𝒇𝒐𝒖𝒓
( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝑂𝑈𝑅 )
𝚎𝚕 𝚟𝚒𝚊𝚓𝚎 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚝𝚛𝚎𝚗 𝚎𝚜𝚌𝚊𝚛𝚕𝚊𝚝𝚊.
Los días posteriores a la visita al Callejón Diagon transcurrieron con total normalidad, Alaska se mantenía durante todo el día en la biblioteca del Orfanato, leyendo cada uno de sus libros nuevos y haciendo apuntes, adelantándose para no fracasar en ninguna de sus clases.
Snape le había explicado antes de irse que lo mejor para ella era decir que era una bruja mestiza, lo cual significaba que al menos uno de sus padres era un mago, Alaska supo que lo mejor era aceptar esa condición, el profesor de Pociones también le había mencionado que muchos sentirían lastima por ella al ser huérfana, era algo que no podía evitar pero tampoco quería agregar maltrato por su estatus de sangre y al menos eso si podía prevenir.
La mañana del primero de septiembre Alaska se levantó a las nueve de la mañana, estaba tan emocionada e ilusionada que no pudo dormir bien la noche anterior. Luego de lavarse y vestir con ropa muggle revisó su baúl y la lista de Hogwarts un par de veces, asegurándose de tener todo lo necesario y no olvidar nada. No sabía cómo, pero los minutos habían avanzado con rapidez y ya eran las diez con cinco minutos, Alaska salió del orfanato sin haber desayunado, teniendo que arrastrar el pesado baúl mientras caminaba por las calles de Londres hasta llegar a King Cross.
—El profesor Snape ni siquiera se ofreció para acompañarme —Se estaba quejando Alaska en murmullos—, como si fuera tan fácil arrastrar el baúl por mi cuenta.
Unos minutos más de caminata y al fin había llegado a King Cross, una gran y hermosa estación de trenes repleta de hombres y mujeres adultas, comprando boletos o esperando por la llegada de sus trenes.
—Buenos días señorita, aquí tiene un carrito donde puede transportar su baúl con mayor facilidad. —Uno de los empleados del lugar le acercó uno de los tantos carritos que tenía a un lado y la ayudo a subir su baúl.
—Sí, gracias. —Dijo Alaska de manera distraída comenzando a arrastrar su carrito por la estación.
La rubia se adentró en lo profundo de la estación mirando a todos lados con atención, logró encontrar lo que buscaba más pronto de lo que esperaba, un gran número nueve, de plástico se elevaba sobre un andén y un número diez sobre el otro. Lo único que Snape le había dicho que debía saber sobre el andén 9 3/4 era que, para tener acceso a él necesitaba caminar directamente a través de la barrera aparentemente solida entre los andenes nueve y diez.
Alaska se paseó por los alrededores de la barrera, la idea de cruzar esa barrera le hacía sentir nervios, como si aquello fuera la prueba para saber si lo que estaba viviendo era o no una realidad. Según el gran reloj que había sobre la tabla de horarios de llegada, aún tenía veinte minutos para tomar el tren a Hogwarts y entonces una pareja acompañada de una chica con cabello castaño, ojos azules y unas pobladas cejas se acercaron a la barrera, sin siquiera pensarlo caminaron directo hacia la barrera y la atravesaron, desapareciendo por completo.
Alaska se había sorprendido, después de todo el profesor Snape no le había mentido como ella estaba sospechando. Revisó una vez más el gran reloj sobre ella y decidió que era hora de juntar valor y atravesar la barrera. Comenzó a andar, cada vez más rápido para no arrepentirse, estaba cada vez más cerca de la barrera y ya no podía detenerse, entonces cuando estaba asolo unos centímetros cerró sus ojos por inercia, preparándose para un golpe que nunca llego, su carrito siguió rodando y al abrir los ojos se encontró con una escena digna de recordar.
Una locomotora de vapor, de color escarlata, esperaba en el andén inundado de actividad. El vapor del motor inundaba el andén mientras algunos gatos serpentean alrededor de las piernas de los magos y las lechuzas se llamaban unas a otras por encima del ruido de las charlas y el movimiento de los pesados baúles mientras las hordas de estudiantes y padres se movían a través de lo largo del andén.
Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, algunos asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares, otros discutiendo sobre los asientos que iban a ocupar. Alaska empujó su carrito por el andén, buscando un asiento vacío. Se abrió paso hasta que encontró un compartimiento vacío, cerca de la mitad del tren. Hizo un gran esfuerzo para empujar el baúl hacia la puerta del vagón, trató de subirlo por los escalones, pero sólo lo pudo levantar un poco antes de que se cayera al suelo, era demasiado pesado para ella.
—Yo puedo ayudarte. —Un joven alto y apuesto, con pelo oscuro y ojos grises brillantes se había acercado a su lado, y una sonrisa decoraba su rostro.
—Sí, por favor. —Soltó Alaska, colocando una incómoda sonrisa al sentir vergüenza por no poder subir su baúl por su cuenta.
Con la ayuda del amable chico, su baúl finalmente quedó en el suelo del pasillo, y ahora podía dedicarse a buscar un compartimiento.
—Gracias por la ayuda. —Le agradeció Alaska.
—¿Quieres que te ayude a llevarlo a un compartimiento? No me molesta ayudar. —Se ofreció el chico, deteniendo a la chica que estaba a punto de seguir con su camino.
—Puedo hacerlo por mi cuenta —Le respondió, no queriendo molestarlo más—. Soy Alaska Ryddle, por cierto, primer año.
Su acompañante le dedico una brillante sonrisa ante la presentación.
—Cedric Diggory, Hufflepuff —Se presentó—. Este es mi tercer año...
Una voz masculina proveniente de uno de los tantos compartimientos llenos se hizo presente, estaban apresurando a Cedric para comenzar una partida de Snap Explosivo.
—Tengo que irme, nos vemos en Hogwarts ¿sí?
Y con un movimiento de mano y sin borrar la sonrisa del rostro, Cedric Diggory se alejó y desapareció al entrar a un compartimiento, cerrando la puerta detrás de sí. A Alaska le pareció un chico extraño, nunca había conocido a alguien tan amable y sonriente como él. Pero decidió no pensar más en él y, arrastrando su baúl tras ella, comenzó a caminar por el pasillo buscando un compartimiento que aun tuviera espacio.
El problema era que la gran mayoría de los compartimientos estaban ocupados completamente o con un poco de gente, y lo que yo estaba buscando era una que estuviera vacío. Alaska estaba caminando con prisa mientras les daba rápidos vistazos a los compartimientos, pero en un momento tuvo que devolver sus pasos para observar con mayor detenimiento uno de ellos, dentro habían varios chicos mayores que admiraban a una gran araña.
—¿Eso es una tarántula gigante? —Preguntó Alaska adentrándose en el compartimiento para observar mejor a la araña. No fue necesario recibir una respuesta para saberlo, el gran tamaño de al menos treinta centímetros y su cuerpo peludo lo confirmaba—. Por supuesto que lo es, ¿cómo la obtuvieron? Ellas solo se encuentran en las selvas ecuatoriales del norte de Sudamérica.
—Todo es gracias a Lee —Le respondió uno de los dos pelirrojos similares que se encontraban en el vagón, señalando al chico moreno que llevaba rastas—. La trajo de su viaje a Brasil y sus padres le permitieron traerlo como su mascota.
—Pero creí que en Hogwarts solo permitían lechuzas, gatos y sapos. —Dijo Alaska con el ceño fruncido.
—Pronto te darás cuenta que las reglas no aplica para ninguno de nosotros —Le comentó el otro pelirrojo, aunque la chica no estaba prestando mucha atención pues ahora tenía la tarántula en su brazo y la estaba observando con mucho interés—. ¿Eres admiradora de las tarántulas?
—De los animales en general —Respondió Alaska sin quitar la mirada del arácnido—. Todos son tan interesantes y únicos entre sí, la manera en la que se comunican, su lenguaje corporal, todo es sumamente intrigante.
—Está bien, chica tarántula. Yo soy Fred Weasley —Se presentó uno de los pelirrojos, el primero en hablarle—. Él es mi hermano gemelo George, y nuestro mejor amigo Lee Jordan.
