Capítulo 16 "¿Me darás mi libertad?"
Azima había rodado los ojos al oír a sus primas. No cabía duda de que cualquier pretexto era bueno para armar planes y ejecutarlos. Ella no diría que no, pese a que como de seguro las tres sabían, Zaím no necesitaba de muchos incentivos. Bueno, quizás lo tenían mas claro tanto ella como Baasima. Habiba era muy lista, pero si algo pasaba con ellas es que no tenían esa lucidez en temas de amor.
Ejemplo número 1: Baasima.
Ejemplo número 2: Habiba.
Y allí se acababan los ejemplos.
Se sumergió en la historia o más bien las leyendas en torno a Amina.
Unos días después.
- Bueno, esto siempre es un deleite visual. –Azima había dejado su libro sin protestar y desde un estratégico puesto en la ventana miró hacia el exterior mientras un grupo de fornidos guerreros usaba las espadas en la habitual rutina de entrenamiento matutino.
- Ni que lo digas. –Baasima se echaba un puñado de palomitas a la boca a su lado.
- ¿De donde sacaste palomitas?
- Ian. –dijo simplemente.
- ¿Por qué no estás aquí? –Azima se giró hacia Habi.
- Si no está allí Zaím ¿Qué caso tiene?
Zaím se había metido de lleno en la búsqueda y captura de sus secuestradores, menos mal que a estos se los parecía haber tragado la tierra. Cuando no estaba dirigiendo él mismo la búsqueda, como si no tuviera miles de cosas como Jeque por hacer, se la pasaba con Ian diseñando, aprobando, verificando el nuevo sistema de seguridad ultra avanzado y moderno y finalmente haciéndose muy pero que muy amigo del esposo de su prima. Y no es que eso le molestara, pero claro que no. Estaba agradecida por todo el interés en favor de su bienestar, tenia un médico que la revisaba diario, un marido atento hasta lo indecible y hasta una enfermera por el amor del cielo, la cual estaba de lo más entretenida junto a sus primas viendo el entrenamiento del día porque no tenia otra cosa más que hacer.
Lo que la volvía loca es que no lo veía en todo el maldito día y al anochecer cuando ya la vencía el sueño lo único que alcanzaba a oír era como se acostaba en la cama a su lado y se dormía momentos después.
Sí, había cambiado de idea. Se le podía llamar de la manera que quisieran a su conversión: experiencia cercana a la muerte (lo pensó por momentos), no le importaba. Quería que su esposo ejerciera como tal, o que al menos le dedicara unos minutos de atención que no fueran recomendaciones al medico, enfermera, primas y medio mundo para tenerla entre algodones y solo eso. Suspiró y se tendió en la cama.
- ¿Está bien mi señora? –se acercó la enfermera de inmediato preocupada.
- Solo está agonizando de aburrimiento. –le dijo Baasima.
- ¿Y de quien es la culpa? –protestó Habi aun tendida.
- No podemos hacer nada si él no está. –Le recordó Azi aun muy entretenida.
- Déjeme checar su presión arterial. –pidió la dulce chica y Habi solo le tendió el brazo y se puso el otro sobre los ojos.
- Modo dramática ¿eh?
- Calla o le diré a Ian como se te van los ojos todas las mañanas cuando ves el entrenamiento diario.
- No me diría nada.
- ¿Probamos?-le sonrió perversa.
- No, mejor no.
- Tiene la presión un poco baja. –dijo la chica frunciendo el ceño.
- Quizás por el embarazo. –bromeó Baasima y Habiba la fulminó con la mirada.
- Oh, cielos ¿lleva al heredero ya en su vientre? –exclamó la enfermera y salió corriendo. Si la presión estaba baja es porque no la estaban dejando hacer sus actividades normales y eso lograba que su cuerpo estuviera con la pila mínima.
- ¡Detenla! –gritó Habi.
- No. –fue la única palabra de Azima y Baasima se detuvo y eso era decir mucho. Después de Ian, la única que podía detener a Baasima era Azi por supuesto y quizás el rey.
- ¿Por qué? –Baasi le sonrió sabiendo que por algo le había dicho que parara. Habi se sentó de inmediato.
- Deja que diga eso. Seguro Zaím se entera en dos segundos y lo tendremos aquí.
- Sabe que no estoy embarazada. –Habiba se volvió a tirar sobre la cama derrotada.
- Créeme, él vendrá.
- Aunque sea a reclamarte.-se rio Baasi.
- O a hacer que sea una realidad. Media ciudad lo sabrá a medio día. –Azima le guiñó un ojo.
****
- ¿No está bien? ¿Qué pasa? – miró a Hiram preocupado.
- Quizás debamos volver a los autos.
