Capítulo 2 "Viene por mí"
El rey oyó con impresionante calma la historia de Habiba.
- ¿Es él? ¿El que te vio, es el que viene por ti?
- Pero, no es hijo del Jeque, estaba fuera según nos dijeron, ni siquiera es un Al-Khaled.
- Él nunca te dijo que no lo fuera.
- Cierto. –ella tragó saliva, siempre había existido por supuesto la duda.
- ¿Por qué preguntaste si un beso te comprometía? En tu historia no hubo uno. –Habiba empezó a temer la aparente calma del rey.
- No, esa vez no. –ella sonrió avergonzada.
- ¿Pero, es que hubo más veces?-suspiró quedo.
- Hace unos meses, las fiestas... me pareció verlo a él, sabía que buscaban a gente de su tribu por el mal entendido y todo eso.
- Mal entendido, ajá. –dijo rey con mirada astuta, ella desvió sus ojos a otro lado que no fuera su tío.
- Lo vi y tomándolo de la mano lo saqué, ni siquiera me vio bien y se dejó llevar. Obvio que era un mal entendido, así que le dije que tenía que irse de inmediato. Le pregunté si era un Al-Khaled mientras avanzábamos yendo yo delante y él solo se rio, lo llevé afuera para que saliera de Palacio, en cuanto me vio bien solo dijo dos palabras: vaya, vaya...
- Es un poeta. –dijo el rey secamente y ella se apretó los labios para no sonreír.
- Un guarda dijo mi nombre y...
- ¿Y...?
- Vi el reconocimiento cruzar su rostro, pero no dijo nada, no dijo quien era así que me aferré a la esperanza de que no era el joven del oasis y mucho menos un Al-Khaled, evadí al guardia y lo llevé hacia donde podía salir, antes de irse, se giró y me besó. –había sido un beso incendiario y ella aun se acaloraba cuando lo recordaba, era una novata pero podía jurar que ese beso había sido intenso. –Y se fue. –terminó al tiempo que se estrujaba las manos. –era una versión resumida en realidad, la que había dado, pero, ya tenia demasiado problemas.
- ¡Como es que se ocurrió la brillante idea de nadar desnuda! –exclamó el rey por fin mostrando su molestia.
- Lo sé. –dijo con una leve vocecilla encogiéndose.
- Si es un Al-Khaled, si es hijo del Jeque, si es el próximo Jeque y si él te vio desnuda, tu destino se selló Habiba. –el rey se había levantado y enfatizado cada palabra.
- Pero, tío...
- Soy tu rey ahora. –ella asintió mordiéndose los labios con fuerza. –no tu tío, no puedo salvarte siempre de tu insensatez ¿tienes idea de cuantas propuestas por ti he rechazado? Han pedido tu mano y la de tus primas innumerables veces desde que tenían quince años por lo menos, hubo quienes las pidieron desde que nacieron. Si les mentí diciendo que podían escoger no fue solo por controlarlas, fue por protegerlas.
- Lo siento. –gimió ella desolada.
- Ahora, accederé a darles una audiencia por supuesto, estarás presente, toda la familia estará presente. –ella tragó saliva.
- Si hay manera, te lo ruego, líbrame. –ella no era reacia a contemplar un hombre guapo, a ser besada por uno y a pensar en ello de continuo, pero esas no eran las bases para iniciar un matrimonio. Hizo su petición de rodillas, sobre todo para demostrar su contrición.
- Si hay manera, lo haré. –dijo el rey con cansancio poniendo su mano suavemente en su cabeza y ella odió el hecho de haber provocado todo eso. El rey mandó llamar a los invitados a la sala principal y ella se fue con sigilo a una esquina, también la familia inmediata estaría presente para seguir el curso de los acontecimientos, Azima fue la primera en entrar y fue hacia ella con la preocupación escrita en toda la cara. Los demás entraron también y ocuparon sitios por todo el lugar. Que empezara el show.
- Larga vida y prosperidad. – las puertas se abrieron, al frente iba el Jeque de los Al-Khaled quien al llegar frente al trono se inclinó sobre una pierna ante el rey, era un hombre de mediana edad alto, musculoso de barba corta y entrecana y pese a su edad ciertamente atractivo, un hombre del desierto. El resto de la comitiva imitó la reverencia y se postraron, todos hombres grandes y fuertes, al entrar habían dado un espectáculo digno de verse. Habiba miró hacia la derecha del Jeque, alguien parecido en altura y fuerza pero mucho más joven estaba, no podía ver su rostro ni el de los demás puesto que los turbantes aun ocultaban su cara.
