- A la princesa Habiba se le cayó una jarra. –dijo Zaím pensando que el castigo se lo daría él, aunque como bien dijo ella, estaban a mano.
- Se le cayó ¿encima tuyo...? -Lennox alzó una ceja ante la rara declaración.
- Sí. –aseguró serio.
- ¿Se le cayó o más bien erró el tino? –preguntó perspicaz. Fadil carraspeó divertido y dijo que iría a buscar a Hiram saliendo también. Zaím rodó los ojos.- ¿No intentó matarte o sí? –inquirió Ian de nuevo con semblante preocupado lo que le intrigó.
- Me gustaría decir que no, pero no lo sé. –vio al tal Lennox esbozar una sonrisa pesarosa y rascarse la nuca.
- Con ellas nunca se sabe. –musitó el rubio.
- No me digas...
- No es que Habiba sea complicada, es que, no va rendirse tan fácilmente a un destino que le hayan trazado otros.
- Ella solita se lo trazó. –repuso ceñudo.
- No intento comprender todos los aspectos de su cultura de golpe, voy poco a poco. –se sentó frente a él. –Habiba podría haberse criado con todas estas ideas y costumbres pero su alma ciertamente es más ¿Cómo decirlo?
- ¿Arrebatada, impulsiva y loca? –Ian empezó a reír ante la descripción de Habiba.
- Bueno... si así lo crees ¿Por qué insistes en casarte con ella? y espero no te ofendas con mis cuestionamientos, pero ahora ella forma parte de mi familia. De hecho, es mi cuñada.
- ¿Cuñada? Creí que Habiba era la única mujer de su familia.
- Tanto ella como Baasima mi esposa y Azima son como hermanas, se han criado juntas.
- Cierto. Algo sé.
- Y no son un trío normal de hermanas.
- ¿No?
- Para nada. Son más inteligentes y arriesgadas de lo que tienes una idea.
- La tengo. –se señaló el pómulo.
- No, no la tienes. –le sonrió con diversión.
- No me digas eso. –resopló frustrado.
- Me amenazaron de muerte una vez ¿sabes? –rio al recordarlo.- Ah, buenos recuerdos. –Zaím lo miró como si se hubiera vuelto loco. –creo que más pronto que tarde me entenderás.
- Espero que no. Me caso con ella porque quiero hacerlo, no me imagino haciéndolo con nadie más y porque tengo honor. Así de simple, sin complicaciones, sin sentimientos inútiles. –Ian lo miró calibrándolo.
- Hazla feliz aunque digas no amarla.
- Lo intentaré. Eso no lo dudes.
- Bien. –Ian le creyó y eso le gustó porque él sí que hablaba en serio. -¿Levantarás cargos?
- ¿Contra mi prometida? ¿estás loco?
- Solo preguntaba. –respondió jocoso y a Zaím le terminó de caer bien.
- Solo un favor.
- Claro.
- Estas a cargo de la seguridad ¿no?
- Algo así.
- Pues asegúrate que no me mate.
- Mi empresa es la mejor del mundo en su área, pero lo que me pides bueno... lo intentaré, no prometo nada. –Zaím abrió los ojos incrédulo y Lennox se despidió con una sonrisa bailando en su faz.
***
- Deja de arrojarle cosas al hombre.
- Él me provocó Azi.
- Deja de hacerlo sobre todo porque tienes pésima puntería. –regañó su prima, Azima por supuesto y pese al movimiento en ultimo momento de Zaím no hubiera fallado.
- Lo siento. –suspiró pensando en cuanto había deseado darle de lleno en la cabeza.
- ¿Por qué lo hiciste? –preguntó Baasima comiéndose unas uvas, las tres estaban sobre una mullida alfombra y almohadones.
- No se porque Ian tiene que decirte todo. –bufó Habiba alcanzando un plato de nueces. Omitió las nalgadas pero ¿eran golpes no? Aunque no le habían dolido prácticamente y luego esa caricia... no, mejor no decía nada por el momento, era una carta que debía usar con cuidado. Aunque había dicho que estaban a mano...
- Porque es mi esposito. –suspiró melodramática sacando a Habiba de sus pensamientos dispersos.
- Brrrrrrr cursis.... –Azima se estremeció.
- Verás más cursilerías ahora que nos acompañes a Londres.
- Irá Gaby y León, los acontecimientos hacen que sea yo quien vaya con Habiba a dejarla a su nuevo hogar.
Baasima tendía otra boda en Londres, la de Durban había sido tan rápida que la familia de Lennox no había sido avisada con tiempo suficiente. Así que habría otra boda en el país de Ian. Una boda que los Lennox preparaban por todo lo alto entre emocionados y felices de acuerdo a lo que le decían a Baasima en sus video llamadas. La familia estaba más que feliz y radiante por tener una princesa árabe, justo como todo el mundo había pensado. Azima era quien estaría al lado de Baasi en los preparativos y demás pero dado que esto había surgido todo había cambiado. La familia de Baasima en cambio, era reacia a ir a otro país para esa boda cuando ya habían tenido la propia en Durban, no brincaban de alegría porque su hija se casara con un europeo por mucho que este tuviera titulo nobiliario, la riqueza de Lennox y su promesa de no apartarla de los suyos los había aliviado un poco, pero no tanto como para ir a las celebraciones en Londres y terminar de aceptarlo.
- Cierto, lo olvidaba.
- ¿Tú irás conmigo? –Habiba brincó para abrazar a Azima.
- Te dejaré en tu hogar y al fin iré a esa tribu de los bordados mágicos. Queda a pocas horas de allí según sé. –Azima no vio la mirada esperanzada que sus primas se lanzaron entre sí. Junto con Gabriela tenían la esperanza de que ese viaje cambiara su vida de alguna manera, habían hecho algunas averiguaciones más sobre el Jeque de esa tribu y esperaban que por lo menos sacara a Azima de su empecinamiento con Omar, no pedían que se quedara con el Jeque en matrimonio pero sí que se deshiciera de Omar.
- Pero, no te irás tan pronto ¿no?
- No, pero tampoco puedo quedarme demasiado tiempo, después de todo estarás en tu luna de miel. –Azima lo dijo con preocupación. Habiba arrugó la cara. –Te daré unas pastillas.
- ¿Para no quedar embarazada? mañana mismo iré con Karim y me pondrá lo que le puso a Baasima. Tres años sin problemas de bebés. –Habiba parecía tranquila pero sus palabras salieron con temor. -¿Cómo podré yacer con un hombre que apenas conozco? –soltó al fin con desesperación.
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