𝒏𝒊𝒏𝒆
( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑁𝐼𝑁𝐸 )
𝚒𝚗𝚝𝚛𝚞𝚜𝚘 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚋𝚊𝚗̃𝚘 𝚍𝚎 𝚌𝚑𝚒𝚌𝚊𝚜.
Durante los días y semanas siguientes Alaska intento olvidar el hecho de que un gigante perro de tres cabezas residía en el Castillo y concentrarse más en sus clases, que a medida que pasaba el tiempo se volvían más interesantes una vez que aprendieron los principios básicos.
En la mañana de Halloween todos los estudiantes despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada flotando por todos los pasillos. Pero sin duda lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se esperaban hacer. El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran.
—Y no olviden el bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —Dijo con voz aguda el profesor, mientras Alaska se dirigía hacia el asiento vacío junto a Draco—. Agitar y golpear, y pronuncien las
palabras mágicas correctamente es muy importante también.
La rubia se sentó junto a Draco y observó el rostro del chico, queriendo saber si aún seguía de mal humor.
—¿Qué haces? —Le preguntó Draco con el ceño fruncido.
—Sólo intentaba ver si seguías molesto —Le explicó para luego acomodar la pluma frente a ella—. Veo que sí.
—¡No estoy molesto! —Se defendió Draco—. Sólo creo que es injusto que Potter reciba tratamiento especial en la escuela, ¡se supone que los de primer año no pueden entrar al equipo!
—Estoy segura que el próximo curso podrás entrar al equipo y ganarle a Potter, pero tendrás que aguantarte durante este curso —Intentó tranquilizarlo Alaska, porque no quería seguir escuchando sus quejas.
—Si tan sólo pudiera entrar al equipo este año... —Siguió diciendo Draco.
Entonces se concentró en lo que debía hacer, practicó un par de veces el movimiento de muñeca y la pronunciación de las palabras antes de intentarlo.
—Wingardium Leviosa. —Dijo Alaska y una mueca apareció en su rostro cuando la pluma se elevó sólo un par de centímetros y volvió a caer.
—Si hablo con él profesor Snape tal vez podría darme la oportunidad de demostrar mis habilidades. —Le comentó Draco, sin haber intentado el hechizo.
—Las pruebas de Quidditch se realizaron hace semanas Draco. Además, ya tienen a un buscador, es Terence.
—Lo sé, Higgs de tercer año. ¿Cómo lo conoces?
—Me dio consejos para volar en una escoba. —Se limitó a responder, intentando elevar la pluma pero fracasando una vez más.
—¿Consejos para volar? ¿Por qué no me preguntaste a mi?
Alaska no le respondió. Fijo su mirada en la pluma y apuntó la punta de su varita hacia ella, por tercera vez durante la clase intentó llevar a cabo el hechizo y esa vez lo logró. La blanquecina pluma se elevó un par de metros sobre sus cabezas.
—¡Bien hecho, señorita Ryddle! Muy bien hecho. —La felicitó el profesor Flitwick.
Alaska volteó para mirar a Draco con una sonrisa de suficiencia—. ¿No piensas realizar el hechizo?
Su compañero alzó una ceja, se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó a la misma altura de la pluma de Alaska.
—¡Oh, bien hecho señor Malfoy! —Dijo el profesor Flitwick aplaudiendo—. Los dos lo han hecho estupendo.
Luego de media hora más de clase, en el cual se dedicaron a perfeccionar su técnica en el hechizo, el timbre sonó anunciando el término de clases. Draco y Alaska estaban discutiendo mientras guardaban sus pertenencias sin prisa alguna.
—Admitelo, soy mejor que tú en Encantamientos.
—¿No sabes que mentir es malo, Draco? No puedo hacerlo. —Le decía Alaska.
—Acabas de verlo, logré realizar el hechizo al primer intento. —Respondió Draco.
—Esta bien, pero tus calificaciones no dicen lo mismo, las mías son mucho más altas.
—El talento es más importante que las calificaciones.
—Estoy de acuerdo en que las calificaciones no son lo más importante, pero también son de ayuda ¿no? —Se escuchó decir a una agradable voz detrás de Alaska.