- Que así sea. –respondió el rey levantándose de su asiento, fue hacia el hombre y lo estrechó en un abrazo, los demás se levantaron a la señal del rey y descubrieron sus rostros, todos vieron la familiaridad entre el rey y el Jeque. -¿Qué te trae aquí viejo amigo Fadil? – Habiba se escondió atrás de Azima, ellas estaban en un lateral de la enorme sala, así que solo podía ver el perfil de los hombres, reconoció sin embargo el del que iba a la derecha.
- Estoy frita. –susurró a su prima. –Sí es parte de esa tribu.
- ¿Es él? ¿El que está a la derecha del Jeque? –la vio asentir. –vámonos. –le dijo Azima con urgencia en voz baja. Los ojos de Habiba brillaron ante la idea, pero ya había decepcionado demasiado al rey con su comportamiento, no quería un problema más, irse no sería un pequeño asunto, sería el caos total. Aun así admiró el arrojo de su querida prima. –Si es hijo del Jeque y todo parece indicar que sí, no tienes escapatoria.
- No puedo. Tío ya nos ha pasado por alto muchas cosas. –se mordió los labios contrita.
- Bueno, al menos es bastante guapo. –dijo Azima examinándolo.
- ¿Cómo sabes quién es?
- Es el que más resalta, su porte, su altura, esos músculos... -llevaba a diferencia de la ultima vez, una barba aunque no espesa, Habiba no era de hombres con barba, pero a él le lucía demasiado bien para su propio bien. Y ese cabello rebelde... como él, amarrado en una coleta desenfadada, malditamente sexy, maldito todo de él.
- Aun así es un desconocido. –Pese a sus palabras lo escaneó una vez más de pies a cabeza. Era un deleite a la vista, eso tenía que admitirlo.
- Nuestro estandarte espero, haya dado una idea Su Alteza. –dijo entonces el Jeque y ellas callaron. –Pero, antes... mi orgullo. –se acercó el que ellas ya habían identificado, el hombre que había sellado su destino hacia años se inclinó de nuevo ante el rey. Con un gesto el rey lo levantó y lo observó con detenimiento.
- Me han dicho que eres un magnifico guerrero joven Al-Khaled. –dijo el rey. –Un digno heredero de tu padre. –Habiba se quedó sin respiración, esa era la confirmación de que era un condenado Al-Khaled e hijo de un Jeque además. Se escondió aun más a las espaldas de Azima buscando la salida con la mirada.
- Es un honor conocerlo Majestad. –contestó al Rey y Habiba se encontró reconociendo su voz, era más grave ahora, más profunda, pero era él y muy a su pesar, se estremeció. Se asomó detrás de Azima para ver.
- Sé que has manejado excelentemente la fortuna de la tribu. –había yacimientos de petróleo en su área y el rey se los había donado en su totalidad. Cada uno de ellos era rico y el Jeque y su familia por defecto, lo era más. La tribu aun tenía temporadas en que era nómada, pero se decía que ahora el campamento base era una pequeña ciudad con todas las comodidades, poseían además helicópteros, autos y distintos medios de comunicación que nos los dejaba nada aislados del resto del mundo, aunque esta vez habían llegado de la manera antigua tradicional: camellos, para recalcar por lo visto el motivo de su visita. Habiba sabia cosas de la tribu porque secretamente los había investigado, la duda sobre aquella ocasión le había quedado y de vez en cuando se informaba. Por lo que sabia que los Al-Khaled habían invertido sabiamente en distintas cosas y eso había incrementado en gran manera su ya gran fortuna, lo que no sabía es quién les había asesorado, hasta ahora. Y fotos del Jeque habían, aunque no muy claras y a todas luces era Fadil a quien su tío había saludado primero. No tenía hijos, solo hijas recordó de pronto, eso le había dado tranquilidad por muchos años ¿entonces que pasaba allí? ¿Tendría alguna esperanza de salvarse de esa situación? Pero, ¿Por qué parecía que sí era su hijo?
- Su educación es la mejor, no solo en el arte del combate. –dijo el Jeque Fadil.
- Finanzas en el Reino Unido ¿no? –dijo el Rey y Habiba se preguntó como es que sabía tanto sobre él. Bueno, no es que hubiera muchas cosas que se le escaparan. El Jeque asintió ante lo dicho por el Rey.
- El mejor de su clase. –afirmó con orgullo paterno.
- Bien. Y ahora dime, ¿quieres a una de mis queridas sobrinas por esposa? –soltó el Rey mirando al reclamador, él miró hacia su soberano y con tranquilidad y respeto respondió sin amilanarse un milímetro.
- Así es, Su Alteza. –Sus palabras retumbaron por el salón y Habiba gimió.
- ¿Por qué debería dártela? –El Jeque no intervenía, era más que obvio que sabía que su hijo podía enfrentar el interrogatorio del rey.
