𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 )
𝚎𝚕 𝚏𝚒𝚗𝚊𝚕 𝚍𝚎 𝚞𝚗𝚊 𝚟𝚒𝚌𝚝𝚘𝚛𝚒𝚊.

La Enfermería de la escuela se encontraba bastante iluminada gracias a los rayos de sol que entraban por los ventanales, era casi medio día y la sanadora Pomfrey no había estado aceptando vistas de ningún estudiante o profesor, pero cuando el director Dumbledore le pidió el favor de hablar con Harry Potter no pudo negarse, aunque le advirtió de que no agitara mucho al chico.

La segunda camilla estaba siendo ocupada por Alaska Ryddle, quién luego de la fuerte contusión y el esfuerzo que había hecho para mantenerse en pie había quedado inconsciente por tres días seguidos. Pero Alaska al fin comenzó a despertar cuando el sonido de dos voces comenzaron a hacerse presente en el lugar. Soltó unos cuantos quejidos mientras acomodaba su posición en la camilla y su cabeza comenzaba a hacerle presión por el brusco movimiento que había hecho.

—Señorita Ryddle, por favor, intente hacer los menos movimientos posibles —Le dijo la voz de la sanadora, quien comenzó a examinarla y se vio obligada a abrir los ojos—. Aún debe descansar por un par de días más.

—¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó la chica terminando con su objetivo de sentarse, el dolor no se lo permitió.

—Tuviste una contusión cerebral, y quedaste inconsciente a causa del golpe —Le explicó Madame Pomfrey—. Ya estas mejor pero debes quedarte aquí un par de días más.

Cuando la sanadora terminó de examinarla se fue hacia su oficina, prometiendole llevarle comida luego de terminar su informe. Ya despierta y sin tener mucho más que hacer Alaska dirigió su mirada hacia la otra camilla que se encontraba ocupada, allí estaba Harry Potter acompañado del director Dumbledore.

—....la Piedra. El profesor Quirrell no te la pudo quitar. Yo llegué a tiempo para evitarlo, aunque debo decir que lo estabas haciendo muy bien. —Le estaba comenzando a explicar el profesor y Alaska decidió escuchar también, quería enterarse de lo que había ocurrido.

—¿Usted llegó? ¿Recibió la lechuza que envió Hermione?

—Nos debimos cruzar en el aire. En cuanto llegué a Londres, me di cuenta de que el lugar en donde debía estar era el que había dejado. Llegué justo a tiempo para quitarte a Quirrell de encima...

—Fue usted.

—Tuve miedo de haber llegado demasiado tarde.

—Casi fue así, no habría podido aguantar mucho más sin que me quitara la Piedra...

—No por la Piedra, muchacho, por ti... El esfuerzo casi te mata. Durante un terrible momento tuve miedo de que fuera así. En lo que se refiere a la Piedra, fue destruida.

—¿Destruida? —Dijo Harry sin entender, Alaska subió las cejas en signo de sorpresa—. Pero su amigo... Nicolás Flamel...

—¡Oh, sabes lo de Nicolás! —Dijo contento Dumbledore—. Hiciste bien los deberes, ¿no es cierto? Bien, Nicolás y yo tuvimos una pequeña charla y estuvimos de acuerdo en que era lo mejor.

—Pero eso significa que él y su mujer van a morir, ¿no?

—Tienen suficiente Elixir guardado para poner sus asuntos en orden y luego, sí, van a morir.

Harry yacía allí, sin saber qué decir. Dumbledore canturreó durante un minuto y después sonrió hacia el techo.

—¿Señor? —Dijo Harry—. Estuve pensando... Señor, aunque la Piedra ya no esté, Vol... quiero decir Quién-usted-sabe...

—Llámalo Voldemort, Harry. Utiliza siempre el nombre correcto de las cosas. El miedo a un nombre aumenta el miedo a la cosa que se nombra.

