𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐸𝐼𝐺𝐻𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚟𝚎́𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚖𝚙𝚒𝚕𝚕𝚊.

Alaska no había comido mucho durante la cena y se encontraba bastante distraída en la sala común, Daphne se quejó varias veces con ella por no prestarle atención a lo que le estaba diciendo. Tras lo que había escuchado en el vestíbulo principal había quedado bastante preocupada al respecto, sin poder sacarse ese tema de la cabeza.

Poco a poco, la sala se fue vaciando y todos se fueron a acostar. Fue entonces cuando, sin poder controlar su inquietud, Alaska se levantó decidiendo ir a dar una vuelta por los pasillos para asegurarse que nada esté pasando.

Las mazmorras estaban más frías de lo normal y había una corriente de aire muy fría que le provocaba escalofríos en la espalda baja. Alaska pensó que aquella sensibilidad que estaba teniendo a la baja temperatura se debía únicamente por la ansiedad que estaba sintiendo en ese momento. Caminó de manera sigiloza por las mazmorras y, siguiendo su instinto, se dirigió hacia el despacho del profesor Snape, creía que lo mejor era confirmar si las sospechas de Potter eran o no correctas.

No tuvo que siquiera llegar al despacho del profesor para encontrarlo. Estaba a punto de doblar en una esquina cuando escuchó un golpe seco, echó un vistazo y logró ver al profesor Quirrell agarrando a Snape por el cuello acorralandolo contra la pared, estaban discutiendo.

—Tú no me detrendras, Severus.

La actitud del profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras estaba siendo completamente diferente a lo que solía mostrar en clases, aquel hombre miedoso hasta de su propia sombra hacia desaparecido. Alaska vio a Quirrell levantar su varita y lanzarle un maleficio a Snape, dejándolo inconsciente en el suelo mientras él escapaba por el pasillo.

—¡Profesor Snape! —Soltó Alaska con preocupación.

Se acercó con rapidez al profesor y se arrodilló a su lado, zarandeó su cuerpo e intentó hablarle pero no había nada que ella pudiera hacer para despertarlo. La chica miró a su alrededor, no había nadie allí que pudiera ayudarla y comenzó a preocuparse.

Ahora sabía que Harry Potter se había equivocado y él único profesor que intentaba robar la Piedra Filosofal era el profesor Quirrell, quien se estaba dirigiendo hacia el pasillo del tercer piso y nadie estaba yendo a detenerlo.

No había forma de que Alaska pudiera llevar por su cuenta a Snape a la Enfermería para luego ir al tercer piso e intentar detener a Quirrell, así que tuvo que decidir. Podía notar que el profesor de Pociones no estaba en un estado grave, sólo estaba inconsciente y la chica supuso que pronto algún profesor o prefecto lo encontraría allí y lo ayudaría, así que sin pensarlo más se puso en pie nuevamente y anduvo con prisa por los pasillos del colegio, olvidando por unos momentos que el toque de queda ya había comenzado.

Había estado subiendo las escaleras que llevaban al tercer piso con tanta prisa que no se preocupo por el ruido que estaba haciendo, estaba tan concentrada en atrapar al profesor Quirrell que se sorprendió cuando uno de los prefectos de Ravenclaw se apareció en su camino.

—Vagando por los pasillos ¿eh? —Le dijo el chico agarrandola por el brazo—. Vamos.

A pesar de la insistencia de Alaska el prefecto la llevó hasta un aula vacía, sin escuchar lo que ella tenía para decir y comenzó a interrogar las razones para que estuviera fuera de su sala común.

—No podía dormir, sólo quería tomar un poco de aire. —Le explicaba la chica como por quinta vez.

—No es excusa para salir de tu sala común.

—Bueno, tal vez ustedes en Ravenclaw puedan abrir la ventana y ya, pero si hago eso en nuestra sala común está se inundaría.

El chico la observó con molestia ante la falta de respeto que había recibido por parte de Alaska.

—¿Por qué no vas a buscar al profesor Snape? —Le dijo Alaska de pronto—. Es el jefe de mi casa y puede ayudarte con mi castigo.

—Al profesor Snape —Murmuró el chico—. Sí, iré a buscar al profesor Snape. Quédate aquí.

—Seguro. —Respondió la chica con una leve sonrisa.

El chico de sexto año le dedicó una última mirada de advertencia antes de salir del aula, Alaska no espero más de un par de segundos para desobedecer y volver a los pasillos. No se encontró con nadie más, llegó a la escalera que iba al tercer piso y unos pocos segundos más tarde estaba allí, en el pasillo del tercer piso.

La puerta ya estaba entreabierta y eso confirmó sus sospechas de que el profesor Quirrell ya había entrado, después de todo había estado un buen tiempo atrapada con el prefecto. Alaska no dudo más tiempo, llenándose de valor entró en la sala y cuando la puerta crujió, se escucharon unos gruñidos. Los tres hocicos del perro olfateaban en dirección a ella y no detuvieron sus gruñidos.