—¿Y tú quién eres? —Le preguntó Draco con desagrado.
Al voltear, Alaska se encontró con un joven alto, con rasgos cincelados, pelo oscuro y ojos grises brillantes.
—Oh, Cedric. —Mencionó Alaska.
—Hola Alaska, ¿todo bien? ¿Las clases no se te han dificultado? —Le preguntó el mayor con amabilidad.
—Todo va perfecto —Le respondió—. Y no tengo problemas con las clases, voy bastante bien con todas ellas. Pero, ¿qué haces aquí?
—Necesito aclarar unas dudas sobre el hechizo de congelación con el profesor Flitwick —Le aclaró Cedric retrocediendo unos pasos mientras se acercaba al profesor que estaba a punto de irse—. Si tienes dudas con alguna clase búscame, ¿sí? Siempre tendré tiempo para ayudarte.
—Gracias, lo haré. —Le agradeció Alaska, y antes de que pudiera agregar algo más, Draco llamó su atención jalando de su brazo.
—¿Y a él cómo lo conoces? —Quiso saber el chico, observando con cuidado a Cedric.
—¿Para que quieres saberlo? El como lo conocí no tiene importancia, Cedric es un chico agradable —Le dice Alaska colgándose su bolso al hombro—. Uno de los pocos que no cree en esos estúpidos rumores acerca de mi.
—Pero es un Hufflepuff. —Dijo Draco con un notable desprecio.
—¿Y qué? Tal vez deberías aprender algo de ellos y ser más amable. —Lo reprendió Alaska, dejándole así en claro que no debería tomar por menos a otras casas.
Durante la cena en el Gran Comedor mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas que se elevaban sobre sus cabezas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.
Alaska estaba disfrutando del delicioso festín, la calabaza sin duda había superado las expectativas que le tenía, era deliciosa. Mientras ella, Daphne y Ann charlaban sobre temas triviales, frente a ellas Pansy Parkinson estaba tonteando junto a Draco, y en uno de sus movimientos golpeó su copa, derramando todo el jugo en la túnica de Alaska.
La chica sólo le dedicó una sonrisa burlona para volver a charlar con Draco.
—Iré al baño —Le anuncio a Daphne y Ann—. Ya vuelvo.
Se dirigió con rapidez hacia el baño de chicas más cercano, necesitaba limpiar su túnica y volver al Gran Comedor antes de que la comida desapareciera, pues aún no terminaba de comer su plato.
El baño parecía estar vacío, Alaska se acercó a uno de los lavabos y comenzó a limpiar su túnica mientras maldecia a Pansy por lo bajo, molesta por lo que había pasado.
—¿La cena ya terminó?
Alaska se sobresalto por la repentina pregunta de una chica con la voz gangosa, parecía provenir de uno de los cubículos.
—Aún no, los postres deberían estar por aparecer pronto. —Respondió Alaksa con molestia, pensando en la posibilidad de llegar tarde y no obtener un trozo de tarta de melaza.
Siguió limpiando su túnica, fregando con brusquedad para poder terminar pronto cuando escucho la puerta de uno de los cubículos abrirse. La rubia levantó la mirada y a través del espejo observó a Hermione Granger salir, con los ojos rojos e hinchados. Una leve sonrisa burlona apareció en su rostro.
Hermione no dijo nada al verla, se acercó para lavar sus manos en completo silencio. Entonces, sin haber dicho nada, un fétido olor entró al baño de chicas y Alaska arrugó la nariz.
—Eso huele horrible. —Comentó Alaska sin levantar su mirada.
—Eso es un... Es un...
—¿Un qué? —Preguntó Alaska intentando apresurar a la chica.
Cuando la observó noto que el color en su piel había desaparecido y su vista estaba fija en la puerta del baño, con los ojos bien abiertos y aterrorizados. Alaska se volteó lentamente y entonces lo vio. Más de tres metros y medio de alto, tenía la piel de color gris piedra, un descomunal cuerpo deforme y una pequeña cabeza pelada. Tenía piernas cortas, gruesas como troncos de árbol, y pies achatados y deformes. Además llevaba un gran bastón de madera que arrastraba por el suelo, porque sus brazos eran muy largos.