—Alaska Ryddle, fue un gusto conocerlos a ustedes y a su tarántula —Replicó Alaska—. Ahora tengo que irme a buscar un compartimiento donde pueda quedarme.
—Puedes quedarte aquí —le ofreció Fred de inmediato—, aún tenemos un lugar libre.
—Prefiero ir y buscar alumnos de primer año como yo.
—Si es lo que quieres —Le dijo George con una leve mueca—, al menos ahora puedes presumir que tienes amigos en tercer año.
—Seguro.
Alaska salió de aquel compartimiento, volviendo a caminar por el pasillo. El tren había comenzado a moverse, acelerando poco a poco hasta que el tren giró y por las ventanillas se podían divisar las casas pasar a toda velocidad.
No tardó mucho más en encontrar un compartimiento donde hubiera lugar, abrió la puerta del compartimiento y observó a las dos chicas que se encontraban dentro. Una de ellas era la chica que había visto atravesar la barrera y la que estaba sentada a su lado era una chica con cabello rubio dorado, ojos verdes y una contextura delicada. Ambas chicas se giraron a observarla, esperando que hablara.
—Los demás compartimientos están completos, ¿puedo quedarme aquí?
La castaña alzó las cejas y sin darle una respuesta volvió su mirada hacia la ventanilla, ignorándola por completo. La otra chica, en cambio, la invitó a pasar con una sonrisa, aunque no parecía ser totalmente sincera.
—Soy Alaska Ryddle, por cierto. —Dijo luego de acomodarse en el compartimiento.
—¡Tú nombre es muy lindo! Yo soy Daphne Greengrass —Se introdujo la otra rubia—. Y ella es Ann Pudeator, no habla mucho así que no pienses que es algo contra ti.
—¿Ustedes se conocen de antes? —Quiso saber Alaska y Daphne asintió en modo de respuesta—. Tener amigos debe ser una gran ventaja, digo, no tienen que presentarse a todos hasta que le agrádese a alguien y decida ser tu amigo.
—Virtudes de tener padres con contactos, si no fuera por ellos no conocería a Ann ni a ninguno de mis amigos. —Le comentó Daphne.
Alaska tuvo que ocultar de manera rápida la mueca que se había formado en su rostro al escuchar la primera frase, miró de reojo a Ann, quien al parecer se había dado cuenta del cambio de expresión.
—Mi padre trabaja en el Ministerio de Magia como Obliviador y mi madre es editorial del diario El Profeta. ¿Y tus padres a que se dedican? —Le informó Daphne hablando con entusiasmo y una sonrisa en su rostro, como si charlar con una desconocida fuera su pasatiempo favorito.
—Daphne, no creo que sea buena idea preguntar. —La reprendió Ann con una insistente mirada, siendo la primera vez en decir algo.
—Solo tengo curiosidad, no es algo malo querer saber más de ella. —Se quejó la chica.
—Yo... En realidad, crecí alejada del Mundo Mágico, he estado residiendo en un orfanato desde pequeña. —Reveló Alaska, sin estar avergonzada de su verdad pero sí algo incomoda, pues no esperaba mencionarlo tan pronto.
—¿Y nadie te ha adoptado? —Soltó Daphne sin pensarlo, sus ojos se abrieron de par en par cuando cayó en cuenta de que lo que había dicho era atrevido de preguntar—. ¡Lo siento tanto! ¡No era mi intención...!
—Perdónala, habla de más cuando está inquieta —Interfiere la castaña—. No mide sus palabras.
—Ella tiene razón Alaska, no fue mi intención... —Daphne no alcanzo a terminar de decir su excusa cuando se volteó para mirar a Ann con el ceño fruncido—. ¿Cómo lo supiste?
—¿A qué te refieres?
—Me advertiste luego de preguntar por sus padres —Le recordó Daphne y una súbita sonrisa apareció en su rostro—. ¡Te lo dije! Sabía que habías heredado el don de tu tatarabuela —Y una vez más se giró hacia Alaska para explicarle a lo que se refería—. Ann desciende de una familia famosa por tener en sus raíces a una gran cantidad de videntes, ya sabes, magos o brujas dotadas con la capacidad de ver hacia el futuro con su ojo interior. El don ya se ha saltado dos generaciones pero yo le asegure que ella lo manifestaría.