- En realidad Majestad, desde hace años me pertenece. –Y entonces giró su rostro exactamente donde Habiba estaba, desde siempre había sabido donde se escondía, ella dio un respingo y él sonrió lentamente, Habiba se obligó a salir de su escondite, no era ninguna cobarde, temblaba por dentro, pero lo hizo sin desviar la mirada, se admiró de no haber tropezado puesto que esos ojos del color del carbón no perdían detalle de ella. Sintió que Azima estaba tensa, vio al resto de su familia y estaban en igual tensión, se sintió culpable al ver la preocupación en la cara de Gaby, ella no debía tener sobresaltos, maldición, apretó la mandíbula y alzó el rostro en franco gesto de desagrado, él volvió a sonreír aunque lentamente y ella sintió algo raro en el estomago, le dedicó una agria mirada. –Habiba. –dijo su nombre con decisión en cuanto ella estuvo a la vista.
- ¿Podrías aclarar eso? –Pidió el Rey.
- Por supuesto pero, ¿delante de todos? –volvió su vista al Rey.
- ¿Insinúas que mi virtud se perdió en tus manos? –intervino ella entonces, por supuesto que en su mundo anticuado y arcaico en muchas cosas todavía, era poco común que una mujer hablara delante de hombres aun en cuestiones como esas, pero el Soberano pese a su edad no era alguien intransigente o cruel, vio parpadear al Jeque ante su osado acto para después sonreír divertido, eso la confundió, no esperaba esa muestra de sentido común. Su tío le pidió calma con la mano y su reclamador observó todo con suma atención.
- Tu virtud está intacta. –dijo él entonces.
- ¿Por qué reclamarme entonces?
- Ya que por lo visto nadie saldrá... Te vi desnuda. –soltó. Habiba volteó a ver a los presentes alarmada.
Azima jadeó, Baasima apretó con fuerza al brazo de Ian quien solo alzó las cejas y le susurró a su esposa ¿Y eso es grave? Para luego ver que asentía y mover la cabeza contrariado. Gabriela se tapó la boca con una mano, pero ella creyó ver el destello de una sonrisa. León miró hacia el cielo y Omar parecía francamente divertido.
- ¿Esperas que te la demos por eso? –dijo su tío entonces. Habiba quiso correr y abrazarlo.
- Sabe bien Majestad, que su reputación quedaría arruinada.
- Sobre todo ahora que has dejado más que claro que vienes por mí. –dijo ella con rencor.
- No pensé encontrar tanta resistencia.
- ¿Perdón? –exclamó ella ante su insolencia.
- Salgan todos, menos ustedes tres. Por favor... -ordenó el Rey, quedando el Jeque y los otros dos involucrados. Todos obedecieron si bien, las mujeres lo hicieron más lentamente mirando a Habiba con angustia.
- Ven aquí. –Su tío la hizo llamar más cerca. Ella caminó con toda la calma que pudo fingir. La mirada de su reclamador la desestabilizaba más de lo que ella quería admitir, el vestido se le antojó más apretado pese a la amplitud del mismo, él parecía verla sin nada y ella empezó a sudar, sintió un nudo enorme en la garganta y se obligó a no tragar. Caminó en segundos pero se le hicieron eternos.
- Es de espíritu fuerte. –El Jeque habló, también la miraba solo que con curiosidad.
- No tienes idea. –contestó el rey.
- Parece más bien indomable. – en cuanto se puso al lado del hombre que se empeñaba en llevársela, ella lo oyó decir eso en voz muy baja.
- No tienes idea. –le contestó en un susurro.
- Muero por averiguarlo. – le contestó en un murmullo sin mirarla y ella pese al nerviosismo lo vio con desdén. –Y domarlo. –añadió con esa maldita voz profunda girando brevemente a ver sus ojos.
- Nunca lo harás. –él se limitó a asegurarle con los ojos que si lo haría. Ella tragó saliva para aligerar la presión de su garganta en cuanto lo vio enfocar la mirada de nuevo en el Rey. La furia por la impotencia empezó a agarrotarle el estomago.
- La viste desnuda pero no la tomaste. –habló el Soberano de ambos.
- Tengo honor. –a ella no se le escapó como arrastró las palabras. Vaya, el hombre no olvidaba nada. Ella lo había acusado precisamente de no tenerlo. – Ella sola se expuso, cualquiera no habría tenido las consideraciones que yo tuve esa vez.
- ¿Consideraciones? ¡Si las hubieras tenido, te hubieras largado, pero te quedaste mirándome quien sabe cuanto tiempo! –ella encaró su perfil.
- No te hice absolutamente nada. –respondió viendo aun hacia el rey, ella bufó.