- Dímelo ahora mismo. –Había visto nervioso a su amigo y eso era raro, solo se ponía nervioso con Azima. Lo único que le importaba es como estaba su esposa ahora mismo.
- Tiene la presión arterial baja, algo así. Pero...
- ¿Qué? ¡Qué!
- No me habías dicho que estaba embarazada. Enhorabuena hermano. –Hiram lo abrazó feliz y Zaím se quedó helado.
**
- Bueno, él está aquí. Quince minutos, o no estaban lejos o batió algunos records de velocidad. –Azima vio el reloj. –Vámonos Baasi.
- ¿Van a dejarme sola? –Chilló Habi.
- Bueno, se pondrá interesante y no me gustaría irme, pero estoy segura que podré soportarlo.
- ¿Y si viene dispuesto a matarme? –Habiba abrazó una almohada.
- Solo vendrá a preguntar que pasa. Ya tranquilízate. Vámonos. –sacó a Baasima mientras esta ponía los pulgares arriba, se detuvo a echar una ojeada a Habi. –suéltate bien el cabello. –le deshizo la trenza y el largo cabello de Habiba cayó en suaves ondas, se lo arregló e hizo lo mismo con su ropa para luego salir enseguida junto a Baasima dejando a una Habi retorciéndose las manos de los nervios.
Habi corrió al diván que había junto a un ventanal, era su sitio favorito donde menos solía aburrirse pues veía el desierto en todo su esplendor. No tuvo que esperar mucho, oyó las fuertes pisadas de Zaím y luego el sonido de la puerta abrirse para darle paso. Ella se giró a verlo con toda la tranquilidad que pudo reunir.
- Estás aquí. –dijo con voz pausada. Esperaba que su corazón captara que lo mejor era calmarse y no latir como loco. Lo vio aproximarse cauto.
- ¿Estás bien?
- Es temprano, sueles venir noche.
- No has contestado mi pregunta.
- Cierto. –dijo pues no tenia idea de qué más decir, además verlo siempre le provocaba millones de aleteos incomodos en la boca del estomago.
- Te la volveré a decir ¿estás bien? –la vio asentir y se empezó a poner nervioso, se pasó una mano por el cabello.
- ¿Te dijeron que no?
- No solo eso, me dijeron que....-dejó de hablar y fue directo hacia ella, con cuidado la levantó del diván y tocó su cara despacio y con ternura. -¿Qué mas te hicieron esa noche Habi? –ella sintió la ira latente en su pregunta.
- Nada. –le frunció el ceño tratando de aclararse sobre la conclusión a la que había llegado él. La tomó en brazos y la llevó a la cama.
- Puedes decírmelo. Nada cambiará, te lo juro. –le aseguró sentándose junto a ella y mirándola con el miedo escrito en el rostro. Ella por fin entendió ¿pensaba que la habían violado y se había quedado embarazada? Abrió los ojos horrorizada y él mal interpretó. Lo vio levantarse y lanzar por los aires el pobre mueble que encontró a su paso y así con el siguiente y el siguiente.
¿Qué habían hecho? Esta vez la mente maestra se había equivocado de lleno. Él no solo la repudiaría sino que antes probablemente la mataría. Salió de la cama dispuesta a largarse. Sentía miedo pero también muchísima decepción. Quizás si había sido lo mejor, ahora veía quien era en realidad. Antes de lograr abrir la puerta él la detuvo por detrás en un abrazo apretado.
- No. –le oyó decir apenas pues tenía su rostro enterrado en su cuello.
- Déjame salir, por favor. –su agarre era fuerte aunque no la dañaba, pero ella tuvo miedo.
- No. –repitió de nuevo.
- ¿Por qué? –tenía que explicarle, pero también quería saber como seguiría actuando. Esa furia ¿también ella la recibiría? Iba a arriesgarse a averiguarlo.
- No te vayas.
- ¿Por qué? –insistió.
- No quiero que lo hagas. –su voz sonaba más clara porque al fin había levantado el rostro.
- Pero...
- Ya te lo juré, nada cambiará.
- Pero es que yo... -lo había oído sincero pero tenía que intentar verle la cara cuando decía eso. –explícame exactamente que es lo que no va cambiar se dio la vuelta para verle.
- Lo criaré como mío. Si viene de ti, todo lo que viene de ti será una bendición. El culpable aquí soy yo por no haberte cuidado como te merecías. No...no. –le dijo cuando Habi empezó a llorar. –No llores. –la abrazó.
- No pasó nada más de lo que tú viste. –sollozó. –eso he tratado de decirte. Esa enfermera se escandalizó por una tontería, no sé que te dijo pero lo único que me pasó en el desierto fue un ojo morado y una cadera lastimada, y de eso ya no tengo nada. –Sentía que podía pasarse el día llorando, tantas cosas en tan pocos días. Tanto estrés acumulado, tantas cosas no dichas, tantas cosas no aceptadas. Era liberador llorar, debía haberlo hecho antes.