—No exageres lo que ocurrió Daphne, solo tuve una sensación por la expresión que puso cuando mencionaste a tus padres —Le aclaró Ann—. Además, el don comienza a manifestarse luego de cumplir quince años.
Daphne puso una mueca de molestia—. No olvides esto Alaska, cuando estemos en quinto curso y Ann este manifestando sus dones, yo fui la primera en decir que ocurriría.
—No lo olvidaré —Le prometió Alaska y continuó hablando, no queriendo quedar como una idiota—. Por cierto, mencionaste que tu padre es Obliviador, ¿qué es eso? Y El Profeta ¿es un tipo de revista?
—El trabajo de los Obliviador es modificar o borrar los recuerdos de fenómenos mágicos de los no magos. Y El Profeta es un periódico mágico, el más conocido en Europa.
Daphne siguió charlando con Alaska durante el resto del viaje, hablando con entusiasmo y explicándole cada cosa del Mundo Mágico que ella debía saber. Por otra parte, Ann no volvió a mencionar ni una sola palabra, atenta a la conversación de ambas rubias pero prefería no ser partícipe de ella.
Mientras conversaban, a eso de las tres se produjo un alboroto en el pasillo, y una mujer de cara sonriente, con hoyuelos, se asomó ofreciéndoles golosinas del carrito. Daphne se levantó para comprar unas varitas de regaliz, Alaska no compró nada por falta de dinero, cuando la chica vivió al compartimiento se sentó esta vez a su lado y le comentó que su madre no le permite comer golosinas pero de vez en cuando, a escondidas, no le hacía mal.
La puerta del compartimiento había quedado entre abierta, y mientras las chicas retomaban su charla se vieron interrumpidas una vez más por un chico que parecía ser mayor.
—¿Han escuchado el rumor? —Les preguntó el chico observándolas con ansia—. Dicen que el mismísimo Harry Potter entrará a Hogwarts este curso y se encuentra en el tren ahora mismo.
—¿Harry Potter estará en nuestro curso? —Soltó Daphne con sorpresa.
—¿Harry Potter? Es ese chico que venció a Voldemort años atrás, ¿no? —Los tres presentes se sorprendieron al escuchar el nombre de aquel Mago Tenebroso, inclusive Ann.
—No digas su nombre —Dijo el chico con molestia—. No puedes, no debes mencionarlo.
Daphne tuvo que repetirle al menos tres veces que no debía decir el nombre de Voldemort y que sólo podía mencionarlo con uno de los tantos apodos que había para él. A la chica le parecía algo absurdo temerle al nombre pero terminó aceptando para no tener que escuchar una vez más las explicaciones de la rubia.
En aquel momento, el paisaje que se veía por la ventanilla se hacía más agreste. Habían desaparecido los campos cultivados y aparecían bosques, ríos serpenteantes y colinas de color verde oscuro. Daphne decidió retomar su conversación perdida.
—¿A qué casa les gustaría entrar? Gran parte de mi familia ha estado en Slytherin y no quiero decepcionarlos, así que deseo quedar allí.
—Aceptaré la casa en la que quede, no quiero perder el tiempo pensando en ello. —Se limitó a decir Ann.
—Seguro lo dices porque ya sabes en qué casa quedaras —Le espetó Daphne—. ¿Y tú, Alaska? ¿Conoces cuáles son las casas?
—Creo que Slytherin y Ravenclaw son mis opciones preferidas, ambas me agradan.
—Espero que quedes en Slytherin, será agradable tener a una amiga que sepa tener charlas de más de dos frases. —Le dijo Daphne de manera sincera.
Se oyó un golpe en la puerta del compartimiento, y entró un muchacho de cabeza redonda y cara afligida, Alaska lo reconoció como el chico que la había hecho caer en el Callejón Diagon.
—Perdón —Dijo el chico entrando al compartimiento—. ¿Por casualidad han visto un sapo?
—No hemos visto ninguno y espero no encontrarlo. —Dijo Daphne con disgusto.
—¡La he perdido! ¡Se me escapa todo el tiempo!