Alguien cerró la puerta del baño de mujeres con seguro, y eso solo logró que el miedo allí dentro aumentará.
—Eso es un troll—Comenzó a murmurar Alaska mientras retrocedía junto a Hermione hacia la pared más lejana—. Y por su aspecto, puedo asegurar que se trata de un trol de montaña, son los más grandes y los más feroces de su especie.
—Eso no es nada bueno. —Murmuró Hermione con la voz quebrada.
—Eso no es lo peor —Le dijo Alaska, por fin habían llegado a la pared y el trol no las había visto aún—. Los trolls comen carne cruda y prácticamente les da igual de dónde salga; no le hacen ascos a nada, cazan desde animales salvajes hasta personas...
La reacción de Hermione fue, por lo poco, humana, pero poco racional. Soltó un fuerte chillido llamando la atención del trol, y sin tener lugar a donde escapar, ambas chicas se movieron a una de las esquinas mientras la criatura se acercana a ellas y destrozaba algunos de los lavamanos a su camino.
—¿Qué hacemos? —Le preguntó Hermione aterrorizada.
—No lo sé, creí que tú eras la sabelotodo.
Antes de que pudiera pensar en un plan para alejar al trol de su camino, la puerta del baño volvió a abrirse y por ella entraron Harry Potter y Ron Weasley sin aliento, como si hubiera corrido hacia el baño.
—¡Distráelo! —Le gritó Harry a Ron desesperado y tirando de un grifo, lo arrojó con toda su fuerza contra la pared.
El trol se detuvo a pocos pasos de Alaska y Hermione. Se balanceó, parpadeando con aire estúpido, para ver quién había hecho aquel ruido. Sus ojitos malignos detectaron a Harry, vaciló y luego se abalanzó sobre él, levantando su bastón.
—¡Eh, cerebro de guisante! —Gritó Ron desde el otro extremo, tirándole
una cañería de metal.
El ser deforme no pareció notar que la cañería lo golpeaba en la espalda, pero sí oyó el aullido y se detuvo otra vez, volviendo su horrible hocico hacia Ron y dando tiempo a Harry para correr.
—¡Vamos, tenemos que salir de aquí! —Le grito Alaska a Hermione, tirando de su brazo con fuerza, pues lo único que deseaba era escapar de aquel trol.
Los gritos y los golpes parecían haber enloquecido al trol. Este se volvió y se enfrentó con Ron, que estaba más cerca y no tenía manera de escapar. Alaska imitó lo que habían hecho hace unos segundos atrás, le lanzó un grifo al cuerpo pero lo ignoró por completo, dispuesto con su misión de ir hacia Ron.
Entonces Harry hizo algo muy estúpido: corrió, dando un gran salto y se colgó, por detrás, del cuello de aquel monstruo. La atroz criatura no se daba cuenta de que Harry colgaba de su espalda, pero hasta un ser así podía sentirlo si uno le clavaba un palito de madera en la nariz, pues la varita de Harry todavía estaba en su mano cuando saltó y se había introducido directamente en uno de los orificios nasales del trol.
Chillando de dolor; el trol se agitó y sacudió su bastón, con Harry colgado de su cuello y luchando por su vida. Alaska estaba intentando levantar a Hermione del suelo, entonces Ron empuñó su propia varita, sin saber qué iba a hacer; y se oyó gritar el primer hechizo que se le ocurrió:
—¡Wingardium leviosa!
El bastón salió volando de las manos del trol, se elevó, muy arriba, y luego dio la vuelta y se dejó caer con fuerza sobre la cabeza de su dueño. El trol se balanceó y cayó boca abajo con un ruido que hizo temblar la habitación.
Harry se puso de pie. Ron estaba allí, con la varita todavía levantada, contemplando su obra. Ya de pie, Hermione fue la que habló primero.
—¿Está... muerto?
—Ya quisieras —Dijo Alaksa—. Sólo está desmayado, se necesita más que un buen golpe para derrotar a un trol.