—Sí, señor. Bien, Voldemort intentará volver de nuevo, ¿no? Quiero decir... No se ha ido, ¿verdad?

—No, Harry, no se ha ido. Está por ahí, en algún lugar, tal vez buscando otro cuerpo para compartir... Como no está realmente vivo, no se le puede matar. Él dejó morir a Quirrell, muestra tan poca misericordia con sus seguidores como con sus enemigos. De todos modos, Harry, tú tal vez has retrasado su regreso al poder. La próxima vez hará falta algún otro preparado para luchar y, si lo detienen otra vez y otra vez, bueno, puede ser que nunca vuelva al poder.

Harry asintió, pero se detuvo rápidamente, porque eso hacía que le doliera más la cabeza. Luego dijo:

—Señor, hay algunas cosas más que me gustaría saber, si me las puede decir... cosas sobre las que quiero saber la verdad...

—La verdad —Dumbledore suspiró—. Es una cosa terrible y hermosa, y por lo tanto debe ser tratada con gran cuidado. Sin embargo, contestaré tus preguntas a menos que tenga una muy buena razón para no hacerlo. Y en ese caso te pido que me perdones. Por supuesto, no voy a mentirte.

—Bien... Voldemort dijo que sólo mató a mi madre porque ella trató de evitar que me matara. Pero ¿por qué iba a querer matarme a mí en primer lugar?

Aquella vez, Dumbledore suspiró profundamente.

—Vaya, la primera cosa que me preguntas y no puedo contestarte. No hoy. No ahora. Lo sabrás, un día... Quítatelo de la cabeza por ahora, Harry. Cuando seas mayor... ya sé que eso es odioso... bueno, cuando estés listo, lo sabrás.

—¿Y por qué Quirrell no podía tocarme?

—Tu madre murió para salvarte. Si hay algo que Voldemort no puede entender es el amor. No se dio cuenta de que un amor tan poderoso como el de tu madre hacia ti deja marcas poderosas. No una cicatriz, no un signo visible... Haber sido amado tan profundamente, aunque esa persona que nos amó no esté, nos deja para siempre una protección. Eso está en tu piel. Quirrell, lleno de odio, codicia y ambición, compartiendo su alma con Voldemort, no podía tocarte por esa razón. Era una agonía el tocar a una persona marcada por algo tan bueno.

—¿Y la capa invisible... sabe quién me la mandó?

—Ah... Resulta que tu padre me la había dejado y pensé que te gustaría tenerla —Los ojos de Dumbledore brillaron—. Cosas útiles... Tu padre la utilizaba sobre todo para robar comida en la cocina, cuando estaba aquí.

—Y hay algo más...

—Dispara.

—Quirrell dijo que Snape...

—El profesor Snape, Harry.

—Sí, él... Quirrell dijo que me odia, porque odiaba a mi padre. ¿Es verdad?

—Bueno, ellos se detestaban uno al otro. Como tú y el señor Malfoy. Y entonces, tu padre hizo algo que Snape nunca pudo perdonarle.

—¿Qué?

—Le salvó la vida.

—¿Qué?

—Sí... —Dijo Dumbledore, con aire soñador—. Es curiosa la forma en que funciona la mente de la gente, ¿no es cierto? El profesor Snape no podía soportar estar en deuda con tu padre... Creo que se esforzó tanto para protegerte este año porque sentía que así estaría en paz con él. Así podría seguir odiando la memoria de tu padre, en paz...

—Y señor, hay una cosa más...

—¿Sólo una?

—¿Cómo pude hacer que la Piedra saliera del espejo?

—Ah, bueno, me alegro de que me preguntes eso. Fue una de mis más brillantes ideas y, entre tú y yo, eso es decir mucho. Sabes, sólo alguien que quisiera encontrar la Piedra, encontrarla, pero no utilizarla, sería capaz de conseguirla. De otra forma, se verían haciendo oro o bebiendo el Elixir de la Vida. Mi mente me sorprende hasta a mí mismo...