Rápidamente la chica observó el arpa que se mantenían en silencio a un lado del cancerbero, Alaska lanzó un hechizo y una agradable música comenzó a sonar desde el instrumento musical, desde la primera nota los ojos de la bestia comenzaron a cerrarse y los gruñidos se fueron apagando, se balanceó, cayó de rodillas y luego se derrumbó en el suelo, profundamente dormido.

La chica se acercó con cuidado sobre las patas del perro, se inclinó y tiró de la argolla de la trampilla, que se levantó, vio por debajo de la trampilla, no podía verse nada, así que conjuro el hechizo Lumos y comenzó a iluminar la caída con la luz de la punta de su  varita, la chica creía que muentras menos lo pensara mejor serían las cosas para ella, por eso se dejó caer enseguida por la trampilla. Entonces cayó, sintió el aire húmedo mientras caía hasta que aterrizó en algo mullido, con un ruido suave y extraño.

Se incorporó y observó su alrededor, la varita seguía iluminando por lo que veía claramente que había caído en una especie de planta y esta comenzó a extenderse como una serpiente para sujetarlo los tobillos. Empezó a luchar contra la planta para quitarsela de encima, pero mientras más esfuerzo ponía, la planta la envolvía con más rapidez. Entonces se quedó inmóvil, intentando recordar las clases de Herbologia para reconocer aquella planta.

—Claro, es Lazo del Diablo —Murmuró Alaska luego de reconocer la planta.

Con los contenidos de la clase frescos en su memoria, la rubia hizo un esfuerzo para agarrar su varita y agitarla, enviando unas llamas azules a la planta. En tan sólo unos segundos las ligaduras se aflojaron, la planta se retiraba a causa de la luz y el calor. Entonces al fin se desprendió de su cuerpo y pudo moverse con libertad.

Se dirigió hacia la pared y siguió por el pasadizo de piedra que era el único camino. Lo único que podía oír, además de sus pasos, era el goteo del agua en las paredes, era algo tenebroso. Entonces escuchó un nuevo ruido, un leve tintineo y un crujido, que parecían proceder de delante.

En el final del pasillo se encontró con una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ella. Estaba llena de pajaritos brillantes, que en realidad eran llaves aladas por lo que pudo notar, y volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera. Sabía que tenía que llegar a ella para seguir avanzando, pero temía que esas cosas la atacaran.

Respiró profundamente, se preparó cubriéndose el rostro con los brazos y entonces cruzó corriendo la habitación. Esperaba sentir picos agudos y garras desgarrando su cuerpo, pero no sucedió nada. Alcanzó la puerta y movió la manija, pero estaba cerrada con llave.

Alaska observó a su alrededor, una de las llaves acababa de cruzar frente a ella, demasiado cerca y diferente a las demás, plateada y con alas azul brillante. Tenía una de las alas bastante dañada y volaba con lentitud y muy por debajo de las otras. Para la chica fue fácil atraparla, sin necesidad de usar las escobas que se encontraban en un rincón. Con la llave retorciéndose en su mano la metió en la cerradura y le dio la vuelta, la puerta se había abierto.

En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto de derrota al abrir la puerta la rubia se encontró con una gran sorpresa.

Estaba en el borde de un enorme tablero de ajedrez, con piezas negras y blancas que eran de su tamaño y construidas en lo que parecía piedra. Sobre un par de ellas se encontraban Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley, quienes parecían estar jugando una partida de ajedrez.

—Es... ¡Es Alaska! —Gritó Hermione, dándole aviso a los demás.

—¿Alaska? —Repitió Harry confundido—. ¿Qué hace aquí? ¡¿Qué haces aquí?!

—¡Estaba siguiendo al profesor...! —Comenzó a decir Alaska, pero Ron la interrumpió.

—¡No importa! ¡Si no se dan prisa va a conseguir la Piedra!

Alaska observó a los amigos que se preparaban para seguir con su partida.

—¿Listo? —Preguntó Ron, con el rostro pálido pero decidido—. Allá voy, y no se queden una vez que hayan ganado.

El pelirrojo se movió hacia delante y la reina blanca saltó. Alaska se sobresalto cuando la pieza de ajedrez golpeó a Ron con fuerza en la cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo. Hermione gritó, pero se quedó en su casillero. La reina blanca arrastró a Ron a un lado. Se había desmayado.

Muy conmovido, Harry se movió tres casilleros a la izquierda. El rey blanco se quitó la corona y la arrojó a los pies de Harry. Habían ganado. Las piezas saludaron y se fueron, dejando libre la puerta.

Harry y Hermione no hicieron mucho caso a las últimas palabras de Ron, se acercaron a él de inmediato asegurándose de que estuviera bien. Mientras tanto la presencia de Alaska era ignorada por todos allí, pues estaban preocupados más por su amigo.

La rubia decidió seguir avanzando, preparada para lo que pudiera encontrarse. Corrió hacia la salida y subió por el siguiente pasadizo. Alaska atravesó el pasillo llegando a una puerta, la cual empujó y abrió.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top