—Deberías ir a buscar a otro compartimiento, ya confirmaste que aquí no está. —Le dijo Alaska al chico con un seco tono de voz.
—Bueno, si ven algo avísenme. —Dijo y sin esperar una respuesta se fue del compartimiento.
Luego de la interrupción del chico, Daphne les había informado que ya no debía faltar más de una hora para llegar a la estación, por lo que cerraron las cortinas de la ventanilla y se pusieron sus uniformes de Hogwarts. Un leve cosquilleo en la boca de su estómago le indicaba su nerviosismo por la situación en la que se encontraba, deseaba llegar a Hogwarts lo más pronto posible.
Alaska había salido del compartimiento para ir al baño y mientras volvía, antes de volver a su lugar, se estaba dirigiendo a un vagón al final del tren. Exactamente quería ir al compartimiento por donde había visto entrar a Draco Malfoy, esperando encontrarlo allí y poder saludarlo.
Pero al abrir la puerta no se encontró con ningún rubio platinado, en cambio había un chico pelinegro con anteojos redondos, un chico pálido y pelirrojo y una chica chica con cabello castaño y largos dientes delanteros. El chico pelirrojo estaba intentando realizar un hechizo.
—... de sol, margaritas, vuelvan amarilla a esta tonta ratita. —El pelirrojo agitó la varita, pero no sucedió nada. La rata siguió durmiendo plácidamente sin ningún cambio aparente.
—¿Estás seguro de que es un hechizo real? —Le dice Alaska con una sonrisa burlona en su rostro—. De todos modos ¿quiénes son ustedes?
—Yo soy Hermione Granger, él es Ron Weasley —Dijo la chica con cabello enmarañado, señalando luego al pelirrojo—. Y él es Harry Potter.
—Así que tú eres ese famoso niño del que todos hablan... —La rubia lo inspeccionó con la mirada y agregó en un murmuro—. No parece la gran cosa.
—¿Y tú quién eres? —Le preguntó Harry luego de escuchar su comentario.
—Alaska Ryddle.
—¿Y qué quieres?
—Quiero saber dónde está Draco Malfoy, lo vi entrar a este compartimiento hace unos minutos.
—¿Eres su amiga? —Le preguntó Ron con un tono despectivo y las cejas alzadas.
—Algo así, ¿tienen problemas con eso?
—Bueno, él es un idiota, ¿cómo puede ser amiga de alguien como él?
—Si eso es lo que piensan... —Comentó Alaska.
Y sabiendo que no lograría saber nada en aquel compartimiento, dio medio vuelta y cerró la puerta con brusquedad, algo irritada por el comportamiento de esos chicos.
Ya había oscurecido hace varios minutos, y Alaska ya se encontraba en el compartimiento junto a Daphne y Ann cuando una voz retumbo en todo el tren.
—Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos —Decía la monótona voz—. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo llevarán por separado al colegio.
Las tres chicas salieron del compartimiento y se reunieron con el resto de estudiantes que llenaban los pasillos. El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se detuvo y todos comenzaron a empujar se para salir al pequeño y oscuro andén.
La noche era fría oscura y fría, entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos y gritaba:
—¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! Vengan, síganme... ¿Hay más de primer año? Miren bien dónde pisan. ¡Los de primer año, síganme!
Resbalando y a tientas, el pequeño grupo de estudiantes siguió al gran hombre barbudo, que se hacía llamar Hagrid, por lo que parecía ser un estrecho sendero.
—En un segundo, tendrán su primera visión de Hogwarts —Exclamó Hagrid por encima del hombro—. Justo al doblar esta curva.
Y súbitamente se produjeron grandes y fuertes exclamaciones de sorpresa y admiración de la boca de todos los estudiantes. El sendero estrecho se abría al borde de un gran lago negro. En la punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas.
—¡No más de cuatro por bote! —Continuó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla.
Alaska, Daphne, Ann y un chico con aspecto de conejo se dirigieron a uno de los botes y subieron con cuidado de no caer.
—¿Todos han subido? —Decía Hagrid, que tenía un bote para él solo—. ¡Entonces vámonos! ¡ADELANTE!
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