—Profesor Dumbledore. —Habló Alaska por primera vez, sintiendo su voz un tanto ronca.

El director se giro y observó a la chica con una gran sonrisa.

—¡Ah, señorita Ryddle, ha despertado al fin! —Comentó mientras se acercaba a su camilla.

—El profesor Snape, ¿cómo se encuentra él? —Preguntó Alaska con cierta preocupación—. La última vez que lo vi el profesor Quirrell le envió un maleficio y quedó inconsciente, le dije a un prefecto que fuera a buscarlo pero luego de eso...

—Claro, el profesor Snape. Fue enviado a la enfermera y se recuperó esa misma noche, está mejor que nunca.

Alaska asintió un par de veces y se quedó en silencio, con una pregunta más rondando por su cabeza pero sin estar segura de hacerla.

—¿Tiene alguna otra inquietud, señorita Ryddle? —Le preguntó Dumbledore con sus interrogantes ojos.

—Hay una cosa más, pero no estoy segura de querer conocer la respuesta... —Murmuró la chica—. No dudo en que usted ha estado al tanto de los rumores que rondaban sobre mi por el colegio, solo me preguntaba si, tal vez ¿usted sabe algo al respecto de mi familia?

El profesor Dumbledore no respondió de inmediato, se paseó por la enfermería hasta que al fin respondió.

—Puedo decir que tengo mis sospechas junto con el profesor Snape, sí, pero aún no estamos lo suficientemente seguros para compartirlo —Le dijo Dumbledore—. Espero que, al igual que Harry, tengas un poco de paciencia. El profesor Snape te contará todo cuando sea el momento justo.

—¿Y eso cuando será? Disculpe profesor pero esto se trata de mi pasado, creo que tengo el derecho de saber sus sospechas. —Se quejó la rubia.

Pero el director ignoró sus quejas.

—Bueno, suficientes preguntas por hoy. Les sugiero que comiencen a comer sus golosinas —Alaska observó los decenas de golosinas que Harry tenía a los pies de su cama, ella en cambio no tenía nada—. Ah, las grageas de todos los sabores. En mi juventud tuve la mala suerte de encontrar una con gusto a vómito y, desde entonces, me temo que dejaron de gustarme. Pero creo que no tendré problema con esta bonita gragea, ¿no te parece?

Sonrió y se metió en la boca una gragea de color dorado. Luego se atragantó y dijo:

—¡Ay de mí! ¡Cera del oído!

Mientras el director se iba de la Enfermería Alaska le dedico una mirada de molestia, estaba resentida con el profesor por no querer contarle lo que sabía de sus antepasados.

Después de una buena noche de descanso la rubia se sintió mucho mejor, tanto que pudo convencer a Madame Pomfrey que la dejara ir a la fiesta de fin de curso. Alaska bajó sola a la fiesta de aquella noche, Madame Pomfrey había insistido en en examinarla una vez más, así que, cuando llegó, el Gran Comedor ya estaba lleno.

Estaba decorado con los colores de Slytherin, verde y plata, para celebrar el triunfo de aquella casa al ganar la copa durante siete años seguidos. Un gran estandarte, que cubría la pared detrás de la Mesa Alta, mostraba la serpiente de Slytherin. Era realmente hermoso y aquello le subió el ánimo a Alaska, casi no le importó el súbito murmullo que se produjo cuando entró. Se deslizó en una silla, entre Daphne y Draco en la mesa de Slytherin.

Dumbledore llegó unos momentos después y las conversaciones cesaron.