- En nuestra cultura, lo que pasó es más que suficiente para que ella sea dada como esposa al hombre que la ha visto Su Alteza. –intervino el Jeque y ella no dejó de asombrarse con el hecho de que parecía disfrutar con sus despliegues de genio ¿Quién querría una nuera así? Lo entendía de él, parecía verla como un maldito reto a vencer, pero el Jeque...
- Soy terrible. –dijo ella dirigiéndose al Jeque.
- ¿Cómo...? –tanto el Jeque como su hijo la miraron. Su tío la amonestó con la mirada.
- No puedo quedarme quieta en un solo lugar, me meto en lo que mi señor el Rey dice que son líos sin sentido con frecuencia, como nadar desnuda por ejemplo, viajo por todo el mundo y aun así siento que no me bastaría una vida para seguir haciéndolo, por lo que no me agrada la idea de asentarme aun. No suelo quedarme callada, digo que sí a casi cualquier idea loca que pueda servir para arreglar un problema, aunque eso signifique que probablemente lo vaya a empeorar...
- ¡Habiba! –exclamó el Rey intentando callarla.
- En resumen no tengo madera para esposa de un próximo Jeque del desierto. Como sea que se llame, porque ni siquiera eso sé. –finalizó sin aire su sincera exposición de sí misma esperando alguien le dijera que ese hombre no sería un futuro Jeque puesto que eso implicaba su salvación, el que pretendía ser su suegro soltó una enorme carcajada, vio que su reclamador la miraba con algo cercano a la admiración y ella se quiso dar de topes contra la pared más cercana. Se sintió de pronto cansada por tanta tensión, la situación le estaba pasando factura como ninguna otra.
- Zaím. – le dijo y ella parpadeó al oír su nombre. –Soy Zaím.
- Zaím Al-Khaled, el verdadero Jeque. –dijo Fadil y ella se quedó paralizada. –soy su tío, pero desde que sus padres fallecieron soy como su padre, yo lo críe. –dijo con orgullo. -Hace poco ha ejercido ya sus derechos como Jeque y es hora de que se case. –Habiba seguía paralizada aunque quería salir corriendo, no podía. Así que eso era todo, ¿estaba acabada?
- Jeque en funciones. –dijo el Rey pensativo y Habiba salió del trance y lo vio con temor. –Pensé que seguirías al frente de la tribu un tiempo más Fadil.
- Oh, no, no. Ahora puedo dedicarme a mi esposa e hijas. Fue un honor, pero Zaím está más que capacitado.
- Y claro, es hora de que se case. –Habiba dijo con sarcasmo.
- Yo no te lancé al oasis para que nadaras desnuda. –respondió Zaím de la misma manera, ella tomó aire dispuesta a contraatacar.
- ¡Basta! –Dijo el Rey. – ¿Por qué dejaste pasar tanto tiempo? actuaste con premeditación, planeaste todos los detalles ¿no es así Zaím? ¿Por qué?
- ¿En cuanto a reclamarla? Por supuesto y esperé años por ello. –la vio con tanta determinación que ella tuvo que tomar aire. –No quise hacerlo antes porque tanto ella como yo éramos muy jóvenes. Nunca he pensado –miró hacia el rey – en casarme con alguien que no sea de mi cultura y país, desde que la vi esa vez, no he podido olvidar el incidente. Algo me dijo que ella era para mí. Por poco pensé que había llegado tarde...
- ¿Como ibas a olvidarlo? Estaba completamente...
- Calla. –ordenó el Rey y Habiba se apretó los labios forzándose a hacerlo.
- Desde esa ocasión hace años ya intuía su espíritu, no lo veo como un defecto, al contrario. –ella gimió bajito sintiendo que estaba condenada.
- Apreciamos el carácter en las mujeres Al-Khaled. –informó Fadil y ella quiso que la tragara la tierra. Le había salido el tiro por la culata, aunque todo lo que había dicho respecto a sus defectos había sido cierto.
- Además tengo honor, no me imagino no reclamándola puesto que la vi como vino al mundo y no creo que ella haya repetido semejante estupidez. –Habiba se puso roja de rabia pero volvió a apretar los labios al ver la mirada admonitoria de su tío y en realidad si que había sido algo estúpido el arrebato de esa mañana de nadar desnuda aun así... –Por lo que soy el único que la ha visto así y espero siga siendo así por siempre. –la ultima frase la hizo sentirse mareada "por siempre".
- ¿Has repetido lo de esa vez? –preguntó su tío y ella con lo más cercano a la desesperación dijo que no.
- Es mía entonces, Su Alteza. –sentenció Zaím.
Ella gruñó de furia por dentro... pero no se iría sin luchar.
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