- Pero me dijo... me dijo que estabas embarazada. - él parecía no creerle aun.
- Solo escuchó una broma de Baasima. –aclaró limpiándose las lagrimas e intentando controlar el flujo de estas. –Y la muy tonta salió corriendo como alma que lleva el diablo.
- ¿Entonces por que lloras? – con los pulgares limpió sus mejillas.
- Por ti.
- No entiendo. –la miró con confusión.
- Reaccionaste demasiado bien. –Y no lo merezco, pensó ella. –He sido un asco de esposa. –admitió al fin. Lo vio sonreír lentamente.
- ¿Perdón?
- No pienso repetirlo.
- Es que no te escuché bien.
- Ni volverás a escucharlo.
- Lo sabía. –pero le sonrió feliz. –tampoco he sido el mejor esposo ¿verdad? ¿me dejas remediarlo?
No habían empezado precisamente bien, pero en honor a la verdad el modo en que su matrimonio se había llevado a cabo era el común denominador de su mundo. Lo que si no era común es que un hombre árabe aceptara que no hacía las cosas bien y pidiera otra oportunidad, no pudo evitarlo y lo miró intensamente como tratando de ver su alma.
- ¿Exactamente como vas a remediarlo? ¿me darás mi libertad? –le provocó.
- ¡Rayos, no! –la miró enojado. Ella sonrió un poquito y lo vio entrecerrar los ojos.
- ¿Algún día dejarás de intentar provocarme y volverme loco?
- No. –respondió de inmediato.
- Bien. –asintió conforme.
- ¿Bien?
- Eso dije.
- Si aceptas tan fácilmente deja de ser divertido.
- Nunca dije que iba a dejarte hacer lo que quisieras, solo di a entender que tú puedes intentar hacer lo que quieras y ya veremos si te resulta.
- Me parece aceptable. –se salió de sus brazos y le tendió la mano para sellar el trato. Él la aceptó pero la volvió atraer hacia sus brazos.
- Es hora de cambiar muchas cosas por aquí.
- Me parece bien, puedes empezar en unos meses cuando termine tu cacería por el desierto. –no podía evitar recordárselo, se descubrió siendo algo rencorosa al respecto.
- Empezaremos ahora. –la apretó a su cuerpo y Habiba casi se mareó por la sensación. –es hora de cambiar tu estatus de mi esposa a mi mujer.
- ¿Pero que no es lo mismo?
- Por supuesto que no.
- ¿Qué hay de los que me secuestraron?
- Los encontraré, de eso no hay duda. Pero por el día de hoy habrá una pausa. –bajó la cabeza y empezó a besarla lentamente mientras pasaba sus manos por sus hombros, cintura y caderas con sensual lentitud. Cuando las bajó a su trasero y lo apretó pegándola aun más si cabe a él, ella gimió. Un golpe en la puerta se escuchó y fue ignorado. Suavemente insistieron y Zaím gruñó furioso.- ¿Quién se atreve? –rugió hacia la puerta.
- Mi señor, buscan a mi señora.
- ¿Quién?
- Ignóralos. –le dijo ella tomándole del cuello y acercándole a su boca. Zaím obedeció.
- Unos chiquillos que piden le diga a Mi señora que "las princesas no saben cocinar" –dijo la voz. Habi detuvo el camino que la llevaba a la boca de Zaím ¡chiquillos suicidas! Niñatos kamikaze pensó sintiendo que todos morirían ese día incluida ella.
- ¿Qué significa eso? –la miró confundido.
- La verdad, que no sé cocinar. Tengo que ir. –se dio la vuelta.
- Ah pero claro que no. –la retuvo. –explica eso.
- Unos niños, que conocí cerca del mar... sus familias también suelen andar por la zona y pues... son pequeños y nos llevamos bien y les dije que... que podían venir a comer cuando quisieran y esa es la clave para saber que ellos son.
- Unos niños...
- Sí.
- Que conociste por la zona de playa.
- Así es.
- ¿Han venido por una comida? ¿sus padres permitieron tal cosa?
- Si, que bien ¿no? –un sudor frío recorrió su piel.
- Bueno, vamos.
- ¿A dónde?
- A ver a tus amiguitos.
- No tienes porque venir ¿Qué no ibas a volver al desierto?
- Dije que no hasta remediar un par de cosas. –la tomó de la mano y la guio por el pasillo.
Mi virginidad es lo que quiere remediar, quizás la tome y luego me mate al descubrir a estos tontos pensó Habiba sintiendo como esta vez si que la presión arterial descendía.
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