—¡Otro año se va! —Dijo alegremente Dumbledore—. Y voy a fastidiarlos con la charla de un viejo, antes de que puedan empezar con los deliciosos manjares. ¡Qué año hemos tenido! Esperamos que sus cabezas estén un poquito más llenas que cuando llegaron... Ahora tienen todo el verano para dejarlas bonitas y vacías antes de que comience el próximo año... Bien, tengo entendido que hay que entregar la copa de la casa y los puntos ganados son: en cuarto lugar, Gryffindor, con trescientos doce puntos; en tercer lugar, Hufflepuff, con trescientos cincuenta y dos; Ravenclaw tiene cuatrocientos veintiséis, y Slytherin, cuatrocientos setenta y dos.

Una tormenta de vivas y aplausos estalló en la mesa de Slytherin.

—Sí, sí, bien hecho, Slytherin —Dijo Dumbledore—. Sin embargo, los acontecimientos recientes deben ser tenidos en cuenta.

Todos se quedaron inmóviles. Las sonrisas de los Slytherin se apagaron un poco.

—Así que —Dijo Dumbledore— tengo algunos puntos de última hora para agregar. Dejenme ver. Sí... Primero, para el señor Ronald Weasley...

Ron se puso tan colorado que parecía un rábano con insolación en la mesa de Gryffindor.

—... por ser el mejor jugador de ajedrez que Hogwarts haya visto en muchos años, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.

Las hurras de Gryffindor llegaron hasta el techo encantado, y las estrellas parecieron estremecerse. Por fin se hizo el silencio otra vez.

—Segundo... a la señorita Hermione Granger... por el uso de la fría lógica al enfrentarse con el fuego, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.

Hermione enterró la cara entre los brazos. Los cambios en la tabla de puntuaciones pasaban ante ellos: Gryffindor estaba cien puntos más arriba.

—Tercero... al señor Harry Potter... —Continuó Dumbledore. La sala estaba mortalmente silenciosa—... por todo su temple y sobresaliente valor, premio a la casa Gryffindor con sesenta puntos.

El estrépito fue total. Los que pudieron sumar, además de gritar y aplaudir, se dieron cuenta de que Gryffindor tenía los mismos puntos que Slytherin, cuatrocientos setenta y dos.

—Esto es increíble. —Murmuraba Draco con molestia a su lado.

—Pero deberían darle puntos a Alaska también, ¿no? —Preguntó Daphne—. Digo, ella derrotó a ese trol de montaña por su cuenta.

Dumbledore levantó el brazo una vez más y sala fue recuperando la calma.

—Hay muchos tipos de valentía —Dijo sonriendo Dumbledore—. Hay que tener un gran coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta el mismo valor para hacerlo con los amigos. Por lo tanto, premio con diez puntos al señor Neville Longbottom.

Fue como una explosión, tan fuertes eran los gritos que salieron de la mesa de Gryffindor.

—Lo que significa —Gritó Dumbledore sobre la salva de aplausos, porque Ravenclaw y Hufflepuff estaban celebrando la derrota de Slytherin—. Que por el momento Gryffindor va en la cabecera, seguidos de Slytherin.

La palabra clave para hacer el silencio en el Gran Comedor fue: por el momento. Atónitos los que habían comenzado a celebrar volvieron a sus asientos.

—Aún tenemos a una estudiante más por destacar por los hechos de los últimos días. A la señorita Alaska Ryddle, por ser lo suficientemente dotada en la asignatura de Encantamientos y tener más capacidades de derrotar a un Trol de montaña por su cuenta, premio a la casa Slytherin con die... —El profesor Snape en la mesa de profesores se aclaró la garganta con ímpetu. Dumbledore tuvo que corregirse— con cincuenta puntos.

La mesa de Slytherin estalló nuevamente en fuertes aplausos y vítores, la Copa de las Casas estuvo a punto de escaparse de sus manos pero lograron mantenerla para ellos. Alaska recibió abrazos y felicitaciones por parte de la mayoría de estudiantes y, por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba siendo destacada por sus cualidades y no por estúpidos rumores.

Aquélla fue, sin duda, la mejor noche de su vida. Nunca olvidaría aquella noche.

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