Harry se inclinó y retiró su varita de la nariz del trol. Estaba cubierta por una gelatina gris.
—Puaj... qué asco.
Alaska estaba preparada para irse del lugar, queriendo volver a su habitación lo antes posible, pues aquel fétido olor le había quitado el hambre. Pero un súbito portazo y fuertes pisadas detuvieron su cometido.
No se habían dado cuenta de todo el ruido que habían hecho, pero abajo debían haber oído los golpes y los gruñidos del trol. Un momento después, la profesora McGonagall entraba apresuradamente en la habitación, seguida por Snape y Quirrell, que cerraban la marcha. El profesor de Defensa dirigió una mirada al monstruo, se le escapó un gemido y se dejó caer en un inodoro, apretándose el pecho.
Snape se inclinó sobre el trol luego de haberle dirigido una mirada de desaprobación a su alumna. La profesora McGonagall también los observaba con enfado, tenía los labios blancos.
—¿En qué estaban pensando, por todos los cielos? —Dijo la profesora McGonagall, con una furia helada—. Tienen suerte de que no los haya matado. ¿Por qué no estaban en los dormitorios?
—Por favor; profesora McGonagall... Me estaban buscando a mí. —Dijo Hermione antes de que cualquiera pudiera hablar.
—¡Hermione Granger!
—Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo, porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema.
Ron dejó caer su varita. Alaska no entendía porque estaba mintiendo.
—Si ellos no me hubieran encontrado, yo ahora estaría muerta. Harry le clavó su varita en la nariz y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda. Estaba a punto de matarme cuando ellos llegaron.
Harry y Ron trataron de no poner cara de asombro.
—¿Y que hay de la señorita Ryddle?
—Yo sólo vine a limpiar mi túnica, no estaba al tanto de que había un trol en el Castillo.
—Bueno... en ese caso —Dijo la profesora McGonagall—... Hermione Granger; eres una tonta. ¿Cómo creías que ibas a derrotar a un trol gigante tú sola?
Hermione bajó la cabeza.
—Hermione Granger, por esto Gryffindor perderá cinco puntos —Dijo la profesora McGonagall—. Estoy muy desilusionada por tu conducta. Si no te ha hecho daño, mejor que vuelvas a la torre Gryffindor. Los alumnos están terminando la fiesta en sus casas.
Hermione se marchó.
La profesora McGonagall se volvió hacia Alaska.
—Usted, señorita Ryddle, supongo que sólo ha estado en el lugar y momento equivocado —Le dijo con los labios fruncidos—. También puede volver a su sala común.
—De hecho, quiero que me acompañe a mi despacho ahora mismo. —Le informó el profesor Snape.
Con una mueca en su rostro, y sabiendo que lo que se venía no era nada bueno, Alaska salió del baño y siguió a su jefe de casa por las mazmorras, hasta llegar a su conocido despacho.
—¿Qué estabas haciendo en el baño? —Volvió a interrogarla Snape.
—Ya lo mencioné antes profesor, había ido al baño para limpiar mi túnica —Repitió Alaska—. Cuando salí del Gran Comedor aún no habían anunciado nada del trol.
—¿Sabes que podría expulsarte por esto, no? —Le recalcó Snape.
—Lo tengo claro, pero como le dije, no lo hice a propósito. Así que por favor, reconsiderelo.
Snape examinó a Alaska, buscando algún signo que indicará que estuviera mintiendo.
—Debe tener más cuidado la próxima vez, no siempre tendrá suerte como hoy —Le recomendó Snape, aliviando a Alaska de sus preocupaciones—. Le doy diez puntos a Slytherin por lo que hizo esta noche.
—Pero profesor Snape, no hice mucho con el trol. —Le admitió Alaska.
—Como profesor conozco las capacidades de Potter y Weasley, y juntos no hacen mucho —Dictaminó Snape—. Ya puedes volver a su sala común.
Alaska obedeció con una sonrisa en su rostro, tal vez no había podido terminar con su cena pero al menos había ganado unos cuantos puntos para su casa.
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